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XV

SOBRE LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD (II)


INTRODUCCIÓN

Nuevamente aborda Dión en este discurso el tema de la esclavitud y la libertad. Y lo hace desde un punto de vista en el que se manifiesta obsesivamente interesado. ¿Cómo distinguir a un esclavo de un hombre libre? Los estoicos ya han dado la respuesta. Y a ella va a llegar Dión a través del debate que mantienen dos interlocutores en un contexto privado, pero con oyentes que reparten sus preferencias entre ambos protagonistas.

Todo surge cuando el más débil, dialécticamente hablando, recurre al insulto. Sus airadas palabras «no eres hombre libre» van a provocar la diatriba. El injuriado analiza todas las etiquetas que le va presentando su rival: ni la patria, ni los padres (putativos), ni la forma de vida, ni el estar sometido son argumentos suficientes para colegir la esclavitud de una persona.

Y aunque los interlocutores se ponen de acuerdo en que es esclavo el que es objeto de una posesión, tropiezan con la misma dificultad. Porque ni el que es adquirido por dinero, regalo o herencia, ni el que nace de padres esclavos, ni el que es capturado en acción de guerra son por necesidad esclavos. Lo es, más bien, el que es servil por naturaleza. De donde concluye el discurso con la afirmación de que libre es igual que noble, como esclavo es lo mismo que grosero o servil de espíritu.

Las ideas fundamentales de este discurso coinciden con el Antístenes de Diógenes Laercio (Vidas de los filósofos VI). Antístenes, fundador de la Escuela Cínica, era también un bastardo de nacimiento, pero un noble de espíritu.


SOBRE LA ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD (II)

Hace poco tiempo asistí a una discusión en la que se [1] debatía el tema de la esclavitud y la libertad. Pero no era un debate ante los jueces ni en el ágora, sino sencillamente en una casa particular y sin límite de tiempo 1 . Además, estaban también presentes no pocos partidarios de cada uno de los dos contendientes. Pues me parece que habían estado antes discutiendo casualmente sobre otros temas. Vencido, pues, uno de ellos por la fuerza de los argumentos y encontrándose desconcertado, recurrió al insulto, como muchas veces suele suceder. Y empezó a echarle en cara al otro que no era hombre libre. El otro sonrió con gran amabilidad y dijo:

A. — ¿De dónde infieres eso? ¿Es posible, acaso, [2] saber quién es esclavo y quién es libre?

B. — Sí, por Zeus —contestó—. Yo sé, por ejemplo, que yo soy libre y que también lo son todos éstos. Pero tú nada tienes que ver con la libertad.

Entonces algunos de los presentes se echaron a reír, con lo que el primero ya no sintió ninguna vergüenza. Y de la misma manera que los gallos valientes se reaniman con los golpes y redoblan su coraje, así también aquel hombre se reanimó, redobló su coraje ante el insulto y preguntó al otro que dónde había aprendido lo que afirmaba sobre ellos dos.

[3] B. — Porque —respondió— sé que mi padre es ateniense como el que más, mientras que el tuyo es criado de fulano —y citó su nombre—.

A. — Según eso, ¿qué es lo que me impide ungirme en el gimnasio de Cinosarges 2 en compañía de los bastardos, si de verdad soy hijo de madre libre —y posiblemente hasta ciudadana— y del padre que dices? ¿O es que no ha habido muchas mujeres ciudadanas que, ya sea por vivir solas o no encontrar marido, han quedado encintas unas de varones extranjeros, otras de esclavos? Algunas obraban así por ignorancia, pero otras actuaban con pleno conocimiento de causa. Ahora bien, nadie de los que nacen así es esclavo, sino que sólo puede decirse que no es ateniense.

[4] B. — Pero es que yo sé que también tu madre es compañera de esclavitud de tu padre.

A. — Bueno, ¿y tú conoces a tu propia madre?

B. — Completamente. Es una ciudadana, hija de ciudadanos, que aportó a su matrimonio una rica dote.

A. — ¿Y podrías, acaso, afirmar con juramento que eres hijo de aquel de quien ella afirma que eres? Pues Telémaco no creyó que valiera la pena insistir en la defensa de Penélope, hija de Icario, considerada como una mujer discretísima, asegurando que decía la verdad al afirmar que Odiseo era el padre 3 . Pero tú, según las apariencias, no sólo te atreverías a jurar en defensa tuya y de tu madre si alguien te lo pidiera, sino también sobre una esclava cualquiera afirmarías con juramento quién era el padre de su hijo, como ocurre en el caso de la que dices ser mi madre. ¿O te parece imposible que quede encinta por [5] obra de otro hombre libre o, incluso, de su mismo señor? ¿No son muchos los atenienses que tienen relaciones con sus criadas, unos a escondidas y otros públicamente? Y no por eso son todos mejores que Heracles, el cual no se desdeñó de tener relaciones ni siquiera con la esclava de Yárdano de quien nacieron los reyes de Sardes 4 . Más aún, [6] seguramente sabes cómo Clitemestra, hija de Tindáreo y esposa de Agamenón, no sólo tuvo relaciones con su propio marido Agamenón, sino que también cohabitó con Egisto mientras su marido estaba ausente 5 . De la misma manera Aérope, mujer de Atreo, aceptó el trato con Tiestes 6 . Y otras muchas mujeres de hombres famosos y ricos, tanto antiguamente como en la actualidad, tuvieron relaciones con otros, de los que algunas veces llegaron a tener hijos. Pero esa mujer, a la que tú llamas criada, guarda fidelidad a su propio marido con tan absoluto rigor que nunca ha tenido relaciones con otro. Pero hay más todavía. Hablando [7] de nosotros dos, aseguras que somos hijos, respectivamente, de la que parece ser y es llamada nuestra madre. Sin embargo, podrías citar a muchos atenienses —y, por cierto, de los más conocidos— que resultaron no ser hijos, no ya de su padre, sino ni siquiera de aquella a la que consideraban su madre. Y, sin embargo, fueron criados como hijos legítimos. Estos detalles los ves continuamente expuestos y relatados por los autores de comedias y en las tragedias. Pero, a pesar de ello, no cejas en tus opiniones, tanto sobre ti como sobre mí, cual si supieras con seguridad [8] de qué modo y de quiénes hemos nacido. ¿No sabes que la ley ofrece la posibilidad de acusar de difamación al que habla mal de alguien sin aportar ninguna prueba definitiva de lo que afirma?

B. — Pues yo sé que las mujeres libres, cuando no tienen hijos, hacen pasar por suyos a hijos ajenos si no pueden concebir ellas mismas. Y es que cada una de ellas quiere retener a su marido y conservar su casa y, además, que no les falten medios para mantener a los hijos. Pero en el caso de las esclavas ocurre lo contrario, pues algunas se deshacen del niño antes del parto, otras después si pueden hacerlo a escondidas y, algunas veces, hasta con la complicidad de los maridos. Así no tendrán problemas al verse obligadas a criarlos para la esclavitud.

[9] A. — Sí, por Zeus, excepto en el caso de la esclava de Eneo, el hijo bastardo, según él mismo decía, de Pandión 7 . Pues el pastor de Eneo, que vivía en Eléuteras 8 , y la mujer del pastor no sólo no abandonaban a los hijos que engendraban, sino que, si encontraban en el camino niños ajenos abandonados, aunque no supieran de quién eran, los recogían y alimentaban como si fueran suyos. Y, después, nunca reconocían voluntariamente que fueran hijos de otros. Pero tú, quizás, insultarías a Zeto y a Anfión 9 antes de que se supiera quiénes eran, y serías capaz de jurar que los hijos de Zeus eran esclavos.

Y sonriendo con mucha ironía el otro interlocutor, [10] dijo:

B. — ¿Presentas como testigos a los trágicos?

A. — Sí, porque los griegos confían en ellos. Tanto que a quienes los trágicos tienen como héroes, a ésos como a héroes los griegos les ofrecen sacrificios. Y cualquiera puede ver los santuarios edificados en su honor. Del mismo modo, fíjate, si lo prefieres, en el caso de la mujer frigia, esclava de Príamo, que crió a Alejandro en el monte Ida como si fuera su propio hijo después de recibirlo de su marido, que era pastor y que no puso reparos a la crianza del niño. En cuanto a Télefo 10 , el hijo de Auge y de Heracles, dicen que fue criado no por una mujer sino por una cierva. ¿O te parece a ti que una cierva se compadecería de un recién nacido y desearía criarlo más que un ser humano, si este ser humano fuera una esclava? Veamos, [11] pues, por los dioses. Si yo reconociera contigo que mis padres son los que tú dices, ¿de dónde conoces su condición de esclavos? ¿O es que también conocías perfectamente a sus padres, de modo que estás dispuesto a jurar por cada uno de ellos que ambos han nacido también de otros esclavos, y lo mismo sus anteriores antepasados y todos desde el principio? Pues es evidente que, si alguno de la familia es libre, ya no es posible considerar con razón a sus descendientes como esclavos. Y es imposible, buen hombre, que desde todos los siglos, como suele decirse, haya una raza de hombres en la que no hayan nacido infinitos hombres libres y otros tantos esclavos. Y, por Zeus, tiranos y reyes, cautivos y esclavos marcados, comerciantes y zapateros, y personas con las demás profesiones que pueden darse entre los hombres y que han experimentado todos los trabajos, todas las formas de vida, todas las fortunas [12] y las desgracias. ¿O es que no sabes que, precisamente por eso, los poetas hacen ascender directamente hasta los dioses a las familias de los llamados héroes, para que su categoría personal ya no pueda discutirse? Y, así, dicen que la mayoría de los héroes ha nacido de Zeus, a fin de que los reyes, los fundadores de ciudades y de los héroes epónimos no caigan en actitudes que, entre los hombres, son consideradas como reprochables. En consecuencia, si los asuntos humanos son como decimos nosotros y otros más sabios que nosotros, tú no has recibido de tu familia más libertad que cualquiera de los que son considerados como siervos. A no ser que tú también te apresures a llevar tu propia ascendencia hasta Zeus, Posidón o Apolo. Y lo mismo podría yo decir sobre mi cualidad de esclavo.

[13] B. — Pasemos un tupido velo sobre el tema de la familia y de los antepasados, ya que te parece un problema complicado. Pues, quizá, va a resultar que eres otro Anfión o Zeto o Alejandro, el hijo de Príamo. Pero lo que es verdad es que todos sabemos que tú vives como esclavo.

A. — Y ¿qué? ¿Te parece a ti que todos los que viven como esclavos son esclavos? ¿Y no crees que muchos de ellos, aun siendo hombres libres, viven injustamente como esclavos? Algunos han recurrido ya hasta a los tribunales para demostrar que son libres, pero algunos han de soportar de por vida la esclavitud, porque no tienen argumentos para demostrar con claridad su categoría de hombres libres, o porque los que se llaman sus amos no son demasiado duros con ellos. Por ejemplo, Eumeo, el hijo de Ctesias, [14] hijo de Ormeno, era descendiente de un varón totalmente libre y rico; sin embargo, trabajaba como esclavo en Ítaca en la casa de Odiseo y de Laertes 11 . Y aunque pudo muchas veces regresar navegando a su casa si hubiera querido, nunca lo consideró oportuno. Y ¿qué más? Muchos de los atenienses que cayeron prisioneros en Sicilia ¿no sirvieron como esclavos en la misma Sicilia y en el Peloponeso, aunque eran hombres libres? 12 . Igualmente, los prisioneros de otras muchas batallas sirvieron como esclavos, unos durante algún tiempo hasta que encontraron quienes pagaran por ellos el rescate, otros de por vida. Fue por [15] entonces cuando, al parecer, también el hijo de Calias vivió mucho tiempo como esclavo en Tracia, después de la batalla en la que los atenienses fueron derrotados cerca de Acanto 13 . Y ocurrió que, algún tiempo después, habiendo escapado y llegado a casa, reclamó parte de la herencia de Calias con lo que causó muchos problemas a sus parientes. Pero, según mi opinión, se trataba de un impostor, pues era no hijo, sino escudero de Calis, aunque en el aspecto se parecía a aquel joven hijo de Calias que murió casualmente en la batalla. Además, hablaba griego correctamente y entendía de letras. Pero eso mismo les ha [16] ocurrido a otros muchísimos. Y hasta ahora mismo, de los que viven como esclavos estoy seguro de que muchos son libres. Pues si un ateniense, después de caer prisionero durante la guerra, es llevado a Persia o, por Zeus, a Tracia o a Sicilia para ser vendido, no por eso podremos decir que es esclavo, si ha nacido libre. Y, por el contrario, si es traído acá algún tracio o persa no sólo de los que han nacido en libertad, sino incluso aunque sea hijo de algún jefe o de un rey, nunca reconoceremos que es un hombre [17] libre. ¿No conoces la ley, vigente tanto en Atenas como en otros muchos pueblos, que no permite al que es esclavo de nacimiento conseguir los derechos de la ciudadanía? En cambio, al hijo de Calias, si es que realmente se salvó entonces entre los prisioneros, una vez que regresó de Tracia después de pasar allí no pocos años y de ser azotado muchas veces, nadie consideraría lógico excluirle de la ciudadanía. Algunas veces hasta la misma ley niega que sean esclavos los que han sido injustamente reducidos a esclavitud. [18] ¿Qué es, pues, por los dioses, lo que, según tus conocimientos he hecho, o lo que me ha ocurrido para que puedas afirmar que soy esclavo?

B. — Yo sé que tú has sido mantenido por tu amo, que ibas detrás de él y que hacías todo lo que te mandaba. Y si no lo hacías, te pegaba.

A. — Con eso demuestras que los hijos son también esclavos de sus padres. Pues también van detrás de muchos de ellos cuando son pobres, y los acompañan al gimnasio y a la comida. Además, todos son mantenidos por sus padres, son golpeados muchas veces por ellos y les obedecen [19] en todo lo que les mandan. Y si es cosa de obedecer y recibir castigos, podrías llamar esclavos de los maestros a los que aprenden en sus escuelas; lo mismo que a los paidotribas 14 y a los que enseñan cualquier otra cosa podrías llamarlos amos de sus alumnos. Pues también dan órdenes a los alumnos y castigan a los desobedientes.

B. — Por Zeus, ni los paidotribas ni los demás maestros pueden encarcelar a sus alumnos, ni venderlos ni encerrarlos en el molino. En cambio, a los amos les están permitidas todas estas cosas.

A. — Pero, quizá, no sabes que en muchos pueblos, [20] y muy bien organizados, estas cosas que dices están permitidas a los padres con respecto a sus hijos. Y, así, pueden encarcelarlos, si quieren, y venderlos, y, lo que es todavía más duro, les está permitido matarlos sin necesidad de juzgarlos ni de presentar ninguna acusación 15 . Y, sin embargo, no por eso son esclavos de sus padres sino hijos. Así pues, porque yo sirviera como esclavo y fuera realmente esclavo desde mis principios, ¿que me impide ahora ser más libre que cualquiera? Y en tu caso, por el contrario, aunque hayas sido hijo de padres enteramente libres, ¿qué te impide ser más esclavo que los demás?

B. — Pues yo no veo cómo va a ser posible que, siendo, [21] como soy, libre, pueda llegar a ser esclavo. En cambio, no es imposible que tú te hayas hecho libre al haberte dado tu amo la libertad.

A. — Pero, bueno, querido amigo, ¿es que nadie podría ser libre, si no es emancipado por su amo?

B. — Pues, ¿cómo, entonces?

A. — Como en aquella ocasión en que los atenienses, después de la batalla de Queronea 16 , propusieron mediante votación que los siervos que participaran en la guerra obtuvieran la libertad, si la guerra continuaba y Filipo no suspendía las hostilidades contra ellos. Muchos de los siervos que había en Atenas, o casi todos, habrían obtenido la libertad sin necesidad de que su amo los emancipara.

B. — De acuerdo, pero sólo si es la ciudad la que te da la libertad de manera oficial.

[22] A. — Bueno, vamos a ver. ¿No crees que yo puedo libertarme a mí mismo?

B. — Claro, si sacas dinero de algún sitio para pagárselo a tu amo.

A. — No me refiero a ese sistema, sino a aquel mediante el cual Ciro se libertó no sólo a sí mismo, sino también a todos los persas, que eran un pueblo tan numeroso. Y lo hizo sin pagar dinero a nadie ni necesitar ser emancipado por un amo. ¿O no sabes que Ciro era el criado que le llevaba la antorcha a Astiages, y cuando se hizo fuerte y le pareció llegado el momento, logró ser a la vez libre y rey de toda el Asia 17 .

B. — Ya lo sé. Pero ¿cómo dices que yo puedo llegar a ser esclavo?

[23] A. — Porque muchísimos que son libres se venden a sí mismos, con lo que se hacen esclavos por contrato en condiciones a veces nada razonables, sino en una situación de extrema severidad.

Hasta aquel momento, los presentes estuvieron atentos al debate en la seguridad de que lo mantenían más en broma que en serio. Pero, después, empezaron a surgir altercados, porque encontraban absurdo que no fuera posible hallar un argumento definitivo con el que distinguir, sin lugar a dudas, al hombre esclavo del libre. Pues, así, podían seguir fácilmente discutiendo y replicando sobre cualquier aspecto del tema. Dejando, por ello, al margen la [24] investigación sobre aquel hombre y su cualidad de esclavo, se dedicaron a indagar quién es esclavo en términos generales. Y tenían la impresión de que aquel a quien alguien posee legítimamente como posee propiedades o ganados, con derecho a usar de él como quiera, ése se llama con toda razón, y es, esclavo de su poseedor.

El que había replicado sobre el tema de su condición de esclavo suscitó, de nuevo, la cuestión sobre qué era lo más importante en el concepto de posesión. Pues, por lo [25] que se refiere a una casa, un campo, un caballo y un buey se ha descubierto que muchos de sus dueños poseyeron estas cosas injustamente durante mucho tiempo; algunos, incluso, después de haberlas heredado de sus padres. Así, también es posible adquirir injustamente la posesión de un hombre. Ya que lo mismo que pasa con las demás cosas, los esclavos pertenecen a sus dueños, unas veces porque los reciben de otros, porque alguien se los regala, porque los heredan o porque los compran; otras veces, porque han nacido en su casa —son los que suelen llamarse, precisamente, «nacidos en casa»—. Una tercera forma de posesión se da cuando alguien captura a un prisionero en una guerra o en un saqueo y, luego, lo retiene reducido a esclavitud. Es el método, creo yo, más antiguo de todos. Porque los primeros que fueron esclavos no es verosímil que nacieran de otros esclavos al principio, sino que, capturados en un saqueo o en una guerra, se vieron así obligados a servir como esclavos a sus aprehensores. En consecuencia, [26] éste es el sistema más antiguo del que dependen los demás, sistema en extremo vulnerable y de fuerza muy escasa. Pues cuando se presenta la ocasión y pueden escapar, nada impide que vuelvan a ser libres, puesto que estaban injustamente reducidos a esclavitud. Luego tampoco antes eran realmente esclavos. Algunas veces, no sólo escaparon ellos de la esclavitud, sino que lograron incluso esclavizar a sus amos. Y, entonces, según el dicho, al caer la ficha todo empieza a ser lo contrario de lo que era antes 18 .

Dijo entonces uno de los presentes que, quizás, éstos no podían llamarse esclavos, pero que sus hijos, nietos y biznietos podían ya con razón recibir este nombre.

[27] A. — Pero, ¿cómo es posible? Pues si el ser capturado convierte a un hombre en esclavo, la denominación de esclavo es más propia de los mismos que son capturados que no de sus descendientes. Pero si uno es esclavo por haber nacido de esclavos, es evidente que los que nacen de padres libres, que antes habían sido esclavos, no pueden ser esclavos ellos mismos. Así, vemos a aquellos mesenios famosos que, después de tantos años, recuperaron no sólo [28] la libertad sino también su propia tierra. Pues cuando los tebanos vencieron en Leuctra a los lacedemonios, invadieron el Peloponeso acompañados de sus aliados y obligaron a los lacedemonios a devolver el territorio de Mesenia 19 . Y volvieron a instalar en Mesenia a todos los llamados Ilotas, nacidos de los antiguos mesenios y que entonces vivían como esclavos en Esparta 20 . Y nadie puede decir que los tebanos obraran entonces injustamente, sino que obraron con toda honradez y justicia. Por consiguiente, si esta manera de lograr la posesión, de la que todas las demás se derivan, no es justa, podemos casi afirmar que no existe ninguna otra, y que hasta la misma palabra de «esclavo» no responde realmente a la verdad.

Ahora bien, posiblemente —prosiguió—, al principio [29] no recibía el nombre de esclavo aquel que era comprado con dinero, ni el que había nacido de esclavos —como piensa la mayoría—, sino más bien el que era por naturaleza grosero y servil. Pues hemos de reconocer que muchos de los llamados esclavos son, sin duda, libres de espíritu, mientras que muchos de los libres son totalmente serviles. Y es posible que ocurra lo mismo con los nobles y los aristócratas. Ya que a éstos se los llamó desde un principio «bien nacidos», pero por su capacidad para la virtud, puesto que a nadie le importaba quiénes eran sus padres. Más adelante, los hijos de los antiguos ricos y de personajes famosos recibieron de algunos el título de «nobles». La prueba [30] más clara de esto es que ese nombre se usaba en la Antigüedad para los gallos, los caballos y los perros, de la misma forma que se usaba para los hombres. Así, cuando uno ve a un caballo fogoso, arrogante y bien dotado para la carrera, no anda preguntando si su padre es por casualidad oriundo de Arcadia o de la Media 21 , o de Tesalia, sino que, juzgando al caballo por él mismo, asegura que es un caballo de raza. Igualmente, el que es experto en perros, cuando ve a uno rápido, animado y sagaz en seguir el rastro, no indaga en absoluto si es de raza caria o espartana 22 o si procede de cualquier otro lugar, sino [31] que afirma que el perro es de casta. Y lo mismo ocurre con el gallo y los demás animales. Por lo que, evidentemente, será también igual en el caso de los hombres. De modo que el que es bien nacido para la virtud debe llamarse «noble», aunque nadie conozca a sus padres ni a sus antepasados.

Pero no es posible —continuó— ser noble si no se es bien nacido, ni ser bien nacido si no se es libre. De donde se concluye que es necesario de absoluta necesidad que el hombre vil de nacimiento sea esclavo. Pues, en verdad, si tuviéramos la costumbre de hablar de libertad o esclavitud refiriéndonos a los caballos, los gallos y los perros, no podríamos decir que unos son los nobles y otros los libres, ni que unos son los esclavos y otros distintos los viles de nacimiento.

[32] De la misma manera —añadió—, con respecto a los hombres, no es lógico afirmar que unos son los nobles y bien nacidos, y otros los libres, sino que los que son lo uno son también lo otro. Como tampoco es lógico decir que unos son los viles de nacimiento y los miserables, y otros los esclavos.

Y, así, la argumentación pone de manifiesto —concluyó— que no son los filósofos los que enredan los nombres, sino la mayoría de los nombres ignorantes quienes lo hacen por su inexperiencia.


1 En la oratoria forense los discursos se medían mediante una clepsidra o reloj de agua.

2 El gimnasio de Cinosarges, en las cercanías de Atenas, fue el lugar en el que Antístenes fundó la escuela filosófica de los cínicos. En los tiempos más antiguos era el gimnasio de los bastardos, es decir, de los que no eran atenienses puros.

3 Odisea I 214-220.

4 Así lo refiere HERÓDOTO (I 7), aunque existen tradiciones divergentes.

5 El adulterio de Clitemestra con Egisto forma parte de la leyenda de los Atridas recogida por Esquilo en su Agamenón .

6 Cf. n. 19 al Discurso XIII, sobre las desgracias de Atreo.

7 Pandión, hijo de Erictonio, tuvo de Zeuxipe, hermana de su madre, cuatro hijos (Erecteo, Butes, Procne y Filomela) y un bastardo, Eneo. Murió de pena cuando sus hijas fueron transformadas en aves.

8 Ciudad de Beocia, al Sur de Tebas, junto al camino antiguo que bajaba de Tebas a Atenas.

9 Zeto y Anfión eran hijos de Zeus y Antíope de Tebas. Hermanos gemelos, eran, sin embargo, distintos de carácter. Pues, mientras Zeto era rudo y basto, Anfión tenía tal sensibilidad, que, al pulsar la lira, las piedras solas se acoplaban en los muros de Tebas.

10 Hijo de Heracles y de la sacerdotisa Auge, fue expuesto cuando era niño. Aquel abandono dio lugar a las circunstancias descritas por Dión.

11 Eumeo es el fiel porquero de Odiseo y «el que con mayor solicitud cuidaba sus bienes»; contó a su amo la historia de su vida. (Cf. Od . XIV 4; XV 390 ss.)

12 Son los atenienses que cayeron prisioneros en la desdichada expedición a Sicilia durante la Guerra del Peloponeso (413 a. C.).

13 Acanto abandonó la Confederación Ática, el 424 a. C., bajo la presión del espartano Brásidas. Pero no hay noticias de ninguna batalla.

14 El paidotriba era el profesor de educación física (cf. n. 14 al Discurso XIII).

15 Esto es verdad según el derecho romano, porque el esclavo era una «res». El amo era su propietario y podía venderlo o matarlo.

16 En Queronea, ciudad de Beocia, venció Filipo II de Macedonia a los atenienses y a los tebanos y acabó, prácticamente, con la resistencia griega a su expansión. Era el año 338 a. C.

17 Se refiere, lógicamente, a Ciro el Grande (576-529 a. C.), el fundador del Imperio Persa y del que JENOFONTE escribió la historia novelada de su educación en la Ciropedia .

18 Alusión al juego de la concha o el tejuelo expresado con al adverbio ostrakínda .

19 Las victorias de Tebas sobre los espartanos en Leuctra (371 a. C.) y en Mantinea (362 a. C.) provocaron, entre otros efectos políticos, la hegemonía tebana bajo Epaminondas y la liberación de Mesenia del poder de Esparta.

20 Dión entiende, pues, que los ilotas de Esparta eran los descendientes de los mesenios reducidos a esclavitud. La hegemonía de Tebas fue para los mesenios la hora de la libertad.

21 La Arcadia —en el centro del Peloponeso—, la Media —al Oeste de Mesopotamia— y Tesalia —en la Grecia Central— eran regiones ricas en caballos. En los ejércitos griegos, la caballería solía estar formada por tropas de Tesalia.

22 Caria era la región sita en el SO. del Asia Menor. Esparta ocupaba el cuarto sudeste de la península del Peloponeso.

Discursos XII - XXXV

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