Читать книгу Discursos XII - XXXV - Dión de Prusa - Страница 9
ОглавлениеXVI
SOBRE LA TRISTEZA
INTRODUCCIÓN
Una vez más parece reflejar Dión en este discurso su circunstancia de desterrado. Como hombre obligado a abandonar su patria, sabe de soledades y sinsabores. Pero, como filósofo, trata de buscar en la filosofía las raíces para un consuelo definitivo.
Parte de los hechos para llegar a teorías. Aquí, el hecho es que muchos hombres viven sumidos en la tristeza, algunas veces con ciertos visos de sádicas manías. Pero, ante la eventualidad, posible siempre, de males que se ciernen amenazadores sobre la existencia humana, propone la teoría de que el hombre inteligente no debe afligirse por nada. Pesadumbres habrá siempre, como en la guerra siempre hay disparos.
Es el otro hecho, constituido por los golpes de la vida rodeados de la incertidumbre sobre el cuándo, el cómo o el dónde. Y frente al hecho, la teoría: nada hay duro, penoso o difícil para el hombre sensato.
El remedio, pues, es el entrenamiento del espíritu, como lo es para el vigor coporal el entrenamiento del cuerpo. O en mera doctrina estoica, la virtud, que es lo mismo que la sabiduría, es la clave para resolver todos los problemas de la vida.
SOBRE LA TRISTEZA
El hecho de que la mayoría estén dominados por el [1] Placer tiene, quizás, una explicación. Y es que permanecen a su lado como hechizados y encantados. Pero el ser esclavos de la Tristeza es una cosa absolutamente absurda y sorprendente. Pues, doloridos y atormentados por el más duro de los tormentos, permanecemos en ella y no admitimos el razonamiento que podría liberarnos y alejarnos del sufrimiento. Sin embargo, ¿qué cosa hay más miserable que un hombre afligido? ¿Y qué visión puede ser tan vergonzosa? Su sentimiento, pienso yo, se refleja hasta en su cuerpo y lo deja sombrío y desagradabale de ver. Pues es [2] de una absoluta simpleza no sólo el mero hecho de ceder al impulso de la mente, sino también el afán de procurarse algunos detalles de carácter externo, como vestidos negros, apretones de mano y formas humillantes de sentarse. Y parece como si uno se viera obligado por todas estas cosas a no olvidarse nunca de que está afligido, sino a tener siempre en la memoria el dolor, aun sabiendo que el dolor cesará y que no siempre habrá un motivo de sufrimiento. Pues siempre puede suceder la muerte de un pariente o la [3] enfermedad de algunos de los allegados o de uno mismo. Además, puede surgir una mala reputación, un quebranto económico, el fracaso de algún proyecto en su totalidad o en parte, un mal negocio, un peligro y los mil detalles por el estilo que suceden a lo largo de la vida. Y casi por [4] necesidad se da siempre alguna de estas cosas. Finalmente, si llega un tiempo en el que no sucede nada molesto, a pesar de todo, el esperar que suceda y el saber que todo eso es posible pesarán sobre el ánimo de los que tienen esa manera de ser. Por lo tanto, no hay que ir buscando consuelo en cada una de estas circunstancias —pues sería la historia de nunca acabar, ya que la vida está llena de pesadumbres—. Lo que hay que hacer es arrancar totalmente del alma este sentimiento y llegar al firme convencimiento de que el hombre inteligente no debe afligirse por nada. Por lo demás, debe tener libertad de espíritu, con lo que logrará garantías frente a todas las adversidades. Pues nada es terrible por sí mismo, lo es por nuestra [5] forma de pensar y nuestra debilidad. Así, la mayoría de los hombres, si les sucede alguna cosa de las consideradas como insólitas, están siempre pensando en ella, aunque se trate de un recuerdo desagradable. Con ello les ocurre lo que a los niños, que están deseando tocar el fuego a pesar de que sienten gran daño; pero si se lo permiten, lo volverán a tocar.
[6] Es lo que ocurre a los que salen a la guerra, que de nada les sirve, si van sin armadura, querer evitar cada uno de los dardos que les lanzan. Pues no es posible guardarse de todos, sino que hace falta tener una coraza sólida y el resto de la armadura, para que, si les alcanza algún disparo, no logre herirlos. De la misma manera, a los que llegan a la vida no les es posible desviarse ni guardarse para no ser heridos por ninguno de los innumerables dardos de la fortuna que, en cantidades inmensas, amenazan a todos los hombres. Por ello, lo que se necesita es una mentalidad firme y, sobre todo, invulnerable e inaccesible al abatimiento o, por lo menos, que no acuse los golpes con facilidad, ni se rinda ante cualquier eventualidad que se presente. Pues muchas veces hay que recibir golpes y heridas innumerables. Así, los que tienen los pies tiernos [7] y mal entrenados, cuando se ponen a caminar descalzos, nunca encuentran un camino que no les hiera o les haga daño, sino que la más mínima cosa les molesta. En cambio, para los pies bien entrenados ni el camino más escabroso resulta difícil.
Así pues, siendo tantas las pesadumbres, y en primer lugar, las que causa el cuerpo, ¿qué se podrá esperar del pusilánime? ¿O cómo será posible que quien está atento a cada una de esas pesadumbres y fácilmente se desanima no sea el ser más desgraciado de todos, que anda siempre rogando a los dioses para que lo libren de esto o de aquello? Es lo mismo que si alguien va caminando bajo la [8] lluvia y, al no tener nada con qué cubrirse, rezara solamente para librarse de cada una de las gotas de agua 1 . (Por cierto, que más constantes que las gotas de lluvia son las desgracias de la fortuna.) O, por Zeus, como si uno que va navegando, en vez de atender al timón y afrontar convenientemente cualquier eventualidad rezara para que ninguna de las olas chocara contra la nave 2 . Y fíjate aún, necio, que aunque todo te sucediera a entera satisfacción, ¿qué garantía tienes de que vas a vivir hasta el día siguiente y que no vas a ser quitado de en medio juntamente con todas las cosas que consideras buenas? 3 . En consecuencia, lo primero por lo que debes afligirte y sentiŗ miedo es la incertidumbre de las cosas. Pero date cuenta de que nadie [9] es totalmente dueño de su vida, sino que todos los que se tuvieron por dichosos y muy afortunados han muerto. Ese mismo final lo tienes ya delante de ti. Y aunque llegaras a la mayor longevidad, sería una tontería y la mayor simpleza el pensar que algo de lo que sucede es realmente terrible, enorme o admirable, excepto el pasar un solo día sin tristeza, miedo y otras sensaciones por el estilo.
[10] Cuentan que Jasón se ungió con cierto ungüento que recibió de Medea y que, después —así, al menos, yo lo interpreto—, no recibió daño alguno ni de parte del dragón ni de los toros que respiraban fuego 4 . Éste es, pues, el remedio que debemos recibir de Medea, es decir, de nuestra sensatez 5 , y así despreciaremos todo lo demás. De lo contrario, todo será fuego para nosotros, y todo, dragones despiertos.
[11] Sin embargo, cada uno de los que están afligidos asegura que lo que le pasa a él es lo más terrible de todo y lo más digno de compasión. Lo mismo ocurre con los que transportan pesos. Cada uno cree que lo que él transporta es lo más pesado. Y la realidad es que todo se debe a que el cuerpo es débil y torpe. Porque el mismo peso lo levantaría y llevaría con facilidad otro hombre que fuera más fuerte.
1 Imagen de DEMÓSTENES , IX (Contra Filipo, III ) 33.
2 Ibidem .
3 Idea semejante en Le 12, 20.
4 Según la leyenda, Medea, enamorada de Jasón, le facilitó un ungüento que le hizo invulnerable frente a los bueyes lanza-llamas. Luego le reveló el remedio para vencer a los gigantes nacidos de los dientes del dragón y para adormecer al dragón que custodiaba el vellocino de oro.
5 El nombre de Medea está etimológicamente relacionado con la raíz griega que significa «pensar», «cuidar», «preocuparse».