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CAPÍTULO SEIS

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18:45 horas

Observatorio Naval de los Estados Unidos – Washington, DC


—Agente Stone, soy Richard Monk, Jefe de Gabinete de la Presidenta. Hablamos antes por teléfono.

Luke había salido del helipuerto del Observatorio Naval hacía cinco minutos. Le estrechó la mano a un tipo alto y en forma, tal vez de treinta y tantos años, probablemente de la misma edad de Luke. El hombre llevaba una camisa azul, con las mangas enrolladas en los antebrazos. Su corbata estaba torcida. La parte superior de su cuerpo era científicamente musculosa, como en un anuncio de Men’s Health. Trabajaba duro y jugaba duro, eso es lo que el aspecto de Richard Monk le decía a cualquiera que le viera.

Caminaron por el pasillo de mármol de la Nueva Casa Blanca, hacia unas amplias puertas dobles al final. —Hemos convertido nuestra antigua sala de conferencias en un gabinete de crisis —dijo Monk. —Es un trabajo en progreso, pero vamos a completarlo.

–Tienes suerte de estar vivo, ¿verdad? —dijo Luke

La máscara de confianza en la cara del hombre vaciló, solo por un segundo. El asintió. —La Vicepresidenta… Bueno, ella era la Vicepresidenta en ese momento. La Presidenta, yo y un grupo de empleados estábamos de gira por la Costa Oeste cuando el Presidente Hayes la convocó para que regresara al este. Fue muy repentino y yo me quedé en Seattle con algunas personas, para atar algunos cabos sueltos. Cuando sucedió lo de Mount Weather…

Sacudió la cabeza. —Es demasiado horrible. Pero sí, ese podría haber sido yo también.

Luke asintió con la cabeza. Los trabajadores seguían sacando cuerpos de Mount Weather días después del desastre. Trescientos hasta ahora y subiendo. Entre ellos estaban el ex Secretario de Estado, el ex Secretario de Educación, el ex Secretario del Interior, el jefe de la NASA y decenas de Representantes y Senadores de los Estados Unidos.

Los bomberos no consiguieron apagar el foco principal del incendio subterráneo hasta ayer.

–¿Cuál es la crisis por la que Susan me ha hecho venir? —dijo Luke

Monk hizo un gesto hacia el final del pasillo. —Uh, la Presidenta Hopkins está en la sala de conferencias junto con algunos empleados clave. Creo que voy a dejar que te cuenten ellos lo que sucede.

Atravesaron las puertas dobles y entraron en la habitación. Más de una docena de personas estaban sentadas alrededor de una gran mesa ovalada. Susan Hopkins, Presidenta de los Estados Unidos, estaba sentada en el lado de la habitación más alejado de la puerta. Era pequeña, casi modesta, rodeada de hombres grandes. Dos agentes del Servicio Secreto estaban de pie a ambos lados de ella. Tres más se repartían en varios rincones de la habitación.

Un hombre de aspecto nervioso estaba de pie a la cabecera de la mesa. Era alto, calvo, un poco panzudo, con gafas y un traje que no le quedaba bien. Luke lo evaluó en dos segundos. Este no era su lugar habitual y creía estar en serios problemas. Parecía un hombre que estaba siendo asado por todos lados.

Susan se puso de pie. —Todos, antes de comenzar, quiero presentarles al Agente Luke Stone, anteriormente miembro del Equipo de Respuesta Especial del FBI. Me salvó la vida hace unos días y fue fundamental para salvar la República, tal como la conocemos. No es una exageración, no creo haber conocido a un agente tan hábil, experto y valiente ante la adversidad. Es un logro para nuestra nación, nuestras Fuerzas Armadas y nuestra comunidad de inteligencia que escojamos y entrenemos a hombres y mujeres como el Agente Stone.

Ahora todos se pusieron de pie y aplaudieron. Para los oídos de Luke, los aplausos sonaron rígidos y formales. Estas personas tenían que aplaudir, la Presidenta quería que lo hicieran. Levantó una mano, tratando de detenerlos; la situación era absurda.

–Hola —dijo cuando terminaron los aplausos. —Lo siento, llego tarde.

Luke se sentó en una silla vacía. El hombre de pie enfrente lo miraba directamente. Ahora Luke no podía decir qué había en los ojos del hombre. ¿Esperanza? Tal vez. Parecía un delantero desesperado, a punto de lanzar un pase largo en dirección a Luke.

–Luke —dijo Susan. —Este es el Dr. Wesley Drinan, Director del Laboratorio Nacional de Galveston, en la Rama Médica de la Universidad de Texas. Nos está informando sobre una posible violación de seguridad en su laboratorio de Bioseguridad de Nivel 4.

–Ah —dijo Luke. —De acuerdo.

–Agente Stone, ¿está familiarizado con los laboratorios de Bioseguridad de Nivel 4?

–Por favor, llámame Luke. Estoy familiarizado con el término. Sin embargo, tal vez puedas darme algunas indicaciones rápidas.

Drinan asintió con la cabeza. —Por supuesto. Te daré la versión resumida. Los laboratorios de Bioseguridad de Nivel 4 tienen el más alto nivel de seguridad cuando se trata con agentes biológicos. El nivel 4 de bioseguridad es el requerido para trabajar con virus y bacterias peligrosos y exóticos, que presentan un alto riesgo de infecciones de laboratorio, así como aquellos que causan enfermedades, de graves a mortales, en humanos. Estas son enfermedades para las cuales las vacunas u otros tratamientos no están disponibles actualmente. En general, estoy hablando del Ébola, Marburgo y algunos de los virus hemorrágicos emergentes que acabamos de descubrir en las regiones de la selva profunda de África y América del Sur. A veces también manejamos virus de gripe recientemente mutados, hasta que comprendamos sus mecanismos de transmisión, tasas de infección, tasas de mortalidad, etc.

–Está bien —dijo Luke. —Lo entiendo. ¿Y algo fue robado?

–No lo sabemos. Falta algo, pero no sabemos lo que pasó.

Luke no habló. Simplemente asintió con la cabeza al hombre para que siguiera hablando.

–Sufrimos un corte de energía hace dos noches. Eso en sí mismo ya es raro, pero es más raro aún que nuestros generadores de respaldo no se pusieron en marcha de inmediato. La instalación está diseñada para que, en caso de interrupción del suministro, debe haber un cambio inmediato de la alimentación principal a la alimentación de respaldo. Esto no sucedió así, sino que la instalación fue derivada a las reservas de emergencia, que es un estado de baja potencia que solo mantiene en funcionamiento los sistemas esenciales.

–¿Qué tipo de sistemas no esenciales fallaron? —dijo Luke

Drinan se encogió de hombros. —Lo que puedes imaginar: luces, ordenadores, sistemas de cámara…

–¿Cámaras de seguridad?

–Sí.

–¿Dentro de las instalaciones?

–Sí.

–¿Había alguien dentro?

El hombre asintió con la cabeza. —Había dos personas dentro en ese momento. Uno era un guardia de seguridad llamado Thomas Eder. Ha trabajado en las instalaciones durante quince años. Estaba en el puesto de guardia y no dentro de la instalación de contención. Lo hemos entrevistado, al igual que la policía y la Oficina de Investigación de Texas y está cooperando.

–¿Quién más?

–Uh, había una científica dentro de la instalación de contención. Se llama Aabha Rushdie, es de la India. Es una buena persona y una muy buena científica. Estudió en Londres, ha realizado múltiples entrenamientos en Bioseguridad de Nivel 4 y tiene todas las autorizaciones de seguridad requeridas. Lleva tres años con nosotros y he trabajado directamente con ella en muchas ocasiones.

–Está bien… —dijo Luke.

–Cuando se fue la luz, perdió temporalmente el flujo en su manguera de aire. Esta es una situación potencialmente peligrosa. También se quedó en una oscuridad total. Se asustó y parece que Thomas Eder pudo haberle permitido salir de la instalación sin seguir todos los protocolos de seguridad requeridos.

Luke sonrió Esto parecía fácil. —¿Y entonces notaron que algo faltaba?

Drinan vaciló. —Al día siguiente, un inventario reveló que un vial de un virus Ébola muy específico había desaparecido.

–¿Alguien ha hablado con la señorita Rushdie?

Drinan sacudió la cabeza. —Ella también ha desaparecido. Ayer, un ranchero encontró su automóvil en una propiedad aislada en la región montañosa, a cincuenta kilómetros al oeste de Austin. La policía estatal sugiere que los coches abandonados de esa manera son a menudo una señal de engaño. Ella no está en su apartamento. Hemos tratado de contactar con su familia en Londres, sin suerte.

–¿Tendría alguna razón para robar el virus Ébola?

–No, es imposible de creer. He luchado con esto durante dos días. La Aabha que conozco no es alguien que… ni siquiera puedo decirlo. Ella simplemente no es así. No entiendo lo que está pasando, me temo que podría haber sido secuestrada o haber caído en manos de delincuentes. Estoy sin palabras.

–Ni siquiera hemos llegado a la peor parte —dijo Susan Hopkins abruptamente. —Dr. Drinan, ¿puede explicarle al agente Stone sobre el virus en sí, por favor?

El buen doctor asintió. Miró a Stone.

–El Ébola está armado. Es similar al Ébola que se encuentra en la naturaleza, como el que mató a diez mil personas durante el brote de África occidental, solo que peor. Es más virulento, de acción más rápida, se puede transmitir más fácilmente y tiene una mayor tasa de mortalidad. Es una sustancia muy peligrosa. Necesitamos recuperarlo, destruirlo o determinar a nuestra satisfacción que ya estaba destruido.

Luke se volvió hacia Susan.

–Queremos que vayas allá abajo —dijo ella. —Mira lo que puedes averiguar.

Esas eran exactamente las palabras que Luke no quería escuchar. Por teléfono, ella lo había invitado a una reunión, pero lo había traído aquí para encomendarle una misión.

–Me pregunto —dijo—, si podemos hablar de esto en privado.

*

—¿Podemos traerte algo? —dijo Richard Monk— ¿Café?

–Claro, tomaré una taza de café —dijo Luke.

No le importaría tomar un café en este momento, pero sobre todo aceptó la oferta porque pensó que eso haría que Monk saliera de la habitación. Incorrecto, Monk simplemente levantó el teléfono y pidió algo de la cocina de abajo.

Luke, Monk y Susan estaban en una sala de estar en el piso de arriba, cerca de la vivienda familiar. Luke sabía que la familia de Susan no vivía aquí. Cuando era Vicepresidenta, él no le había prestado mucha atención, pero de alguna manera percibía que ella y su esposo estaban separados.

Luke se recostó en un cómodo sillón. —Susan, antes de comenzar, quiero decirte algo. He decidido retirarme, con efecto inmediato. Te lo digo antes de decírselo a nadie más, para que puedas encontrar a otra persona para dirigir el Equipo de Respuesta Especial.

Susan no habló.

–Stone —dijo Monk—, es mejor que lo sepas ahora. El Equipo de Respuesta Especial está en la guillotina, está acabado. Don Morris estuvo involucrado en el golpe, desde el principio. Es al menos parcialmente responsable de una de las peores atrocidades que jamás haya tenido lugar en suelo estadounidense. Y él creó el Equipo de Respuesta Especial. Estoy seguro de que puedes entender que la seguridad, y especialmente la seguridad de la Presidenta, es lo más importante en nuestro radar en este momento. No es solo el Equipo de Respuesta Especial. Estamos investigando sub-agencias sospechosas dentro de la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad y el Pentágono, entre otros. Necesitamos erradicar a los conspiradores, para que nada parecido vuelva a suceder.

–Entiendo tu preocupación —dijo Luke.

Y lo hacía. El gobierno era frágil en este momento, tal vez tan frágil como nunca antes lo había sido. El Congreso fue eliminado en su mayor parte y una supermodelo retirada se había elevado a la Presidencia. Se había demostrado que los Estados Unidos tenía los pies de barro y si todavía había golpistas, no había razón para que no pudieran hacer otro intento de golpe de estado.

–Si vas a eliminar el Equipo de Respuesta Especial de todos modos, este es el momento perfecto para que me vaya. —Cuanto más decía cosas como esta, más real se volvía para él.

Era hora de reunir a su familia. Era hora de recrear ese lugar idílico en su mente donde él, Becca y Gunner podrían estar solos, lejos de estas preocupaciones, donde, aunque sucediera lo peor, no importaría tanto.

Demonios, tal vez debería irse a casa y preguntarle a Becca si quería mudarse a Costa Rica. Gunner podría crecer bilingüe. Podrían vivir en la playa en alguna parte. Becca podría tener un jardín exótico. Luke podría ir a surfear un par de veces a la semana. La costa oeste de Costa Rica tenía algunas de las mejores olas de las Américas.

Susan habló por primera vez. —Es un momento horrible para que te vayas. El momento no podría ser peor. Tu país te necesita.

Él la miro. —¿Sabes qué, Susan? Eso no es realmente cierto. Piensas eso porque soy el tipo que viste en acción, pero hay un millón de tipos como yo. Hay muchachos más capaces que yo, más experimentados, más sensatos. Parece que no lo sepas, pero algunas personas piensan que soy un bala perdida.

–Luke, no puedes dejarme aquí —dijo. —Estamos al borde del desastre. Me he quedado atrapada en un papel para el que no estaba… no esperaba esto. No sé en quién confiar. No sé quién es bueno y quién es malo. Estoy medio esperando doblar una esquina y recibir una bala en la cabeza. Necesito a mi gente a mi alrededor. Gente en la que pueda poner toda mi fe.

–¿Soy uno de tu gente?

Ella lo miró directamente a los ojos. —Me salvaste la vida.

Richard Monk interrumpió la conversación. —Stone, lo que no sabes es que el Ébola es replicable. Eso no se mencionó en la reunión. Wesley Drinan nos dijo en confianza que es posible que personas con el equipo y los conocimientos adecuados puedan fabricar más. Lo último que necesitamos es un grupo desconocido de personas corriendo con el virus del Ébola armado, tratando de almacenarlo.

Luke volvió a mirar a Susan.

–Coge este trabajo —dijo Susan. —Averigua qué pasó con la mujer desaparecida. Encuentra el Ébola que falta. Cuando regreses, si realmente quieres jubilarte, nunca te pediré que hagas nada más. Empezamos algo juntos hace unas noches. Haz esto por mí y estaré lista para decir que el trabajo ha terminado.

Sus ojos nunca se apartaron de los de él. Ella era una política típica en muchos sentidos. Cuando te buscaba, te encontraba. Era difícil decirle que no.

Él suspiró. —Me puedo ir por la mañana.

Susan sacudió la cabeza. —Ya tenemos un avión esperándote.

Los ojos de Luke se abrieron, sorprendidos. Respiró hondo.

–Está bien —dijo finalmente. —Pero primero necesito reunir a algunas personas del Equipo de Respuesta Especial. Estoy pensando en Ed Newsam, Mark Swann y Trudy Wellington. Newsam está de baja por lesión en este momento, pero estoy bastante seguro de que volverá si se lo pido.

Una mirada pasó entre Susan y Monk.

–Ya nos hemos puesto en contacto con Newsam y Swann —dijo Monk. —Ambos están de acuerdo y van camino al aeropuerto. Me temo que Trudy Wellington no será posible.

Luke frunció el ceño. —¿Ella no quiere?

Monk se quedó mirando una libreta amarilla en sus manos. Se hizo una nota rápida para sí mismo. No se molestó en mirar hacia arriba. —No lo sabemos porque no hemos contactado con ella. Desafortunadamente, usar a Wellington está fuera de discusión.

Luke se volvió hacia Susan.

–¿Susan?

Ahora Monk sí levantó la vista. Echó un vistazo a Luke y Susan. Habló de nuevo antes de que Susan dijera una palabra.

–Wellington está contaminada. Ella era la amante de Don Morris, simplemente no hay forma de que ella pueda formar parte de esto. Ni siquiera va a ser empleada del FBI dentro de un mes y para entonces podría estar acusada de traición.

–Ella me dijo que no sabía nada —dijo Luke.

–¿Y tú la crees?

Luke ni siquiera se molestó en responder esa pregunta. No sabía la respuesta. —La quiero en el equipo —dijo simplemente.

–¿O?

–Dejé a mi hijo mirando un pez rayado en la parrilla esta noche, una lubina que pescamos juntos. Podría comenzar mi retiro ahora mismo. Disfruté un poco como profesor universitario. Tengo muchas ganas de volver a ello. Y tengo muchas ganas de ver crecer a mi hijo.

Luke miró a Monk y Susan. Le devolvieron la mirada.

–¿Entonces? —dijo— ¿Qué pensáis?

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