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DE LOS GRITOS A LAS PALABRAS
ОглавлениеEs verdaderamente fascinante escuchar a los niños durante su primer año de vida y tratar de descifrar lo que están diciendo. De esa manera podemos aprender mucho sobre el lenguaje.
Lo primero que notaremos, si los escuchamos cuando son muy pequeños —digamos, durante el primer mes de vida—, es que los sonidos que producen no suenan a ningún idioma en absoluto. No están hablando. Únicamente están vocalizando, usando su voz para comunicar sus necesidades más básicas.
La mayor parte del tiempo podríamos decir, simplemente, que están «gritando». Pero los gritos no siempre son iguales. Si el bebé quiere comer, el grito de hambre suena a algo parecido a esto:
b b b b
u u u u
a a a a
a a a a
a a a a
Cada «buaaa» es bastante corto y hay una breve pausa entre ellos.
Si el niño siente dolor, de inmediato podemos percibir la diferencia, pues ahora el grito hace algo parecido a esto:
b
u
a b
a u
a a b
a a u b
a a a u
a a a a
El grito de dolor empieza muy agudo y con una gran explosión de sonido; después, la siguiente explosión es un poco más breve y más grave, y las siguientes son todavía más breves y graves. Si lo cogemos y abrazamos, deja de llorar. Si no, el patrón se repite hasta que llegue alguien a consolarlo.
¿Y si está contento? Entonces, los ruidos son más suaves y más relajados —como un gorjeo—. A veces se los denomina gritos de alegría.
Puede surgir ahora una pregunta. Si no viéramos al bebé y solo escucháramos esos gritos, ¿seríamos capaces de identificar qué idioma está aprendiendo? ¿Esos gritos suenan a inglés, francés o chino? La respuesta es «no». A esa edad, los bebés de todo el mundo suenan igual. Los investigadores han llevado a cabo experimentos para probarlo. Han grabado gritos de hambre, de dolor y de alegría de bebés de diferentes partes del mundo, han mezclado las grabaciones y luego han pedido a diferentes personas que los identificaran. «¿Podrías decir cuál es el bebé inglés?» No. «¿Y el francés?» No. «¿Y el chino?» No. Es imposible saberlo.
Sin embargo, un año después, los mismos niños sonarán claramente como ingleses, franceses o chinos y, de hecho, ya habrán comenzado a decir algunas palabras. Entonces, ¿cuándo empezamos a distinguir sonidos de la lengua materna en las emisiones vocales de un niño? Sigamos a un bebé durante su primer año de vida y descubrámoslo.
No notaremos gran cambio en sus gritos hasta los tres meses de edad. En ese momento, oiremos que algo nuevo empieza a ocurrir. Podremos verlo también. Observaremos que el niño mueve los labios al mismo tiempo que vocaliza, de modo que se producen sonidos como /u:/ o el /br/ que hacemos con los labios cuando tenemos frío. Los gorjeos en la parte de atrás de la boca parecen ligeramente más formados y deliberados. Es imposible transcribir estos sonidos con las letras simples del alfabeto, pero muchos de ellos se perciben como si el niño dijera «guu» o «cuu» —razón por la cual en inglés se suele denominar a esta etapa cooing (‘de arrullo’). Es una etapa maravillosa. Por primera vez tenemos la impresión de que el niño está intentando decirnos algo.
¿Existe el arrullo inglés, el arrullo francés y el arrullo chino? No. A los tres meses de edad, los bebés de diferentes entornos lingüísticos suenan exactamente igual.
Avancemos otros tres meses. Ahora, los niños prueban distintos sonidos de una manera mucho más controlada. Escucharemos sonidos que creemos reconocer porque algunos de ellos se parecerán bastante a los empleados en el idioma de su entorno. Particular de este momento es que aprenden a juntar firmemente los labios y soltarlos de repente, produciendo un /ba/, /pa/ o /ma/. La sensación les gusta y también suena bien, así que lo dicen varias veces seguidas. Si repetimos esos sonidos varias veces —«ba-ba-ba-ba», «pa-pa-pa-pa», «ma-ma-ma-ma»—, pareceremos un bebé de seis meses de edad. A esta etapa se la denomina balbuceo.
Los bebés balbucean, aproximadamente, de los seis a los nueve meses. En ese tiempo intentan numerosos sonidos distintos. Escucharemos «na-na-na» y «da-da-da», así como «bu-bu-bu», «de de de» y otras combinaciones. Se trata de una etapa muy importante en el desarrollo del lenguaje. Es como si estuvieran practicando. Podemos imaginárnoslos pensando: «¿Qué pasa si pongo la lengua hacia delante y golpeo arriba con ella? Qué bien suena. ¿Y si ahora junto mis labios con fuerza? ¡Genial!».
Luego comienzan a notar que algunos de esos sonidos provocan una gran emoción en los adultos que los rodean: «Eso que hago con los labios, lo que suena como “ma-ma-ma-ma”, pone muy contenta a esa simpática señora que me alimenta. Y el “pa-pa-pa-pa” parece impresionar mucho a ese amable señor de voz grave que me levanta arriba y abajo. Y lo que resulta más interesante es que, cuando yo lo hago, ellos también producen esos sonidos. Me encanta este juego. ¡Creo que voy a volver a hacerlo!».
Los padres se emocionan con razón. En español, y en muchos otros idiomas, el sonido «ma-ma-ma» suena como la palabra mamá, y el «pa-pa-pa», como papá. Naturalmente, ellos se creen que su hijo por fin les está llamando, pero no es así. En esta etapa, los bebés no tienen ni idea de lo que están diciendo. Simplemente están haciendo ruidos por el mero hecho de hacerlos. Si algunos de esos sonidos parecen palabras reales, no es más que una casualidad. Pasarán todavía algunos meses más antes de que un bebé que aprende español se dé cuenta de que «ma-ma» (/mam'a/) tiene, en realidad, un significado.
¿Cómo sabemos que un bebé no tiene ni idea de lo que está diciendo? Porque observamos que utiliza el mismo sonido «ma-ma-ma» en todo tipo de situaciones, esté su madre presente o no. Imagínate que estás aprendiendo una palabra en un idioma extranjero, como el francés; la palabra porte, por ejemplo, que significa ‘puerta’. Si la gente nos escuchara decir porte cuando viéramos un gato, una manzana o una cama, rápidamente concluirían que no tenemos la menor idea de lo que significa porte. Solo conseguiríamos que cambiaran de parecer cuando nos escucharan decirla siempre que viéramos una puerta. Lo mismo ocurre con los bebés. Llegará un momento en el que aprenderán que, en español, /mam'a/ es el sonido que necesitan hacer cuando quieren referirse a su madre o quieren llamarla, pero a los seis meses de edad aún no han alcanzado esa etapa.
Adelantémonos otros tres meses, momento en el que ocurre algo realmente importante. Un detalle que no mencioné cuando hablábamos del balbuceo es que los sonidos se producen de una manera más bien aleatoria y torpe. Quizás escuchemos un «ba-ba-ba-ba», pero el bebé solo pronuncia con fuerza el primer «ba». Los otros salen menos firmes y con poca consistencia, y la secuencia en su conjunto no tiene una forma bien definida. Alrededor de los nueve meses, por primera vez oiremos secuencias como «ba-ba» bien formadas. Empiezan a parecer palabras reales. ¿Cómo consiguen esto los bebés?
Logran hacerlo porque han empezado a aprender dos de las características más importantes del lenguaje: el ritmo y la entonación. De la entonación hablaré más adelante. El ritmo es el compás que tiene un idioma. En un idioma como el inglés, podemos percibir ese compás si decimos en voz alta una oración y aplaudimos cada vez que escuchamos un sonido fuerte. En la frase
I think it’s time we went to town Creo que es hora de que vayamos a la ciudad
los golpes más fuertes caen en think ‘creo’, time ‘hora’, went ‘irnos’ y town ‘ciudad’. Y el ritmo de la oración en su conjunto es «te-tum-te-tum-te-tum-te-tum».
Este tipo de ritmo es típico del inglés. Podemos escucharlo en mucha de su poesía, por ejemplo. Es ampliamente usado en rimas infantiles como esta:
The grand old Duke of York El viejo gran duque de York
He had ten thousand men. tenía diez mil hombres.
Aquí se repite «te-tum-te-tum-te-tum» dos veces seguidas. Es también el patrón poético favorito de William Shakespeare. Si vamos a ver alguna de sus obras, este es el principal tipo de ritmo que oiremos de los personajes.
No escucharemos este ritmo, sin embargo, en todos los idiomas. Los franceses no hablan de ese modo. Su discurso tiene un ritmo que es más como «rat-a-tat-a-tat-a-tat». Los chinos tampoco. Cuando los angloparlantes oyen hablar a los chinos, suelen describir su discurso como un «sing-song».
Alrededor de los nueves meses de edad, los niños comienzan a añadir a sus expresiones un cierto compás que refleja el ritmo del idioma que están aprendiendo. Las expresiones de los bebés ingleses empiezan a sonar como «te-tum-te-tum»; las de los bebés franceses, como «rat-a-tat-a-tat», y las de los bebés chinos como «sing-song». Por supuesto, ninguno de sus enunciados es muy largo todavía. No le dicen a su madre: «Creo que es hora de que vayamos a la ciudad»; ni recitan «El viejo gran duque de York», pero sí están probando pequeñas expresiones, como «mamá» y «papá», que pueden parecer palabras reales. No tienen todavía un significado claro, pero las pronuncian con mayor confianza y consistencia. Y a nosotros nos da la sensación de que el verdadero lenguaje está justo a la vuelta de la esquina.
Esta sensación se ve reforzada por la otra característica del lenguaje que he mencionado en líneas precedentes: la entonación. La entonación es la melodía o la música de un idioma. Se refiere a la manera en la que la voz sube y baja cuando hablamos. ¿Cómo le diríamos a alguien que está lloviendo?
¡Está lloviendo!
Estamos informando a la persona, así que le damos a nuestro discurso una melodía informativa, asertiva. El tono de nuestra voz desciende al final, lo que provoca que parezca que sabemos de lo que estamos hablando: estamos haciendo una afirmación. Ahora, imagínate que no sabemos si está lloviendo o no. Creemos que podría estarlo, así que le preguntamos a alguien para confirmar. Podemos usar las mismas palabras, solo que ahora las escribimos entre signos de interrogación:
¿Está lloviendo?
En esta ocasión estamos preguntando a la persona, así que le damos a nuestro discurso una melodía interrogativa. El tono de nuestra voz asciende y parece que estamos haciendo una pregunta.
Llegados a este punto, puedo por fin contestar a la pregunta que hice al final del capítulo 1: «¿Qué elementos de la lengua materna aprenden primero los bebés?». La respuesta es el ritmo y la entonación. Si mezcláramos grabaciones de niños ingleses, franceses y chinos de nueve meses de edad, podríamos identificar sin problema su procedencia. Los bebés que aprenden inglés empiezan a sonar a inglés; los franceses a sonar a francés; y los chinos, a chino. Podemos identificar un ritmo y una entonación conocidos.
Para cuando los bebés llegan a su primer cumpleaños normalmente han comenzado ya a desarrollar unos patrones de entonación y a utilizarlos para expresar diferentes nociones. La típica expresión «No es lo que has dicho, sino cómo lo has dicho» nos acompaña durante toda nuestra vida. A menudo escuchamos a alguien decir algo y pensamos «No ha sido lo que ha dicho lo que me ha molestado, sino cómo lo ha dicho». Como veremos en un capítulo posterior, el tono de voz es una manera muy importante de transmitir significado. Los bebés empiezan a hacerlo aproximadamente al año de edad.
Tengo una grabación de uno de mis hijos más o menos a esa edad. Oye pisadas fuera de la habitación y dice «papá» con una entonación ascedente interrogativa, como diciendo: «¿Ese es papá?». En ese momento, entro yo y dice: «papá», con una fuerte entonación descendente, que quiere decir: «Sí, es papá». Después, estira los bracitos y dice «papá» con entonación de llamada, que significa «¡Cógeme, papá!» Algún tiempo después, una vez que hubiera aprendido a enlazar palabras, sería capaz de decir correctamente: «¿Ese es papá?», «¡Sí, es papá!», «¡Cógeme, papá!». Una pregunta, una afirmación y una orden. A los doce meses, sin embargo, no sabía todavía componer frases con palabras, porque solamente conocía una: «papá».
¿Cuándo había aprendido «papá»? ¿Cuándo aprenden los niños su mágica primera palabra? ¿Y cuándo comienzan a enlazar palabras para formar oraciones? Esa es la siguiente etapa en el asombroso proceso de adquisición del lenguaje.
ESCUCHAR ANTES DE NACERLos bebés oyen desde el útero materno antes de nacer. Normalmente, a un bebé le lleva nueve meses desarrollarse desde un minúsculo grupo de células hasta estar listo para salir al mundo. Antes, aproximadamente a los seis meses de estar en el útero, ya tienen completamente formadas las orejitas y todos los conductos dentro de su cabeza que le permiten oír. Puede, por tanto, oír cualquier ruido que se produzca a su alrededor. |
¿Cómo sabemos qué puede oír un bebé? A veces, los médicos tienen que insertar una sonda en el útero para revisar cómo se está desarrollándo el feto. Es muy fácil insertar un micrófono minúsculo al mismo tiempo y escuchar. De ese modo, podemos oír lo mismo que el bebé. |
¿Y qué oye? Los latidos del corazón. Sangre circulando por las venas del cuerpo. Rugidos del estómago. Y la voz de la madre. Cuando ella habla, el bebé puede oír su voz en la distancia (de modo parecido a cuando nos tapamos los oídos con los dedos). Si hacemos eso y alguien nos habla, la voz suena muy apagada y distante. Quizás no somos capaces de captar todas las palabras, pero ciertamente podemos escuchar el ritmo y la entonación. Los bebés practican la escucha de esos elementos del lenguaje incluso antes de haber nacido. Seguramente por eso, esas son las primeras características del lenguaje que aprenden. |
Podemos hacer otro experimento muy interesante cuando nace un niño. Los investigadores le ponen audífonos y reproducen algunos sonidos (un perro ladrando, la voz de un hombre, la voz de una mujer, la voz de la madre). Colocan una tetina en la boca del bebé y la conectan a un contador. El bebé succiona a un ritmo estable. Cuando oye los sonidos del perro, del hombre y de la mujer, la succión se acelera un poco y luego vuelve a descender. Pero, cuando escucha la voz de su madre, ¡succiona como loco! Claramente, la reconoce. |
Se puede llevar a cabo este experimento cuando el bebé tiene apenas unas horas de vida. No tienen que esperar a aprender cómo suena la voz de su madre. Ya lo saben. |