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Puerto de Santos, San Pablo, 18 de octubre de 1924

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Vestidas con la ropa de verano que habían usado al partir de Lima dos meses atrás, Nellie y Margarita descendieron las escaleras de madera junto a cientos de pasajeros deseosos de caminar en suelo firme. Se encontraron con Johannes un rato más tarde, cuando terminó sus obligaciones en el barco.

Con el calor sofocante y el sol ardiéndoles las caras, los tres viajeros perdieron la cuenta del tiempo una vez que el paisaje empezó a envolverlos rumbo al parque del serpentario. La muestra de serpientes vivas y embalsamadas pertenecía al prestigioso Instituto Butantan. Había sido creado en 1899, cuando un brote de peste bubónica llevó a la Administración Pública de Brasil a fundar un laboratorio para la producción de un suero que la combatiera. Luego, con el objetivo de difundir ampliamente la ciencia, se especializó en la producción de suero antiofídico.

Johannes quedó fascinado con los árboles del parque Butantan que, debido a su origen, al número limitado de especímenes o a su condición ecológica, se consideraban raros. Algunos con características excepcionales, como flores fragantes o de colores, maderas con texturas singulares o tamaño monumental.

Por su parte, las serpientes resultaron impresionantes, «repugnantes y aterradoras», y ya nunca se olvidarían de esa incursión a la naturaleza, que les brindó información específica sobre el veneno y los accidentes causados por estos animales.

Con Titte entretenida en el paseo, Nellie conversaba con Johannes, y las horas pasaban con rapidez. Un guía les contó sobre el instituto y la necesidad de fabricar sueros antiofídicos, especialmente para los trabajadores de las plantaciones de café, que frecuentemente sufrían la mordedura de víboras. Además, les explicó que eran dos los tipos de ofidios más peligrosos y que uno de ellos era importado de Europa.

Regresaron al puerto cansados y alegres por su travesía. Faltando doscientos metros para el muelle de embarque, Johannes divisó a lo lejos un gran buque que se perdía en el mar. Corrieron agitando ingenuamente los brazos, entre risas y preocupación. Mezclaban pedidos de auxilio en danés y castellano, mientras las personas los miraban como si fueran desquiciados… El barco se había ido sin ellos tres.

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