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Bambang y su familia

Azrabul, Gurlok y Amsil almorzaron con Ifis, tal y como habían acordado con éste, y luego fueron por su cuenta a ver al abogado. No es necesario referir esa entrevista, y baste con decir que volvieron justo a tiempo para ayudar a los hijos de Bambang a desarmar el puesto y subir todo a una especie de carreta techada, que arrastraba un kerbau, curiosa bestia similar a un buey, y que llegó conducida por Guntur, el hermano adoptivo de Cinta, Darma y Kuwat: un joven extraordinariamente robusto, de brazos largos y poderosos, cabello largo y facciones demasiado toscas, pero expresión mansa y dulce, como si en el cuerpo de un bruto se hubiera aprisionado el alma de un poeta, que sufriera penosamente ese cruel encierro.

Orang–orang terhormat ini akan tinggal di rumah, Guntur.–informó Kuwat al recién llegado, que se apeó de la carreta para ayudar a guardar todo y subirlo al vehículo mientras Cinta ocupaba su lugar a las riendas–. Ellos son... Perdón–se disculpó, dirigiéndose a Azrabul, Gurlok y Amsil–, pero creo no pregunté nombres suyos.

—Yo soy Azrabul, mi compañero es Guntur y nuestro chango se llama Amsil... pero Guntur ya nos conoce.

Kuwat se asombró, pero luego pareció recordar algo y asintió con la cabeza. Pues en efecto, Guntur, único hijo adoptivo de Bambang y Cahaya, los había conocido siete meses antes. Les había prestado dinero confiadamente, en un momento de extrema necesidad, sin nunca haberlos tratado antes y pidiéndoles, de paso, un favor; de lo que Kuwat no estaba enterado. Ellos habían devuelto el dinero, pero debían el favor; y ahora venían a saldar secretamente esa deuda.

—Tenemos que pensar bien esto–les habían dicho a él y a Darma, a quien habían conocido también justo antes de dejar Tipûmbue–. Dennos un tiempo razonable; volveremos para cumplir nuestra promesa, pero no sabemos cuándo.

Al cabo de unos meses, Darma se había desilusionado al no verlos regresar, pero no Guntur. Este último necesitaba mucho creer en la gente, aunque la conducta general de ésta no alentara tal fe. Se decía que era medio genderuwo por parte del padre, lo que explicaba la desmesurada longitud de sus brazos y su habitual postura no del todo erecta. Los genderuwo eran unas criaturas simiescas que habitaban en lo más profundo de las selvas de su Srivijaya natal. Este extraño origen hacía que Guntur se cohibiera e incluso que se sintiera, en cierto modo, sucio. Y ese sentimiento se incrementaba debido a otro hecho, a saber:

Al abandonar Srivijaya por motivos nunca explicados, Bambang y su esposa Cahaya habían elegido una extraña tierra a la que emigrar: Largen. Extraña, no porque lo fuera en sí misma, sino porque en Srivijaya se hablaban infinitos idiomas, pero no el hispanio, que sí se hablaba en Largen. El albioní tampoco era una lengua oriunda de su tierra natal, pero se hablaba en muchos países más próximos, como Straya, Aotearoa, Punjab, Bangla Desh, Sri Lanka y muchos otros, y aunque más no fuera unas pocas palabras, Bambang y Cahaya algo sabían de ese idioma. De hispanio, al momento de emigrar, nada; y para colmo Largen tenía la desventaja adicional de la lejanía.

Si hubiera existido en ese momento una comunidad esrivijayana en Largen, ése hubiera podido ser el motivo; pero no la había por entonces. Es más: la única que existía ahora se hallaba en Tipûmbue, resultado de la amplia tolerancia imperante en la ciudad. Últimamente, a Bambang lo invadían nostalgias de su tierra natal. Añoraba con desesperación regresar y hacía planes para regresar a ella en el mediano plazo. Y allí empezaban los problemas.

Para empezar, al menor de sus hijos varones, Darma, no lo tentaban esos proyectos de regreso. Ni siquiera era realmente esrivijayano: había nacido en Largen. Eso, sin embargo, era lo de menos. El tema era que, aunque no se animase a confesárselo a sus padres, le gustaban los hombres, no las mujeres. La tolerancia en materia sexual no era uniforme en Srivijaya, pero que tantos guleibi14 abandonaran ese país sólo por serlo inspiraba desconfianza.

Todavía peor: al propio Bambang no le agradaba el creciente movimiento guleibi. Por eso Darma no se animaba a confesarle sus inclinaciones sexuales, como tampoco a su madre Cahaya ni a su hermano mayor Kuwat. De hecho, sólo a su hermana Cinta, con quien más unido estaba, se había atrevido a revelárselas, y en realidad sólo por necesitar su ayuda: ella le servía de “testigo” de numerosos coqueteos ficticios con chicas. Pero alrededor de ocho meses atrás, Darma por primera vez se había enamorado. El afortunado era Slamet; el mismo aspirante a futuro campeón de lucha beocia a quien Amsil había conocido aquella mañana; y Guntur los había pescado besándose a escondidas. No era problema para él guardar silencio, aunque se preguntaba cuán prudente era esperar a que sus padres se enteraran de aquello a través de otros; pero la situación lo hacía reflexionar sobre sí mismo. Tanto Bambang como Cahaya evitaban hablar de su partida de Srivijaya. Guntur tenía cinco años en ese momento y no recordaba bien, pero le parecía que algo relacionado con él había sido el detonante. Darma tenía que ocultar su noviazgo con Slamet, para que Bambang no se avergonzara de él; ¿había Guntur avergonzado a Bambang y Cahaya por ser híbrido entre humano y animal? Su decisión de emigrar, ¿obedecía a no poder soportar las burlas?

Kuwat, el hijo mayor, se parecía mucho al padre; Cinta, la menor, a su madre. Los del medio, Guntur y Darma, no se parecían tanto a ninguno de los dos. Guntur se sentía más ligado al padre, pero vagamente; y Darma a su madre, pero en la misma forma poco clara. Y los amaban y respetaban a ambos, pero temían su rechazo, como también el de Kuwat, el primogénito.

En siete meses de ausencia, Gurlok le había dado muchas vueltas a ese asunto.

—Recurren a nosotros para que les asesoremos sobre conflictos familiares–se lamentó burlonamente al fin–; nada menos que a nosotros, que fracasamos con nuestras respectivas familias.

En efecto, en su realidad definitiva ambos habían quedado huérfanos a temprana edad. Primero Gurlok: sus padres se habían ido para nunca regresar. Casi seguramente los habían asesinado Luego Azrabul: los suyos los habían entregado, a él y al propio Gurlok, a la cólera vengativa de Ogave, la Hierofante.

—¿Y qué hacemos?–había preguntado Azrabul–. Prometimos ayudarlos. ¿Vamos a decirles que no estamos capacitados; que ni nuestras familias pudimos componer?

—¿Y vamos a rendirnos?–protestó Amsil–. Tatas, ustedes no habrán podido hacer nada por sus familias, pero saben dar amor. Algo podrán hacer.

Rendirnos...–gruñó Azrabul, fastidioso–. Me gustan los desafíos, odio rendirme; pero no sé qué hacer. Sí que resultó bastante inútil nuestro paso por el Ejército. Aprendimos a defendernos y a defender a nuestros seres amados de absolutamente todo, menos de lo que suele salirnos al cruce.

Hmmm... No fue tan inútil, Azrabul, no lo fue tanto–discrepó Gurlok, sonriendo de modo misterioso–. ¿Qué nos enseñaron en el Ejército?: que debíamos identificar y conocer al enemigo antes de atacarlo. En este caso el enemigo es ese puto problema familiar. No lo conocemos lo bastante para atacarlo, así que tendremos que espiarlo de cerca... alojándonos en casa del propio Bambang, ya que Guntur y Darma lo describen tan hospitalario.

Y allí estaban ahora, listos para llevar a cabo la estrategia ideada por Gurlok.

Todos los puesteros embalaban también sus cosas para retirarse a sus respectivos hogares, lidiando a veces con clientes rezagados que pedían ver mercadería ya guardada.

—¡MOTMÛR!–gritó de repente una voz de mujer.

Amsil se volvió hacia ella, pero vio entonces que se dirigía, no a al muchacho apuesto con el que se había casado alguna vez en sueños, sino a un niño, evidentemente un hijo escapado de su vista durante unos instantes. Sonrió misteriosamente, sin advertir que sus Tatas también se habían vuelto al oír ese nombre, pese a ser muy común, y que ahora lo miraban a él de forma muy extraña.

—¡Eh! ¡Miren qué bicho raro!–exclamó de repente Azrabul, señalando hacia cierta dirección.

Las cabezas de Gurlok, Amsil y al parecer media feria se volvieron hacia el sitio indicado. Una curiosa bestia cuadrúpeda, de labios gruesos y expresión burlona, se incorporaba llevando sobre su lomo un no menos singular jinete envuelto en vestiduras flotantes de color azul oscuro que de sus rasgos no dejaban entrever más que sus ojos y su nariz. El animal tenía una gran giba sobre su lomo y el jinete iba sentado sobre ella.

—¿Bicho raro?–preguntó Gurlok; y agregó, irónico–. ¿Y a cuál te refieres: al que va abajo, al que va arriba...–en ese momento Azrabul se aproximó al hombre y su extraña cabalgadura–...o al que se les acaba de acercar?

—¡Eh, amigo!–exclamó Azrabul, saliéndoles al cruce a bestia y jinete–. ¿Qué animal es este que montas?

Los ojos del jinete lo miraron de forma inescrutable.

—Salaam alaikum, effendi–dijo, y se dispuso a seguir viaje; pero Azrabul se lo impidió interponiéndose en su camino.

No. No. No. Espera un momento–dijo, gesticulando con sus enormes manazas. Se daba cuenta de que el jinete por lo visto no comprendía el hispanio, pero sí o sí se haría entender lo suficiente para averiguar qué estrafalario animal era ese–. ¿Cómo se llama esta bestia?–y señaló a la susodicha.

El jinete lo miraba como si fuera todo lo bicho raro que sostenía Gurlok que era. Azrabul repitió la pregunta varias veces, siempre señalando al animal, hasta que por fin el hombre pareció entender.

Aksil–respondió.

¡Ja!...–exclamó Azrabul, divertido. mientras se apartaba del paso de cabalgadura y jinete, satisfecho con la respuesta–. ¿Has oído, Gurlok?... ¡Estos bichos se llaman amsil, como nuestro chango!...

La ventaja de tener tamaño colosal y apariencia fiera y malvada es que uno puede hacer el ridículo tanto como se le antoje o le salga sin que los demás se animen siquiera a esbozar una sonrisa o demostrar perplejidad, pero siempre hay excepciones, y en este caso las miradas de los cuatro hijos de Bambang, demostraban bien a las claras que concordaban ampliamente con Gurlok y con el jinete respecto a quién era el bicho raro allí.

Aksil es el nombre del méhari de Izem...–murmuró Darma, como quien explica algo a un niño tonto.

Ah–murmuró Azrabul, dejando súbitamente de reír.

Y acercándose a Gurlok, preguntó a éste en un murmullo:

¿Tú entendiste siquiera media palabra de lo que dijo Darma?

Sí, sí, hombre, sí...–refunfuñó Gurlok, también en susurros–. Así como tú te llamas Azrabul y perteneces a la especie imbéciles descomunales, parece que Amsil es el nombre de esa bestia en particular, pero la especie a la que pertenece se llama izem, y el tipo que iba arriba, su propietario, se llama... Bueno, ese dato no lo recuerdo.

Ya te diré qué clase de bestia eres cuando también metas la pata –replicó Azrabul indignado.

Amsil sonreía, entre divertido e incómodo. Tan dudosas hazañas eran habituales en sus Tatas, pero ya se estaba acostumbrando.

En cuanto a los cuatro hijos de Bambang, ya parecían haber olvidado el incidente. Gurlok se preguntaba si sus rostros impasibles no serían simples fachadas. La verdad, no le importaba qué pensaran del incidente Guntur y Darma, que eran conocidos suyos, ni Cinta, a quien referencias previas pintaban de carácter dulce y comprensivo; pero hubiera convenido causar buena impresión a Kuwat. Qué pensaba este de los gun, ni sus hermanos lo sabían exactamente; pero siendo tan parecido a su padre y, como él, devoto eliuísta mehmetista15, las perspectivas en ese sentido no eran muy alentadoras.

Pero lo hecho, hecho estaba, y por más buena impresión que quisieran causar, no podían dejar de ser ellos mismos. Gurlok se resignó. Era un misterio, también, si Kuwat sabía exactamente quiénes o qué eran ellos. Por supuesto, tanto él como Azrabul eran célebres en todo Largen: los campeones gun de lucha beocia que llevaban nombres de demonios; pero siempre aparecía alguien que parecía haber vivido en absoluto aislamiento y que jamás había oído mencionarlos.

Ciertamente, Kuwat no había intentado ocultar su extrañeza ante la metida de pata de Azrabul, que sin embargo era entendible, si se lo pensaba un poco. Aquella bestia jorobada y su hierático jinete envuelto en flotantes ropajes azules no podían menos que llamar la atención; pero quizás Kuwat y sus hermanos estuvieran tan acostumbrados a verlos, que su sorpresa ante la ignorancia de Kuwat fuera inevitablemente mayúscula. Admitiendo que el razonamiento fuera exacto, ¿no habría demostrado Kuwat idéntica perplejidad por el hecho de que dos gun pidieran hospitalidad en un hogar en el que se condenaban sus preferencias sexuales? Que no la demostrara, ¿probaba que desconocía dichas preferencias? ¿Que realmente lo ignoraba todo sobre ellos, salvo su relación con Guntur?

El muchacho era extraordinariamente amable. Se excusó por no ofrecer llevar a Azrabul, Gurlok y Amsil en la carreta conducida por su hermana, para entonces ya en movimiento y con el resto del grupo caminando detrás: no había ya espacio en la caja del vehículo. Azrabul le sonrió y respondió que no importaba; y mientras lo hacía, le palmeó afectuosamente la espalda. Pareció a Gurlok que ese contacto incomodaba a Kuwat, pero se relajó enseguida. Difícil saber si simplemente no estaba acostumbrado al contacto físico o si lo asqueaba cualquier caricia que viniera de un gun, lo que requería información acerca de quien acababa de tocarlo.

Llegados a las barriadas de los inmigrantes pobres, a La Tipûmbue Invisible, como se la llamaba, se habían puesto a conversar por pares: Gurlok con Kuwat, Azrabul con Guntur, Amsil con Darma. En ello estaban, cuando pasaron por un baldío donde unos chicos jugaban ulama16 con una improvisada pelota de trapo.

—¿Juegas ulama?–preguntó Amsil a Darma.

—No, no sé jugar–respondió el interrogado.

—Te enseño, si quieres.

Darma no dijo ni sí ni no. Amsil le hizo señas de detenerse para explicarle las reglas. Le rodeó los hombros con su brazo en gesto amistoso y protector.

—El campo de juego se llama taste–informó–. Una línea llamada analco lo divide en dos partes iguales. La pelota por lo general es de goma, pero los pobres nos tenemos que arreglar con cualquier cosa, y tampoco pidas exactitud respecto a la medida de la cancha, ¿no?... Son cuatro jugadores o tahures por equipo. El saque de pelota lo hace el male...–miró de reojo y notó que habían quedado lo bastante rezagados para hablar tranquilos. Entonces continuó, sin dejar de mirar hacia el taste de ocasión, señalando como si continuara explicando el reglamento:–. Nos alojaremos en casa de ustedes para evaluar mejor la situación. Además, Gurlok cree que será interesante ver cómo reaccionan tu padre y Kuwat si se enteran de que tres huéspedes suyos son gun.

—No sé si demostrarían enterarse–respondió Darma–. Tuvimos huéspedes gun en casa, aunque nosotros no sabíamos que lo eran al momento de alojarlos.

—¿Sí? ¿Muchos?

—Que sepa, yo tres: Anazâr, Amestan e Izem. Casualmente, hoy viste a Izem: el que montaba sobre Aksil, el méhari.

—Ah, sí. El raro animal de la joroba.

—Vinieron de un lugar llamado Azawad, sometido, parece, al... Imperio de Mali–explicó Darma, cuyo hispanio era bastante fluido aunque titubeara por momentos–. Izem llegó con dos hermanos menores, un varón y una chica; pero que yo sepa, ni Agerzam es gun ni Tiziri es leibi. Tenían pensado establecerse en Tipûmbue, y de hecho, según sus... papeles, residen aquí; pero enseguida les entraron nostalgias de su país y se fueron a vivir al desierto de más allá de El Pueblo Condenado, que es lo más parecido que hay a Azawad, según parece.

—Vaya gente rara–murmuró pensativamente Amsil.

—No se lo digas a Ayah... a Papá–aconsejó Darma–. El les tomó respeto y admiración el tiempo que vivieron con nosotros.

—¿Y sigue haciéndolo ahora que sabe que son gun?

—No cree que lo sean. Se enojó mucho conmigo cuando se lo conté. Dijo que no se debe difamar a ex huéspedes, y menos a ex huéspedes honorables como ellos.

—Pero no termino de entender–dijo Amsil, indicando con gestos a Darma que volvieran a caminar, ya que estaban quedando demasiado en zaga–. ¿Tu padre albergó a cinco huéspedes al mismo tiempo?

—Más o menos. Ayah e Ibu... padre y madre, en realidad. En nuestra sociedad, las mujeres son muy estimadas. También en la sociedad... garamante, según entendimos.

¿Garamante?

—Sí: la de estos... forasteros de Azawad, aunque ellos se dieron otro nombre que nunca recuerdo.

—Bueno, sea como sea, tu padre debe ser muy rico si pudo mantener a tanta gente.

—No creas. Económicamente estábamos mejor que ahora, pero Ayah reacomendó reducir nuestras raciones para compartir alimentos con aquellos cinco huéspedes. Finalmente no fue necesario. Primero, porque comían tan poco, que terminaba incluso sobrando. Y segundo, porque no tardaron en irse al desierto más allá de El Pueblo Condenado, que es lo más parecido al suyo que hay aquí. Igual me pregunto si no se fueron porque les dio asco vernos comer–Darma sonrió–. Tendrías que habernos visto a nosotros engullendo cuanto se pusiera a nuestro alcance y a ellos picoteando como pajaritos...

—¿Y cómo llegó a respetarlos tanto tu padre?

—Comparten con nosotros muchas cosas: religión, respeto por la mujer como ya te lo he dicho, una cierta filosofía; incluso el mismo sagrado sentido de la hospitalidad. Además, Ayah los honra por ser guerreros vencidos que de algún modo siguen luchando. Se le ha metido en la cabeza que no es por... cobardía que dejaron Azawad y que seguirán luchando por la liberación de su país.

—Tu padre parece ser un buen hombre.

—Claro, ¿qué crees? ¿Que lo amo y lo admiro por nada? Hago lo posible por ganarme su atención, pero él sólo tiene ojos para Kuwat, a quien también amo y admiro, pero que por momentos quisiera que no existiese. Dichoso de ti, que no tienes hermanos.

No–pensó Amsil, sin rencores hacia la vida–, no tengo hermanos que me arrebaten el cariño de un padre, pero durante años tampoco tuve padre ni algo a lo que pudiera llamar familia.

—Para que Ayah estuviera orgulloso de mí, empecé a entrenar harimau silat–continuó Darma en tono amargo–, pero qué puede importarle a él.

—Disculpa: ¿empezaste a entrenar qué?

Harimau silat. Es un sistema de lucha practicado por nuestra gente allá en Sumatera, de donde vinieron mis padres. Por supuesto, Kuwat lleva años practicándolo y yo no paso de ser un pésimo principiante.

Amsil no supo qué contestar. Sabía que muchas veces uno no es tan malo haciendo algo como le hacen creer. Había vivido esa situación en carne propia, pero sabía también de la frustración de saberse derrotado por circunstancias ajenas a su voluntad.

—Si crees en algún dios, rézale mucho–sugirió–, y sólo sigue luchando.

—Es que tengo miedo de que cuando se entere de... lo que soy, Ayah me eche de casa–respondió Darma

—Tal vez esos... garamantes los llamaste, creo... te hospedarían en su hogar. Seguramente vivir en el desierto no es lo ideal, pero...

—La... falta de techo es lo de menos; el desdén de mi familia es lo que me preocupa y lo que me dolería.

—Gurlok dice que nos vendría bien un sitio privado donde pudiéramos conversar tranquilos Guntur, tú, mis Tatas y yo. ¿Se te ocurre alguno?

Darma se encogió de hombros.

—En Guatrache, tal vez; pero eso sólo si Kuwat no decidiera acompañarnos, y es difícil que no lo haga–respondió.

—¿Qué tiene de especial ese boliche, que todos parecen citarse ahí?.

—Es muy popular entre los inmigrantes. Empezó como un proyecto muy pequeño a cargo de tres... mapuche y entonces se llamaba... Koña Rüpü. Fue creciendo de a poco, pero cuando el Magnífico subió al poder y esa loca asesina de Kulbîr empezó perseguir a los extranjeros, sobre todo a los... mapuche, se acusó a los dueños de conspirar contra el Rey Gato, basándose en que... Koña Rüpü significa Sendero de los guerreros y al supuesto armamento que encontraron en el lugar: aunque no lo quieras creer, tenedores y cuchillos. Se hicieron redadas en la cantina y tanto los dueños como varios clientes fueron a prisión varias veces. Eso nos rebeló. Los dueños rebautizaron a su cantina como Guatrache, que significa Gente gorda, y asociaron a su negocio a gente de... Rapanui, Ayiti, Vibolia y Paraguay. Al ser tantos los dueños, y aunque su clientela aumentó y ahora el lugar es enorme, mucho no ganan y varias veces estuvieron a punto de cerrar. Pero como a todos nos gusta el lugar y nos indignó esa persecución hacia los... mapuche, los apoyamos como podemos; hasta los... garamantes vienen desde su desierto de vez en cuando.

—Tú y Guntur podrían ir esta noche con nosotros, entonces.

—Pero es que nosotros sólo vamos los viernes a la noche y muy ocasionalmente los domingos al mediodía. Cinta baila jaipong17 allí a veces. Otras toca el suling18 en una banda de gamelan degung19 que han formado ella y unos amigos. Llamaría la atención del resto de la familia que fuéramos cualquier otro día; quiero evitar eso.

—Bueno, quizás podamos ir el viernes. Veremos.

La casa de Bambang era como casi cualquier otra de La Tipûmbue Invisible, cosa extraña teniendo en cuenta la nacionalidad y etnia de sus moradores. Srivijaya es, o era (aclaro por si ya no existiera cuando la guerra de los dioses haya concluido) un conglomerado de cientas, quizás miles de etnias, y aquella a la que pertenecían Bambang y su familia era la etnia minang o minangkabau. En aquellos lugares de Asia, en ciertos pueblos se estilaba que varias familias compartieran una misma vivienda. Así se hacía también entre los minang, cuyas viviendas recibían el nombre de rumah gadang, es decir, casa grande, o bogonjong rumah, o sea, casa de techo espiralado. Esas construcciones funcionaban a la vez como residencias, salas de reuniones y actividades rituales. La madera era el material predominante en su construcción.

Algunos minang, aun en su tierra natal, preferían las viviendas individuales, pero por lo general éstas mantenían muchos detalles arquitectónicos propios de las rumah gadang. Las migraciones, dentro de su mismo país o hacia el extranjero, eran habituales entre los minang; pero yo no sabría decir qué tipo de vivienda elegían en sus respectivos destinos, y sólo sé que la de Bambang no era muy diferente en aspecto de cualquier otra vivienda humilde de Tipûmbue, salvo por su mayor tamaño. Decían algunos que era imposible asemejarla a una rumah gadang porque en Largen no había materiales adecuados; pero creo que incluso aunque así fuera en parte, Bambang y Cahaya deben haber querido que externamente no se diferenciara mucho de otras tantas del país que los había acogido.

El caso es que la mayoría de las viviendas pobres de Tipûmbue, por influencia aymara20, tenían paredes de adobe sujetas por madera y techos a dos aguas construidos en paja o coirón21; pero había cerramientos en las aberturas, y sólo en esto se diferenciaban de la típica vivienda aymara. Así era también el hogar de Bambang aunque, como se ha dicho, superior en tamaño a la mayoría de las casas de los alrededores.

Aquel mismo día, durante el almuerzo, Ifis había contado a Azrabul, Gurlok y Amsil muchas cosas relacionadas con aquella vivienda y sus habitantes. Nadie, jamás, había sido recibido allí, excepto ocasionales forasteros recién llegados a la ciudad que, aunque luego hablaron encantados del dueño de casa y de sus hijos, siempre se negaron rotundamente a revelar detalles del interior. Se habían enojado mucho al ser interrogados sobre la intimidad de un hogar donde se les había recibido tan hospitalariamente. Pero las historias se deforman al ir pasando de boca en boca; y el enojo de los interrogados, en descripciones posteriores, se había convertido en temor por las consecuencias de hablar sobre un tema vedado. La conclusión popular sobre el asunto era tétrica: aquellos huéspedes habían visto u oído algo horrible, de lo que no querían hablar.

La irrupción a la vivienda e inmediata fuga de tres ladrones en cierta noche particularmente oscura había reforzado esta versión. De todas las víctimas posibles, los malhechores habían elegido a Bambang y su familia porque al ser más grande la casa tenían esperanzas de alzar más botín, y también porque al verlos a pleno día les habían parecido demasiado bonachones y, por lo tanto, inermes. Pero habían huido aterrados y a gritos tras ser atacados –dijeron– por una especie de enorme monstruo o demonio. Ningún vecino fue testigo del ataque y a la vez todos lo fueron, sobre todo a medida que pasaba el tiempo y personas que vivían a varias cuadras empezaban diciendo que habían visto algo extraño desde lejos y, tras mucho repetir sus respectivas versiones, terminaban presenciando la huida de los delincuentes en primera fila. Lo cierto fue que al menos algunos reportaron haber oído ruidos inexplicables y horribles al momento del suceso, por lo que se había abierto una investigación.

—Pero Crictio estuvo a cargo de ella–había explicado Ifis–. Quién otro: los demás no tienen pelotas para investigar historias de monstruos o demonios, y menos los que más alto dicen no creer en esas cosas. Crictio debe haber tenido miedo también, pero su orgullo guerrero y su sentido del deber pudieron más. Dijo haber encontrado todo en orden; pero ya saben, dulces, cómo es ese tipo: si creyera que no debe hablar, no hablaría ni bajo tortura. Y sé que aprecia sinceramente a Bambang y su familia, así que no los comprometería salvo que encontrara algo demasiado grave. Pero ¿qué podría ser tan grave, después de todo, si se trataba de unos ladrones que encima sólo pagaron su fechoría con un susto de muerte y varios meses de cárcel?... De todos modos, yo no creo que el monstruo o demonio sea real, pero algo raro hay en esa casa. De la puerta para afuera, tanto Bambang como su esposa Cahaya y sus cuatro hijos son más o menos como nosotros: de vez en cuando toman mate, coquean22, comen asado y empanadas. Lo único: por motivos religiosos no toman vino, chicha23, cerveza ni ninguna otra bebida alcohólica. Puertas adentro, es un misterio cómo viven. No compran yerba, ni coca, ni nada que haga suponer que se comportan como en público. Parece que son muy estrictos en cuanto a las observancias impuestas por el Profeta, pero lo que hacen en público no va contra esas observancias, porque si no, no lo harían; así que vaya a saber por qué son de una manera afuera y de otra adentro, y de qué otra manera exactamente son distintos; ya me contarán ustedes. Hallarán muy misterioso, también, al propio Bambang: ese hombre tiene una mirada única.

Ahora, el recuerdo de las palabras de Ifis hacía que la puerta de la casa de Bambang ejerciera enigmática fascinación sobre Azrabul y Gurlok. Este último se preguntaba si Kuwat no habría salido al enciuentro de los tres famosos ladrones, y si sus misteriosas artes de combate no habrían dado pie a una leyenda urbana de bestias y monstruos. En cuanto a Amsil, no pensaba mucho en el asunto, porque acababa de recordar que había olvidado comprar yerba. Sus Tatas con ganas de tomar mate y sin poder hacerlo eran la más aterradora de las leyendass urbanas imaginables.

No tuvo tiempo de avisarles, sin embargo, porque apenas aparcada la carreta, y mientras sus hermanos empezaban a descargarla, Cinta se apeó y les hizo señas, a él y a sus Tatas, de que la siguieran; y así, bajo su guía, los tres ingresaron al fin, con mucha curiosidad, a aquella casa que tanto daba que hablar en el vecindario y en la ciudad en general. El interior –sabemos ahora– era efectivamente otro mundo, con muebles intrincadamente tallados en madera de jati 24y abundancia de tapicería y tejidos batik. Había cortinados de bambú en las ventanas y ornamentación exótica; y entre otras cosas, una rara y quizás algo siniestra muñeca de madera en una repisita, que llamó la atención de Azrabul y Gurlok mientras Cinta iba en busca de sus padres, fuera de la vista en ese momento.

—Tatas–dijo de repente Amsil, empalideciendo de horror–: me parece que metimos la pata.

—¿Por qué, chango?–preguntó Gurlok, volviéndose hacia él muy intrigado.

—Cinta se descalzó antes de entrar–contestó Amsil.

—Pero es que nosotros no traemos botas de repuesto–respondió Gurlok, confuso.

Qué botas de repuesto ni qué botas de repuesto, Tata... Me parece que aquí adentro hay que ir descalzos. Mire lo que tenemos bajo nuestros pies.

Gurlok bajó la mirada, y sus ojos se encontraron con una primorosa, inmaculada alfombra, y recordó haber visto a la entrada, en efecto, algunos pares de zapatos. Al instante, pareció enloquecer.

¡Carajo!–exclamó–. ¿En qué mierda pensaban los dioses cuando nos crearon? ¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora? Todavía podemos corregir la pifia antes de que vengan los dueños de casa; pero si nos quitamos las botas, cómo les digo, muchachos, que aromaremos el ambiente de una forma muy poco grata para Bambang y su familia. ¡Te dije, Azrabul, te dije que mejor nos bañábamos! Al abogado no le importó porque ya está acostumbrado a oler cosas aún más podridas, pero aquí nosot... ¿Me estás escuchando, Azrabul?

—¿Eh?...–preguntó Azrabul, dejando de mirar la muñeca del anaquel para atender a su compañero, que hizo una mueca de contrariedad al darse cuenta de que había hablado de balde.

—Tatas–intervino Amsil–: respecto al tema del olor, Ifis dijo...

Selamat siang, tuan–tuan...–interrumpió una voz de mujer, la de Cahaya, la esposa de Bambang, que venía escoltada por su hija–. Bagaimana menurutmu?...– preguntó a Cinta; antes de que ésta respondiera, añadió sonriente y satisfecha:– ¡Ah!: Buenos días, señoras.

¿Señoras?... Azrabul y Gurlok se sintieron consternados. Ellos presumiendo de lo machos que eran, y en un dos por tres se les cambiaba el sexo.

—Eh, sí, buenas tardes, señores–corrigió Cinta–. Ia mengatakan buenas tardes, señores, bu ...–explicó a su madre, con expresión incómoda.

Era difícil explicar cómo una mujer tan diminuta como aquella podía causar el impacto, al estar ante ella, de hallarse en presencia de una poderosa reina. Físicamente, Cahaya era muy similar a su hija; algo más baja que ella, y obviamente su belleza menguaba con la edad pero, aun así, dos cosas llamaban la atención en su persona. En primer lugar sus largas pestañas, que los recién llegados creyeron postizas en ese momento, pero que no lo eran. En segundo lugar, sus ojos, aún más insondables que los de Cinta. En su juventud, la belleza de aquella mujer debía haber sido devastadora; debía haber sido como para poner de rodillas ante ella a muchos hombres. Pero pese a su aire distante, era amable cuando sonreía, como ahora.

Selamat datang di rumah sederhana kami...–dijo una voz tras las dos mujeres; y enseguida apareció un hombre de cincuenta y tantos años, de melena entrecana, ojos rasgados cansados pero amistosos y un cutis que parecía cuero de tan curtido–. Bienvenidos... Cinta, pacarku, bagaimana menurutmu?

—Eh... a nuestra humilde morada–tradujo Cinta.

—Bienvenidos a nuestra humilde....repitió Bambang, duro en su pronunciación.

—...morada.

—...morada.

Amsil se sentía cohibido y se volvió hacia sus Tatas para mendigarles auxilio; pero de qué ayuda iban a serle si ellos mismos no sabían dónde meterse. Nunca pareja más humilde había avasallado más abrumadoramente, sin proponérselo para colmo, que aquella pareja de inmigrantes esrivijayanos.

Bambang insinuó una sonrisa amable y eso distendió un poco a Gurlok, lo suficiente para preguntar si debían descalzarse como los demás y, para exculparse anticipadamente por no haberlo hecho. Pero tanto tartamudeó y se enredó al hablar, que Cinta le entendió de puro milagro. Ella tradujo todo a su padre, quien respondió:

—Agradecería esa amabilidad.

—Señor–dijo entonces Gurlok, avergonzado–: debo adelantarle que nuestros pies sencillamente hieden. Este es el momento para invitarnos a dejar su casa; y créame, si lo hace, lo ente...

Un gesto de Bambang lo interrumpió.

Durian25 hiede peor, pero buen sabor–dijo, de nuevo insinuando apenas una sonrisa–. Bienvenidos.

14 Se conocía como eliuísmo, de manera genérica, a varios cultos monoteístas que se remontaban a los mismos orígenes. La rama mehmetista tomaba ese nombre del profeta Mehmet.

15 El eliuísmo era un conjunto de cultos monoteístas que compartían un mismo origen. Estaban divididos en tres grandes corrientes: jehuísmo, iesuísmo y mehmetismo, subdivididas a su vez en un sinnúmero de sectas.

16 Ulama: juego de origen anahuaqueño que se jugaba con una pelota de hule.

17 Jaipong: baile esrivijayano de origen sundanés, caracterizado por la sensualidad de sus movimientos, que además imitaban ciertos estilos de lucha.

18 Suling: especie de flauta de ciertos países asiáticos como Srivijaya y Maharlika.

19 Gamelan degung: nombre que se daba en Srivijaya a ciertos ensambles musicales de origen sundanés.

20 Aymara: pueblo nativo del noroeste de Largen.

21 Coirón: cierta fibra vegetal de uso común en ciertas regiones de Largen, Chiri y Wallmapu.

22 Coquear: mascar hojas de cierta planta conocida como coca.

23 Chicha: bebida alcohólica obtenida mayormente de la fermentación de granos de maís, de diversos cereales o de frutas.

24 Jati: árbol oriundo del sudeste asiático, de madera muy apreciada, también conocido como thekku.

25 Durian: cierta fruta de pestilente olor y sabor acre, oriunda de Asia.

La corona de luz 2

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