Читать книгу El Escritor - Danilo Clementoni - Страница 17

Tell-el-Mukayyar – Las grabaciones

Оглавление

Petri y sus tres amigos, de momento, se habían trasladado al interior de la tienda laboratorio de la doctora Hunter.

«Realmente me come la curiosidad» dijo Azakis ansiosamente. «Me gustaría ver qué es lo que no ha funcionado de tu sistema de enganche.»

«No, querido. Ya verás como las cosas sucedieron de manera distinta» replicó Petri mientras hacía aparecer, aproximadamente a medio metro del suelo, un holograma tridimensional.

«Esto que haces, siempre me deja atónito» exclamó Jack mientras observaba las imágenes que se formaban justo en medio de la tienda.

«Ahora voy un poco hacia atrás» dijo Petri mientras trasteaba con un extraño instrumento y las escenas se iban reproduciendo al revés. «Este es el momento en que hemos llevado al Área 51 al general Campbell, el senador Preston y los dos graciosos personajes que nos han asaltado cuando estábamos intentando recuperar la carga.»

«Sí, sí. Me acuerdo perfectamente.»

«Ahora os enseño una cosa» y el holograma mostró al tipo corpulento que se acercaba amenazante a Azakis al tiempo que le daba una palmada en la espalda.

«Creía que me estaba atemorizando» dijo el comandante alienígena. «No me ha movido ni un milímetro. ¿Qué tiene que ver esto con el extravío del control remoto?»

«Espera. Deja que agrande este detalle... Lo que estáis viendo es la mano del gordito mientras, con una habilidad finísima, te quita del cinturón el aparato.»

«¡Increíble!» exclamó el coronel. «Una maniobra digna de los mejores carteristas que dan vueltas por el metro.»

«Con la excusa del golpe en el hombro ha aprovechado para robarte el control remoto» añadió Elisa. «Es una vieja técnica que los ladrones de tiendas se transmiten de generación en generación.»

«¿Me lo ha robado él?» preguntó Azakis consternado.

«Justo, amigo mío» confirmó Petri.

«¿Y cómo diablos ha conseguido reactivarlo y completar la orden de autodestrucción? Tú lo habías deshabilitado completamente ¿o me equivoco?»

«Sí, Zak. El aparato había sido desactivado. Probablemente, él y su compinche, después de haber sido liberados, se habrán puesto a buscar entre las numerosas informaciones que hemos dejado a los terrestres y habrán encontrado el sistema para burlar el sistema de bloqueo.»

«Esos dos han destruido nuestra astronave y nos han impedido regresar a casa» explotó Azakis preso de una furia impensable en él. «Cuando los tenga otra vez a mano haré que se arrepientan de haber nacido, te doy mi palabra.»

«Cálmate amigo mío. Ahora, lo que está hecho, hecho está. No podemos hacer nada. Lo que deberíamos hacer es localizar a esos dos desgraciados y recuperar lo que nos han robado antes de que descubran las otras funciones que posee.»

«¿Por qué? ¿Qué otras cosas hace?» preguntó Elisa con curiosidad.

«Olvídalo, por el momento. Es mejor que no lo sepas.»

«¡Porras! ¡Cuántos misterios!» replicó la doctora un poco molesta.

«Tienes razón, si han conseguido descubrir cómo activar la autodestrucción, podrían haber descubierto también el resto» dijo Azakis preocupado.

«¿No deberíais pensar antes de nada en un sistema para volver a casa?» preguntó el coronel. «No me parece que esto sea tan urgente.»

«Tienes razón Jack, pero ese artefacto, en las manos equivocadas, podría resultar realmente muy peligroso.»

«Y aquellas son, decididamente, manos equivocadas» añadió Elisa.

«Podría haber un sistema» dijo Petri casi en voz baja.

«¿El qué? Di algo. ¿Tengo que pedírtelo de rodillas?» exclamó Azakis molesto.

«Aquel aparato está dotado de un sistema de alimentación particular. Si estuviésemos todavía en la Theos podría fabricar un dispositivo que fuese capaz de localizar el rastro de las emisiones que se dejan atrás.»

«¿Y te acuerdas ahora?» Azakis estaba realmente muy alterado. «¿No podrías haberlo hecho en el momento en que te has dado cuenta de su desaparición?»

«Lo siento, pero este sistema de búsqueda funciona solo si el objeto está en movimiento y nosotros habíamos dado por descontado que te había caído por ahí.»

«Calmáos, muchachos» dijo el coronel, reforzando sus palabras con un amplio gesto de sus manos. «De todas formas, por lo que he entendido, sin la Theos no se puede hacer nada, ¿verdad?»

«Bueno, quizás se podría hacer alguna chapucilla» dijo Petri rascándose la cabeza.

«Perdona el arrebato, amigo mío» dijo el comandante arrepentido. «Sé que no es culpa tuya. Es un mal momento para los dos.» A continuación, mientras le apoyaba una mano sobre el hombro, añadió «Haz lo que puedas. Creo que es muy importante que recuperemos ese objeto lo antes posible.»

«No te preocupes Zak. Ningún problema. Intentaré inventar algo, arreglándomelas con los pocos medios que nos quedan.»

«Sólo tú puedes hacerlo. Estamos en tus manos.»

«Voy» y, sin añadir nada más, el Experto salió de la tienda laboratorio dejando detrás de sí algunas nubes de polvo.

«¿Lo conseguirá?» preguntó Jack dubitativo.

«Seguro. No tengo ninguna duda. Petri posee unas capacidades increíbles. Más de una vez le he visto realizar cosas que ni siquiera un equipo compuesto por los mejores Artesanos habría sido capaz de hacer. Es una persona excepcional. Lamento haber sido tan rudo. Lo quiero muchísimo y estaría dispuesto a dar la vida por él en cualquier momento.»

«No te preocupes Zak» dijo entonces Elisa con una voz muy dulce. «Él lo sabe perfectamente. Es un mal momento pero lo superaremos sin problemas. No tengo ni la más mínima duda.»

«Gracias Elisa. Lo espero de corazón.»

El Escritor

Подняться наверх