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1. Dionisio en Roma: las corrientes literarias y filosóficas de su época
Dionisio, hijo de Alejandro, era natural de Halicarnaso, ciudad de Caria entonces venida a menos 1 . Y, tal como hicieron en esa misma época el geógrafo Estrabón, el poeta Partenio y otros muchos griegos, viajó a Roma, donde se estableció durante veintidós años, desde el 30 al 8 a. C 2 . Dionisio necesitaba documentarse sobre el pasado de Roma y aprender latín, pues se había propuesto escribir en griego, quizá emulando a su paisano Heródoto, una historia sobre la época más antigua de Roma, desde los inicios hasta la primera guerra púnica, esto es, la época que había dejado Polibio sin escribir. Con esta obra Dionisio quería superar a todas las historias precedentes sobre la Roma antigua, tanto las escritas por griegos 3 como por romanos que escribieron en griego 4 . Esta magna empresa, que fructificó en una voluminosa obra en veinte libros, le ocupó los veintidós años de estancia en Roma. Sin embargo, aunque Dionisio se considera ante todo un historiador y fue esta obra histórica la que le dio fama 5 , a la vez que escribía la historia primitiva de Roma también impartía clases «diarias» de retórica a jóvenes alumnos 6 y redactaba tratados de crítica literaria para estudiosos de retórica y lectores familiarizados con la literatura griega 7 : entre historiadores y oradores no había entonces una barrera infranqueable, pues la historia se consideraba también una tarea propia de oradores 8 . Pero fue sin duda la actividad docente la que le proporcionó un medio de subsistencia lo suficientemente desahogado como para dedicarse a escribir y poder relacionarse con las familias más nobles de Roma, pues en Roma el aprendizaje de la retórica se hacía en griego y no en latín 9 . Entre los personajes ilustres de la política romana que Dionisio trató estaban el cónsul Q. Elio Tuberón 10 , a quien dedica el tratado Tuc ., y Rufo Metilo, uno de sus alumnos predilectos —probablemente el que luego sería procónsul de Acaya—, a quien dedica el Sobre la composición literaria . Los demás personajes a quienes dedica el resto de sus obras o dirige sus cartas nos son desconocidos: un tal Ameo, a quien dedica su extenso trabajo Sobre los oradores áticos y dos cartas, y el desconocido destinatario de la Carta a Pompeyo Gémino; por otro lado, no está clara la identificación del Demetrio a quien dedica el tratado Sobre la imitación 11 . Y, si en sus relaciones con políticos se mantuvo en un discreto segundo plano, algo parecido le ocurrió en el campo de la literatura, pues, aunque afirma que para asesorarse sobre la historia de Roma trató con los hombres «más doctos» (tôn logiōtátōn) 12 , no parece haber entrado en el círculo de los grandes escritores latinos de la época, a los que por cierto nunca cita, los protegidos de Mecenas 13 y Augusto: Horacio, Ovidio, Vario, Propercio, Tibulo, Tito Livio… y Virgilio, que por entonces también componía un gran poema épico sobre los orígenes de Roma. Da la impresión de que Dionisio, ajeno a la política y a la vida social romana de su tiempo, se ha refugiado en un pequeño círculo de amigos desde donde, por un lado, investiga el pasado remoto de Roma y, por otro, lucha por preservar el glorioso pasado de la antigua retórica ateniense. Pero lo cierto es que siempre conservará un gratísimo recuerdo de su estancia en Roma 14 y que sin duda entre su alumnado se encontraban jóvenes romanos de nobles familias que aspiraban a una brillante carrera política.
Como profesor de retórica se vio obligado a tomar partido entre las muchas escuelas y corrientes literarias que entonces imperaban en Roma. Quizá la polémica más importante fue la que surgió a partir del año 100 a. C. con la llegada a Roma de oradores y maestros de retórica venidos desde las distintas ciudades del mundo griego, y que acabaron enfrentados en dos bandos irreconciliables: aticistas y asianistas 15 . El estilo asianista era pomposo y hueco, con ritmos, antítesis y paralelismos artificiosos, en la línea de Gorgias, y utilizaba como dialecto la coiné; a su vez, dentro del asianismo, unos hacían más hincapié en el aspecto conceptual y otros, la mayoría, en los aspectos formales 16 . Según Dionisio los oradores asianistas eran incultos, carecían de ideales filosóficos y políticos y sus discursos eran vulgares y aburridos 17 . El asianismo nació y proliferó en Asia Menor hasta llegar a Roma, donde, al parecer, en época de Dionisio aún gozaba de gran éxito 18 . El iniciador y máximo representante del asianismo fue el historiador Hegesias (circa s. III a. C.), originario de Magnesia, ciudad de Jonia, y autor de una Historia de Alejandro; fue objeto de burla y muy criticado por los autores clásicos 19 . Contra los asianistas arremete Dionisio en el tratado Or. ant .
Frente al asianismo surgió como reacción el aticismo, que proponía la imitación del estilo sobrio de los oradores atenienses 20 y la vuelta al dialecto ático de los siglos V-IV a. C. 21 . En verdad, la imitación de Lisias, de Demóstenes, de Tucídides, etc. ya existía en vida de estos autores y en las generaciones siguientes 22 ; pero tomó cuerpo de doctrina cuando apareció el asianismo. S. Usher 23 apunta otra posible y curiosa causa que despertó el interés por el estudio del dialecto ático: los bibliotecarios de Pérgamo y de Alejandría necesitaban distinguir, antes de adquirir los manuscritos más valiosos —las obras de los clásicos atenienses—, los textos auténticos de las imitaciones. Así Crates de Malos, director de la biblioteca de Pérgamo en el s. II a. C., escribió un tratado Sobre el estilo ático 24 . Pero la polémica entre aticistas y asianistas no afectaba tanto a cuestiones de dialecto como a los adornos de la expresión 25 . Cicerón, un orador ecléctico y simpatizante de la escuela de Rodas, alude en varias ocasiones a la controversia entre asianistas y aticistas 26 , y afirma que el asianismo era más propio de la etapa juvenil de los oradores y el aticismo de la madurez 27 . Dionisio, en una imagen que recuerda el mito de «Heracles en la encrucijada», compara el aticismo con la esposa virtuosa que se ha criado en el propio país y el asianismo con la cortesana extranjera que viste hermosas galas, muy seductora pero carente de toda sensatez 28 . El movimiento aticista sería la semilla que más adelante, al final del S . I d. C., fructificó en otro movimiento mucho más importante y que atrajo a muy ilustres oradores griegos, la denominada «Segunda Sofística» 29 . Dionisio fue un ferviente defensor del aticismo y, antes de él, Apolodoro de Pérgamo y su discípulo Cecilio de Caleacte (Sicilia), de origen judío y contemporáneo de Dionisio, que fue autor de dos tratados en defensa del aticismo: ¿En qué difiere la imitación aticista de la asianista? y Contra los frigios (i. e. contra los asianistas) 30 .
También en otro tratado, el Sobre Dinarco , Dionisio censura a la prestigiosa, y más moderada, escuela de Rodas 31 , que tendrá una gran influencia en Roma a través de Apolonio Molón —aunque de Alabanda (Caria), se había formado en Rodas—, de Cicerón, alumno de Molón, del autor de la Retórica a Herenio y de Teodoro.
Además, desde muy antiguo había dos teorías enfrentadas para explicar el origen y el funcionamiento del lenguaje, lo que afectaba al modo de valorar las obras literarias. Unos defendían la «analogía», doctrina filosófica-lingüística de los gramáticos alejandrinos que explicaban la regularidad de las reglas gramaticales (y retóricas) por ser el lenguaje, según ellos, un sistema «lógico» surgido de la convención social (nómos, thésis) , como propuso Demócrito y defendían los epicúreos 32 : en el análisis de los textos eran partidarios de centrarse más en el contenido que en los aspectos formales, como la sonoridad y la eufonía de las palabras. La otra corriente defendía la «anomalía», doctrina que explicaba las irregularidades gramaticales porque el lenguaje habría nacido como imitación de la naturaleza (phýsis) y porque la asignación de las palabras a las cosas habría sido no producto de un acuerdo social sino del azar (eikêi) , teoría defendida por Heráclito, Crátilo, Platón, los estoicos y el propio Dionisio 33 : para estos la sonoridad de la palabra encerraba por sí misma un significado, y de ahí la importancia que daban a la eufonía en el análisis del texto, sobre todo en poesía.
Estas dos corrientes, «analogistas» y «anomalistas», afectó también a la forma de concebir la enseñanza de la retórica y, hacia la mitad del S . I a. C., acabarían constituyéndose en dos escuelas irreconciliables: «apolodoros» y «teodoros» 34 . La escuela de Apolodoro de Pérgamo, maestro de Cecilio y preceptor de Augusto, proponía una enseñanza basada en la memorización de una vasta preceptiva, defendía la «analogía» y era rigurosamente aticista. La escuela de Teodoro de Gádara (Palestina), entre cuyos seguidores habría que contar al autor del Sobre lo sublime , era menos dogmática, proponía un aprendizaje natural mediante la lectura e imitación de los autores clásicos, defendía la «anomalía» y daba menos importancia al aticismo. En definitiva en esta polémica se debatía si la retórica era producto de la téchnē o, como defendía Dionisio 35 , de la phýsis (en latín doctrina frente a ingenium) . En una primera etapa parece que Dionisio se identificaría más con los «apolodoros» y Cecilio para después ir acercándose más a las posturas de los «teodoros» (aunque en verdad Dionisio no cita nunca estas escuelas).
Otra polémica, esta vez filosófica, dividía también a los oradores entre «isocráticos» y «aristotélicos». La escuela peripatética se había difundido en Roma desde que las obras de Aristóteles y Teofrasto fueron editadas en esta ciudad hacia el 47 a. C. 36 . Ya Cicerón, que no pudo conocer esta edición, testimonia la rivalidad entre los seguidores de Aristóteles e Isócrates 37 ; pero lo cierto es que remontaba a la rivalidad personal de Aristóteles e Isócrates por atraerse a los mejores alumnos —ambos rivalizaron por llevarse como alumno a Alejandro Magno 38 —, y acabó planteándose como un certamen entre filosofía y retórica por alcanzar la supremacía en los estudios de los jóvenes griegos; y, cómo no, sobre a cuál de estas disciplinas correspondía el gobierno de las ciudades, un viejo debate que encontramos en Platón (es probable que ya Platón se hubiera burlado de Isócrates 39 ). Pero quizá esta polémica la inició Aristóteles al acusar a Isócrates de falta de principios por escribir discursos adulatorios 40 . Sin embargo Isócrates, que nunca se llamó orador y que consideraba a los filósofos socráticos simples amantes de las discusiones 41 , proclamaba haberse dedicado toda su vida a la enseñanza de la filosofía 42 , identificando así retórica con filosofía, cuando en realidad estaba convirtiendo la filosofía en una hija menor de la retórica. Dionisio es partidario de esta concepción isocrática de la retórica, que él llama «oratoria filosófica» o «filosofía política 43 », título de uno de sus tratados mencionado antes. Dionisio declara abiertamente la superioridad de la retórica sobre la filosofía 44 . Así, mientras Platón despreciaba la retórica por considerarla una técnica que servía para embaucar mediante la palabra, y a los oradores gentes que hablaban sin saber nada realmente, Aristóteles, en cambio, defendía su derecho a estudiar la retórica y replicaba con el siguiente verso: «Sería deplorable guardar silencio y dejar hablar a Isócrates» 45 . Con este argumento Aristóteles se arrogó el derecho, como otros muchos filósofos, de escribir tratados de retórica. Dentro de esta larga polémica entre partidarios de Aristóteles y de Isócrates, por el que Dionisio siente evidente simpatía, se debe enmarcar, además del tratado En defensa de la filosofía política , el Isóc . y, sobre todo, la Carta primera a Ameo 46 , escrita contra los seguidores de Aristóteles, que querían hacer depender la elocuencia de Demóstenes de los tratados de retórica de Aristóteles: para Dionisio la genialidad de Demóstenes estaba por encima de las rígidas clasificaciones de Aristóteles. Sin embargo, Dionisio sigue en muchos puntos la teoría aristotélica 47 : acepta que la «virtud» (aretḗ) es el «término medio» (mesótēs) entre el vicio por «defecto» (élleipsis) y el vicio por «exceso» (hyperbolḗ) 48 ; coincide en que la prosa contiene ciertos ritmos como la poesía 49 ; y entiende el arte como una imitación, donde las palabras deben imitar a los hechos 50 . Pero discrepa con Aristóteles en dos puntos: da más importancia al estilo y a los aspectos formales que a la argumentación y a los elementos pasionales; y, segundo, cree que la oratoria, tal como la entendía Isócrates, debe poseer siempre elevados valores éticos y políticos. Con Teofrasto, discípulo de Aristóteles, unas veces Dionisio mantiene puntos de vista coincidentes —incluso recurrió a él para las virtudes formales y utilizó su terminología—, pero otras veces discrepa 51 .
Dionisio, como pude deducirse por las muchas críticas que dirige contra Platón 52 , al que pone por detrás de Lisias en cuanto a categoría literaria, tampoco era simpatizante del platonismo, debido con toda probabilidad a las críticas que hizo Platón a la retórica frente a la filosofía. Y tampoco le gustaba el estilo literario de algunos de los Diálogos: Dionisio, siguiendo a Cecilio de Caleacte, considera a Lisias superior a Platón y escribe la Carta a Pompeyo Gémino para justificar las críticas que había hecho contra Platón en el Dem . Además, tampoco hay alabanza alguna para la doctrina platónica, aunque alaba el Crátilo , donde Platón defiende el origen natural del lenguaje 53 ; y también es platónica su concepción de la imitación, pues cree que el alma, a través de la simple contemplación, se impregna de las virtudes del objeto imitado 54 .
Dionisio también está contra los que epicúreos. Desde la llegada a Roma de Filodemo de Gádara (Palestina), hacia el 75 a. C., el epicureísmo se extendió rápidamente entre las familias de la alta sociedad romana 55 . Pero para los epicúreos, que rehuían la actividad política, la retórica era un juego de palabras al que no había que dedicar mucho tiempo 56 : un entretenimiento inútil comparado con la utilidad de la filosofía. Solo se servirán de ella en causas judiciales ineludibles y para mejorar el estilo literario de los tratados filosóficos. Además, los epicúreos, como hemos visto, eran «analogistas» y Dionisio «anomalista». Sabemos por Diógenes Laercio 57 que Dionisio escribió contra esta concepción de la retórica y contra Epicuro: sin duda lo hizo en el tratado mencionado antes, En defensa de la filosofía política 58 .
En cuanto a los estoicos, el propio título del tratado En defensa de la filosofía política nos indica sus simpatías con esta esuela, que concebía la retórica como un medio para conseguir fines justos y el bien de todos los hombres en general, tal como, según Dionisio, la practicaban los magistrados romanos 59 ; además, tanto los estoicos como Dionisio eran «anomalistas». No obstante, Dionisio nunca se declara seguidor del estoicismo ni se identifica con ellos 60 .
Por lo demás, Dionisio está muy alejado de otras escuelas, como la pitagórica 61 , la escéptica o la cínica.
2. Dionisio como crítico literario y profesor de retórica
Por las breves alusiones que hace Dionisio sobre su persona deducimos que fue un profesor prestigioso, seguro de sus criterios estilísticos 62 y orgulloso de sus conocimientos históricos y literarios, adquiridos con vastísimas lecturas. Es además un hombre claro y sincero: Dionisio reniega abiertamente de sus orígenes y quiere proclamar bien alto que ni se identifica con el asianismo que imperaba en la tierra en la que había nacido ni, como griego, está contra Roma, pues elogia la política imperial de Augusto 63 . Por lo demás es de ideas conservadoras: no duda en reprobar a Tucídides por burlarse de los que creen en los oráculos y la adivinación 64 . Su estricta moral le lleva a censurar a un autor que narre hechos poco edificantes, como cuando critica a Tucídides porque ha elegido como tema una guerra civil entre griegos 65 o porque sus personajes hablan a veces sin ética alguna: olvida Dionisio que Tucídides se limita a reflejar del modo más exacto posible lo que en la guerra del Peloponeso los griegos de uno y otro bando hicieron o dijeron 66 . ¿O acaso debe el historiador silenciar o distorsionar los hechos? 67 . También, en alguna ocasión excepcional, se deja llevar por sus fobias y no obra con equidad, como cuando enfrenta a Platón y Demóstenes en un certamen desigual 68 . También alguna vez se olvida de la ética que tanto defiende: en los discursos judiciales no le importa si se defiende una causa justa o injusta, sino si el orador consigue o no que parezca justa 69 . Pero, salvo esas contadas excepciones, Dionisio es, o intenta ser, un crítico literario imparcial y honesto 70 . En las cuestiones polémicas desecha las opiniones de aquellos autores que pueden tener algún interés particular y se queda sólo con los que considera objetivos 71 . Es moderado en sus juicios, con gran respeto hacia sus adversarios: siempre atenúa sus aseveraciones, que expone con frecuencia en forma de lítote. Y nunca da los nombres de sus adversarios (para desgracia nuestra), pues trata de evitar las polémicas literarias, que le resultan estériles y desagradables 72 .
Como critico literario Dionisio posee excelentes cualidades: una fina sensibilidad para dejarse arrastrar por la lectura 73 , una poderosa mente analítica para desmenuzar el texto y un fino olfato para detectar las peculiaridades estilísticas de los escritores que leía, lo que le permitía pronunciarse, junto con un estudio cronológico, sobre la paternidad de un discurso determinado. Por su carácter Dionisio huye de los extremos y prefiere el estilo «intermedio», un estilo que imitaba el lenguaje natural 74 y no es ni demasiado humilde ni tampoco grandilocuente: el orador debía pensar en un público de cultura media, ni demasiado erudito ni demasiado ignorante 75 . Su mentalidad abierta le lleva a ir modificando sus juicios conforme estudia a los autores o conoce las teorías de sus adversarios, siempre dispuesto a aceptar las opiniones de otros 76 . No posee una teoría cerrada sobre la retórica y la crítica literaria, sino que la va construyendo y perfeccionando a medida que va estudiando los distintos autores y profundiza en el análisis literario. Al principio, llevado de su pasión aticista, considera la escrupulosidad dialectal la virtud más importante en la valoración del estilo de un orador 77 . Cree también, en esa primera etapa, que el mejor estilo se consigue a base de sumar pequeñas virtudes y evitar los defectos, sin darse cuenta de que así se consigue un estilo correcto pero incapaz de emocionar al lector: esta misma crítica es la que el autor del Sobre lo sublime dirige con toda razón a Cecilio 78 . Aunque Dionisio siempre aconseja, a la hora de emitir un juicio, dejarse llevar por el instinto o percepción irracional 79 , tal vez era demasiado frío y racional como crítico literario, pues juzga a un autor más por sus pequeños fallos que por sus grandes aciertos, lo que le llevó a censurar a algunos escritores por detalles nimios, como por ejemplo a Platón 80 ; o a no apreciar el valor literario de algunos pasajes «caóticos» de Tucídides al que, si bien le reconoce su maestría para describir el dramatismo de ciertos hechos bélicos, le reprocha que no le dedique la misma extensión a sucesos que son similares: para Dionisio, al parecer, la importancia de un hecho bélico depende del número de muertos y no del dramatismo de la situación o de su interés como ejemplo del comportamiento humano 81 .
Pero digamos en su favor que Dionisio va ganando como crítico literario con el tiempo: de preferir un estilo sin ornato y como principales virtudes la pureza dialectal y la gracia, como el estilo de Lisias, pasó a valorar por encima de todo una expresión adornada con todas aquellas virtudes que hacían sobresalir a Demóstenes por encima de los demás, un estilo capaz de conmover y arrastrar al público 82 . La evolución de los gustos literarios de Dionisio habría sido la siguiente. Primero prefiere el estilo de Lisias por considerar que un estilo sencillo y claro era el más adecuado para alumnos que desean iniciarse en la oratoria y aprender un ático puro. Después parece valorar más a Isócrates, arrastrado sin duda por los jóvenes romanos que aspiraban a una brillante carrera política, a los que le interesaba más la oratoria política de Isócrates que los pleitos locales de los que se ocupó Lisias 83 ; pero cada vez es más severo con Isócrates y vemos que su análisis estilístico va adquiriendo más riqueza y profundidad 84 . Más adelante comienza los trabajos preparatorios sobre el estilo de Demóstenes, comenzando por el estudio de Iseo, maestro de Demóstenes; entonces pone ya el estilo de Demóstenes a la misma altura que el de Lisias y, finalmente, el «frío» Dionisio sentirá por primera vez cómo su ánimo es seducido y arrastrado por la elocuencia de este orador, al que le otorga el primer puesto en la prosa griega, muy por encima de Lisias 85 : si el empleo del lenguaje figurado era considerado al principio un vicio, en Demóstenes será una virtud 86 . La categoría de un orador no dependerá de si comete muy pocos errores ni tampoco si domina muchas pequeñas virtudes, pues tal es el método que sigue en el Lis ., sino de la capacidad de crear un estado de ánimo especial en el público mediante el empleo de los recursos más apropiados 87 , a veces empleados inconscientemente, como era la «gracia» en Lisias y la «armonía» en Demóstenes. Pero es más, Dionisio cree haber encontrado el secreto de la belleza literaria, pues, aunque todos aceptan que un pasaje bello debe poseer musicalidad, ritmo métrico, variedad y adecuación 88 , Dionisio ha descubierto que estos elementos dependen de la adecuada disposición de las palabras, lo que él llama «armonía», tema al que dedica un tratado, el Sobre la composición literaria . Finalmente, olvidándose de otros oradores, vuelve a escribir un segundo tratado sobre Demóstenes para mostrar cómo este orador consigue la armonía más perfecta de un modo inconsciente.
Dionisio no quiere escribir uno de esos manuales de retórica en los que abundan clasificaciones prolijas e innumerables vocablos técnicos, que se remontaban a la Técnica o Arte retórica 89 de Córax y Tisias. Sus tratados nada tienen que ver con los manuales de retórica al uso, porque los suyos son estudios críticos y exhaustivos del estilo de los autores y no un catálogo de reglas sobre lo que se debe y no se debe hacer cuando se componen discursos. Con sus tratados Dionisio pretende alcanzar tres objetivos: formar a los jóvenes alumnos que aspiran a ser futuros oradores, perfeccionar el estilo de los que ya lo son y enseñar a los simples lectores a reconocer el estilo de cada orador y saber valorar su talento literario 90 . A tal fin Dionisio va analizando y señalando qué virtudes están presentes, cuáles faltan y cuáles están mal utilizadas.
Sin embargo, primero Dionisio debe pronunciarse sobre cuáles eran los mejores oradores. Poco a poco entre los tratadistas de retórica se fue formando un canon de oradores áticos, que quedó fijado en un número de diez, por obra quizá de Cecilio de Caleacte; pero al parecer Dionisio no llegó a conocer este canon 91 . Los diez oradores eran: Antifonte, Andócides, Lisias, Isócrates, Iseo, Esquines, Licurgo, Demóstenes, Hiperides y Dinarco 92 . Ahora bien, ¿qué oradores de ellos debían elegirse como modelos, puesto que sus estilos eran muy diferentes? ¿Demóstenes o acaso Lisias? ¿Y por qué no los discursos que encontramos en las obras de un filósofo como Platón o de un historiador como Tucídides? ¿Elegimos un solo orador o todos a la vez? 93 . Sin duda lo más razonable es elegir lo mejor de cada uno ofreciendo los pasajes más logrados, pero señalando también los vicios que debían evitarse 94 . Ante la inmensa tarea de escribir sobre los diez oradores Dionisio se propone en principio escribir sólo sobre los oradores e historiadores más ilustres 95 . Pero el proyecto inicial de Dionisio va a ir modificándose a medida que escribe los tratados.
3. Los tratados de crítica literaria: cronología
Dionisio es un escritor infatigable que escribe con un ritmo frenético, capaz de llevar varias actividades literarias simultáneamente. Así, mientras iba redactando la Historia antigua de Roma , componía algún tratado de crítica literaria, escribía cartas y preparaba e impartía clases de retórica: en estos casos no tiene sentido hablar de que un escrito sea anterior a los otros. Además, a veces interrumpía un tratado para comenzar otro 96 o nos advierte de que aún tenía un tratado sin terminar 97 . Otras veces, para no alargar demasiado el escrito, deja un tema sin tocar en profundidad o promete estudiarlo más adelante o incluso dedicarle en el futuro un tratado, cosa que no tiene tiempo de cumplir 98 , aunque al parecer tardaba sólo un año en terminar un tratado 99 .
En cuanto a la cronología de los tratados hemos de basarnos en las pocas alusiones que hace Dionisio sobre ellos en sus propios escritos, a menudo vagos y contradictorios, y en la evolución de sus gustos literarios. En principio se está de acuerdo en que, mientras preparaba la edición de la Historia antigua de Roma , a la que precedieron unas Cronologías de datación incierta, fueron apareciendo los tratados de crítica literaria, para los que proponemos el siguiente orden cronológico (ponemos entre paréntesis los tratados que no se han conservado):
– (En defensa de la filosofía política.)
– Sobre la imitación , del que conservamos solo algunos fragmentos de los libros I y II, nada del III y un Epítome del libro II.
– Sobre los oradores áticos (I), también llamado Sobre los oradores antiguos o Sobre los estilos , que lo componen cuatro tratados publicados conjuntamente:
– Sobre Lisias .
– Sobre Isócrates .
– Sobre Iseo .
– Sobre los oradores antiguos : es un breve preámbulo al Sobre los oradores áticos (I), con el que no debe confundirse, y que sin duda compuso después del Iseo .
– (Los tres tratados sobre la autenticidad de los discursos de Lisias, Isócrates e Iseo).
– Carta primera a Ameo , en la que defiende la originalidad de Demóstenes con respecto a los manuales de Aristóteles.
– (Sobre la autenticidad de los discursos de Demóstenes)
– Sobre los oradores áticos (II), que incluye únicamente:
– Demóstenes-1 = Sobre Demóstenes 1-33, del que hemos perdido el principio.
– Sobre Tucídides .
– Carta a Pompeyo Gémino , en la que justifica las críticas que hizo a Platón en el Dem . y reproduce un extenso pasaje, dedicado a los historiadores, del libro II del Sobre la imitación .
– Carta segunda a Ameo , en la que justifica sus críticas a Tucídides.
– Sobre Dinarco (falta el final).
– Sobre la Composición literaria , del que se ha conservado también un Epítome 100 .
– Demóstenes-2 = Sobre Demóstenes 34-58, editado siempre conjuntamente con el Demóstenes-1 y sin advertir que son dos tratados diferentes.
– (Sobre las figuras del lenguaje.)
– (Cronologías , estudio histórico de datación incierta.)
– Historia antigua de Roma en veinte libros.
Por otro lado a Dionisio de Halicarnaso se le atribuyó un manual que trataba de los discursos epidícticos y que lleva por título el Arte de los panegíricos , más conocido como Arte retórica 101 ; pero se trata de una obra muy tardía, probablemente del S . III d. C.
En cambio hemos perdido las siguientes obras: tres ensayos en los que analizaba la autenticidad de los discursos de Lisias, Isócrates y Demóstenes (es poco probable que escribiera uno sobre Iseo); el tratado En defensa de la filosofía política; y el tratado Sobre las figuras del lenguaje , un tema que siempre le pareció muy complejo, pero que al final se atrevió a redactar.
Los tratados que Dionisio prometió escribir, pero que probablemente nunca llegó a publicar, fueron: ese tercer libro del tratado Sobre la imitación , que debería titularse «Cómo debe hacerse la imitación»; el Sobre la elección de las palabras 102 ; el Sobre Hiperides y el Sobre Esquines . Y tampoco escribió, o se ha perdido, un tratado en el que pensaba demostrar, mediante un análisis detallado, los defectos de estilo de Platón 103 y otro sobre la maestría de Demóstenes para tratar los temas, que anuncia al final del Dem .
A continuación explicamos el porqué del orden que proponíamos antes 104 .
Aunque Dionisio es un historiador, su actividad docente como preparador de futuros oradores le llevó en seguida a interesarse por los grandes oradores griegos, lo que le obligó a entrar en polémicas literarias y filosóficas en las que estaban inmersos los maestros de oratoria y los oradores. Su primera obra sería, pues, el tratado hoy perdido contra los epicúreos y asianistas, En defensas de la filosofía política , anterior al Tuc . y al Or. ant.; y lo hizo con una pasión impropia de su carácter; en cuanto al fondo defendía el ideal isocrático de oratoria y en cuanto a la forma la expresión pura y sencilla de Lisias 105 .
Por esta misma época, y con el fin de orientar a sus alumnos y a los amantes de la literatura griega, se ve en la necesidad de pronunciarse sobre el estilo de los autores griegos más importantes para señalar las virtudes y defectos de cada uno: es el Im ., que a la larga se convirtió en un manual de literatura griega para estudiantes romanos. Incluso Quintiliano recurrió a él para ofrecer un breve panorama de la literatura griega 106 . Incluía a poetas, autores dramáticos, historiadores, filósofos y oradores (y entre estos a Lisias, Isócrates, Licurgo, Demóstenes, Esquines e Hiperides); pero en esta época le interesan más los historiadores que los oradores, y aún es muy radical en sus juicios. Le seguirían, por consiguiente, los dos primeros libros del tratado Sobre la imitación , que son anteriores al Tuc. 107 ; pero el libro tercero aún estaba sin concluir —y probablemente nunca concluyó— cuando escribía la Carta a Pompeyo Gémino 108 . Sin embargo, algunos estudiosos, entre ellos G. Aujac, se inclinan por una época tardía para el Im .: entre la primera parte del tratado Dem . (= Demóstenes -1) y el Tuc. 109 . Esta datación suscita problemas para los que no hay respuesta satisfactoria. Pues, ¿cómo explicar que Dionisio dedique un tratado a Iseo y que después en el lm . no lo mencione?; ¿y cómo explicar que en el Im . elogie a Licurgo y que nunca más, ni antes ni después, vuelva a citarlo?; ¿o cómo explicar que después de escribir el Demóstenes -1 sea aún Hiperides el más elogiado 110 , a quien por cierto no dedica ningún ensayo?; ¿o cómo explicar la vehemencia con la que Dionisio juzga a Tucídides en el Im . y el juicio, también negativo pero mucho más sosegado e imparcial 111 , en el Tuc ., si están tan próximos en el tiempo?; y, finalmente, ¿cómo situar el Im . entre el Demóstenes -1 y el Tuc ., cuando no hubo tiempo entre uno y otro, pues interrumpió el Dem . para escribir el Tuc . 112 ? Sólo una datación temprana da respuesta a estas interrogantes: al principio Dionisio prefería a Licurgo e Hiperides, pero en seguida se olvidó de ellos subyugado por el genio de Demóstenes, lo que a su vez despertó en él cierto interés por su maestro, Iseo 113 . La proximidad en el tiempo del Im . y del Lis . e Isóc . explicaría también otro hecho insólito: el que Dionisio utilizara pasajes del primer tratado para incluirlos en los otros dos, puesto que su opinión aún no había variado gran cosa 114 . Además, de la misma manera que el análisis superficial y vehemente de Tucídides en el Im . es anterior al análisis detallado y profundo del Tuc . 115 , así también los análisis tan superficiales de los estilos de Lisias, Isócrates, Demóstenes y Tucídides en el Im . serían anteriores al Lis ., al Isóc ., al Dem . y al Tuc. 116 .
Después comienza a centrarse en el estudio de los oradores, empujado por las clases que impartía de retórica, y concibe un gran proyecto: escribir una extensa obra sobre los grandes oradores griegos, el Sobre los oradores áticos , que se conoce también como Sobre los oradores antiguos o Sobre los estilos 117 . La divide en dos secciones: la primera parte, el Sobre los oradores áticos I, la componen los tratados de los tres oradores de la primera generación y siguen un orden cronológico 118 : el Lis ., el Isóc ., el Iseo , y el Or. ant ., que es un breve preámbulo para la publicación de esta primera parte, pero escrito después del Iseo 119 .
A la vez que redactaba estos tratados preparaba los estudios, todos ellos perdidos, sobre la autenticidad de los discursos de los autores que estudiaba: Lisias e Isócrates, pero quizá no sobre Iseo 120 . Aunque probablemente los iba redactando al mismo tiempo que escribía el tratado de cada autor, al parecer los publicaba después 121 . En cuanto a su forma de composición y método no debían diferir mucho del Sobre Dinarco: aunque recurre a datos cronológicos, el análisis se basa en criterios de estilo 122 .
Después del Iseo escribiría la Carta primera a Ameo , pues en el epílogo del Iseo y en esta carta proclama por primera vez la superioridad de Demóstenes sobre los demás oradores (lo que antes había dicho de Lisias lo dice ahora de Demóstenes 123 ) y revindica la originalidad e independencia de Demóstenes con respecto a los tratados de retórica de Aristóteles. La datación de la Pr. Ameo no es del todo segura, porque ni hay alusiones a otras obras de Dionisio ni Dionisio la menciona nunca. Advertimos, sin embargo, que para P. Costil es el primero de los tratados conservados de Dionisio: pero, ¿cómo justificar ese elogio tan temprano a Demóstenes?
Dionisio comienza ahora la segunda parte del Sobre los oradores áticos II 124 , en la que pensaba incluir los tratados del los tres oradores de la siguiente generación; pero quedó integrada solamente por el Dem . 1-33 (= Demóstenes -1), puesto que no llegó a escribir los tratados sobre Hiperides y Esquines. Los dos estudios preparatorios sobre Demóstenes, el Iseo y la carta Pr. Ameo , le han ido cambiando sus preferencias literarias. Dionisio ha comprobado que entre el estilo de Demóstenes y el de Iseo, su maestro, hay un abismo. Este hecho lo va confirmando además conforme redacta, simultáneamente, el tratado preparatorio Sobre los discursos auténticos y espurios de Demóstenes 125 . Así, en la parte inicial del Demóstenes -1, Dionisio ya declaraba abiertamente la superioridad de Demóstenes sobre todos los demás autores 126 .
Cuando redactaba el Dem ., lo interrumpe bruscamente (probablemente en el § 33, 4) para redactar el tratado Tuc . 127 (la segunda parte del Dem . la redactará mucho tiempo después), de modo que el Dem . está compuesto en realidad por el Demóstenes -1 y el Demóstenes -2.
A continuación del Tuc . redactaría dos cartas para justificar sus juicios negativos sobre Platón y sobre Tucídides: la Carta a Pompeyo Gémino , en la que explica las críticas que hizo a Platón en el Demóstenes -1 128 , y la Carta segunda a Ameo , para aclarar ciertas cuestiones del tratado Tuc ., muy crítico con el historiador 129 .
De esta época sería también el Sobre Dinarco , que trata de la autenticidad de los discursos atribuidos a este orador, y que es posterior a los tratados Sobre los oradores áticos y al tratado perdido Sobre la autenticidad de los discursos de Demóstenes 130 . Pero parece que en esos momentos Dionisio aún no había renunciado a escribir los tratados sobre Esquines e Hiperides 131 , lo que confirmaría que aún no había comenzado su estudio sobre la armonía, que le llevó a escribir el Comp . y el Demóstenes -2, lo que le hizo olvidar los tratados sobre Esquines e Hiperides.
A partir de aquí Dionisio da un gran giro en sus criterios estilísticos: publica el tratado Sobre la composición literaria , en el que estudia la importancia de la disposición de las palabras para producir los ritmos y las armonías del lenguaje (los sonidos que se forman al engarzar las palabras). Este célebre tratado es posterior al Demóstenes -1 (= Dem . 1-33) 132 , pero anterior al Demóstenes -2 (= Dem . 34-58).
A continuación vendría el Demóstenes -2, pues Dionisio cree que Demóstenes domina inconscientemente el arte de disponer las palabras para conseguir la armonía, de modo que se olvida de los tratados prometidos sobre Esquines e Hiperides y vuelve por segunda vez al estudio de Demóstenes. El Demóstenes -2 es posterior al Comp. 133 . Y, aunque en un principio circuló separadamente del Demóstenes- 1 134 , terminaría añadiéndose a este para formar, tal como lo conocemos hoy, el Dem .
Cuando concluye el Demóstenes -2 Dionisio parece estar en una avanzada edad y anuncia un nuevo tratado que no llegó a escribir, el Sobre la maestría de Demóstenes para tratar los temas 135 .
Por último compondría el tratado Sobre las figuras del lenguaje , obra que Dionisio no cita nunca y que aún estaba sin redactar cuando escribía el Comp . y el Demóstenes- 2 136 , pero que Quintiliano sí leyó 137 .
Probablemente a partir de aquí se dedica por entero a la publicación de la Hist. Rom . en veinte libros, cuyo primer libro, en todo caso, es posterior al 7 a. C y, por tanto, posterior a su marcha de Roma 138 —Dionisio se limitaría a revisar antes de su publicación la obra que ya tenía escrita y de la que había leído muchos pasajes ante el círculo de sus amigos 139 en Roma—. De las Cronologías , en las que trataba de datar paralelamente los acontecimientos de la historia de Roma y de Grecia, solo podemos decir que fueron un estudio preparatorio publicado antes de la Hist. Rom . 140 .
4. Estructura de los tratados y terminología
Aunque Dionisio persigue un esquema ideal para el estudio de los oradores, hay grandes divergencias entre los cinco tratados, siendo más riguroso y sistemático el esquema del Lis . y más caóticos, pero más extensos, los del Dem . y del Tuc . Como crítico literario, a Dionisio le interesan menos «los hechos» (tà prágmata) y las «ideas» (noḗmata) que la forma de expresarlos, la «expresión» (léxis, phrásis, hermēneía) 141 . Dionisio sólo ha estudiado a autores que escriben en prosa, ciñéndose únicamente a dos géneros literarios, el «discurso» (lógos) , y la «narración» histórica (diḗgēsis) . Dionisio se limita a ir comprobando minuciosamente si todas las «virtudes» (aretaí) que prescriben los tratadistas para cada aspecto o apartado del discurso se encuentran en el autor estudiado y, después, si es posible, descubrir lo que es característico de ese autor, el sello estilístico (charaktḗr) , de modo que cualquier lector pueda reconocer la autoría de un discurso leyendo sólo unos pasajes. Puesto que Dionisio analiza todos los componentes del discurso, aunque en cada tratado lo hace en un orden y con una extensión diferente, el esquema ideal de los tratados sería el siguiente (muy semejante al que encontramos en el Lis.):
1. «Vida» (bíos) del autor.
2. Virtudes en cada fase de la «elaboración del discurso» (érga toû rhḗtoros):
a) la «invención» (heúresis) o búsqueda de las ideas y temas;
b) la «distribución» (oikonomía) y organización de las ideas;
c) la «redacción» (léxis) del discurso, que comprende dos fases, la «elección» (eklogḗ) de las palabras y la «disposición» (sýnthesis) de palabras y frases;
d) la «memorización» (mnḗmē) del discurso;
e) la «pronunciación» (hypókrisis) del discurso.
Las dos primeras fases, a) y b) , están dedicadas al «tratamiento de los hechos» (ho pragmatikòs tópos) , mientras que la tercera, c) , a la «forma de expresarlos» (léxis) , que es el apartado que más interesa a Dionisio (después de la «Vida» del orador Dionisio suele empezar con este apartado = 3.). Una vez que el orador ha redactado el discurso los apartados d) y e) son más mecánicos y Dionisio apenas los menciona.
3. Virtudes de la «expresión» (léxis, phrásis, hermēneía) , que se corresponde con el apartado 2. c) . El conjunto de virtudes y defectos característicos de un autor nos da el «estilo personal» (charachtḗr) de ese autor. Las virtudes de la expresión son:
a) la «pureza» dialectal (katharótēs);
b) la «claridad» de la expresión (saphḗneia);
c) la «brevedad» (brachylogía) y la «concisión» (syntomía);
d) la «viveza» (enárgeia) en la descripción;
e) la «elección» (eklogḗ) de las palabras adecuadas;
f) la «disposición» (sýnthesis) apropiada de las palabras y de los demás elementos del lenguaje para conseguir tanto el «ritmo métrico» (eurythmía, eumetría) —mediante sílabas largas y breves—, como el «ritmo melódico» (eurythmía, euméleia) —mediante el acento tonal— y la «armonía» (harmonía) , que debe entenderse como «el sonido eufónico que se produce al enlazar unas palabras con otras», y puede ser «claveteada» (austerá) o «pulida» (glaphyrá);
g) el «ornato» (kósmos) y demás «recursos estilísticos» (kataskeuḗ) de la expresión, con los que se consigue el lenguaje literario o «figurado» (tropikḗ) al introducir cambios en el «lenguaje habitual» (synḗtheia) —esos cambios son las llamadas «figuras del lenguaje» (schḗmata) , entre las que ocupan un lugar destacado los «tropos» (trópoi) —;
h) otras virtudes de la expresión son la «gracia» (cháris) , la «emoción» (páthos) , etc.;
i) y la más importante de todas, la «adecuación» (tóprépon) del lenguaje a los hechos narrados: si el lenguaje es inferior a los hechos, es un estilo «humilde» (tapeinós) , y si el lenguaje es más elevado que los hechos, es un estilo «frío» (psychrós) .
4. Elección de la «clase de estilo» (idéa tês léxeōs) apropiada a los hechos:
a) «llano» (ischnós);
b) «intermedio» (mésos) , llamado también «mixto» (miktós) , «elegante» (glaphyrós) , «adornado» (períergos, perissós) y «florido» (anthērós);
c) «elevado» (hypsēlós) , al que se denomina también «grave» (barýs, semnós) , «grandioso» (hadrós) , «grandilocuente» (megaloprepḗs) , «vehemente» (deinós) , que alcanza «lo sublime» (tò hýpsos) , etc.
5. Las virtudes del autor en cada «género del discurso» (génos toû lógou):
a) el discurso «judicial» (dikanikós);
b) el discurso «deliberativo» (symbouleutikós o dēmēgorikós);
c) el discurso «epidíctico» o «de aparato» (epideiktikós o panēgyrikós) .
d) La «narración» histórica (diḗgēsis) también será objeto de estudio en el Tuc .
6. Virtudes en cada «parte del discurso» (méros toû lógou):
a) «exordio» (prooímion);
b) «exposición» (próthesis): realizada en forma de narración (diḗgēsis) o enumeración (diaíresis);
c) «argumentación» (pístis) , que podía hacerse probando los hechos (la apódeixis o demostración) o refutándolos (la lýsis o refutación);
d) «epílogo» (epílogos) .
Pero, para reconocer el estilo de un autor (charaktḗr 142 ), no basta con decir qué virtudes, según las «reglas» (parangélmata) de la preceptiva oratoria, domina un autor y cuáles no. Del mismo modo que el hecho de que sus escritos contengan todas esas virtudes tampoco indica que posea un estilo sublime, sino quizá simplemente correcto. Para mostrar mejor las características del estilo de un autor Dionisio ofrece numerosos pasajes de sus obras, a veces bastantes extensos; y en muchas ocasiones hace además una «confrontación» (sýnkrisis) de dos pasajes de autores diferentes sobre un tema parecido para destacar con más claridad las características de uno y otro.
La terminología que emplea Dionisio no es del todo original, pues pertenece a una larga tradición que presenta bastantes coincidencias con la escuela peripatética, y en concreto con Teofrasto. En un interesante pasaje de Cicerón sobre el estilo aticista 143 , en el que termina citando a Teofrasto, se pueden rastrear los términos griegos que Cicerón traduce al latín y que son casi un calco del catálogo de virtudes que Dionisio elogiará en Lisias (cf. Lis . 3, 1 ss.): el empleo del «lenguaje habitual» (consuetudo , gr. synḗtheia) ; no caer en el «ritmo métrico» (numerus , gr. rhythmós) ; el uso moderado del «hiato» (hiatus , gr. anakopḗ) ; la construcción de las frases «cuidadosamente descuidada» (neglegentia diligens . gr. pepoíētai tò apoíēton) ; la expresión «sin adornos» (inornata , gr. akósmētos) . Y añade Cicerón las cuatro virtudes que exigía Teofrasto: la lengua será un latín puro (sermo purus et Latinus , gr. katharótēs, hellēnismós) ; se expresará «con claridad y sencillez» (dilucide planeque ; gr. saphôs kai aphelôs) ; se elegirá lo que sea «adecuado» (quid deceat , gr. tò prépon) ; y se emplearán unos «recursos estilísticos agradables» (ornatum suave , gr. kataskeuḕ hēdeîa) . También Dionisio admite sin más las tres cualidades que, según Teofrasto, engrandecen la expresión: la «elección de las palabras» (eklogḕ tôn onomátōn) , la «armonía que surge de ellas» (harmonía ek toútōn) y las «figuras que las adornan» (schḗmata tà perilambánonta autá) 144 .
Pero el «estilo de un autor» (charaktḗr) se distingue sutilmente de otro por pequeñas diferencias de matiz, y para expresarlas los tratadistas de retórica, y Dionisio, se vieron obligados a ampliar el léxico incorporando términos de otros ámbitos ajenos al campo de la literatura. Por ejemplo, los críticos acuden a otras actividades artísticas, pues la labor del orador es comparada con la de los músicos 145 , la de los pintores y escultores 146 , la del ceramista 147 (por ejemplo, charaktḗr , «estilo», es la marca grabada por el alfarero sobre la pieza de cerámica, su firma), o incluso la de los atletas 148 … Pero, puesto que en la antigüedad la literatura era oral —también los textos escritos se leían en voz alta y se gesticulaba— y a veces, como en la lírica y los coros de las tragedias, era además cantada, es natural que los críticos literarios acudieran primero al ámbito del teatro y de la música para describir un estilo. Por ejemplo, la hypókrisis , «pronunciación del discurso», es un término tomado del teatro (era la «interpretación»: un orador debe aprender mucho de los actores); y asi otros muchos términos teatrales. Y, además de términos que aluden a los sentidos del oído y de la vista, también se recurre al sentido de gusto y el olfato: no queremos olvidar el gran acierto de Cicerón al comparar, con suma maestría e ingenio, las cualidades del estilo con las del vino 149 .
Pero Dionisio no es muy riguroso en la terminología, pues vocablos que opone en un pasaje los encontramos después empleados como sinónimos y viceversa 150 ; y en ocasiones él mismo reconoce que no sabe qué término emplear 151 .
5. Tradición y originalidad de los tratados: las armonías
Dionisio es consciente de ia originalidad del tema de sus tratados 152 y de la rigurosidad y objetividad de su método. En efecto, no tenemos constancia de que anteriormente alguien hubiera estudiado los estilos literarios de los diferentes escritores siguiendo un análisis formal basado en el examen exhaustivo de las virtudes literarias. No obstante, convendría destacar algunos precedentes remotos en los que encontramos crítica literaria, que nada tienen que ver con los manuales de retórica que veíamos antes (tales eran la Téchnē de Gorgias, Trasímaco, Aristóteles, etc.) ni con los tratados de poética, donde se valora más la composición literaria, la fuerza de los personajes, el argumento, etc. que el estilo formal (tal sería la Poética de Aristóteles). Sin duda el nacimiento y desarrollo de la crítica literaria, como la oratoria 153 , están asociados en Grecia al sistema democrático ateniense: los ciudadanos, basándose sólo en las palabras de un ciudadano, debían pronunciarse con frecuencia sobre la culpabilidad o inocencia de un acusado o sobre cuestiones de vital importancia para la vida política de la ciudad. Pero fue el público del teatro el que, sin estar ya presionado por intereses personales o partidistas, discutía a favor o en contra del estilo de los autores, defendiendo o discrepando del veredicto de los jueces en los certámenes de tragedias: de ese tipo de crítica literaria, en tono jocoso, tenemos un magnífico ejemplo en el juicio que hace Aristófanes sobre los estilos de Esquilo y Eurípides en Las ranas . Después, ya en plan serio, encontramos en el Fedro el extenso comentario crítico de Platón al discurso que compuso Lisias sobre el amor, un juicio bastante negativo para Lisias, y que por cierto Dionisio no cita en su tratado Lis . Hay que recordar también los muchos juicios que emite Cicerón sobre el valor literario de numerosas obras y discursos, sobre el estilo de muchos autores y oradores griegos, la larga definición que nos da del estilo aticista 154 , etc. Pero curiosamente Dionisio nunca cita a Cicerón, cuya obra evidentemente conoció 155 . Sin embargo, Dionisio no parece interesarse nunca por la literatura escrita en latín, lengua en la que probablemente no se sentiría muy seguro como crítico literario; y quizá también porque pensaba que nada iba a aprender de unos oradores que lo habían aprendido todo de los griegos. El hecho es que nunca antes se había llevado a cabo un análisis formal y riguroso del estilo particular de un autor. Quizá solamente Cecilio de Caleacte, según podemos deducir por los títulos de sus tratados, hizo algo parecido a Dionisio 156 ; pero parece que Dionisio, aunque conoció los tratados de su amigo Cecilio y compartió con él gustos y criterios, al menos en la primera época 157 , acabó utilizando un método mucho más riguroso y exhaustivo y, en cualquier caso, eclipsó los tratados de Cecilio, que además recibiría un severo correctivo por parte del genial autor del Sobre lo sublime 158 : Cecilio era seguidor de la escuela de Apolodoro y el Ps. Longino pertenecía probablemente a la escuela de Teodoro. Pero resulta muy curioso que el Ps. Longino, que escribió para refutar las opiniones de Cecilio (cf. ibídem I 1), no cite a Dionisio. Más problemática es la utilización que Dionisio pudo hacer de las obras del epicúreo Filodemo de Gádara, del que toma algunas líneas casi literales sin citarlo; pero se trata de citas que Filodemo extrae a su vez de otros autores 159 .
Una de las grandes aportaciones de Dionisio a la crítica literaria es su teoría de las armonías, teoría que va descubriendo y exponiendo progresivamente 160 . La armonía, que Dionisio nunca define, es la belleza que producen las palabras según su disposición en la frase, tanto desde el punto de vista semántico como sonoro, y especialmente los sonidos que producen los fonemas extremos de una palabra al chocar con las palabras contiguas. Hay dos clases de armonías: la austera o claveteada (austērá) y la pulida (glaphyrá) ; y también una mixta (no un grado intermedio entre las dos, sino el recurrir a una u otra según lo pidan las circunstancias). En la claveteada hay choques bruscos entre los elementos contiguos (hiatos y encuentro consonánticos) y las palabras están bien asentadas, como fijadas por clavos; en la pulida se pasa suavemente de un elemento a otro (sinalefa) y las palabras parecen deslizarse en un movimiento continuo. La sintaxis de la claveteada se base en frases cortas y sintagmas (kómma) , la pulida en largos períodos. La claveteada levanta «pasiones y emociones» (páthē) ; la pulida, mejora o cambia el carácter (êthos) , es decir, el modo de pensar y actuar. La primera es masculina; la pulida, femenina. La claveteada busca la belleza (kalón) y la pulida, lo agradable (hēdýs) . La claveteada es más adecuada para la argumentación y el epílogo, la pulida para el exordio y la narración 161 . Los efectos sonoros de la disposición de las palabras ya eran cuidados por Cicerón, que certeramente compara el arte de disponer las palabras con la colocación de las teselas de un mosaico, y aconseja evitar los hiatos y las uniones ásperas en favor de las suaves y ligeras 162 . Pero lo cierto es que Dionisio nunca acaba de demostrar con los ejemplos que aporta que la belleza de la expresión dependa únicamente, o principalmente, de la armonía.
Después de Dionisio nadie aplicó su método al estudio del estilo de otros autores. Pues, aunque los tratados de Dionisio habían supuesto un gran paso adelante en el campo de la critica literaria y habían aportado un punto vista original, su método adolecía de graves defectos. Primero, porque habia llegado a conclusiones decepcionantes: que Lisias era superior a Platón y a Demóstenes y que Tucídides no fue un buen historiador (pero sin advertir que Dionisio con el tiempo fue corrigiendo esas opiniones); segundo, porque, a pesar de que buscaba criterios objetivos, al final la decisión última es siempre subjetiva (la «gracia» de Lisias, la impresión «irracional» que provoca en nosotros la lectura del texto, etc.); tercero, porque las virtudes formales de los textos que Dionisio analiza sólo son aplicables al griego (el hiato, la pureza dialectal, los efectos sonoros de la armonía, etc.); y, en definitiva, porque era un método ineficaz para descubrir la genialidad de un escritor, algo que se hizo patente a partir del tratado Sobre lo sublime . No obstante, sus tratados fueron una referencia obligada para todos aquellos que se dedicaron a la crítica literaria y a la composición de discursos: Hermógenes, Quintiliano, Siriano, etc. Y en la España del renacimiento fue relativamente bien conocido 163 . Pero la falta de traducciones hizo que después apenas fuese conocido como crítico literario, pues, como señala M. Menéndez Pelayo, sólo se sabía de Dionisio a través de la «pésima» traducción que en 1797-1805 hizo A. García de Arrieta del célebre tratado del francés Batteux, Príncipes de la Littérature.. ., París, 1764 164 .
Pero casi todos los estudiosos lo consideraron un crítico de segunda categoría, y para Wilamowitz fue simplemente un «pobre colega» (arme Geselle) . En nuestra opinión Dionisio ha sido tratado con injusta dureza por los críticos posteriores: quizá cayó sobre él la maldición de Platón y Tucídides, justamente dolidos con un crítico tan puntilloso.
6. Manuscritos y ediciones
Los manuscritos de Dionisio que contienen los tratados de crítica literaria que traducimos aquí son:
F Laurentinus XIL 15, S . X - XI : contiene, además de otras obras, el Or. ant., Lis., Isóc . e Iseo . Este manuscrito, originario de Bizancio, sirvió de modelo al Vaticanus graecus 64, año 1269.
Z: es un arquetipo, hoy desparecido, que en el S. XV sirvió de modelo a cinco manuscritos:
V: Marcianus app. gr . X 34 = coll 1449
A: Ambrosianus gr . 267 = D 119 sup. (= M en Radermacher)
I: Estensis α K 5, 15 = gr . 68
K: Ambrosianus gr . 979 = D 473
J: Parisinus graecus 1743, que a su vez fue el modelo de los manuscritos:
T: Palatinus Vaticanus gr . 58 (= P en Radermacher)
B: Parisinus graecus 1742
Δ: un grupo de tres manuscritos que solo contienen el Lis.:
C: Parisinus graecus 2131
D: Parisinus graecus 2944
G: Guelferbytanus 806
Para algunos breves pasajes del Lis ., del Isóc . y del Iseo , para el Dem . 1, 1 y para los Frs . 1-6 del Im . hay que recurrir a diversas obras de Siriano, cuyos manuscritos, en la edición de Rabe, son:
P: Parisinus graecus 1983, S . X
R: Parisinus graecus 2977, S . XI
V: Marcianus graecus 433, S . XIII
S: Messanensis S. Salv . 118, S . XIII
Para el texto del Epítome del libro II del Sobre la imitación (no debe confundirse con el Epítome del Sobre la composición literaria):
P: Parisinus graecus 1741, S. X , del que dependen otros dos muy tardíos:
H: Estensis α T 9. 2, S. XV = gr . 39
W: Ambrosianus C 32, S. XV = gr . 175
La primera edición de los tratados de retórica fue la del Isóc ., de Demetrio Chalcondyle, Milán, 1493. La primera edición de las Obras completas de Dionisio de Halicarnaso fue la de Sylburg, Frankfurt, 1586. Siguieron muchas otras ediciones, casi siempre parciales. Una importante edición fue la J. J. Reiske, Obras completas , Leipzig, 1774-1777 (los tratados de retórica ocupan los volúmenes V y VI). Después encontramos la conocida edición de H. Usener y L. Radermacher, Obras completas , Leipzig, 1899, reeditados en Stuttgart, 1965, col. «Teubner» (los tratados aquí traducidos ocupan los volúmenes V-VI). Hay otras ediciones parciales, sobre todo del tratado Sobre la composición literaria ; y de los tratados aquí traducidos podemos señalar la edición con traducción italiana del Tuc . de G. Pavano, Dionisio d’Alicarnasso. Saggio su Tucidide , Palermo, 1958. Y después dos ediciones completas acompañadas de excelentes traducciones: la inglesa de S. Usher, The Critical Essays I, Cambridge, 1974, col. «Loeb», y la francesa de G. Aujac, Opuscules rhétoriques I, II, IV y V, París, 1978, 1988 y 1991, col. «Les Belles Lettres», con extensas introducciones y valiosísimas notas.
7. Traducciones
Sólo conocemos dos traducciones que contengan todos los tratados que aquí se incluyen: una, la inglesa que acompaña a la edición de S. Usher, y otra, la francesa que acompaña a la edición de G. Aujac, ambas citadas en el apartado anterior. En español, que nosotros sepamos, sólo existía hasta ahora la traducción del tratado Tuc . y de los fragmentos del Sobre la imitación de V. Bécares Botas, Dionisio de Halicarnaso. Tres ensayos de crítica literaria , Madrid, 1992. Recordemos que los restantes tratados de crítica literaria han sido traducidos en esta misma colección por M. Á. Márquez Guerrero y G. Galán Vioque, Dionisio de Halicarnaso. Sobre la composición literaria. Sobre Dinarco. Primera Carta a Ameo. Carta a Pompeyo Gémino. Segunda carta a Ameo , Madrid, 2001, B. C. G. 287.
En cuanto a los pasajes de otros autores griegos que encontramos en los tratados de Dionisio, aunque hay excelentes traducciones en español, hemos decidido realizar una nueva por dos motivos principales: primero, porque el texto griego que ofrece Dionisio presenta siempre pequeñas variantes textuales con respecto a las lecturas que los códices de esos autores nos han transmitido, e incluso en Dionisio encontramos variantes textuales para un mismo pasaje que nos ofrezca en varios lugares, quizá porque suele citar de memoria; y, segundo, porque Dionisio quiere destacar ciertos aspectos formales que, lógicamente, el traductor nunca se propuso reflejar.
8. Variantes textuales
Se ha seguido para la presente traducción la edición de G. Aujac, de la que nos apartamos en lo siguientes pasajes: