Читать книгу El libro de las decisiones: una guía para darse cuenta - Daniel Jorge Martínez - Страница 9

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Para entrar en tema

“Fracasa quien no intenta, muere quien no decide”.

Hoy es 26 de julio de 2005. Anochece…

Vos te preguntarás por qué menciono esta fecha. En verdad, me la estoy diciendo a mí mismo. No me entendés, ¿no? Bueno… te explico: este es mi cuarto libro, y cada uno de ellos tuvo su particularidad. Cuando empecé el primero, me dio mucho miedo porque al leer lo que escribía, tomé conciencia de que todo eso quedaría impreso para siempre, lo cual me hacía absolutamente responsable ante cada lector de lo que había escrito, y entonces me sentí algo paranoico. Me vino cierto temor al releer cada capítulo, miedo al decir cosas que pudieran influir mal en quien lo leyera, de ser criticado por conceptos mal vertidos. Miedo a la crítica del editor —cuando lo leyera—, por la gramática y la ortografía cuando pasara por el corrector, etcétera, etcétera, etcétera.

Pero seguí adelante hasta terminarlo, y me di cuenta de que aquellos miedos no eran por ser mi primer libro, sino que mi costumbre de hacer radio todas las noches hizo que, al escribirlo, entienda que las palabras no quedarían en el aire, no se irían por ahí, sino que cada coma, cada espacio, cada pensamiento estaría realmente impreso. Percibí que estaría esclavizado por lo que escribía. Y al advertir de dónde venían esos temores, sentí que tenía que decidir, y lo hice. Así seguí…

El segundo libro fue diferente, porque surgió por casualidad; me senté a escribir sobre un tema, y terminé haciéndolo de corrido, en treinta días, sobre algo diferente. En verdad, escribí sobre la numerología, que estudié e investigué durante casi veinte años, pero sobre lo que jamás pensé en plasmarlo en papel. Así como te lo digo, escribí acerca de esta milenaria disciplina que fue creada por Pitágoras, aquel sabio matemático al que todos conocen por el famoso teorema que se estudia casi de memoria en el colegio (y que en verdad resultó ser un profundo conocedor de la vida, sus misterios, la música y muchas cosas que tienden a rescatar el alma).

En realidad, el segundo libro hubiera tenido que ser este, pero por rara cuestión, no lo fue, así que quedó postergado.

Y luego surgió de forma espontánea, junto a una psicóloga —amiga desde hace muchos años—, la idea de escribir un libro sobre sexualidad, y bien, así lo hicimos. En el inicio, puse una fecha límite porque hacía tres meses que debía haberlo empezado, pero no pude, no me salía, no sabía cómo: me sentaba frente a mi computadora, y no…

Bueno, basta de vueltas, te lo digo claramente: no podía tomar la decisión de intentarlo. ¿No me digas, lector, que no es paradójico? Me costaba decidir escribir sobre “decisiones”.

Hace tres años que vengo postergando este libro por otros, y cuando llegó el momento de narrar, cuando mi editor me dijo: “¿Para cuándo el libro de “decisiones”?”, me costó tres meses empezar.

Tomé cientos de miles de decisiones en mi vida: cada día está plagado de decisiones pequeñas, cotidianas, habituales, que parecen involuntarias, pero que llevan necesariamente implícita la capacidad de discernir. Uno cree no estar preparado para tomar medidas importantes en la vida; es que las que a uno le parecen trascendentes, son aquellas que no se acostumbra tomar, pero que luego se repiten a lo largo de la existencia.

Vos y yo, ensayemos una pequeña listita. Vamos a hacer algo: yo te dejaré un espacio a la derecha para que puedas escribir otras cosas sobre las que tuviste o tenés que decidir: animate, hacé tu lista.

• Ir al colegio

• El secundario

• La facultad

• Tener novio/a

• La primera relación sexual

• El primer trabajo

• Ser autónomo

• o en relación de dependencia

• Casarse

• Tener hijos

• Separarse

• Una operación

• El dentista

• Cambiar el auto.

• La tarjeta de crédito

• Renunciar a un trabajo.

• Comer algo.

• Comprarse ropa.

• Cortarse el pelo.

• Lavarse los dientes

• Salir más tarde

• Llegar temprano

• Comer la sopa

• no comer la sopa

• Ir de vacaciones

• no ir

• Elegir una carrera…

• dejarla

• empezar otra

• Tener amante

• Ser fiel

• o ser infiel

• Hacerse una cirugía

• no hacerse una cirugía

• Tomar ese colectivo

• o el otro

• o el tren…

• ir caminando…….

• Comer en casa

• comer afuera

• o no comer.

• Hacer régimen

• comerte todo

• El primer cigarrillo

• dejar de fumar

• Callarse

• gritar

• decirlo

• Tirarse un lance.

• Tener un orgasmo

• o no tenerlo

• Quedarse quieto

• Elegir una película

• o el teatro

• La pasta de dientes

• el desodorante

• Cortarse las uñas

• bañarse

• quedarse sucio

• Tomar un avión.

• Hacer terapia.

• Salir a caminar

• Ir al gimnasio

• abandonarlo.

• Seguir viviendo a pesar de

• Pizza de muzarella

• o jamón y morrones

Uffff. ¿Te cansaste sólo por leerlo? Imaginate la fatiga que causa estar constantemente tomando tales decisiones que son apenas un pequeño número enunciativo de las miles y miles que existen a través de tu vida. Claro, con razón tanto conflicto, duda, temor, vergüenza, timidez, desamparo, soledad, miedo y tantas otras sensaciones que convergen a la hora de decidir.

Cierta vez, mi viejo maestro, el doctor Touyaá, me dijo: “Cuando uno decide, está como cuando se muere, es decir: solo”. “¿Por qué?”, le pregunté. Y con su tradicional estilo, pausado, seguro, firme, el que sólo tienen los maestros de la vida, me contestó. “Porque, al morir, estamos rodeados de personas, médicos, amigos, familiares, en fin, siempre hay alguien, pero el único que se muere es uno”. “¿Y cuando decidimos?”, le dije. “Cuando decidimos, hay consejeros, asesores, terapeutas, amigos, familiares, pero, al tomar la decisión, el que decide es uno, es decir, también estamos solos”.

Si uno decide bien, todos se cuelgan de tu éxito, pero cuando decidís mal, nadie se arrima ni para saludarte, ninguno te recuerda su opinión, sólo alguno que te aconsejó lo contrario, que encima viene a reprocharte el no haber seguido su indicación. Y ahí estás, mal por tu supuesto fracaso y soportando el dedo acusador de los demás y las consabidas frases de siempre: “Viste, yo te dije”, “¿Para qué me pedís opinión, si al final hacés lo que se te da la gana?”, “Pero vos sos siempre el mismo”, “¿No podías haber hecho otra cosa mejor?”, y dale, y dale, y dale.

¿Por qué cuesta tanto tomar decisiones?

Al decidir, existen muchas cosas que vienen al encuentro: nuestros propios deseos, lo que pensamos que desearían los otros, el miedo a que salga mal, el temor a que nos dejen de querer por hacer lo contrario a lo que esperan de nosotros, el terror al fracaso o al éxito. Sí, leíste bien: al éxito. Hay quienes tienen miedo a ser exitosos, gente que, en verdad, no se lo permite.

Pero bueno, voy a tratar de invitarte a seguirme en este libro para ver si podés ver, uno por uno, los temas que influyen en cada una de tus decisiones, de las mías y de las de todos. Porque, en el momento de decidir, nadie escapa a alguna de las influencias que se mezclan en esos cruciales instantes de nuestras vida.

El libro de las decisiones: una guía para darse cuenta

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