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XIV

SOBRE LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD (I)


INTRODUCCIÓN

Dión empieza este discurso con dos afirmaciones: 1) todos los hombres desean la libertad, pero 2) ignoran, en realidad, en qué consiste ser libre. Porque muchos piensan que ser libre quiere decir no estar sometido a nada ni a nadie. Pero, en contra de este punto de vista elemental y simple, está el hecho de los soldados y los enfermos que se someten a los jefes militares o a los médicos y, sin embargo, no dejan por eso de ser libres. Los esclavos, en cambio, obedecen a pesar suyo.

En este punto de la exposición aparece un interlocutor cuya presencia da al resto del discurso perfil de diálogo. A través de la diatriba rechaza Dión la noción de esclavitud que nace del dinero pagado por el coste del esclavo. O el concepto que se deriva del poder de castigar a un hombre. La libertad o la esclavitud están más allá de estos detalles, porque tienen ambas su raíz en el alma de los hombres. La libertad es, pues, «la ciencia de las cosas permitidas y de las prohibidas», mientras que «la esclavitud es la ignorancia de las cosas lícitas y de las ilícitas».

La libertad o la esclavitud guardan proporción con la sabiduría o la ignorancia, con la prudencia o la insensatez. De ahí que lo mismo puede ser esclavo el Gran Rey (de Persia), que libre cualquier siervo cargado de cadenas. Pues la libertad verdadera nada tiene que ver ni con los títulos, ni con los cargos, ni con el peso de los grilletes ni con la clase de vestidos.

Dión pronuncia este discurso probablemente durante su destierro. Y en esas circunstancias había adoptado no sólo el hábito externo y la apariencia de filósofo, sino la profesión de maestro. Su concepto de libertad coincide con la doctrina estoica, según la cual el hombre sabio y que sabe dominarse a sí mismo es el que realmente es libre. Epicteto en sus Diatribas reconoce que «nadie es libre si no se domina a sí mismo» (IV 1).


SOBRE LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD (I)

Los hombres desean ser libres más que ninguna otra [1] cosa. Y dicen que la libertad es el mayor de los bienes, como la esclavitud es el más vergonzoso y desdichado de los males. Sin embargo, no saben exactamente en qué consiste ser libre o ser esclavo. Además, no hacen nada, como quien dice, para librarse de eso tan vergonzoso y duro que es la esclavitud, ni por poseer lo que más les merece la pena, como es la libertad. Por el contrario, practican aquellas cosas por las que necesariamente han de ser esclavos toda la vida y jamás conseguirán ser libres. Sin embargo, [2] quizá no sea normal sorprendernos porque no pueden ni conseguir ni evitar lo que realmente ignoran. Pues si casualmente ignoran lo que son un cordero y un lobo, pero consideran que uno es útil y bueno de poseer, y el otro perjudicial e inútil, no sería nada sorprendente que tuvieran miedo del cordero y huyeran de él como si fuera un lobo; en cambio, se acercarían al lobo y lo llamarían, creyendo que era un cordero. Pues la ignorancia produce estos efectos en los ignorantes, y los obliga a rechazar o a buscar lo contrario de lo que quieren y de lo que les conviene.

Veamos, pues, si la mayoría de los hombres tiene [3] ideas claras sobre la libertad y la esclavitud. Pues quizá les censuramos sin motivo, cuando de hecho conocen estas cosas mejor que nadie.

Así pues, si alguien les pregunta que en qué consiste la libertad, quizá respondan que en no estar sometido a nadie y en obrar sencillamente según el propio criterio. [4] Pero supongamos que, al que así ha respondido, le vuelven a preguntar qué pasa cuando un coreuta está en un coro y no atiende al corifeo ni se somete a él, sino que canta o desentona por su cuenta. No creo que esté de acuerdo con los que consideran hermosa y libre esa conducta, antes, por el contrario, creen que el atender y obedecer al director de coro y el empezar a cantar, o terminar, cuando el director ordena es vergonzoso y propio de esclavos. [5] Ni tampoco si uno le pregunta, en el supuesto de un pasajero que no hace caso del timonel ni cumple sus órdenes, si cree que eso significa ser libre. Por ejemplo, si a uno le mandan sentarse, y permanece de pie en la nave, sólo porque así se le ocurre; o si le mandan achicar agua o recoger las velas, y ni achica agua ni toca una cuerda, a ése tampoco se le puede llamar libre o digno de envidia [6] porque actúe según su propio criterio. En cuanto a los soldados, nadie diría que son esclavos porque obedecen a su general, y se ponen de pie cuando el general se lo ordena; y toman alimento o cogen las armas, se ponen en formación y avanzan o se repliegan, solamente si su general se lo manda. Y nadie podrá llamar esclavos a los [7] enfermos porque obedecen a sus médicos. Y eso que les obedecen en cosas nada insignificantes ni sencillas, como cuando les mandan algunas veces abstenerse de comer y beber. Así pues, si alguna vez cree el médico que debe atar al enfermo, lo ata sin más. Y cuando hay que amputar o cauterizar, amputará o cauterizará en la medida en que lo crea oportuno. Si el enfermo no obedece, todos los de la casa se pondrán del lado del médico. Y no sólo los libres, sino muchas veces los mismos criados del enfermo ayudan a atar a su amo, y traen fuego para el cauterio, y preparan lo demás. ¿Dirás, acaso, que no es libre un [8] hombre así, por tener que aguantar muchas cosas desagradables bajo la autoridad de otro? Porque entonces tampoco dirías que fue libre Darío 1 , rey de los persas cuando se cayó del caballo en una cacería y se le dislocó el tobillo. Pues tuvo que obedecer a los médicos que tiraban y retorcían para que la articulación volviera a su sitio. Y, sin embargo, se trataba de médicos egipcios 2 . Ni llamarías libre a Jerjes, cuando, al retirarse de Grecia y verse sobre la nave envuelto en una tempestad, obedeció en todo al timonel y no se permitió, contra el criterio de aquel hombre, ni hacer el más leve gesto ni modificar sus decisiones. Por consiguiente, nadie podrá seguir diciendo que la libertad consiste en no estar sometido a nadie y en hacer lo que uno quiera.

Pero, quizá, replicarán que todos éstos obedecen en [9] lo que les interesa, como, por eso, obedecen al timonel los pasajeros, los soldados al general y los enfermos al médico. Además de que los que les mandan sólo les mandan hacer cosas que también interesan a los que obedecen. Pero los amos mandan hacer a los esclavos no lo que interesa a los esclavos, sino lo que piensan que es más ventajoso para los mismos amos. Entonces, ¿qué? ¿Acaso al amo [10] le interesa que su criado se muera, se ponga enfermo o sea un granuja? Nadie, pienso yo, se atrevería a decirlo. Por el contrario, lo que le interesa es que viva, esté sano y sea útil. Y estas mismas cosas resultarán también provechosas para el criado. De manera que el amo, si es inteligente, no mandará a su criado nada más que aquello que le interese al criado, en la seguridad de que eso mismo será también útil para él mismo.

[11] INTERLOCUTOR . — Pero aquel por quien uno paga dinero es por necesidad un esclavo.

DIÓN . — Bueno, muchos hombres han pagado dinero por otros muchos que eran libres y han abonado un rescate, bien a los enemigos, bien a los ladrones, y algunos incluso han pagado su propio precio a sus dueños 3 . Sin embargo, no se puede decir que éstos sean esclavos de ellos mismos.

[12] INT . — Ya, pero si alguien tiene derecho a azotar, encarcelar o matar a otro, y a hacerle cualquier cosa que quiera 4 , es porque ese otro es su esclavo.

DIÓN . — Bueno, ¿y qué? ¿No pueden los piratas hacer eso mismo a sus prisioneros? Y tampoco, por eso, se trata de esclavos. Más aún, ¿no tienen derecho los jueces a imponer la pena de cárcel, de muerte o cualquier otra pena que quieran a muchos de los acusados? Y tampoco estos acusados son esclavos. Pero si lo fueran solamente durante el día en que cada uno de ellos se somete a juicio, eso no tendría ningún sentido. Porque ¿se ha dicho de alguien que haya sido esclavo sólo por un día?

INT . — Y bien, resumiendo en una palabra, hay que [13] reconocer que aquel que puede hacer lo que quiere, es un hombre libre, y el que no, es un esclavo.

DIÓN . — Pero no podrá hacer esta misma afirmación en el caso de los navegantes, ni de los enfermos, ni de los que prestan servicio en el ejército, ni de los que están aprendiendo las letras, la cítara, la lucha o cualquier otro arte. Pues no les está permitido hacer lo que quieren, sino lo que el timonel, el médico y el maestro les mandan. Pero es que tampoco los demás pueden hacer lo que les apetece, sino que, si alguno hace algo en contra de las leyes establecidas, será castigado.

INT . — Luego el que tiene poder para obrar como [14] quiera en todo aquello que no está prohibido ni mandado por la ley es libre y, por el contrario, el que no tiene ese poder es esclavo.

DIÓN . — Bueno ¿y qué? ¿Crees que te está permitido hacer todo lo que no está expresamente prohibido por las leyes, como cobrar impuestos, cuidar un prostíbulo y otras cosas por el estilo?

INT . — Por Zeus, no me atrevería ni siquiera a decir que tales cosas les estén permitidas a los hombres libres. Pues para estas cosas hay un castigo que es el ser objeto de odio y de rechazo por parte de los hombres 5 .

[15] DIÓN . — Bueno, ¿y qué? Todo lo que los hombres intemperantes hacen por causa de su intemperancia, y los insensatos por su ignorancia, bien descuidando su hacienda o su persona, bien comportándose injusta y desconsideradamente unos con otros, resulta perjudicial para los que lo hacen. Pues reciben daño unas veces en su persona, otras en su hacienda o, lo que es más importante, en su propia alma.

INT . — En esto que dices tienes razón.

DIÓN . — ¿Luego tampoco es lícito hacer estas cosas?

INT . — Pues claro que no.

[16] DIÓN . — En una palabra, que no es lícito hacer las cosas indignas, absurdas e inconvenientes, mientras que las justas, provechosas y buenas hay que reconocer que no sólo son convenientes sino lícitas. ¿No te parece?

INT . — Pues sí, así me parece.

DIÓN . — Por consiguiente, nadie que haga cosas indignas e inconvenientes quedará sin castigo, tanto si es griego como si es bárbaro... y tampoco aquel por quien se ha pagado su precio en dinero.

INT . — No, por supuesto.

DIÓN . — En cambio, a todos les está permitido hacer las cosas contrarias, de modo que los que hacen lo que está permitido vivirán sin castigo, mientras que los que hacen [17] lo que está prohibido serán castigados. ¿O crees tú que hacen lo que es lícito solamente los hombres que tienen conocimiento de causa, y que hacen las cosas contrarias únicamente los ignorantes?

INT . — Pues claro.

DIÓN . — Por consiguiente a los hombres sensatos les está permitido hacer cuanto quieren, mientras que a los insensatos no les es lícito hacer lo que pretenden. En consecuencia, ¿será preciso reconocer que los hombres sensatos son libres y pueden obrar como quieren y, en cambio, los insensatos son esclavos y hacen lo que no les está permitido?

INT . — Es posible.

DIÓN . — Luego es necesario afirmar que la libertad [18] es la ciencia de las cosas permitidas y de las prohibidas, y que la esclavitud es la ignorancia de las cosas lícitas y de las ilícitas 6 . Por este razonamiento, nada podría impedir que el Gran Rey, ese que lleva una enorme tiara sobre su cabeza, fuera un esclavo y no pudiera hacer nada de lo que hace. Pues todo lo haría de forma penosa y desagradable. En cambio, otro cualquiera, considerado como esclavo y llamado esclavo, que ha sido vendido no una sino muchas veces, según la oportunidad, y que eventualmente llevara los más pesados grilletes, podría ser más libre incluso que el Gran Rey.

INT . — Pues a mí me parece lo más absurdo el que [19] alguien que lleva grilletes, o está marcado o muele en el molino, sea más libre que el Gran Rey.

DIÓN . — Pero, bueno, ¿has estado por casualidad en Tracia 7 ?

INT . — Pues sí que he estado.

DIÓN . — Entonces habrás visto allí que las mujeres libres están llenas de tatuajes y tienen tantos más tatuajes y tanto más complicados cuanto más nobles son y de más nobles familias 8 .

INT . — ¿Y esto qué quiere decir?

[20] DIÓN . — Pues que, al parecer, nada impide el que la reina también esté tatuada. ¿Y crees que algo se lo podría impedir al mismo rey? Además, ¿no has oído nada de esa clase de gente cuyo rey vive custodiado en una torre altísima de la que no le está permitido ni siquiera bajar? Pero si algo has oído, sabrás que es posible que un rey viva confinado. Y seguramente verías cómo los tracios se sorprendían, si les contabas historias del rey de los persas, y no creerían que existe un rey que anda viajando en un carro y que va a donde quiere 9 .

INT . — Pero no podrías presentar a un rey que esté atado.

[21] DIÓN . — Un rey de los hombres, quizá no; pero el rey de los dioses, el primero y más anciano de todos, sí vive prisionero, según se dice y si hemos de creer a Hesíodo, Homero y a otros sabios autores que lo cuentan de Cronos 10 . Y, por Zeus, que no sufre estas penas injustamente y de parte de un enemigo, sino de parte del ser más justo y que le es más querido. De donde se concluye que le hace sufrir estas cosas por considerarlas dignas de un rey y provechosas para él. Pero muchos lo ignoran y nunca podrían [22] imaginar que un mendigo, un cautivo o una persona de mala reputación llegara a ser rey. Y, sin embargo, saben que Odiseo, aunque en traje de mendigo y pidiendo limosna a los pretendientes, no por ello dejaba de ser el rey y el señor de la casa. En cambio, Antínoo y Eurímaco, a quienes Homero llama «reyes», eran unos miserables y desgraciados 11 . Pero ellos mismos, como ya he dicho, lo ignoran y, como prendas de su dignidad, se ciñen tiaras y toman cetros y coronas para que todos vean que son reyes. Y ocurre, creo yo, como cuando los dueños marcan a sus ganados para que la marca les sirva de distintivo. Así, por ejemplo, el rey de Persia ponía mucho cuidado en ser el único que llevara la tiara enhiesta. Y al que se atrevía a ponérsela así, inmediatamente mandaba ejecutarlo. Pues no era bueno ni conveniente que entre tantos miles de hombres hubiera dos que llevaran enhiestas las tiaras. Pero, en cuanto a tener un criterio recto y en cuanto a que nadie fuera más sabio que él en prudencia, eso no le importaba nada.

Ojalá, pues, no ocurra como en otro tiempo cuando existían tales signos de la dignidad real. Y que no haga falta ahora que haya tales distintivos de la libertad, de modo que se tenga que caminar con gorro en la cabeza para que la gente pueda distinguir al que es libre del que es esclavo 12 .


1 Se trata de Darío I, rey de Persia del 522 al 485 a. C. Sucedió a Cambises y fue el gran organizador del imperio. Era el rey persa que envió la expedición frenada en Maratón. De su caída del caballo refiere HERÓDOTO en sus Historias III 129.

2 No fueron, sin embargo, los médicos egipcios los que curaron a Darío, sino Democedes de Crotona (ibid ., III 129-130). Sobre la medicina en el antiguo Egipto, cf. ibid ., II 84.

3 El esclavo, en la Grecia antigua, procedía de tres fuentes: el nacimiento (los hijos de esclavos), un juicio condenatorio por insolvencia, la guerra (los prisioneros). Jurídicamente, el esclavo era un «cuerpo» que se podía vender, legar o alquilar. El amo podía castigarlo, pero no tenía derecho de vida o muerte. Según JENOFONTE (Económico VII 37), la dueña de la casa debe cuidar al esclavo enfermo. Pero, de todos modos, la situación de los esclavos era muy variable, pues dependía del lugar de trabajo (minas, campo, industria, casa) o de la profesión, así como del carácter del amo. Particularmente triste fue la suerte de los ilotas en Esparta.— Lo sorprendente es que los filósofos no abordaron el tema en profundidad. Para ARISTÓTELES , incluso, los esclavos eran parte integrante de la familia junto con el padre, la madre y los hijos (Política I 12, 3-6). Podían conseguir la libertad de cuatro maneras: por el dinero ahorrado por el mismo esclavo, por testamento del amo, por manumisión del dueño y por manumisión pública por servicios al Estado.

4 Esta situación de los esclavos refleja un endurecimiento de sus condiciones de vida en los tiempos de Dión.

5 En el Discurso XII 15, distingue Dión profesiones nobles y profesiones inferiores. Entre éstas, y en su nivel inferior, están las ocupaciones infamantes desempeñadas por los más pobres. Recordemos que «pobre» significa, en griego, «el que se esconde por vergüenza o miedo (ptōkhós )».

6 Responde esta opinión al optimismo de la moral socrática, según la cual conocer una ley equivale a cumplirla (cf. JENOFONTE , Memorables IV 6; PLATÓN , Protágoras 332, 345, 358; ARISTÓTELES , Ética nicomaquea VI 13, 1145, VII 2, 1146).

7 Es la región situada al Este de Macedonia y al Norte del Egeo. Para los griegos era una región bárbara, es decir, de cultura no griega.

8 «Estar marcado es, entre los tracios, señal de gente noble; no estarlo es de gente vil y baja» (HERÓD ., V 6).

9 Los historiadores cuentan, de los mosinecos, que vivían en torres de madera. Eran pueblos del Ponto y de Escitia. JENOFONTE refiere el asalto de los griegos a su fortaleza, donde el rey murió sin atreverse a salir (Anábasis V 4 ss.; cf. HERÓD ., III 94, VII 78, etc.).

10 HESÍODO , Teogonia 488-506.

11 En traje y apariencia de mendigo llega Odiseo a su patria Ítaca. Y como mendigo es recibido y tratado por Antínoo, Eurímaco y otros pretendientes y criados (HOM ., Od . XIV ss.).

12 Según JENOFONTE (Constitución de los atenienses 10 ss.), no se distinguían los hombres libres de los esclavos por la forma de vestir. Más tarde, al parecer, hubo prendas que servían como símbolos de libertad.

Discursos XII - XXXV

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