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Puerto de Buenos Aires, 24 de octubre de 1924XXIV

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Luego de recuperar sus pertenencias en el Hotel de Inmigrantes, Nellie aún estaba sorprendida de la capacidad de resolución que había demostrado Johannes con el inconveniente en Brasil. Su vida en los puertos y el conocimiento de algunos atajos les había permitido alojarse en un hotel similar al de Buenos Aires, que daba cobijo a inmigrantes sin recursos, y conseguir pasajes para los tres en una embarcación menor.

Esos días alimentaron la relación entre Nellie y Johannes, que pasó de la formalidad a una franca amistad, por lo que la despedida en Buenos Aires les dejó un sabor triste en los labios. Nellie y la pequeña Titte regresaron al atelier de Madame Fontaine, que las recibió con su acostumbrado glamour y algarabía, mientras que Johannes emprendió viaje rumbo al sudeste de la provincia de Buenos Aires.

Seis meses más tarde, llegó una carta en la que el danés invitaba a Nellie y su hija a conocer su nuevo hogar: una chacra en cercanías al joven pueblo de Aparicio, en el partido de Coronel Dorrego.

Esta vez Nellie viajó sola. Dejó a la niña a cargo de Madame Fontaine y visitó a Johannes, quien le compartió sus planes y le propuso una vida juntos. Recorrieron la incipiente plantación del monte, que apenas asomaba del suelo y que él cuidaba con dedicación. Le aseguró que había sembrado especies que le harían recordar la Patagonia, Brasil o Dinamarca, por la variedad.

Aquellos días juntos le dieron a Nellie una gran certeza. Su vida solitaria, sus colosales aventuras y experiencias habían sido únicas, pero la llanura interminable de Aparicio y ese hombre aguerrido, resuelto y honesto la ayudarían al fin a echar raíces propias. Se despidieron por última vez y Nellie partió a Buenos Aires a buscar a su hija.

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