Читать книгу El Escritor - Danilo Clementoni - Страница 11
Tell-elMukayyar â Contacto con Nibiru
Оглавление«SÃ, coronel» dijo, en un tono muy claro, una voz al otro lado de la lÃnea. «Nos han informado desde distintos puntos de observación de la tierra de un resplandor inusual emitido probablemente desde la luna.»
«Pero la luna no emite "resplandores"» replicó Jack contrariado.
«Con respecto a esto, tiene razón, señor. Puedo decirle que nuestros cientÃficos están todavÃa analizando los datos recibidos con el fin de identificar quién o qué cosa lo ha provocado.»
«En definitiva, no habéis entendido nada.»
«Bueno, yo no lo habrÃa dicho justo de esta manera pero creo que la suya puede ser considerada una dedución muy justa.»
«Pero cómo habla este» dijo Jack volviéndose a Elisa que, mientras tanto, habÃa llegado hasta él, al tiempo que con la mano cubrÃa el micrófono de su teléfono móvil. «Muy bien. Gracias por la información» prosiguió. «Le ruego que, en el momento en que tenga más noticias, contacte conmigo inmediatamente.»
«Será mi prioridad, señor. Hasta luego, que tenga un buen dÃa» y cortó la conversación.
«¿Qué te han dicho?» preguntó la doctora.
«Beh, parece que, efectivamente, ha ocurrido algo extraño allà arriba pero nadie ha encontrado todavÃa una explicación coherente.»
«Cada vez estoy más convencida de que les ha ocurrido algo a nuestros amigos.»
«Venga, no pienses eso. Con su fantástica astronave quién sabe dónde estarán ahora.»
«Espero, de corazón, que estés en lo cierto pero continuo teniendo un extraño presentimiento.»
«Escucha, para salir de dudas, ¿por qué no usamos el artilugio que nos han dejado e intentamos contactar con ellos?»
«Bueno, no sé... DecÃan que sólo podrÃamos utilizarlo cuando estuvieran en su planeta... No creo que...»
«Vete a cogerlo y basta» la interrumpió el coronel. A continuacióhn, percatándose de que habÃa sido muy brusco, añadió un «Por favor» seguido de una deslumbrante sonrisa.
«Vale. En el peor de los casos, no funcionará» dijo Elisa mientras iba a recuperar el H^COM portátil. Regresó casi enseguida y, después de arreglar un poco sus largos cabellos, se puso aquella especie de extraño y engorroso casco.
«HabÃan dicho que presionásemos ese interruptor» dijo Jack indicando el botón. «A continuación el sistema funcionarÃa solo.»
«¿Qué hago, lo pulso?» preguntó Elisa dubitativa.
«Venga, ¿qué puede suceder?»
La arqueóloga pulsó el botón y, articulando quizás demasiado las palabras, dijo «¿Hola? ¿Me escucha alguien?»
Permaneció a la espera pero no recibió ninguna respuesta. Esperó todavÃa algunos minutos y a continuación insistió «Hola... Hola... ¿Petri estás ahÃ? No escucho nada.»
Elisa esperó un poco más, después abrió los brazos y se encogió de hombros.
«Pulsa de nuevo el botón» sugirió el coronel.
Intentaron repetir el procedimiento varias veces pero desde el sistema de comunicación no llegó a ellos ni siquiera un mÃsero crujido.
«No hay nada que hacer. Quizás les ha sucedido realmente algo» susurró Elisa mientras se sacaba el H^COM de la cabeza.
«O quizás no han llegado todavÃa al rango de acción de este artilugio.»
El coronel no habÃa terminado de decir la última frase cuando un extraño ruido proveniente del exterior llamó la atención de los dos.
«Jack, mira» exclamó Elisa asombrada mientras se asomaba desde la tienda. «Las esferas... Se están reactivando.»
Con el corazón en un puño corrieron los dos afuera y, realmente perplejos, observaron la pirámide virtual de aterrizaje que estaba de nuevo tomando forma. Sus amigos estaban volviendo.
«Ves como no han explotado» dijo Jack tranquilo.
«Quizás han olvidado algo.»
«Lo importante es que están bien. Ahora intentemos mantener la calma. Dentro de nada descubriremos qué ha sucedido en realidad.»
El procedimiento de aterrizaje se desenvolvió con normalidad y, en poco tiempo, las enormes figuras de los dos alienÃgenas aparecieron sobre la plataforma de descenso.
«Hola chicos» gritó Petri agitando su manaza sobre la cabeza.
«¿Qué diablos hacéis todavÃa aquÃ?» preguntó Jack mientras los dos llegaban hasta el suelo gracias a la estructura móvil.
«Os echábamos de menos» replicó Petri mientras saltaba desde aquella especie de ascensor antes incluso de que tocase tierra, seguido inmediatamente después por su compañero de aventuras.
«Nos estábamos preocupando» dijo Elisa finalmente aliviada. «Hemos asistido a un extraño acontecimiento que ha ocurrido en la luna hace poco y temÃamos que os hubiese ocurrido algo malo.»
«Por desgracia, querida, algo malo ha sucedido realmente» dijo Azakis con aire desconsolado.
«¿Ves? ¡Lo sabÃa!» exclamó Elisa. «Una vocecita dentro de mà me lo decÃa. ¿Pero qué ha sucedido?»
«Ha ocurrido todo de repente.»
«¡Por el amor de Dios! ¿Quieres hablar? Venga, no nos tengas sobre ascuas. Cuéntalo todo, ahora.»
«Nuestra nave ha dejado de existir» anunció Azakis de un tirón.
Los dos terrestres se miraron asombrados. A continuación fue Jack el que tomó la palabra diciendo «¿Estáis bromeando? ¿Qué queréis decir con que ya no existe?»
«Quiere decir que, en este momento, el pedazo más grande de la Theos podrÃa estar tranquilamente sobre la yema de tu dedo Ãndice.»
«¿Cómo ha podido suceder? ¿Y el resto de la tripulación, dónde se encuentra? ¿Están todos bien?»
«SÃ, están bien, gracias. Ahora se encuentran sobre otras tres naves espaciales y dentro de un rato estarán aquà con nosotros. Si no os molesta, prepararemos aquà una estructura de emergencia e intentaremos arreglarnos de alguna manera.»
«Pues claro, ¿qué problema hay?» dijo Jack. «Os ayudaremos en lo posible. No hay ni que preguntar.»
«En definitiva» explotó Elisa que no conseguÃa frenar su curiosidad. «¿Nos podéis decir de una vez qué ha sucedido alli arriba?»
«Es una historia un poco larga» dijo Azakis sentándose sobre un cubo de lata tirado por el suelo. «Ponéos cómodos.»
Después de unos diez minutos, el alienÃgena les habÃa contado prácticamente toda la historia. Desde la pérdida del sistema de contol remoto a la tentativa de desactivación del mismo. Desde la imprudencia de haber renunciado a su recuperación hasta la repentina reactivación del instrumento que habÃa provocado después el comienzo del procedimiento de autodestrucción.
«Pero ¡es alucinante!» exclamó Elisa asombrada. «¿Quién ha podido provocar un desastre as�»
«Probablemente» dijo Azakis «alguien habrá encontrado aquel extraño objeto y se habrá puesto a estudiar sus caracterÃsticas. A continuación, habrá encontrado alguna información entre los millones de datos que hemos descargado sobre vuestros servidores y, de alguna manera, ha conseguido encenderlo, provocando de esta manera lo que sabemos.»
«¡Por todos los santos!» susurró el coronel desconcertado. «Parece una historia tan absurda... Y vosotros, sabiendo lo peligroso que era un artilugio de ese tipo, ¿no habéis hecho nada para recuperarlo?»
«La culpa fue mÃa» dijo Petri, metiéndose en la discusión. «CreÃa que lo habÃa desactivado completamente y pensaba que ningún terrestre, aunque lo hubiese encontrado, serÃa capaz de reactivarlo.»
«Y en cambio, ha sucedido» añadió Jack. «¿Tenéis una idea de dónde se extravió?»
«Sinceramente, pensábamos que lo habÃamos perdido durante la recuperación del cristal de Zenio pero, lo más probable, es que haya acabado en cualquier otra parte del mundo mucho más poblada. Allà abajo no habÃa nadie.»
«Zak, se me ha ocurrido una idea» exclamó Petri poniéndose en pié. «Creo que, si trabajamos un poco, quizás podrÃa determinar el momento en que el control remoto se ha desenganchado de tu cinturón.»
«No es que tenga ahora mucha importancia pero debo decir que tengo un poco de curiosidad.»
«Bien. Entonces, empecemos por informar a los Ancianos de nuestra situación y apenas nos hayamos acomodado intentaré recuperar esta información.»
«Elisa» dijo entonces Azakis. «Por desgracia el único H^COM que tenÃamos se destruyó al mismo tiempo que la Theos. ¿PodrÃas, por favor, prestarnos el que te habÃamos dejado antes de irnos?»
«¿Te refieres al casco? Pues claro. Lo cojo enseguida.»
«Por desgracia la situación es grave» susurró Azakis volviéndose hacia el coronel, en el momento en que Elisa estuvo bastante lejos para no poder oirles. «Aunque consiguiésemos contactar con los Ancianos, las posibilidades que tenemos de volver a nuestro planeta son ahora ya prácticamente nulas.»
«¿Pero no pueden mandar a alguien a recogeros? Zaneki tiene una nave como la vuestra, ¿o me equivoco?»
«Lamentablemente los motores instalados sobre su nave son mucho menos potentes de los que tenÃamos en la nuestra. Es esa la razón por la que tuvo que irse inmediatamente después de la transición de Kodon. Si no lo hubiese hecho no habrÃa conseguido alcanzar Nibiru, que se estaba alejando rápidamente. Nosotros hemos podido permanecer aquà mucho más debido a nuestros motores experimentales. Por desgracia, la Theos era la única de nuestra flota que los tenÃa. La producción e instalación de otros dos nuevos podrÃa llevarnos un montón de tiempo. Un montón de "nuestro" tiempo.»
«¿Queréis decir que deberÃas quedar aquà hasta la próxima transición de Nibiru?»
«Aquà está» exclamó Elisa mientra volvÃa rápidamente hacia ellos.
«Me temo que sÃ, Jack» dijo Azakis en voz baja, mientras se levantaba para coger el casco H^COM que la arqueóloga le estaba entregando. «Gracias Elisa» dijo el alienÃgena mientras se lo ponÃa. «Veamos si funciona.»
«A decir verdad, hemos probado también nosotros pero no hemos conseguido hablar con nadie.»
«Asà trabaja mi amigo» comentó Azakis mirando hacia Petri. «Jamás funciona nada de lo que hace.»
«Muy simpático, como siempre» replicó con aire muy serio Petri. «Lo recordaré cuando me pidas que ponga a punto tu baño.»
«El baño» exclamó Elisa sonriendo. «Me acuerdo perfectamente cómo funcionan vuestros baños. Una experiencia realmente inolvidable.»
Los cuatro soltaron una sonora risotada al término de la cual Petri sacó de las manos de Azakis el casco y dijo «Espera, viejo gruñón. Primero debo cambiar una configuración. El sistema está programado para que llamemos sobre la pobre Theos y no creo que allà te pueda responder nadie.»
El alienÃgena trasteó durante un momento con los mandos del H^COM portátil, a continuación, cuando quedó satisfecho con lo que habÃa hecho, se lo pasó de nuevo a su compañero, diciendo «Prueba ahora. Esperemos que mi memoria no me haya traicionado y que haya conseguido configurarlo para conectarte con la persona adecuada.»
Azakis no dudó ni siquiera un segundo de la memoria de su amigo y endosó el casco. Pulsó el botón de inicio y quedó pacientemente a la espera. Pasó casi un minuto antes de que la imagen tridimensional de la huesuda cara de su Anciano responsable fuese proyectada directamente sobre la retina de sus ojos un poco cansados.
«Azakis, ¡que placer verte!» dijo su canoso interlocutor alzando el delgado brazo derecho en señal de saludo. «¿Pero desde dónde estás llamando? Tu imagen aparece muy extraña y distorsionada.»
«Es una larga historia» replicó el alienÃgena. «Lo que estoy utilizando es un aparato improvisado para comunicaciones de larga distancia.»
«¿No estás en tu nave? No me dirás que todavÃa no habéis salido. Sabes que el lÃmite temporal para alcanzarnos está a punto de acabarse ¿verdad?»
«Justo es de esto que querÃa hablarte.» Hizo una breve pausa para buscar las palabras adecuadas y a continuación prosiguió diciendo «Ha ocurrido un imprevisto... Nuestra nave ya no existe.»
«¿Cómo que no existe? ¿Qué quieres decir?»
«Ha explotado. Fué activado el sistema de autodestrucción y sólo tuvimos tiempo para ponernos a salvo antes de que todo saltase en mil pedazos.»
«Pero ese procedimiento sólo lo podÃas activar tú con tu sistema de control remoto personal. ¿Cómo pudo suceder algo asÃ?» preguntó el Anciano asombrado.
«Digamos que han tenido lugar una serie de acontecimientos especiales, en uno de los cuales se me debió caer.»
«¿Y alguien lo ha encontrado y lo ha activado en vez de ti?»
«TodavÃa no hemos conseguido determinar qué es lo que realmente sucedió, pero es una posibilidad.»
«¿Y ahora? ¿Cómo pensáis hacer para volver?»
«Es justo por esto que os estamos hablando. NecesitarÃamos una solución buena y rápida para este pequeño problema.»
«¿Pequeño?» replicó el Anciano levántandose con una agilidad sorprendente. «¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? La ventana temporal está ya en el lÃmite máximo. TendrÃas que haber partido ya y tú me dices que la Theos no existe y que estáis bloqueados en la tierra. ¿Qué deberemos hacer nosotros ahora?»
«Bueno, no sabrÃa decirte. Vosotros sois los Ancianos. Confiamos que, con vuestra experiencia y vuestra infinita sabidurÃa, nos podáis echar una mano para salir de esta desagradable situación.»
Su interlocutor volvió a sentarse dejándose caer pesadamente sobre la suave butaca gris, apoyó los codos sobre la repisa que habÃa enfrente de él y puso las manos entre los blancos y largos cabellos mientras quedaba en silencio. Permaneció inmóvil algunos segundos, a continuación levantó la vista y dijo «Intentaré reunir rápidamente al Consejo y pondré a trabajar a todos nuestros mejores Expertos. Espero poder darte pronto buenas noticias» y cortó la conversación.