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Supuestos

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Se explicitan a continuación los principales supuestos que se utilizan para las respuestas a las preguntas del punto anterior y a lo largo de los siguientes desarrollos:

En la primera etapa se considera que los problemas de medición del capital no son tales, o que no perturban los desarrollos efectuados.

También en una primera etapa, se supone que las empresas están en equilibrio y las expectativas de los empresarios respecto a sus ganancias esperadas se cumplen.

Este supuesto es menos fuerte que los que se efectúan respecto de la coincidencia entre los valores esperados y verificados, por ejemplo, de la tasa de inflación.

Esto es así porque la coincidencia entre la producción y ventas, por ejemplo, se consigue por el mecanismo de prueba y error; el de igualación entre las ganancias esperadas y realizadas es también de factible cumplimiento porque los empresarios pueden controlar una buena parte de las expectativas que los gobiernan, no así en el caso de la inflación.

Se considera el análisis dentro del período —o sea, el año, como generalmente se propone en macroeconomía.

Esto es, no se propone un análisis intertemporal, sino centrado en el período de tiempo en el que los agentes efectúan sus previsiones y decisiones.

La producción, tanto de bys como de bienes de capital, se lleva a cabo mediante una función de producción Q = AF (N,K) (Antonelli, 2007b) que emplea solamente trabajo (N) y capital (K) mediante una determinada tecnología A y que opera bajo condiciones de rendimientos decrecientes a la escala; vale decir, los costos marginales son crecientes aunque ocasionalmente se considerará una función de producción homogénea-lineal (HL), proponiéndose en una primera instancia que no hay cambios en la tecnología, dada por A, que se normaliza a 1.

La homogeneidad lineal significa que la función tiene rendimientos constantes a la escala, lo que a su vez implica que el nivel de precios es constante (véase Antonelli, 2013, libro III, y Chiang y Wainwright, 2006).

La función de producción Q = AF (N,K) tiene derivadas primeras parciales positivas y segundas negativas.

Existe una tecnología conocida, A, que representa también la productividad de todos los factores.

El componente A —cuando la función de producción es multiplicativa— es asimismo el factor que permite trasladar las unidades en que se expresan los recursos productivos —trabajo y capital— desde sus propias y respectivas unidades a aquellas en las que se expresa el producto.

Se analizará en primer lugar el caso más común de los libros de texto de Macroeconomía, en los cuales se propone la producción Q conformada por la de bienes de consumo, C, y de capital, I, siendo ambos parte de Q que representa el universo de nuevos bienes producidos por la economía, estando expresado Q en términos reales o físicos, pudiéndoselo también proponer en términos monetarios, multiplicando el producto por P que se define, por ahora, simplemente como el precio de Q.

Consecuente con el supuesto anterior, P es también el precio de C e I.

La economía produce los bienes de capital que son, como se decía, parte del producto Q; cuando estos bienes de capital se han completado, se transforman en capital.

K, se deprecia a una tasa d, exógena, que depende del ritmo de desgaste físico y de obsolescencia, y el capital, como se indicó, tiene un precio PK, que en una primera instancia se considerará dado (más adelante, cuando se analice el modelo de dos sectores, se propondrá que el precio del capital, que se tomará como igual al precio de los nuevos bienes de capital, se obtiene en el mercado respectivo; véase Antonelli, 2013).

Cuando se distinga entre la producción de bys y la de bienes de capital, se incluirá un subíndice para denotar de qué tipo de producción y correspondientes precios se trata.

Cuando se explicite el precio del capital, este es el mismo, se trate de nuevos o existentes bienes de capital.

Las empresas son propietarias del capital, esto es, no alquilan capital (para una visión alternativa, véase Mankiw, 2006).

Corolario de lo anterior, las empresas pueden emplear su capital más o menos intensamente, según la demanda.

Per contra, el capital no se puede despedir o las empresas deshacerse de él de alguna otra manera, ni siquiera vendiéndolo, cuando se opera a escala macroeconómica; esto es así porque si bien a nivel microeconómico sí pueden hacerlo, en el análisis macroeconómico, en tanto todas las empresas venden su capital, su precio caería a cero y entonces estas preferirán conservarlo.

Consecuentemente, las empresas deben pagar la tasa d aunque no utilicen el capital, ya que no pueden impedir que este se desgaste, aunque pueden —y de hecho lo hacen en la etapa contractiva del ciclo— evitar reponerlo.

El trabajo, per contra, no es producido por la economía como lo son los bys y los bienes de capital o inversión, y las empresas pagan por él conforme lo necesitan; y es en parte en este sentido que en los textos de Macroeconomía suele utilizarse el concepto de fijo para el capital y variable para el trabajo.

El precio del trabajo, w*, proviene de los procesos de maximización de la utilidad de los aspirantes a trabajadores (véase Antonelli, 2013, libro III), así como de las convenciones colectivas de trabajo.

Las empresas pueden disponer, circunstancialmente, de cierto poder monopólico, el cual, no obstante, se diluye en la medida en que otras copian los métodos de aquellas que son ocasionalmente monopólicas.

Las proposiciones relativas a los cambios, tanto paramétricos como a través del tiempo, se consideran como un ejercicio equivalente a un menú, en el sentido de que una posición comparada con otra no supone que la primera ha sido cumplida sino solamente contemplada.

En línea con lo anterior, los cambios no transcurren en el tiempo histórico sino lógico (Robinson-Eatwell, 1979).

La economía es cerrada y el sector Gobierno no está presente.

El sector monetario está en equilibrio, con un banco central que controla la oferta y donde el precio del dinero es la tasa de interés.

Teoría del capital y la distribución

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