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Un magnífico criado, un amo temible

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¿Qué hace que, ante una misma circunstancia, con las mismas condiciones, una persona pueda ver una gran crisis y la otra una gran oportunidad? ¿Qué hace que algunos vean sus objetivos como verdaderos retos y otros solo como una gran ilusión? ¿Qué hace que algunos vean a sus hijos como una gran razón para seguir adelante y otros como una gran excusa para detenerse? ¿Por qué a algunos nos parece que el esfuerzo es excesivo?

Esto se explica en la predisposición mental o facultad que posee cada individuo en decidir consciente o inconsciente una disposición anticipada previo a realizar algún fin concreto. ¿Y por qué podríamos ubicarnos en la predisposición limitante o restrictiva? Ello podría tener la siguiente respuesta: nuestra mente se ha antepuesto sobre el “verdadero nosotros”, (la verdadera esencia de nuestro ser que implica nuestros más profundos principios, anhelos, deseos, etc.) que llamaremos nuestra voluntad o consciencia. Nuestro cerebro, un órgano tan empoderado, ha domado nuestra consciencia imponiendo su afán de inacción. Ha sucumbido a nuestras fuerzas y deseos, nos ha hecho dudar y nos ha dado “argumentos” (en realidad son solo excusas) para no intentarlo y caer en la pasividad, y todo debido a un principio que rige en la naturaleza (y por ende también en nosotros)… LA LEY DEL MÍNIMO ESFUERZO.

La ley del mínimo esfuerzo es la búsqueda de la máxima conservación de energía para obtener un mismo objetivo, o en otras palabras, es consumir la mínima cantidad de energía posible para llevar a cabo una tarea. Y en efecto, la naturaleza, dentro de su gran sabiduría, a modo de sobrevivencia, cumple con esta ley. Por ejemplo, cuando el cuerpo humano entra en un estado de frío, prioriza el mantener la temperatura corporal interna (comienza a tiritar), sobre otras funciones como la digestión. Esta situación se llama corte de digestión (un ejemplo común se da al entrar a una piscina fría luego de haber comido). Como se puede observar, para cumplir su objetivo (preservarse) el cuerpo no realiza las dos funciones simultáneamente, sino que ejecuta la función más primordial (mantener la temperatura corporal interna), conservando su energía. Del mismo modo, ninguno de nosotros en su sano juicio, trataría de resolver una situación de manera compleja si es consciente de que la solución está al alcance de su mano. Es una ley relacionada a la eficiencia.

Sin embargo, en reiteradas ocasiones nuestra mente tergiversa involuntariamente (o voluntariamente) esta ley. Pretende conservar energía reduciendo nuestro deseo de movilidad, actividad y/o análisis a costa de un mejor (futuro) bienestar. Pero permitir ello no es eficiencia, es negligencia. Nosotros no nos hallamos en frecuente estado de sobrevivencia, por lo que permitir esta ley en nuestra mente o cuerpo de manera irresponsable es un boletaje seguro al conformismo y a la mediocridad. Esta ley es bastante útil si lo que haces es optimizar recursos de manera inteligente para un mismo resultado, pero si por el contrario nuestra mente la altera para evitar cualquier tipo de movimiento, inspiración, aspiración u otro, será nuestro gran lastre (he oído más de una vez a personas con altos grados académicos decir: “Me da flojera pensar”). Romper esa resistencia al movimiento neuronal o físico requiere un desgaste, fatiga, da pereza, pero no romperla jamás merma tu autoestima, tu amor propio, te mantiene inerte y estancado.

Para nuestra fortuna, la manera más efectiva de superar esa pesadez inicial es bastante simple y consiste en que nuestra consciencia decida voluntariamente moverse, y empezar a ACTUAR.

Para reflexionar:

Ciertamente, puede que en algunos casos ideales el ACTUAR se dé por una MOTIVACIÓN (dado un factor externo) pero en su mayoría de veces corresponde a una DECISIÓN, ya que es la voluntad de nuestra consciencia quien se impone sobre la mente, a pesar de su apatía inicial.

He de decir que generar una voluntad decidida mientras nuestro estado mental se encuentre aún laxo es bastante desgastante, por lo que comenzar a actuar no será lo más grato, puede que te genere mentalmente incomodidad, fatiga e incluso stress (tu mente intentará mantener su primacía sobre ti). Sin embargo, cuando el cuerpo ya empieza a andar, cada vez la mente encuentra menos razones para resistirse, por lo que ese estado de fatiga debido a la contrariedad consciencia-mente se supera rápidamente. Una vez aceptada y adoptada la nueva circunstancia con el transcurrir del tiempo es probable que la mente se vuelva un generador de ideas, innovaciones, razones y motivaciones para continuar (y será un magnífico criado). Este comportamiento común se repite en distintos ejemplos, como en quien tiene el deseo de empezar a ejercitarse, pero en primera instancia siente una gran resistencia corporal y mental, sin embargo, solo unos días después de empezar, ya no tiene deseos de parar, e incluso busca nuevas formas e ideas más exigentes para ejercitarse.

Él y tú no son lo mismo…

“Cuida tus pensamientos, porque se volverán actos, cuida tus actos porque se harán costumbre, cuida tus costumbres porque formarán tu carácter. Cuida tu carácter por que formará tu destino. Y tu destino será tu vida”.

Mahatma Gandhi, dirigente de Movimiento de Independencia Indio.

Como bien decíamos, la mayor trampa mental del cerebro consiste en hacernos creer que él (los pensamientos que produce) y nosotros (nuestra consciencia) somos el mismo individuo (si nace en mi mente el miedo entonces pienso que soy un cobarde, si siento pesadez me considero un perezoso, si tengo dudas debo ser una persona poco decidida, etc.). Constantemente nuestro cerebro emite pensamientos efímeros que realmente parecen compenetrarnos a él y a nosotros como un mismo ser: Ideas malas o buenas, burdas o refinadas, egoístas o altruistas. Sin embargo, la realidad es que ninguna de ellas son mi verdadero “yo”. Son solo descargas eléctricas de información a nivel neuronal (sinapsis) que aparecen y se van. Por tener un pensamiento no me convierto en un ser perverso o noble. Un pensamiento no dice más de nosotros que un pequeño lunar de nuestro cuerpo, no nos define en absoluto si no permitimos que se instaure en nosotros.

Esto debido a que nuestra consciencia tiene la posibilidad de definir si decide desechar las ideas de inmediato, de examinarlas por un periodo más prolongado o de implantarlas en nuestra mente. Nuestra voluntad es como un espectador que puede “ver pasar” los pensamientos y olvidarlos al instante o “capturar” los que intencionalmente desee preservar. Esta capacidad se hace mucho más evidente en la práctica de la meditación, que tocaremos más adelante. (Como sustento a la afirmación de independencia consciencia-mente, basta con el siguiente simple ejercicio: En un momento cualquiera en el que tu mente se encuentre deambulando en aspectos negativos o estresantes, intenta reaccionar y sorprenderla, y voluntariamente decide reorientar a tu favor esos pensamientos. Esa es tu consciencia).

Pero cuidado, todos los pensamientos que decidamos mantener en nuestra mente en el corto o largo plazo tienen un costo o beneficio, pues pueden costarnos ira, stress, intranquilidad, acciones de las cuales luego nos arrepentimos, o felicidad, éxito, tranquilidad, etc. Y si los haces crecer tienen tal fuerza que realmente pueden terminar orientando el destino de tu vida. La mejor demostración de ello se puede observar en la siguiente historia que debes de conocer:

La fuerza de un pensamiento

En 1972 un grupo de jóvenes miembros de un equipo Rugby Uruguayo tomó el muy conocido vuelo 571, con dirección a Chile. El mal tiempo los obligó a hacer una parada en Mendoza. Luego de una noche en la ciudad enrumbaron a Santiago. Trascurrido un tiempo de vuelo, debido a cambios climatológicos, descoordinaciones propias de la época y otros factores, se autorizó al piloto descender a 3,500 m.s.n.m considerando que se encontraban a poca distancia de la ciudad de Curicó – Chile, cuando en realidad el avión recién se adentraba en la cordillera, en medio de los cordones montañosos, sobrevolando el límite argentino-chileno. El piloto sin capacidad de ver las montañas, debido a la densa capa de nubes, procedió al descenso, y cuando pudo observar las cimas de la cordillera poco pudo hacer para evitar el impacto del avión, partiéndolo por la mitad.

Increíblemente luego del choque, hubo sobrevivientes, pero las heridas, la falta de alimentos, de accesorios y ropa adecuadas para el lugar, de medicinas, el extremo frío, la intemperie, avalanchas y las inclemencias propias de la naturaleza hacían que día a día fueran muriendo los tripulantes uno a uno. Luego de 3-4 días, en una pequeña radio que aún funcionaba en el avión, se enteraron de que la fuerza aérea Chilena había cesado la búsqueda. Se habían quedado solos a su suerte…

Y así pasando 60 días, de los 32 sobrevivientes iniciales, quedaban 16. Hasta que 3 jóvenes, entre ellos Nando Parrado y Roberto Canessa, decidieron ir en busca de ayuda, sin ningún tipo de accesorio adecuado para el entorno, decidieron subir la montaña más alta que visualizaban desde su ubicación con la esperanza de visualizar al otro lado lo que serían rasgos de civilización. Con lo último de sus fuerzas, y tras tres largos días de caminata, llegaron a la cima, pero lo que encontraron fue desgarrador.

Al otro lado de la montaña solo veían más inclementes cerros y densa nieve hasta donde se perdía su vista en el horizonte. En ese momento, ya desnutridos y exhaustos, lo único que desearon fue echarse a dormir a esperar la muerte para acabar con la tortura. Sin esperanzas, pues ya no tenía sentido seguir intentándolo. Pero hubo un pensamiento que les vino y grabaron en su mente: No moriremos sentados, si hemos de morir, lo haremos caminando”.

Y así, enviando al 3er joven de vuelta al avión, avanzaron tortuosamente paso a paso. No les preocupada la muerte, les preocupaba que, si llegaba, fuese caminando.

Finalmente, luego de 10 días, con casi 30 kilos menos cada uno y más muertos que vivos, logran hacer contacto con la civilización, pudiendo llevar el rescate donde el resto de sus compañeros.

Estos 2 heroicos jóvenes, gracias únicamente a un pensamiento, salvaron 16 vidas… y pasaron a la historia.

La correcta selección consciente entre dos pensamientos posibles como “decidir morir sentado”, o “morir caminando” fue la que salvó a 16 personas. Solo esa pequeña diferencia fue lo que llevó a estos jóvenes a seguir el camino y convertirse en dos auténticos héroes… Por ello, diferénciate de tu mente, que sea tu consciencia la que te lleve a actuar habiendo elegido correctamente tus pensamientos y que no sea tu cerebro quien decida dominar tu conducta. Para estos jóvenes hubiera sido infinitamente más fácil decidir morir en el hielo, pero no fue su cansancio mental y físico quienes determinaron su conducta, fue su consciencia que anhelaba vivir. Al igual como pudiste domar otros músculos casi incontrolables, como tus brazos y piernas cuando eras un bebé para aprender a andar, puedes domar tu cerebro para tu beneficio. Te aseguro que será la herramienta más efectiva y valiosa que tendrás en tu existencia. ¿Logras visualizar las capacidades que podrías desarrollar?

 Podrías tener más motivación y predisposición.

 Tendrías más y mejores ideas.

 Tendrías más energía.

 Serías más innovador y perceptivo.

 Tendrías objetivos más claros y un largo etc.

“La mente es un jardín fértil donde crecerá todo lo que se le plante, sean flores o malas hierbas”.

Bruce Lee, destacado artista marcial.

Por ello somos los responsables…

Si hemos entendido y aceptado que efectivamente nosotros somos aptos para seleccionar correctamente nuestros pensamientos a fin de adiestrar nuestra mente, esto nos abre un nuevo frente, ya que debemos reconocer que esa capacidad a su vez nos convierte en los verdaderos responsables de la predisposición que ella tome. En otras palabras, ya no serán las personas, situaciones o cualquier otra circunstancia que nos rodee quienes decidan nuestro buen sentir o malestar, sino nosotros quienes tomaremos esa decisión.

La fórmula que hemos seguido hasta el día de hoy fue la siguiente: Nuestros pensamientos determinaban nuestras emociones, y ellas nuestras acciones

Antigua fórmula: Pensamiento -> Emoción -> Acción

Un turista va a tomar un taxi sin conocer la distancia hasta su destino. El taxista le pide 20 dólares por llevarle. Él, siempre desconfiado, considera que el precio es muy alto y que el taxista busca aprovecharse de él por ser extranjero y desconocer la ciudad (pensamiento), se amarga (emoción) y le dice de mala manera que se retire (acción). Luego de unos segundos un policía que pudo observar toda la escena le dice que el precio era bastante módico, ya que su destino era en las afueras de la ciudad, y le indica que el taxista le brindaba ese precio debido a que estaba respetando las políticas de la comunidad de apoyo al turismo. El turista considera que el taxista era un hombre correcto (pensar), se arrepiente (sentir) y de ser posible, lo llamaría para que regresara (hacer).

A partir del nuevo conocimiento adquirido, entenderemos la responsabilidad que tenemos sobre nuestro sentir y pensamientos y, por lo que la nueva fórmula de acción viene a ser: Nuestra consciencia decide nuestros pensamientos, ellos determinan nuestras emociones, y consecuentemente nuestras acciones.

Nueva fórmula: Consciencia -> Pensamiento -> Emoción -> Acción

Si el taxista hubiera sido consciente que en sí mantiene desde el principio un pensamiento de desconfianza, habría tenido la capacidad de variar esa idea de su cabeza. Podría o no haber tomado el taxi, pero su sentir y actuar hubiera sido distinto.

Desde el momento en que aprendemos que somos capaces de definir nuestros pensamientos, somos responsables de las actitudes que tomemos, pero al mismo tiempo somos libres para decidir lo que deseemos sentir. Podemos decidir implantarnos pensamientos de fuerza y capacidad, o de debilidad e ineptitud si así lo queremos, es nuestra elección.

Para reflexionar:

Debido a experiencias pasadas puede que consideres que autoimplantarse ideas de fuerza y aptitud es autoengañarse, sin embargo, esta afirmación no es del todo cierta, ya que frecuentemente no es la aptitud la que nos hace falta, sino una mejor disposición, en otras palabras, mayor convicción y compromiso en nuestras acciones. Es sumamente complejo ser apto y capaz si desde un principio socavamos nuestro ímpetu, habilidad e inteligencia. Nadie puede ser dubitativo y eficiente a la vez.

Domando a la bestia…

“Así como el hombre físicamente débil puede fortalecerse mediante un cuidadoso y paciente ejercicio, así el hombre de pensamientos débiles puede convertirlos en poderosos ejercitándose a sí mismo y al pensar correctamente”.

James Allen, escritor filósofo británico.

Hemos de reconocer que el entrenamiento mental es fatigante. Es evidente que a muchas personas nos genera agobio el planificar, analizar, evaluar o aprender algo nuevo. Tener pensamientos no es lo mismo que pensar, los pensamientos son automáticos y no agotan (incluso los conocimientos, el expresar un conocimiento no significa que estés pensado, simplemente ya lo sabes, es una respuesta automática), el pensar es voluntario y requiere un esfuerzo. Mantenernos atentos por un tiempo prolongado para poder filtrar nuestros pensamientos de manera continua genera un desgaste similar al pensar, por lo que es agotador en un principio. Sin embargo, conforme vayamos siendo capaces de mantener esa vigilancia, más simple nos será, y podremos notar que los pensamientos restrictivos o limitantes se van atenuando debido a que nuestra mente está más entrenada. Es una bola de nieve que crece y se hace más fácil conforme seguimos el camino. Entrenemos y dominemos nuestra mente a nuestro favor. Hagamos de ella nuestro mejor aliado.

“El hombre que deliberadamente sigue un sistema determinado de ejercicio mental por unos cuantos minutos diarios, pronto adquiere un mayor dominio de su mente que el que meramente lee y piensa sin método durante todo el día”.

David Schwartz, La Magia de pensar en grande.

El equilibrio del ser

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