Читать книгу El ministerio médico - Elena G. de White - Страница 87

El estudiante de Medicina

Оглавление

Mientras se prepara para su vocación, al estudiante de Medicina se le debe estimular a alcanzar el más alto desarrollo posible de todas sus facultades. Sus estudios, por exigentes que sean, no necesitan forzosamente minar su salud física, ni disminuir su regocijo en las cosas espirituales. Durante toda su preparación puede crecer continuamente en la gracia y en el conocimiento de la verdad; y, al mismo tiempo, aumentar sin cesar la reserva de conocimiento que le hará un sabio en su profesión.

A los estudiantes de Medicina quisiera decirles: Inicien vuestros estudios con la resolución de hacer lo recto y conservar los principios cristianos. Huyan de la tentación, y eviten toda influencia del mal. Conserven vuestra integridad del alma. Mantengan un aprecio concienzudo de la verdad y la justicia. Sean fieles en las responsabilidades más pequeñas, y muéstrense reflexivos, críticos, con corazón sano e íntegros, siendo leales a Dios y fieles a la humanidad.

Oportunidades

Hay oportunidades delante de ustedes; si son estudiosos y sinceros pueden obtener una educación del más alto valor. Saquen el mejor partido de vuestros privilegios. No se conformen con logros comunes; procuren calificarse para ocupar puestos de confianza en relación con la obra del Señor en la tierra. Unidos con el Dios de sabiduría y poder, pueden llegar a ser intelectualmente fuertes y cada vez más capaces como ganadores de almas. Pueden llegar a ser hombres y mujeres de responsabilidad e influencia si, por el poder de la voluntad acoplada con la fuerza divina, se dedican con fervor al trabajo de obtener la preparación adecuada.

Ejerciten las facultades mentales, y en ningún caso descuiden el desarrollo físico. No permitan que la pereza intelectual les cierre el paso a mayores conocimientos. Aprendan a reflexionar tanto como a estudiar, para que su mente se amplíe, fortalezca y desarrolle. Nunca piensen que han aprendido bastante, y que pueden ahora disminuir sus esfuerzos. La mente cultivada es la medida del hombre. Vuestra educación debe continuar durante toda vuestra vida. Cada día deben aprender y poner en práctica todo el conocimiento que hayan adquirido.

A fin de que lleguen a ser hombres y mujeres en quienes se pueda confiar, deben desarrollar vuestras facultades, ejercitar toda aptitud, aun en las cosas pequeñas; entonces adquirirán mayor capacidad para llevar mayores responsabilidades. La responsabilidad individual es esencial. Al poner en práctica lo que están aprendiendo durante vuestros días estudiantiles, no rehuyan llevar vuestra parte de responsabilidad, porque haya riesgos que correr, o algo que aventurar. No permitan que los otros sean cerebros para ustedes.

Deben educar sus facultades para que sean fuertes y vigorosas; los talentos que se les han confiado crecerán siempre que ejerzan una energía constante, uniforme e inquebrantable en el desempeño de la responsabilidad individual. Dios quiere que añadan día tras día, poco a poco, algo a vuestra reserva de ideas, actuando como si los momentos fuesen joyas, que se han de juntar cuidadosamente y atesorar discretamente. Adquirirán así amplitud de miras y fuerza intelectual.

No desperdicien las horas

Dios no requerirá del hombre ninguna cuenta más estricta que la que pedirá por la manera como ocupó su tiempo. ¿Malgastó y abusó de sus horas? Dios nos ha concedido la preciosa bendición de la vida, pero no para que la desperdiciemos en la satisfacción egoísta. Nuestra obra es demasiado solemne, demasiado corto el tiempo para servir a Dios y a nuestros semejantes, para que lo dediquemos a buscar fama. ¡Oh, si los hombres se detuvieran en sus aspiraciones donde Dios trazó los límites, qué diferente servicio recibiría el Señor!

Cabalidad

Son muchos los que tienen tanto apuro por alcanzar posiciones distinguidas, que pasan por alto algunos de los peldaños de la escalera; y al hacerlo, pierden la experiencia que deben tener para ser obreros inteligentes. En su celo, el conocimiento de muchas cosas les parece sin importancia. Pasan rápidamente por la superficie, y no penetran hondamente en la mina de la verdad, para adquirir por un proceso lento y esmerado una experiencia que los habilitaría para ser de ayuda especial a los demás. Queremos que nuestros estudiantes de Medicina sean hombres y mujeres muy cabales, que consideren como su deber aprovechar todo talento a ellos confiado, a fin de que puedan duplicar finalmente su capital.

La luz que Dios ha dado en los lineamientos médico-misioneros no hará que su pueblo sea considerado como inferior en el conocimiento médico científico, sino que lo colocará en la más alta eminencia. Dios quiere que se destaque como un pueblo sabio y comprensivo porque cuenta con su presencia. En la fuerza de aquel que es la fuente de toda sabiduría y de toda gracia, pueden vencerse los defectos y la ignorancia.

Un alto objetivo

Procure cada estudiante de Medicina alcanzar una norma elevada. Bajo la disciplina del mayor de los maestros nuestro curso debe ser siempre ascendente, hacia la perfección. Todos los que están relacionados con la obra médico misionera deben aprender. Nadie se detenga para decir: “No puedo hacer esto”. Más bien diga: “Dios quiere que yo sea perfecto. Espera que trabaje apartado de todo lo común y vil, y que me esfuerce por alcanzar lo que sea de la más alta calidad”.

Hay un solo poder que puede hacer de los alumnos de Medicina lo que debieran ser y mantenerlos firmes: la gracia de Dios y la fuerza de la verdad, al ejercer su influencia salvadora sobre la vida y el carácter. Los estudiantes que se proponen servir a la humanidad doliente no hallarán fin a sus estudios antes de llegar al cielo. Debe adquirirse el conocimiento que se llama ciencia, y al mismo tiempo el que lo busca ha de reconocer diariamente que el temor de Dios es el principio de la sabiduría [Sal. 111:10]. Todo lo que fortalezca la mente debe cultivarse al máximo posible; y a la vez, se debe buscar a Dios en procura de sabiduría; porque a menos que uno sea guiado por la sabiduría de lo alto, llegará a ser presa fácil del poder engañador de Satanás. Llegarán a ser grandes en sus propios ojos, pomposos y llenos de suficiencia propia.

Integridad de los estudiantes

Los profesores de nuestra Facultad de Medicina deben estimular a los alumnos a obtener todo el conocimiento que puedan en cada departamento. Si hallan alumnos deficientes en el cuidado y la comprensión de sus responsabilidades, deben presentarles el asunto claramente, dándoles oportunidad de corregir sus hábitos y alcanzar una norma más alta.

Los profesores no deben desalentarse porque algunos sean tardos en aprender; ni tampoco desalentar a los alumnos que cometen errores. Mientras se les señalan bondadosamente sus errores y defectos, por su parte los estudiantes deben sentir agradecimiento por cualquier instrucción que se les dé. No hay que estimular un espíritu altanero de parte de los alumnos. Todos tienen que estar dispuestos a aprender, y los profesores a instruirlos y a enseñarles a tener confianza propia, a ser competentes, cuidadosos y esmerados. Mientras estudian bajo instructores sabios, y comparten con ellos sus responsabilidades, los estudiantes pueden, con la ayuda de los profesores, ascender al peldaño más alto de la escalera.

Los alumnos deben estar dispuestos a trabajar bajo la dirección de los que tienen experiencia y a escuchar sus sugerencias y consejos, para seguirlos hasta donde sea posible con reflexión, preparación e inteligencia emprendedora; pero nunca deben violar un reglamento ni despreciar un principio que se haya entretejido con el desarrollo de la institución. El descenso es bastante fácil; el desprecio de los reglamentos es natural para el corazón inclinado a la comodidad y a la complacencia egoísta. Es mucho más fácil derribar que edificar. Un solo alumno de ideas descuidadas puede contribuir más a rebajar las normas, de lo que el esfuerzo de diez hombres puede hacer para contrarrestar la influencia desmoralizadora...

Sin jactancia

Los médicos temerosos de Dios hablan modestamente de su obra; pero los novicios con experiencia limitada en tratar con los cuerpos y almas... hablan con frecuencia jactanciosamente de sus conocimientos y proezas. Ellos necesitan conocerse mejor; entonces serían más inteligentes en el cumplimiento de sus deberes y comprenderían que en todo departamento donde tengan que trabajar, deben poseer una disposición voluntaria, un espíritu ferviente y un celo cordial y abnegado al tratar de hacer bien a otros [Sant. 1:27]. No estudiarán la mejor forma de preservar su dignidad, sino que por un espíritu servicial y cuidadoso conquistarán una reputación de esmero y exactitud, y por un ministerio lleno de simpatía ganarán el corazón de cada persona a quien sirvan.

En la profesión médica hay muchos escépticos y ateos que exaltan las obras de Dios por encima del Dios de la ciencia. Son comparativamente pocos los que ingresan en las facultades de Medicina del mundo y salen puros y sin mancha. No se elevaron, ni ennoblecieron, ni santificaron. Las cosas materiales eclipsaron las celestiales y eternas. Muchos mezclan la fe y los principios religiosos con las costumbres y prácticas del mundo, y escasea la religión pura y sin mancha. Pero cada estudiante puede ingresar en la facultad con la misma firmeza y resolución con que Daniel ingresó en la corte de Babilonia [Dan. 1:8], y mantenerse íntegro durante toda su carrera.

La victoria

La fuerza y la gracia de Dios han sido provistas al costo de un sacrificio infinito, para que los hombres puedan vencer las sugerencias y tentaciones de Satanás, y salir sin contaminación. La vida, las obras y el comportamiento son el argumento más poderoso y solemne para los negligentes, irreverentes y escépticos. Sean la vida y el carácter un enérgico argumento en favor del cristianismo; entonces, los demás se verán obligados a reconocer que uno ha estado con Jesús y ha aprendido de él [Hech. 4:13].

No se dejen engañar los estudiantes de Medicina por las trampas del diablo ni por ninguno de sus pretextos arteros que tantos adoptan para engañar y entrampar. Manténganse firmes y fieles a los principios. Pregunten a cada paso: “¿Qué dice el Señor?” Digan firmemente: “Seguiré la luz. Honraré y respetaré la Majestad de la verdad”.

Especialmente los que estudian Medicina en las universidades del mundo deben protegerse contra la contaminación de las malas influencias que los rodean constantemente. Cuando sus instructores son hombres sabios según el mundo, y sus condiscípulos son incrédulos que no piensan seriamente en Dios, hasta los cristianos experimentados corren el riesgo de verse afectados por la influencia de su trato con los irreligiosos. Sin embargo, algunos han seguido la carrera de Medicina y han permanecido fieles a los buenos principios. No quebrantaron el sábado por causa de sus estudios; y demostraron que los hombres pueden prepararse para los deberes de médico sin chasquear las expectativas de quienes los estimularon a completar su educación.

El bienestar de los pacientes

Al preparar obreros que cuiden de los enfermos, incúlquese en el estudiante el pensamiento de que su objeto más elevado debe ser siempre atender el bienestar espiritual de sus pacientes. Debe aprender a repetir las promesas de la Palabra de Dios y ofrecer diariamente oraciones fervientes, mientras se está preparando para servir. Ayúdesele a comprender que debe recordar siempre a sus pacientes la influencia suavizadora y santificadora del gran Médico misionero. Si pueden hacer que los dolientes comprendan que Cristo es su Salvador compasivo y lleno de simpatía, esos enfermos obtendrán el descanso mental indispensable para recobrar la salud.

La educación preparatoria

Debido a las tentaciones peculiares que nuestros jóvenes afrontan en las facultades de Medicina del mundo, se debería hacer provisión para impartir preparación médica en nuestras propias instituciones, con profesores cristianos. Nuestras escuelas mayores de las diferentes uniones, deben colocarse en la posición más favorable para capacitar a nuestros jóvenes a fin de que satisfagan los requerimientos de ingreso que exigen las leyes del Estado para los que quieren estudiar Medicina. Deben obtenerse los profesores de más talento, para que nuestras escuelas se pongan a la altura debida. Los jóvenes y los de más edad que deseen prepararse para un trabajo que requiera ciertos exámenes legales, deben poder obtener en los colegios de nuestras uniones todo lo que sea esencial para entrar en una Facultad de Medicina.

La oración realizará maravillas para los que se dediquen a ella con vigilancia [Efe. 6:18]. Dios desea que todos estemos en condiciones de aguardar y esperar con esperanza. Él hará lo que ha prometido; y por cuanto hay requerimientos legales de que los estudiantes de Medicina estudien ciertas materias preparatorias, nuestros colegios deben ponerse en condiciones de dar a sus estudiantes la preparación literaria y científica necesaria.

Y no sólo deben nuestras escuelas superiores dar esta instrucción a los que piensan seguir la carrera de Medicina, sino que deben hacer también todo lo que es esencial para el perfeccionamiento de los estudios ofrecidos por nuestro Colegio de Médicos Evangelistas de Loma Linda. Como se hizo notar al fundarse esta escuela, debemos proveer lo esencial para nuestros jóvenes que desean ser médicos, a fin de que puedan prepararse inteligentemente y pasar los exámenes requeridos para probar su eficiencia como médicos. Se les debe enseñar a tratar comprensivamente los casos de enfermedad, a fin de que no pueda ningún médico sensato imaginar que en nuestra escuela privamos a los jóvenes de la instrucción necesaria para habilitarlos debidamente para ejercer la medicina. Los jóvenes que se han diplomado deben progresar continuamente en conocimiento, porque la práctica perfecciona.

Importancia del estudio de la Biblia

Si los estudiantes de Medicina quieren estudiar la Palabra de Dios diligentemente, estarán mucho mejor preparados para comprender sus otros estudios; porque siempre se obtiene iluminación de un fervoroso estudio de la Biblia. Ninguna otra cosa les ayudará tanto como el estudio de las Escrituras para adquirir una memoria retentiva. Comprendan nuestros obreros misioneros médicos que mientras mejor conozcan a Dios y a Cristo, y cuanto más se familiaricen con la historia bíblica, tanto mejor preparados estarán para hacer su obra.

Clases de Biblia

Profesores fieles deben encargarse de las clases bíblicas; profesores que se esfuercen por hacer comprender sus lecciones a los estudiantes, no porque les expliquen todo, sino porque les exijan que expliquen claramente cada pasaje que lean. Recuerden estos profesores que poco bien se logra recorriendo superficialmente la Palabra. Para comprenderla se necesita investigación reflexiva y estudio fervoroso y asiduo.

Cristo, el gran Médico misionero, vino a este mundo haciendo un sacrificio infinito, a fin de enseñar a hombres y mujeres las lecciones que habilitan para conocer correctamente a Dios. Él vivió una vida perfecta, dando un ejemplo que todos pueden seguir con seguridad. Estudien nuestros alumnos de Medicina las lecciones que Cristo ha dado. Es esencial que las comprendan claramente. Sería un terrible error de su parte descuidar el estudio de la Palabra de Dios por un estudio de teorías equivocadas, que desvían las mentes de las palabras de Cristo a las falacias de la producción humana. Dios quiere que todos los que profesen ser médicos misioneros evangélicos aprendan diligentemente las lecciones del gran Maestro. Deben hacerlo si quieren hallar descanso y paz. Aprendiendo de Cristo, su corazón se llenará de la paz que sólo él puede dar.

Hagan de la Biblia vuestra consejera. Vuestro conocimiento de ella crecerá rápidamente si mantienen su mente libre de la escoria del mundo. Cuanto más estudien la Biblia, más profundo será vuestro conocimiento de Dios. Las verdades de su Palabra quedarán escritas en vuestra alma y harán una impresión imborrable.

Dios me ha estado presentando estas cosas durante muchos años. En nuestras escuelas destinadas a preparar médicos misioneros necesitamos hombres que tengan un conocimiento profundo de las Escrituras, hombres que puedan enseñar estas lecciones a otros con claridad y sencillez, como Cristo enseñó a sus discípulos lo que él consideraba más esencial.

Y el conocimiento necesario será dado a todos los que vengan a Cristo, reciban y practiquen sus enseñanzas, haciendo de su Palabra una parte de su vida. El Espíritu Santo enseña al estudiante de las Escrituras a juzgar todas las cosas por la norma de la rectitud, la verdad y la justicia. La revelación divina le proporciona el conocimiento que necesita. Los que se colocan bajo la instrucción del gran Médico misionero, para ser colaboradores con él, tendrán un conocimiento que el mundo, con todas sus tradiciones, no puede suministrar.–CM 459-468.

El ministerio médico

Подняться наверх