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Prólogo

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Por una de esas coincidencias que ponen la racionalidad en dificultad, el punto final propiamente de la redacción de este libro fue puesto el día 18 de octubre de 2019, en que, precedido por lo que puede considerarse como una nueva ola de movimientos sociales en el mundo, una agitación sin precedentes se desataba en Chile. Yo me encontraba en Barcelona, por una invitación de la universidad de esa ciudad, donde en el mismo momento, entre otras cosas, tuve la oportunidad de presenciar inmensas manifestaciones de los catalanes por la autodeterminación e intentaba mantenerme en contacto para tener noticias del mundo. Interesado por las manifestaciones que desde hace meses desafiaban a uno de los poderes más importantes del mundo en Hong Kong; luego por las del Ecuador, en que desde comienzos de octubre comunidades indígenas y organizaciones de trabajadores se alzaron contra el gobierno del mal llamado Lenin Moreno, quien impulsaba políticas neoliberales siguiendo, como es costumbre, indicaciones del FMI. En muchos otros lugares del mundo, como el Líbano, Sudán, Argelia, Egipto, crecía esta ola, de la cual sin embargo no se pueden fácilmente deducir influencias recíprocas. Los misterios de los ciclos de movimientos sociales en el mundo…

Desde el 18 de octubre, el movimiento que se desata en Chile adquiere una inesperada amplitud y fuerza, rápidamente identificado bajo la consigna “Chile despertó”. A partir de una simple alza de la tarifa del metro de 30 pesos, se critican los 30 años de decepción de la transición a la democracia, corroída progresivamente por la conversión al neoliberalismo de sus élites y la percepción popular de una considerable crisis de legitimidad de la democracia, tal como se describe en la introducción a este trabajo. Las reivindicaciones rápidamente fueron claras, abarcando casi todos los dominios socioeconómicos: pensiones decentes, salarios, recuperación de bienes nacionales, educación, ecología, salud, reconocimiento a pueblos originarios, y todas ellas se canalizaron en la exigencia de cambiar la constitución, que data de la dictadura de Pinochet (1980). Manifestaciones gigantescas y paros en todo el país, con una dosis importante de disturbios, obligaron al presidente-empresario de derecha Sebastián Piñera a decretar el estado de emergencia, con toque de queda (que no fue más que mínimamente respetado) y salida de los militares, que luego tuvo que anular, no habiendo podido en absoluto restablecer el “orden”, a pesar de una dura represión en la cual numerosas violaciones a los derechos humanos han sido constatadas por organismos especializados.

Muy pronto, un movimiento extraordinario de invención política, tal vez inédito en el mundo por su amplitud, se manifestó en la organización de miles de “cabildos abiertos”, asambleas deliberativas, en los más variados medios sociales, del trabajo, la educación, vecindarios, en los cuales se aprende a escuchar, a expresar ideas, a construir demandas comunes, y cuyos resultados han sido centralizados por una organización de coordinación sindical. Este movimiento está aún en pleno desarrollo, de manera que no se puede saber en qué podrá desembocar, pero lo más seguro es que habrá un proceso de cambio constitucional, exigido por el movimiento social, al cual la élite política parece mayoritariamente haberse resignado, luego de décadas de reticencia o de franca oposición.

El presente trabajo nació de investigaciones que comencé hace unos siete años, cuando en la campaña presidencial chilena de 2013 empezó nuevamente a hablarse de cambiar la constitución y del interés ante un supuesto proceso constitucional en Chile, que resultó finalmente frustrado al término del mandato de la presidenta Michele Bachelet, por falta de convicción de todos los partidos políticos y la franca oposición de aquellos de derecha. Solo que, en esa época, al mismo tiempo de lamentar esa situación, me daba la impresión de que los sectores demócratas, innovadores o de izquierdas, estábamos bastante mal preparados para tal proceso.

Las derechas políticas y clases privilegiadas tienen en general muy claro cómo debería ser el sistema del futuro: lo más parecido posible al actual, que asegura sus privilegios. La situación me parecía sorprendentemente paralela —si no semejante— a la que se vivía en Francia, mi lugar de residencia la mayor parte del año, donde grandes desilusiones de la socialdemocracia alejan cada vez más a los electores de las urnas. Finalmente, las sociedades, con miles de características específicas, no son tan diferentes y muchas de ellas deben afrontar problemas profundos y desafíos de transformación para los cuales no están preparados.

Se trata entonces de una reflexión que aspira al largo alcance, construida con tiempo y en absoluto ante la urgencia del movimiento social actual. Por ello la coincidencia de fechas me parece significativa y estimulante, porque el movimiento actual de alguna manera responde al diagnóstico en el que se basa este libro, que sin embargo apunta más bien a las soluciones, a la imaginación de un futuro.

Por otra parte, este libro estaba a punto de imprimirse cuando se desata la pandemia de Covid-19, que desde marzo 2020 implicó el confinamiento de la mayoría de la población mundial. Situación inédita en la historia humana, de la cual será, por cierto, largo y difícil obtener enseñanzas coherentes, por lo que no podremos más que mencionarla en un breve post scríptum agregado al final.

Desde la concepción del proyecto, hace varios años, la intención es contribuir a la reflexión necesaria para afrontar un proceso constitucional y en general los cambios importantísimos que se hacen cada vez más ineluctables en las sociedades humanas. Contribución tal vez modesta, porque personal, pero con la firme convicción de que la puesta en cuestión al nivel de las ideas debe ser profunda y que más vale que las ideas sean radicales si se trata de ir a la difícil confrontación y negociación que implica un proceso constituyente, que por cierto no podrá solucionar todos los problemas ni debiera agotar las interrogaciones que plantea la construcción de la sociedad futura. Pero con la convicción de que es posible, con la optimista intuición de que el futuro está abierto y que disponemos de las herramientas para realizar el hermoso y excitante trabajo de construirlo.

Manifiesto para la sociedad futura

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