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La parte de Cristo y la nuestra

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La obra del Salvador de servir a la humanidad doliente siempre se combinó con su ministerio de la palabra [Mat. 9:35]. Él predicó el evangelio y curó las dolencias por el mismo gran poder [Mat. 4:23]. Él hará lo mismo hoy; pero debemos cumplir nuestra parte para poner a los enfermos en contacto con el poderoso Sanador. El Salvador dejó los atrios de gloria y vino a nuestro mundo para soportar la tentación y resistir el mal, a fin de que el hombre tuviera poder para asirse de su fortaleza. El alma que se allega a Cristo por la fe viviente recibe su poder y es curada de su enfermedad.

Hoy estamos combinando la obra de ministrar y de sanar como nunca lo hemos hecho antes. Trabajamos para educar a nuestro pueblo a tratar la enfermedad del cuerpo, a recuperar la salud y a mantenerse bien cuando se la ha restaurado.–Manuscrito 95, 1908.

El ministerio médico

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