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Epílogo: Aparicio, primavera de 2010

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El frondoso monte de eucaliptus sembrado por Johannes flanquea el camino hasta la casa. El sol brilla prometiendo una buena jornada, y Christian Larsen maneja el auto que me lleva a conversar con su abuelo Alberto, el primogénito de Nellie y Johannes. El bullicio de primos nos recibe y así, sentados al sol, entre pastafrola y mates, Alberto me ayuda a recuperar los puntos perdidos de ese tejido íntimo que es la historia familiar.


Mi mamá Nellie usaba letras redondas y nos pedía que usáramos las mismas. Ella nos enseñó a todos a escribir antes de ir a la escuela.

Era una mujer con muchas ideas, pienso que es por todo lo que ella vivió. Siempre nos dijo que era importante estudiar, que ella había logrado todo por el estudio, y mi papá nos decía que vayamos a jugar afuera al campo.

Y ella lo retaba. Es que mi papá era bravo, pero ella le discutía y terminaban sin hablarse por un día. Los recuerdo siempre… Él prendiendo el hogar, ella sentada leyendo.

Después te voy a mostrar las fotos de esa época. Yo me preparé porque vos ibas a venir, pero ¡no me dijeron que era algo tan importante como un libro!, concluyó sonriendo cómplice con esos ojos color cielo que heredó de sus padres.

Alberto me mostró con orgullo su casa, sus máquinas del galpón y sus inventos, y al caer la tarde, vimos juntos las fotos que atestiguan cada palabra escrita en esta historia.


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