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Prólogo

(2000)

Al comienzo del siglo XXI podemos echar una mirada sobre la abundante cosecha de luchas sembradas a lo largo del tiempo por cristianas y cristianos de la base, cuyas creencias religiosas sostienen sus afanes cotidianos por sobrevivir y por lograr que florezca la justicia. Estas personas son admirablemente capaces de explicar sus propias creencias y prácticas religiosas, y nosotros, teólogas y teólogos académicos comprometidos, hemos encontrado en sus explicaciones una fuente muy rica para nuestro trabajo teológico y una bendición para nuestras vidas. Los teólogos y las teólogas, al igual que la teología hispana/latina, damos fe de la validez de este proceso.

Al empezar este siglo también puede escucharse el clamor de los grupos marginados y oprimidos que afirman con insistencia: “Esta vez, no nos borrarán de la historia”. Los movimientos populares de la década de 1960 hicieron visible la violencia y la opresión ejercida tanto por los gobiernos como por las estructuras económicas y las organizaciones e instituciones sociales. Los latinos y las latinas, todos marginados social y políticamente, y la mayoría también oprimidos económicamente, hemos heredado este legado de lucha; y nuestro grito, cuando insistimos en la validez y el valor de cómo vemos la realidad, es un eco del de nuestros antepasados. La teología hispana/latina expresa claramente nuestra relación con lo divino, a la vez que insiste en nuestra manera particular de hacer teología.

Nuestro quehacer teológico se ha comprometido con dar voz al entendimiento y a las prácticas religiosas de nuestro pueblo, prácticas que están al servicio de las luchas de liberación.

Los(as) teólogos(as) hispanos/latinos continuamos insistiendo en que durante las últimas dos décadas hemos logrado establecer en forma indisputable nuestro quehacer teológico, un logro que Eduardo Fernández examina magistralmente en este libro. Sin embargo, los llamados “teólogos establecidos” y los que gobiernan las Iglesias parecen no prestarnos la debida atención. A menudo sentimos que nuestro esfuerzo cae en el vacío, y no es hasta que vemos la importancia de nuestro trabajo para nuestro propio pueblo que nos regocijamos en su valor. Podría pensarse que los logros de la teología hispana/latina en el mundo académico y en el eclesial son limitados; sin embargo, estamos convencidos de que nuestro quehacer teológico ha contribuido a la creación de un eje de resistencia y solidaridad, a la construcción de una visión liberadora.

Fernández deja claro que el quehacer teológico hispano/latino no es monolítico, sino que es un trabajo enriquecido con diferentes perspectivas, todas ellas enraizadas en las luchas de nuestro pueblo. Señala, además, aunque socave su propio trabajo en este libro, que los teólogos y teólogas hispanos/latinos nos resistimos a todo intento de clasificar nuestro quehacer teológico siguiendo los lineamientos de cualquier tipología reconocida. Al dialogar con el autor acerca de sus planteamientos, hemos insistido en que la hibridez de nuestros trabajos no permite que se les ciña a modelos teológicos establecidos, y le agradecemos profundamente que haya respetado cómo entendemos y proyectamos nuestra teología. La teología hispana/latina es tan mestiza/mulata, tan híbrida, como nuestra cultura, como nuestro idioma, como nuestra cotidianidad.

La cosecha de Eduardo Fernández es valiosísima precisamente por poner de manifiesto los muchos hilos teológicos que las(os) teólogas(os) hispanas/latinas hemos heredado y usamos en nuestro trabajo. Su cuidadoso análisis destaca cómo la teología hispana/latina está firmemente atrincherada en nuestra cultura mestiza/mulata, la cual nos enseña a no insistir en que somos totalmente distintos (“¡únicos!”), sino a insistir en todo momento en nuestra propia especificidad. ¡Pero esta especificidad es también característica de todas las demás teologías: las tradicionales, las contemporáneas, las oficiales y las teologías de la liberación! Este estudio también es valioso por el enfoque comparativo que nos ofrece a los(as) teólogos(as) hispanos/latinos respecto a la aportación de cada cual y que sin duda debemos tomar en consideración.

Las últimas páginas del libro, en las que Fernández mira hacia el futuro, tienen gran importancia. La lista de lo que debe hacer la teología hispana/latina en un futuro inmediato es significativa. Considero que Eduardo Fernández y otros teólogos(as) hispanos/latinos “más jóvenes” que los teólogos(as) examinados en este libro, deben de tomar la iniciativa en estas tareas. Es igualmente urgente escuchar la llamada que hace Fernández de la necesidad que hay de incluir a la juventud y sus culturas en nuestro quehacer teológico.

Dos áreas más de la “lista de deseos” que presenta Fernández me parecen relevantes. Una de ellas tiene que ver con la crítica que hace de que la teología hispana/latina carece de profundidad teórica. Mi perspectiva acerca de este tema es diferente. Creo que la teología hispana/latina ha estado a la vanguardia del trabajo que se ha venido haciendo para reformular en qué consiste lo teórico en la teología. Hemos insistido en que el trabajo teórico no es una prerrogativa exclusiva de los académicos y que las personas de la base también desarrollan una labor intelectual. Hemos insistido, por otra parte, en lo necesario que es usar “lo cotidiano” y “la experiencia” como lentes hermenéuticos para poder analizar diferentes aspectos de la vida de nuestro pueblo. Creemos que estas categorías —cotidianidad y experiencia de vida— son herramientas de tanto o más valor que el conocimiento especulativo, para lograr el propósito de la labor teórica. La insistencia de la teología hispana/latina en la importancia de la cotidianidad y la experiencia de vida de nuestras comunidades, no es indicio de una falta de base teórica profunda, por el contrario, es una contribución al replanteamiento del significado de lo teórico. Esta insistencia es elemento central de una epistemología responsable: conocemos la realidad si nos responsabilizamos de ella, y si luchamos por crear sociedades de las que nadie sea excluido.

Por último, Fernández señala la necesidad de prestar atención a las mujeres hispanas. Algunas de nosotras siempre hemos hecho teología desde la perspectiva de las latinas. Sin embargo, solo unos cuantos de nuestros colegas hombres han tomado nuestro trabajo en serio. Pocos entienden que ellos hacen su trabajo desde una perspectiva masculina; y al no prestarle atención a las hispanas, cuando hablan de los hispanos/latinos, en realidad tienen como punto de referencia solo a los hombres hispanos/latinos. Las latinas somos más del 50 % de la población hispana de Estados Unidos de América, y con frecuencia formamos más del 75 % de las personas que asisten a las iglesias. Las hispanas, por ser quienes transmitimos y mantenemos las creencias y prácticas religiosas en nuestras comunidades, jugamos un papel clave en lo central de la religión en nuestra cultura. La teología mujerista, y otros trabajos teológicos realizados por latinas, no son un trabajo secundario sino una parte intrínseca de la teología hispana/latina. Estamos de acuerdo con Eduardo Fernández en que el machismo en la cultura hispana/latina debe ser confrontado directamente en nuestro trabajo teológico, y creemos que hasta que nuestros colegas varones no lo hagan, no podrán entender la importancia del trabajo teológico realizado desde la perspectiva de la mujer hispana.

Agradezco a Eduardo Fernández su trabajo. Le agradezco que haya dialogado con las autoras y los autores cuyo pensamiento analiza en su libro. También le doy las gracias por señalar las áreas en las que nuestro trabajo es deficiente y aquellas que requieren atención en el futuro. Creo que teólogos y teólogas, al igual que los estudiantes y creyentes cristianos en general, se beneficiarán grandemente al leer este libro si aprenden de Fernández que la crítica, cuando es constructiva, no destruye, sino que enriquece.

Ada María Isasi-Díaz

1943-2012

La cosecha

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