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Prólogo

[ Víctor Vich ]

Exceder el campo de lo cultural

El campo de los proyectos de cultura viva comunitaria es uno que excede a su propio campo. En ello radica su importancia y su gran valor. Aunque territorialmente asentados y siempre en vinculación directa con las comunidades locales, el trabajo de estos grupos siempre está más allá de su propio lugar. Las organizaciones de cultura viva comunitaria (también llamados “puntos de cultura”) son apuestas políticas que funcionan metonímicamente: lo que se hace en la parte, se quiere hacer con el todo. Al intervenir en un lugar, se está apostando por intervenir en la sociedad entera.

Me explico mejor: estos proyectos no intentan desarrollar únicamente el campo de “lo cultural” dentro del campo de lo comunitario. Más bien, entran en la disputa por otro modelo de sociedad en términos más totalizantes. Sus diferentes estrategias apuestan, no por la simple gestión cultural (entendida hoy como otro saber tecnocrático), sino por la construcción de una sociedad nueva basada en la participación ciudadana, en la organización popular, en la igualdad de las identidades existentes, en la importancia de un nuevo “reparto de lo sensible”, en una nueva “educación estética de la humanidad”.

En realidad, todos estos proyectos no hacen sino insistir en una vieja, pero siempre desentendida, idea política. Una verdadera transformación social tiene que partir de un profundo cambio cultural. Todos estos proyectos saben bien que la escuela no es el único lugar para formar a los ciudadanos. Sostienen que es la sociedad entera, la ciudad entera, el barrio todo, el que tiene que cumplir funciones educativas que contribuyan a introducir nuevos imaginarios sociales, nuevas relaciones humanas, a afinar la sensibilidad y el pensamiento, a construir sentido crítico y a proponer otros modos de vida. Estos son proyectos que apuestan porque la cultura y las artes jueguen un rol central en las políticas públicas y en la vida cotidiana. Hace casi cien años, José Carlos Mariátegui lo dijo de esta manera: “La revolución será para los pobres no solo la conquista del pan, sino también de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu”.

Lo que está en juego en este tipo de proyectos es algo que siempre está más allá de lo que hoy entendemos por lo simbólico, por la cultura, por el campo eminentemente “cultural”, por un conjunto de representaciones que sabemos decisivas pero que deben apuntar hacia otro lugar. En su terco compromiso, los puntos de cultura insisten hacia algo más totalizante. “La política –sostiene Badiou– no es algo referido a un interés particular, sino una fuerza que concierne al destino total de la comunidad”. El valor de todo este trabajo, de todos estos proyectos, es que nos recuerdan que lo cultural debe siempre exceder a lo propiamente cultural y apuntar, más bien, hacia todas las dimensiones de la vida.

Valorizar lo propio, potenciar lo común

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