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Introducción

La mayoría de la gente ni siquiera sospecha que Estados Unidos ocupa el quinto lugar entre los países hispanoparlantes del mundo. Solamente México, España, Argentina y Colombia tienen un número superior de hispanohablantes. Según el informe rendido en marzo de 2000 por el Buró del Censo de Estados Unidos, el número de hispanos residentes en la Unión Americana había alcanzado para ese año la cifra de 32.8 millones, o sea que constituían el 12,0 % de la población total1. Sin embargo, muchos observadores hacen notar que esta cifra no incluye el gran número de trabajadores indocumentados ni a sus familias. La mayoría de estos hispanos son católicos. Su presencia, tanto hoy como a lo largo de la historia, ha llamado la atención tanto de la Iglesia de Estados Unidos como del resto del país. Los obispos de esta nación, en su carta pastoral titulada La presencia hispana: reto y compromiso, que publicaron en 1983, notaban:

No hay cultura europea más antigua en nuestro país que la hispana. Los españoles y sus descendientes ya estaban en el sudeste y sudoeste a fines del siglo XVI. En otras regiones de nuestro país la afluencia constante de inmigrantes hispanos ha hecho que estos fueran más visibles en tiempos más recientes. Mirando al futuro, se ve claramente que la población hispana

cobrará mucha más importancia, tanto en la sociedad en general como en la Iglesia en Estados Unidos2.

A pesar de que esta presencia se remonta a un tiempo anterior a la fundación de Estados Unidos, solo recientemente, en los últimos 30 años aproximadamente, estas voces hispanas han empezado a oírse dentro de la teología académica. Estos pioneros, que han comenzado a escribir teología desde una perspectiva hispana, están abriendo el camino para las generaciones futuras.

El propósito de nuestro estudio

Este trabajo es un estudio descriptivo y analítico sobre los escritos de algunos teólogos hispanos, considerados dentro de la tendencia general en la Iglesia hacia teologías más contextuales. Un tema principal en el presente trabajo es que estos autores provienen de la realidad actual de los hispanos residentes en Estados Unidos y dirigen su interés hacia la misma. Dada la contextualización de su teología, representan una corriente distintiva en el interior de una Iglesia pluralista.

¿Latino? ¿Hispano? ¿Qué hay detrás de un nombre?

Se ha gastado mucha tinta sobre la palabra más apta para referirse a esta comunidad, o, dicho más correctamente, a las varias comunidades, que por lo menos en una parte, remontan sus raíces culturales a la península ibérica. El Buró del Censo de Estados Unidos, al dejar que las personas determinen si son “hispanas” o no, emplea este término para juntar indiscriminadamente a una amplia categoría de personas sin respetar sus grandes diferencias. Por ejemplo, a menudo la gente habla de una persona que acaba de llegar de un país de América Latina, o de España, de la misma manera que habla de una persona de apellido español, nacida en Estados Unidos y cuyos antepasados vivían hace siglos en lo que hoy es territorio de Estados Unidos, pero que en aquel tiempo formaba parte de España o de México. Por otro lado, los hispanos suelen referirse a sí mismos en términos de sus raíces nacionales, definiéndose, por ejemplo, como “cubanos” o “mexicanos”. Otra auto designación común es la del “americano con guion”, por ejemplo, “cubano-americano” o “méxico-americano”.

Dejando a un lado la ambigüedad del término “hispano”, otro problema con este término es el hecho de que algunos miembros de este supuesto grupo no aceptan esta designación. Algunos la ven solo como otra etiqueta que el grupo dominante ha dado a un grupo dominado3. Por esta razón, algunos prefieren emplear el término “latino”, que por lo menos políticamente comienza a ser más aceptable. Otra razón según otros es que lo latino se refiere a América Latina, una mezcla de razas, y parece por lo tanto más inclusivo de gente cuyos orígenes son amerindios, portugueses o africanos4. Allan Figueroa Deck, quien lleva más de tres décadas escribiendo acerca de los hispanos, dice sobre la distinción entre los términos “hispano” y “latino”:

No hay consenso entre las personas de origen latinoamericano que viven en Estados Unidos acerca del “término global” más apropiado. La Iglesia y las agencias gubernamentales tienden a emplear el término “hispano”. En las universidades norteamericanas del oeste, los profesionales y los líderes políticos prefieren el término “latino”. La simple verdad es que ningún término es adecuado5.

Deck usa los términos de manera intercambiable. Fernando Segovia, refiriéndose a un nuevo grupo de teólogos hispanos de Estados Unidos, los describe como “aquellas personas de descendencia hispana, asociadas de una u otra manera con las Américas, que ahora viven, por cualquier razón, permanentemente en los Estados Unidos”6. Lo más importante que se debe recordar en este momento es la gran diversidad religiosa, étnica y socioeconómica que caracteriza a estos pueblos. Los hispanos incluyen a católicos y no-católicos, a los recién llegados y a los que se han asimilado bien al patrón cultural norteamericano. Las generalizaciones a veces pueden ayudar, pero también pueden engañar. Mi opción personal, sintiendo la necesidad de ir más allá de las preferencias de cada uno sobre cómo designarnos, es emplear los términos “latino” e “hispano” indiferentemente7.

Metodología

Mi manera de proceder consiste en establecer un diálogo entre la teología y las ciencias sociales, usando las disciplinas de la historia, la antropología, la economía y la sociología. De esta manera, ambos contextos, el de los hispanos en Estados Unidos y el de algunas tendencias teológicas en la Iglesia universal, adquieren funciones formativas e integradoras. A pesar de sus propios prejuicios de percepción, la historia proporciona un contexto para la comprensión del pasado. La sociología y la antropología suministran una comprensión contextual del presente. La ventaja de la historia es la retrospección, que proporciona un tipo de análisis social.

El primer paso consistirá en ubicar la comunidad hispana en el ambiente cultural y eclesial de Estados Unidos: esta es la finalidad del primer capítulo, el más histórico y sociológico del libro. Su propósito es presentar los antecedentes generales que faciliten la consideración de los escritos de los teólogos hispanos emergentes en este país. El segundo capítulo proporciona una ojeada “a vista de pájaro” de la teología latina de Estados Unidos, destacando puntos salientes de lo que se ha escrito en los últimos 30 años por un grupo de catorce autores. Todos son teólogos profesionales, y los escogí con base en la cantidad de material que han publicado, relacionado con esta área. Una presuposición importante es que los hispanos ahora pueden ser descritos generalmente como protestantes y como católicos. El número creciente de latinos protestantes exige la incorporación del trabajo de varios teólogos protestantes en este capítulo. Los principales temas que sobresalen del trabajo de estos teólogos van mencionándose junto con algo de los antecedentes de cada uno. Finalmente, se subrayan ciertas tendencias generales del trabajo de cada uno.

Para proporcionar algún tipo de perspectiva más amplia, el capítulo tercero se sale del resumen breve de los escritos de estos teólogos latinos hacia una descripción de la tendencia general hacia la contextualización presente en la Iglesia actual. Surtiéndose del pensamiento de los misionólogos actuales y de los teólogos sistemáticos, este capítulo proporciona una estructura analítica, presentando algunos modelos actuales de reflexión teológica, que podrían ser aptos para un análisis de la teología hispana.

El cuarto capítulo combina los temas del segundo y el tercero, tomando las categorías examinadas en la presentación de los modelos y aplicándolas a ocho teólogos hispanos. De esta manera, especialmente mediante el uso de un marco común de referencia, es decir, los modelos formulados por Stephen Bevans, la contribución a la teología contextual y lo distintivo de cada autor se pueden evaluar más fácilmente. Finalmente, el quinto capítulo resume los resultados de estas comparaciones y aporta algunas observaciones globales con miras al futuro.

El presente estudio no está exento de limitaciones. Estudiar a catorce teólogos latinos en el transcurso de treinta años parece asumir una tarea gigantesca. Igualmente, la especialización típica de la teología actual parece recomendar un enfoque mucho más específico. Sin embargo, gran parte de estos escritos ha aparecido en años recientes, y como sugiere el título de nuestro trabajo, este libro sirve para introducir al lector en esta abundante cosecha.

Otra limitación que habría que reconocer, es que solamente se presenta a teólogos “profesionales”. Si, de hecho, la teología a menudo nace a nivel de las raíces del pueblo de Dios, entonces buena parte de la misma todavía no ha llegado al plano de las obras publicadas que caracterizan “la academia”. Por ejemplo, hay un considerable volumen de material sobre catequesis o, más recientemente, sobre cómo adaptar los varios aspectos de la vida parroquial al creciente número de feligreses hispanos. Dentro de este género están las incorporaciones de las costumbres latinas, como las de la religiosidad popular, a la vida litúrgica parroquial. Varios grupos religiosos también han empezado a dirigir sus publicaciones a los miembros de la población hispana, y también a presentarlos. La sociedad misionera americana de Maryknoll, por ejemplo, ahora publica una versión del Maryknoll Magazine en español. ¡Quién sabe cuánta “teología de panfletos” aguardan su sistematización!

Por otro lado, los escritos destacados en este trabajo demuestran a menudo que estos teólogos, lejos de ser intelectuales encerrados en una torre de marfil, están activamente comprometidos en el ministerio pastoral. En su mayoría, son inmigrantes hispanos en Estados Unidos, que por ende se hallan todavía muy cerca, por azar o por opción, a la cultura latinoamericana. De hecho, la mayoría consideran esta herencia viviente y la inserción pastoral como un elemento constitutivo de su teologizar.

El valor de este proyecto es que proporciona una estructura general o una visión desde lo alto de este tipo de teología contextual que actualmente se designa como “teología hispana o latina de Estados Unidos”8. La presente visión panorámica hace posible seguir las huellas de las corrientes generales y de los movimientos que se hallan dentro de esta teología naciente. La discusión sobre las semejanzas y las diferencias halladas en los escritos de varios autores proporciona una descripción más precisa de lo que esta teología está diciendo y qué forma está tomando. Lo siguiente es una descripción detallada acerca de los orígenes y hacia dónde parece estar encaminado este movimiento teológico, cuyo papel, finalmente, dentro de una descripción más amplia del ámbito teológico, revela contribuciones que van mucho más allá de lo que alguien ha denominado como “teología de defensa y promoción” (advocacy theology).

Notas:

1 U.S. Department of Commerce, US Census Bureau, The Hispanic Population in the United States: Population Characteristics, March 2000 [Vea www.census.gov. y www.usorg.com/USHisp/ushispdata.html para consultar datos detallados según los estados, edad, educación, etc.]. Estas cifras no incluyen a Puerto Rico. Nótese que este informe usa los términos “latino” e “hispano” de manera intercambiable.

2 National Conference of Catholic Bishops, La presencia hispana: Esperanza y compromiso. Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1984, sección 1, núm. 6.

3 Durante una charla en la conferencia organizada por los jesuitas sobre la presencia hispana en el sur, celebrada en Mobile (Alabama) en junio de 1992, Rosendo Urrabazo, entonces presidente del Mexican American Cultural Center de San Antonio (Texas), hizo un interesante comentario sobre el uso de categorías del grupo minoritario racial y étnico de parte del Buró del Censo de Estados Unidos. Su tesis era que, juntando todas las comunidades hispanas bajo un solo título, como se ha hecho con los grupos negros o asiáticos, el gobierno, al dar ayuda a un segmento particular de esta extensa categoría, aparenta que la ayuda ha sido concedida a todos los miembros de este grupo tan disparejo.

4 María Pilar Aquino, al tratar de las mujeres hispanas, prefiere el término “latina”, que le parece ser más inclusivo, especialmente al referirse a las mujeres negras e indígenas del continente latinoamericano y del Caribe. Cf. “The Challenge of Hispanic Women”, Missiology 20, núm. 2 (abril 1992), pp. 261-268.

5 Deck, Frontiers of Hispanic Theology in the United States. Maryknoll, N.Y.: Orbis, 1992, p. XXV, núm. 1.

6 Segovia, “A New Manifest Destiny: The Emerging Theological Voice of Hispanic Americans”. Religious Studies Review 17, núm. 2 (abril 1991), p. 102.

7 Nota de los traductores: Porque la naturaleza del español es un tanto diferente a la del inglés, cuando el autor habla en términos generales, los traductores y la editora han mantenido el lenguaje tradicional de incluir al hombre y a la mujer en el masculino plural. Cuando se quiere denotar específicamente la mujer o el hombre por separado, se indica como corresponde.

8 Como voy a demostrar posteriormente en este libro, algunos de estos teólogos hispanos no estuvieron de acuerdo en que designara su trabajo como “teología contextualizada”, mostrando con esto que prefieren su propia terminología para designar su trabajo.

La cosecha

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