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DESCUBRIR LA GRAMÁTICA

Debe de ser mágico el momento en el que un niño se da cuenta de que, si enlaza los sonidos de un cierto modo, pasa algo. Di «papá» y ese hombre te habla. Di «mamá» y te habla esa mujer. Di «adiós» y la gente agita la mano mirándote. Di «ya está» y alguien se lleva tu plato o te sirve algo más de comer. Di «buenas noches» y la gente te da besos.

Cuando los niños descubren que las palabras son útiles e interesantes es como si se abrieran unas compuertas. A los dieciocho meses, la mayoría habrá aprendido a decir unas cincuenta palabras. ¿Y de qué hablan estos pequeños usuarios del lenguaje?

Hablan de lo que ocurre a su alrededor —lo que está pasando aquí y ahora— por medio de palabras como las siguientes (aunque, a su edad, no las pronunciarán todas perfectamente):

• palabras para hablar de las personas, como los miembros de su familia o algunas visitas: papá, abuelo, Tom o cartero;

• palabras para hablar de los eventos cotidianos: hola, buenas noches, ya está o se cayó;

• palabras para hablar de lo que hace la gente: beso, cosquillas o ir (y también la palabra esencial para «detener» acciones: no);

• palabras para hablar de la comida: leche, zumo, beber o cena;

• palabras para las partes del cuerpo: nariz o dedos, y lo que hacen algunas de ellas, como pipí;

• palabras para la ropa: gorro, pañal o pijama;

• palabras para animales, incluyendo esos tan fascinantes que salen en la televisión, como perro, pájaro y león; a menudo con un diminutivo para que resulten más amistosos: perrito, pajarito o gatito;

• palabras para vehículos, otro mundo fascinante: coche, tractor, tren o autobús, e incluso otros medios de transporte poco usuales, como carretilla (wheelbarrow, en inglés, pronunciado «eeba» por mi hijo Steven a esa edad);

• palabras para juegos y juguetes: pelota, libro o apaludir;

• palabras para objetos del hogar: taza, luz o cuchara (y especialmente aquellos que hacen ruido, como reloj y aspiradora);

• palabras para identificar localizaciones: dónde, ahí, mira o la tan importante en;

• palabras para describir objetos: grande, caliente o bueno;

• palabras para mostrar que forman parte de una conversación: y gracias.

Este rango de vocabulario es bastante impresionante para alguien que hace apenas seis meses no conocía ninguna palabra. Es la demostración de que, en cuanto el sistema fonador es suficientemente maduro para funcionar, los bebés de inmediato se ponen a hacer uso de él para hablar del mundo.

A mí, el aspecto que más me impresiona es la rapidez de este aprendizaje. Si los niños a los dieciocho meses tienen un vocabulario activo de unas cincuenta palabras, quiere decir que han aprendido una nueva palabra, de media, ¡cada tres o cuatro días! Además, comprenden muchas más palabras que esas cincuenta. El vocabulario pasivo del que hablé al final del capítulo 3 es probablemente tres o cuatro veces más amplio. Los niños entienden muchísimo de lo que se dice a su alrededor.

Sin embargo, lo que pueden expresar está muy limitado cuando solo pueden decir una palabra en cada frase. Es virtualmente imposible sostener una conversación razonable si se cuenta únicamente con frases de una sola palabra. Puede ser un buen juego para una fiesta, de hecho. Dos personas tienen que conversar sobre un tema (como, por ejemplo, dónde fueron de vacaciones), pero solo se les permite decir una palabra por turno: «¿Vacaciones?», «Francia», «¿Tiempo?», «Maravilloso». Rápidamente se vuelve complicado, pues las oraciones que realmente quieren decir («¿Qué hicistéis?» y «Nos quedamos en un hotel magnífico justo enfrente de la playa») están prohibidas.

Se puede percibir que los niños pequeños empiezan a sentir la necesidad de decir cosas más complicadas aproximadamente a los dieciocho meses, porque es a esa edad cuando comienzan a unir palabras. En inglés, dejan de decir gone ‘ido’ y empiezan a decir teddy gone ‘osito ido’, juice gone ‘zumo acabó’ o daddy gone ‘papá ido’. Ya no dicen leche, sino que empiezan a decirnos cosas sobre la leche —leche ahí, leche acabó, leche vaso (que significa ‘la leche está en el vaso’).

Los adultos están encantados de que sus hijos hayan llegado a esta etapa, porque, hasta ese momento, la comunicación había sido un poco azarosa, y podían pasar cosas como la siguiente: recuerdo que, cuando mi hija Sue tenía unos dieciséis meses, entró tambaleándose en la habitación con su su osito de peluche favorito. Se quedó delante de mí y dijo «empuja». Pensé por un momento en lo que podría querer decir, y le di un empujoncito juguetón. No era eso. Puso cara de enfadada y dijo: «¡No! Empuja», así que lo intenté otra vez y le dije: «Vale , vamos. Empújame», y esperé. Tampoco era eso. «¡¡No!! ¡Empuja!»

Yo estaba confuso y ella se dio cuenta, así que me cogió de la mano y me llevó a la otra habitación, donde había un columpio de juguete. Colocó a su osito en el asiento y se volvió hacia mí: «¡Empuja!». De eso se trataba: tenía que empujar a su osito de peluche en el columpio.

«¿Por qué no me lo has dicho desde el principio?», le pregunté, y recibí una fría mirada a cambio de todos mis esfuerzos. Sé lo que estaba pensando. Sería algo parecido a: «Mira, no he cumplido ni siquiera un año y medio y únicamente sé decir oraciones de una sola palabra. ¡No he aprendido nada de gramática! ¡Déjame en paz!».

Definitivamente, mi hija habría tenido que saber un poco más de gramática para dejar claro lo que quería decir. Si hubiera querido decir lo primero que supuse, habría tenido que decir algo como «empujar mí» o «tú empujar yo». Si hubiera querido decir lo que supuse la segunda vez, habría tenido que decir «yo empujar» o «yo empujar tú». Al final, lo que ella quería decir era: «tú empujar osito» (o, incluso, «ven conmigo a la otra habitación y empuja a mi osito en el columpio»).

Todo esto estaba completamente fuera de su alcance a sus dieciséis meses, pero las cosas iban a cambiar muy pronto. Unos cuantos meses después ya sería capaz de decir «empújame». Y al poco tiempo de cumplir los dos años podría decir «empuja osito». ¿Y la versión larga? Esa llegaría algún tiempo después de su tercer cumpleaños, cuando hubiera aprendido a manejar palabras de enlace tan importantes como y.

Entonces, ¿qué es esta gramática que está descubriendo? ¿Qué es la gramática? Piensa otra vez en «empuja». ¿Qué era lo que no iba? Que no tenía sentido. Yo sabía lo que significa la palabra, pero no captaba dónde quería llegar. Esto es lo primero que tenemos que entender de la gramática: a través de la gramática dotamos de sentido a las palabras. Sin gramática solo hay vaguedad.

El problema con las palabras es que la mayoría de ellas tienen más de un significado —son ambiguas—. Se puede comprobar esto de inmediato al consultar un diccionario. La mayoría de las entradas proporciona más de un significado. Analiza, por ejemplo, la palabra banda. Es posible pensar que su significado es obvio: ‘un grupo de música’, pero ese es solamente uno de ellos. Puede referirse también a un grupo de gente armada. O a una tira o pieza alargada de algo. O al lado de algunas cosas, como un campo de fútbol. Si buscamos la palabra banda en un diccionario, descubriremos que tiene más de una docena de significados. ¿Cómo sabemos cuál es cuál?

La respuesta es simple. Insertamos la palabra en una oración y utilizamos la gramática de la oración para saber qué significa. Por ejemplo:

• Un periodista en la televisión nos dice: «Los soldados han combatido contra una banda de rebeldes en el sur del país». Aquí se tiene que estar refiriendo a un grupo armado. No sería posible que estuviera hablando de un grupo de música.

• Un DJ en un programa de radio dice: «La banda ha sacado un nuevo sencillo este mes». Aquí hablamos del grupo de música.

• Un dependiente nos da a escoger: «La banda en la manga de la chaqueta viene en rojo o verde». Se tiene que estar refiriendo a una tira de tela.

En cada uno de estos casos, las otras palabras de la oración nos ayudan a descubrir a qué significado de banda se está haciendo referencia.

Esa es la función de las oraciones. Nos ayudan a darle sentido a las palabras. Sin ellas, lo que decimos no tendría sentido. Los niños pequeños tienen que aprender esa lección. Y nosotros también si queremos entender cómo funciona el lenguaje. Necesitamos aprender las diferentes maneras en las que nuestra lengua permite combinar palabras en oraciones. Algunas maneras son posibles:

El perro persiguió al gato.

Y algunas no lo son:

Perro gato al el persiguió.

Intercambiar el orden de las palabras puede modificar el significado:

El gato persiguió al perro.

Como también lo pueden hacer las terminaciones de las palabras:

Los perros persiguieron a los gatos.

Existen cientos de formas de construir oraciones a partir de palabras, y los niños han aprendido la mayoría de ellas para cuando empiezan el colegio. Pueden construir oraciones que describen eventos, hacen preguntas, dan órdenes y muchas más cosas. Pueden unirlas para contar historias, mantener conversaciones y enviar mensajes de texto. Sin oraciones, estarían perdidos.

En resumen, cuando estudiamos un idioma, necesitamos aprender cómo se construyen sus oraciones. Cada lengua lo hace de manera distinta. Algunos idiomas, como el español, cambian las terminaciones de las palabras más que el inglés. Otros, como el chino, ni siquiera tienen terminaciones como las del inglés, y otros, como el galés, combinan las palabras en un orden diferente.

Si queremos entender cómo expresan las personas sus ideas y se entienden entre ellas, debemos estudiar cómo construyen oraciones. El estudio de la estructura de las oraciones es lo que llamamos gramática.

JUGAR CON LA GRAMÁTICAUna de las maneras más fáciles de hacer un chiste es coger una palabra y usar la gramática para jugar con su significado. Los cómicos y las comedias lo hacen todo el tiempo. Dicen algo que nos lleva a pensar en una palabra de una manera, y la siguiente frase va en una dirección completamente distinta. Nos causa sorpresa y nos hace reír, como en el siguiente ejemplo:Los soldados combatieron contra una banda de rebeldes en el sur del país. No les había gustado su último álbum.
Hay una cantidad infinita de chistes que se pueden crear de esta manera. (¡Ojo, no estoy diciendo que sean buenos chistes!) Aquí va la primera línea de uno. Puedes inventarte el final que más te guste.
Sharon tenía una brillante banda verde en su sombrero…
El pequeño libro del lenguaje

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