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Agradecimientos

Aunque todas estas líneas hayan salido de mi mente, escribir un libro como este no habría sido posible sin la participación indirecta de muchísimas personas a las que, de una forma u otra, les debo reconocimiento y gratitud. Empezando por todas aquellas que, gracias a su duro esfuerzo e intensa lucha, conquistaron los derechos democráticos, sociales y civiles que permitieron que cualquier ciudadano, independientemente de su nivel económico, tuviera mejores oportunidades de desarrollo –con especial mención al sistema de educación pública–. Y siguiendo por mis padres, pues sin la educación que me dieron, y sin el apoyo e inversión que destinaron a mi formación, habría sido imposible que este libro hubiese visto la luz.

Mi hermano, Alberto Garzón, a quien dedico este libro, fue la primera persona que me dio a conocer una visión alternativa de la economía (y lo hizo incluso antes de que yo comenzara mi carrera de Económicas). Gracias a su entusiasmo y a la orientación que me brindó, comprendí que era posible –además de necesario– articular una forma de organizar la economía que fuese justa y respetuosa con los derechos humanos. Desde entonces, y al igual que él, nunca he dejado de trabajar por esa meta tan anhelada.

Durante mi paso por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Málaga aprendí mucho de este tipo de economía gracias a los integrantes de la Asociación de Economía Crítica –y a otros profesores de entornos cercanos– que vinieron a mi tierra a iluminarnos con diversas conferencias y debates, así como a las diversas actividades que organizábamos los estudiantes de la asociación malagueña. Merece especial mención el catedrático Juan Torres y el internacionalmente reconocido Vicenç Navarro, de quienes aprendí (y sigo aprendiendo) notablemente. Durante esta época también pude enriquecer mis conocimientos gracias a mis compañeros de la asociación ATTAC y a los artícu­los y documentos que muchos analistas heterodoxos plasmaban en medios alternativos como Rebelión.

Ya en Madrid, pude multiplicar mis conocimientos de economía heterodoxa gracias al máster de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid, mereciendo especial reconocimiento mis profesores Enrique Palazuelos, Rafael Fernández y Bibiana Medialdea. Fue precisamente durante esta etapa de mi vida –concretamente en 2012– cuando conocí la existencia de la Teoría Monetaria Moderna (a pesar de que esta tenía ya más de 15 años de vida). Curiosamente, este descubrimiento no vino de la mano de mis canales habituales de formación e información, sino que fue gracias a la recomendación que me hizo un compañero de ATTAC, Jorge Amar, al que todavía ni siquiera había visto en persona. Cuando comencé a leer el libro Los siete fraudes inocentes capitales de política económica de Warren Mosler –uno de los fundadores de la Teoría Monetaria Moderna– y ver que se decían cosas muy contraintuitivas y alejadas de lo que siempre había aprendido, pensé que, o el autor nos estaba tomando el pelo, o que lo que siempre se había enseñado en economía era radicalmente falso y que todavía me quedaba mucho por aprender. No sorprendo a nadie si digo que la opción correcta era la segunda.

Desde entonces he estado formándome todo lo posible en este nuevo enfoque económico, y eso lo he logrado gracias a las enseñanzas de todos sus autores, aunque quienes más me han aportado han sido Randall Wray, Warren Mosler, Bill Mitchell y Pavlina Tcherneva, a quienes he tenido la suerte y oportunidad de conocer y conversar en persona. Y, por supuesto, también he podido aprender mucho de mis compañeros de la asociación RedMMT, destinada a difundir las tesis de la Teoría Monetaria Moderna. Gracias a todos ellos por su trabajo e inspiración.

La otra economía que NO nos quieren contar

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