Читать книгу El fuego de la montaña - Eduardo de la Hera Buedo - Страница 23
Capítulo 2
Charles de Foucauld,
el explorador de los desiertos
(Estrasburgo, Francia, 1858-Tamanrasset, Argelia, 1916) Actualidad
Оглавление¿Qué puede decir al mundo de hoy la figura señera del P. Charles de Foucauld? ¿Qué puede decir, en la actualidad, a los jóvenes inquietos, insatisfechos, buscadores –como él– de toda verdad, se encuentre esta donde se encuentre? ¿Puede decir algo a los más metidos en la vorágine de los placeres, del triunfo o del poder?
Ahí siguen sus hijos, los Pequeños Hermanos de Jesús y las Fraternidades de Foucauld, suscitando simpatías, queridos y valorados cada día más por la humildad de su presencia y por la radicalidad de su testimonio. No menos que por su silencio, hecho reflexión y oración.
Ellos siguen convencidos de que el mensaje de su padre y maestro sigue estando de actualidad. Precisamente, porque conecta con el Evangelio más puro y desnudo. El evangelio de Jesucristo –como lo fue para Foucauld y para tantos otros– sigue siendo noticia de insospechada felicidad para jóvenes y gentes de todas las edades.
En el verano de 1998 se celebró en Lyon (Francia) un cursillo de y para la Fraternidad Carlos de Foucauld, que puso en evidencia, una vez más, lo que muchos ya sabíamos: la actualidad y sabiduría de este hombre, apasionado de Dios y radical seguidor, como Francisco de Asís, de las huellas del Cristo desnudo y pobre.
Me interesa, sobre todo, su itinerario espiritual. Así, Itinerario, se subtitula el libro de Jean François Six o el más reciente de Antoine Chatelard, que lleva también como subtítulo la idea de itinerario o camino. Chatelard titula su libro así: el camino de Tamanrasset. Tamanrasset, al sur de Argelia, es el lugar donde en los últimos años de su vida vivió y fue asesinado el P. De Foucauld. Estas dos obras son las que fundamentalmente me han servido de guía en mi trabajo[90].
Importa descubrir los pasos que él fue dando desde la oscuridad más negra y las lágrimas más amargas, hasta la luz más clara y plena; desde la increencia más cerrada y la indiferencia más gris, hasta la entrega más generosa y la donación más encendida. Cristo se le «apareció» igual que a Pablo de Tarso, a Francisco de Asís y a otros muchos conversos en toda su fascinante grandeza. Y se le manifestó así, como lo que Cristo es: Camino, Verdad y Vida. Pero, también Cristo se le reveló, desposado con la virtud de los hombres libres: la pobreza.
Charles lo único que hizo, después de su conversión, fue abrir de par en par las puertas a Cristo y permitirle entrar. ¡Entró y arrasó! ¡Transformó toda su vida! El cambio realizado en Foucauld fue extraordinario: él que había buscado ansiosamente los primeros puestos, las riquezas y el éxito, se situó, a partir de su conversión, entre los más últimos de entre los últimos. Es el puesto «privilegiado» que nadie ha sido capaz de arrebatar a Jesucristo. Así le había dicho e inculcado el sacerdote que más le ayudó en su «camino de perfección»: un profesor de historia, coadjutor de la iglesia Parísina de S. Agustín e ilustre conferenciante, llamado Henri Huvelin.
En la actualidad 10 congregaciones religiosas y 9 asociaciones de vida cristiana se inspiran en la espiritualidad del P. de Foucauld. Pero, más allá y más acá de las familias religiosas que se inspiran en la espiritualidad de Foucauld, más allá del tiempo transcurrido, la estrella de este hombre sigue luciendo con luz propia. No deja indiferente a nadie: ni a creyentes ni a no creyentes, ni a jóvenes ni a mayores. Cualquier hombre o mujer, con talante inquieto y buscador, encontrará un amigo en el P. Charles de Foucauld.
Que Foucauld sigue de actualidad, lo testifican la amplia bibliografía y los congresos en torno a su figura, pero sobre todo el atractivo que todavía ejercen su persona y su obra, muy especialmente entre los jóvenes[91].
Él sigue siendo un profeta en medio del desierto. Su voz es una voz discreta, pero su vida constituye un aldabonazo. Es un golpe fuerte que puede despertar conciencias anestesiadas por el egoísmo, vidas amodorradas que, muy especialmente en esta época nuestra, duermen bajo el peso de una prolongada siesta espiritual.
Su cercanía a los musulmanes pobres de Argelia abrió un nuevo camino hacia Dios, porque trató de ser un «hermano universal», un testigo del amor de Dios a todas las gentes. Bueno es recordar esto, cuando la Iglesia se esfuerza en mantener un diálogo cordial y constructivo con las grandes religiones del mundo.
¿En qué aspectos descuella todavía, después de un siglo, la personalidad de este hombre? ¿Dónde radica su genio? ¿En qué ámbitos de nuestro mundo puede, todavía, resonar su voz, sin que resulte extraña por anticuada?