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Pasadena, California – El friqui

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«¿Nada más?» exclamó el tipo grueso, decididamente con sobre peso, mientras observaba el extraño artilugio que tenía en la mano el joven friqui. «No me dirás que nos has hecho esperar más de un mes para hacernos ver esta cosa que parpadea.»

«Os puedo asegurar que está funcionando» replicó el chaval aterrorizado. «Aún diría más, creo que ha hecho ya aquello para lo que ha sido proyectado.»

«Muy bien, ¿pero nos quieres decir el qué?» chilló el tipo alto y delgado mientras se ponía de repente en pié. «Estoy empezando a perder la paciencia.»

En el sótano repleto de aparatos, monitores y ordenadores de todo tipo, iluminado por una débil luz led que se difundía reflejada desde las desgastadas paredes, la cara demacrada del chaval parecía todavía más pálida de lo que era en realidad.

«Si no nos dices para qué sirve realmente esta cosa, juro que te la hago tragar entera» exclamó el gordito cogiendo al friqui por el pescuezo.

«Pero si os lo he dicho» rebatió el chaval cada vez más atemorizado. «Es un sistema para activar en modo remoto un procedimiento.»

«¿Pero qué procedimiento? ¿De qué se trata?» continuó el tipo gordo mientras sacudía al chaval como si estuviese agitando un Margarita.

«No estoy seguro» intentó responder el joven. «Pero creo que hemos activado una cosa muy especial y peligrosa visto los sistremas de protección que he debido eludir.»

«Explícate mejor» dijo el gordito sin dejar de moverlo.

«Si me dejas te lo enseño.»

«Vale. Pero intenta ser convincente porque sino el trozo más grande que encontrarán de ti sólo será visible con el microscopio.»

El chaval se puso bien la camiseta, se arregló los largos cabellos que no veían el champú desde hacía mucho tiempo y se dirigió hacia un puesto con dos teclados y una serie de ordenadores medio desmontados. Tecleó rápidamente unos cuantos comandos3 incomprensibles y después de unos segundos, sobre una pantalla gigante que colgaba del techo, apareció una imagen tridimensional del extraño objeto que giraba lentamente sobre él mismo.

«Este es nuestro misterioso telecomando.»

«¿Ah, así que ahora se ha convertido en un telecomando?»

«Bueno, dada su función creo que podemos llamarlo así.»

«Continúa» dijo el tipo flaco mientras se acomodaba sobre una silla destartalada para, de esta manera, poder observar mejor el enorme monitor.

«Por lo tanto, el problema principal fue el reactivarlo. He debido trabajar muchísimo porque, probablemente, no sólo había sido apagado sino que el propietario deseaba que nadie pudiese volver a encenderlo.»

«¿Ves cómo no se le habían descargado las baterías? Que no eres otra cosa que un imbécil» exclamó el tipo corpulento volviéndose a su compinche.

«No, no hay ninguna batería en su interior» continuó el friqui. «Creo que funciona gracias a una fuente de energía externa, una especie de flujo electromagnético que consigue captar y transformar en pura potencia.»

«Interesante» comentó el tipo delgado. «¿Pero cuál es su alcance?»

«En teoría, incluso centenares de miles de kilómetros.»

«¡Caray!» exclamó el gordito mientras cogía el extraño objeto. «¿Quieres decir que esta pequeña cosa sería capaz de transmitir una señal desde aquí a la luna?»

«Creo que sí y probablemente ya lo hayamos hecho.»

«¿Y qué habría transmitido?»

«Aquí viene lo interesante» continuó el chaval mientras mostraba una nueva imagen en la gran pantalla. «Estos son los símbolos que, después de haberlo reactivado, han aparecido en la parte frontal.»

«Parece una especie de lenguaje antiguo» comentó el tipo delgado. «Creo haberlo ya visto en algún sitio.»

«De hecho, es cuneiforme. Lo usaban los sumerios miles de años antes de Cristo.»

«¿Y qué hacen en un instrumento tecnologicamente tan avanzado?»

«Esta es la lengua de nuestros visitantes alienígenas.»

«¿Quieres decir que aquellos energúmenos que nos capturaron hablan el cuneiforme?» preguntó el tipo corpulento bastante sorprendido.

«Bueno» intentó explicar el chaval «en realidad el cuneiforme no se habla. Es una forma de escritura. De todos modos creo que su lengua es esta.»

«¿Has conseguido traducirla?»

«En realidad, para garantizar que la orden fuese enviada, he tenido que meter una especie de contraseña. Se puede decir que, pulsando los símbolos en la secuencia justa, he conseguido entrar en modo operativo.»

«En fin, ¿como el sistema que se usa para desbloquar los teléfonos móviles?»

«Más o menos, sí» dijo el friqui sonriendo, feliz de que los dos hubiesen entendido finalmente de lo que estaba hablando.

«Bien, pero aún no hemos entendido su verdadera función» rebatió el tipo flaco bastante contrariado.

«Me arriesgaré con una hipótesis que creo puede ser bastante aproximada a la realidad» dijo entonces, con un hilo de voz, el chaval.

«Bueno, ¿a qué esperas? Habla» replicó el gordito acercándose a pocos centímetros de su nariz.

«Creo que es el sistema para activar el procedimiento de autodestrucción de una astronave además de tener no sé cuántas funciones más.»

Los dos compinches se miraron por un instante asombrados, a continuación, el más gordo, como si alguien le hubiese hecho el regalo más hermoso del mundo, exclamó «Por favor, díme que los hemos hecho saltar por los aires.»

«Probablemente los alienígenas hayan tenido tiempo de ponerse a salvo pero su medio de transporte podría haber tenido, seguramente, un fatídico final.»

«Chaval, eres un genio» exclamó el tipo corpulento. Después, sacó una memoria USB del bolsillo y añadió «Pon aquí dentro todos los datos que hay en esa cosa y después borra todo. Si descubrimos que has conservado para tí aunque sólo sea un byte...»

«Lo sé, lo sé. Me haréis pedazos.»

«Bravo. Estaba seguro de que eras un tipo listo.»

El procedimiento de copia duró sólo unos segundos. El friqui, después de haber sacado la memoria USB del ordenador, se la ofreció al tipo corpulento que se la cogió rápidamente de las manos. A continuación, después de haber cogido también el extraño objeto y haber metido ambos en el bolsillo derecho de los pantalones, dijo a su compañero «Vamos, quizás nuestros sueños están a punto de cumplirse.»

Habían llegado casi al umbral de la puerta cuando el joven exclamó «¿No os estáis olvidando de algo?»

«¿De qué hablas?» preguntó el tipo alto y delgado.

«El resto de mi dinero.»

«¿Dinero?» replicó el gordito. «Da gracias al cielo que no te hayamos retorcido el cuello» y dió un portazo al salir.

El Escritor

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