Читать книгу La otra economía que NO nos quieren contar - Eduardo Garzón Espinosa - Страница 12
ОглавлениеIV
Los impuestos no financian los gastos públicos
Ya hemos visto cómo los Estados pueden lograr que el dinero que crean de la nada sea aceptado por la población de su territorio gracias a la exigencia de impuestos. En este capítulo vamos a profundizar sobre ello y a explorar cuál es exactamente el papel de los impuestos en cualquier economía.
Siempre ha habido un debate muy vivo sobre lo que da valor realmente al dinero[1]. Si es simplemente un invento abstracto del Estado, ¿por qué eso tiene valor? ¿Por qué la gente lo utiliza? La visión de dinero-mercancía y sobre todo sus variantes metalistas consideran que es porque el dinero está hecho o se referencia en algo que sí tiene valor. Hay otras explicaciones que hablan de un bucle infinito de aceptabilidad; es decir, que una persona acepta el dinero del Estado porque sabe que otras personas lo aceptarán a cambio de la venta de bienes y servicios, y esas personas lo aceptarán a su vez porque saben que otras harán lo mismo, y así indefinidamente. Hay otras visiones, más vinculadas a la teoría de las finanzas, que sostienen que la gente acepta el dinero del Estado en tanto en cuanto este lo gestiona como un activo financiero que otorga cierta rentabilidad a su poseedor. Y también hay otras, como la del economista Joseph Schumpeter, que señalan que la aceptabilidad del dinero se debe a una cuestión legal: los legisladores deciden qué tipo de dinero se debe usar[2].
Pero ya hemos visto que la TMM, apoyándose en los planteamientos chartalistas, ofrece una respuesta diferente a esta pregunta. Lo que da valor al dinero es que el Estado obligue a pagar impuestos utilizándolo. Esto hace que la gente demande el dinero del Estado para pagarlos y evitar así represalias penales.
El brillante economista Hyman Minsky ahondó en esta explicación al vincular la necesidad de pagar impuestos con la producción de bienes y servicios, porque eso sí que tiene valor real: «la necesidad de pagar impuestos implica que la gente trabaje y produzca para obtener lo que tiene que ser pagado en impuestos. Por lo tanto, los impuestos que necesitan ser pagados dan valor al dinero de la economía»[3]. Se trata de un ligero matiz a la premisa chartalista: lo que da valor al dinero no son directamente los impuestos, sino el trabajo que deriva de la exigencia de impuestos.
En cualquier caso, esta idea de que los impuestos dan valor al dinero, que puede parecer un tanto rara a priori, fue señalada incluso por el propio Adam Smith, que, como vimos en el capítulo 1, adoptaba la visión de dinero-mercancía. En su obra maestra, La riqueza de las naciones, escribió: «Un príncipe, al promulgar que una proporción determinada de sus impuestos debe ser pagada con un dinero-papel de un determinado tipo, puede dar un valor determinado a ese papel-dinero»[4]. Pues ahí lo tenemos, el padre de la ciencia económica entendiendo perfectamente que una autoridad, en este caso un príncipe, puede dar valor a su dinero imponiendo impuestos. Ilustres economistas que vinieron después de él también asimilaron muy bien esta idea, como John Stuart Mill, John Maynard Keynes, William Stanley Jevons o Abba Lerner[5].
De hecho, en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, esta idea de que los impuestos dan valor al dinero estaba ya bastante extendida entre la población, no sólo entre los economistas. Por ejemplo, la Enciclopedia Británica de 1946 recogía la siguiente definición de «dinero»:
Si el Gobierno anuncia su disposición a aceptar cierto medio de pago en la liquidación de impuestos, los contribuyentes estarán dispuestos a aceptar este medio de pago porque pueden utilizarlo para pagar impuestos. Todos los demás estarán entonces dispuestos a aceptarlo porque pueden usarlo para comprar cosas a los contribuyentes, o para pagarles deudas, o para hacer pagos a otros que tienen que hacer pagos a los contribuyentes, etcétera[6].
Sin embargo, tras la decadencia de las ideas keynesianas y la irrupción y auge del enfoque neoclásico a partir de los años sesenta y setenta del siglo xx, esta concepción de los impuestos fue perdiendo fuerza hasta llegar a su mínima expresión. Y hoy lo que impera es la intuitiva –pero sesgada– idea de que la función de los impuestos es financiar el gasto público. Una idea absolutamente rechazada por el chartalismo y por la TMM, y esto es fácil de entender. Si el dinero es algo que crea el Estado, entonces no necesita impuestos para disponer de dinero. La idea de que un Estado necesita recaudar dinero para poder utilizarlo después es propia de la visión de dinero-mercancía, porque entiende que el dinero es una cosa que está en nuestro entorno natural y que hay que cogerla para poder usarla. Pero la visión chartalista sostiene que el dinero es una invención inmaterial del Estado. Por lo tanto, la función de los impuestos no puede ser la de recaudar dinero, porque el Estado puede crear siempre que quiera el suyo.
Por enlazarlo con lo que vimos en los capítulos 2 y 3: las autoridades sumerias no exigían tributos para recolectar unas tablillas de arcilla que ellas mismas creaban. Lo hacían para obtener recursos reales. De hecho, la gente sólo podría tener tablillas de arcilla si las autoridades las habían creado primero. Por lo que el gasto público venía antes que los impuestos.
Esto lo podemos ilustrar mejor recuperando la anécdota que cuenta siempre el economista de la TMM Warren Mosler. De visita por Pompeya, viendo los yacimientos arqueológicos, la guía turística les enseñó una serie de monedas y explicó: «Estas monedas las necesitaba recaudar el Imperio romano para luego poder gastarlas en campañas militares, en construcción de acueductos, en pago a funcionarios, etc.». Y entonces Warren Mosler preguntó: «Pero ¿y esas monedas de dónde salían?». A lo que la guía respondió: «Las creaba el Imperio romano utilizando los minerales que sacaba de las minas». Y entonces Mosler volvió a preguntar: «Pero, si las monedas las creaba el Imperio romano, ¿por qué entonces has dicho que tenía que recaudarlas para poder utilizarlas? ¿No sería que primero tenía que crearlas, luego ponerlas a disposición de la gente y luego recaudarlas? Porque no se puede recaudar algo que todavía no has creado». A lo que la guía dijo: «Sigamos adelante, sigamos adelante». Porque evidentemente no tenía respuesta a su pregunta. El Imperio romano no necesitaba recaudar monedas para realizar sus gastos. No era esa la función de los impuestos.
Esto ocurre también en la actualidad, aunque la casuística es más compleja, como veremos en otro momento.. Pero abramos el apetito con la siguiente pregunta: ¿de dónde cree el lector que han salido todos los euros que tiene en sus bolsillos y en su cuenta bancaria? Lo cierto es que han salido de una institución pública; en este caso, el Banco Central Europeo, que es el único que puede crear los euros (o dar el permiso para que se creen; cuestión que atenderemos en otras páginas). Como se puede ver fácilmente, esto rompe la idea de que el sector público es una especie de parásito del sector privado que necesita sus impuestos para financiar el gasto público. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa apelación –normalmente despectiva– al empleado público de «yo te pago el sueldo»? Pues la TMM le da la vuelta a este razonamiento: no es sólo que el empleado público pueda cobrar su sueldo sin necesidad de que el sector privado pague impuestos, sino que el sector privado no podría tener dinero en sus bolsillos ni pagar impuestos si el sector público no lo hubiese creado antes. Toma ya.
Esto de que los impuestos no servían para financiar el gasto público es algo que incluso un presidente de la Reserva Federal de Nueva York, Beardsley Ruml, explicó con detalle en 1946 (una época en la que, como digo, todo esto se entendía mejor que en la actualidad)[7]. Dicho presidente explicó que un Estado soberano no necesitaba impuestos para financiar sus gastos, pero que los necesitaba para otras cosas. Y es aquí donde introducimos el resto de las funciones de los impuestos. Tras (1) la función de concentrar y distribuir recursos reales y (2) la de dar valor al dinero, que ya hemos abordado, tenemos (3) la función de destruir dinero y reducir la capacidad económica de la población. Es evidente, la persona que paga impuestos no podrá utilizar ese dinero para consumir o invertir. Los impuestos destruyen el dinero que crea el Estado, lo cual puede ser necesario cuando hay demasiado dinero en circulación. Esto es algo que veremos con más detenimiento en el capítulo 15.
Otra función importante de los impuestos es que (4) afectan a la distribución de la riqueza y de la renta. En efecto, si los impuestos afectan más a unas personas que a otras, como ocurre especialmente con los impuestos progresivos, la desigualdad cambiará, para bien o para mal[8]. Otra función de los impuestos es (5) penalizar determinados comportamientos. Por ejemplo, el impuesto al azúcar o al tabaco desincentiva su consumo por razones sanitarias, o los impuestos verdes desincentivan la contaminación por razones ecológicas. Otra es (6) ayudar a algunas empresas. Por ejemplo, los aranceles, que son impuestos a los productos extranjeros, elevan el precio de estos, lo que le viene bien a la industria nacional que compite en precio con ellos. Y la última función de los impuestos que señalaremos aquí es que (7) ayudan a valorar determinados bienes y servicios que produce el Estado. Por ejemplo, las cotizaciones sociales son una especie de impuesto que ayuda a los ciudadanos a valorar las prestaciones sociales que ofrece la Seguridad Social, como el desempleo o las pensiones[9].
En fin, ya deberíamos haber entendido que para la TMM un Estado soberano no necesita recaudar impuestos para gastar, sino que es precisamente al revés: para poder ingresar, primero ha tenido que gastar e introducir el dinero en la economía. Los impuestos no sirven para financiar los gastos, sino para muchas otras cosas, entre las cuales destaca dar valor al dinero que crea el Estado de la nada. En el próximo capítulo veremos las limitaciones a las que se enfrenta un Estado para imponer por la fuerza la utilización de su dinero a través de impuestos y exploraremos el debate que existe entre la visión chartalista y la metalista.
[1] Véase, por ejemplo, M. Louzek, «The battle of methods in economics. The classical Methodenstreit – Menger vs. Schmoller», The American Journal of Economics and Sociology 70, 2 (2011), pp. 439-463.
[2] J. A. Schumpeter, History of Economic Analysis [1954], Nueva York, Oxford University Press, 1994 [ed. cast. Historia del análisis económico, trad. Manuel Sacristán, Barcelona, Ariel, 2015].
[3] H. P. Minsky, Stabilizing An Unstable Economy, New Haven, Yale University Press, 1986, p. 231.
[4] A. Smith , La riqueza de las naciones [1776], Madrid, Alianza, 1994, p. 312.
[5] W. Mosler y M. Forstater, «The natural rate of interest is zero», Working Paper n.º 37, 2004. Disponible en [https://www.pragcap.com/wp-content/uploads/2011/02/WP37-MoslerForstater.pdf].
[6] Lerner, «Money», en Encyclopedia Britannica, Londres y Chicago, 1946, p. 693.
[7] B. Ruml, «Taxes for revenue are obsolete», American Affairs 8, 1 (1947), pp. 35-38. Para una traducción al castellano: [http://www.redmmt.es/recaudar-impuestos-como-fuente-de-ingresos-esta-obsoleto/], último acceso el 14 de abril de 2021.
[8] Para profundizar en el debate existente en torno a la función redistributiva de los impuestos desde una visión de la TMM, véanse: A. Baker y R. Murphy, «Modern Monetary Theory and the Changing Role of Tax in Society», Social Policy & Society 19, 3 (2020), pp. 454-469; T. Fazi y B. Mitchell , «Tax havens must be closed, but not for the reasons you think», Green European Journal, 16 de febrero de 2018, disponible en [https://www.greeneuropeanjournal.eu/tax-havens-must-be-closed-but-not-for-the-reasons-you-think/], último acceso el 14 de abril de 2021; R. Murphy, «Tax Justice and Modern Monetary Theory: a Guide», Naked Capitalism, 30 de marzo de 2020, disponible en [https://www.nakedcapitalism.com/2020/03/tax-justice-and-modern-monetary-theory-a-guide.html], último acceso el 14 de abril de 2021.
[9] Para profundizar en las funciones de los impuestos desde una perspectiva de la TMM, véase, por ejemplo, H. Bougrine y M. Seccareccia, «El papel de los impuestos en la economía nacional», en P. Piégay y L.-P. Rochon (eds.), Teorías monetarias poskeynesianas, Madrid, Akal, 2006.