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Introducción

Hace cosa de un par de años, mi amiga Nieves Córcoles me sugirió “¿Por qué no escribes artículos para Un siglo de canciones, en El Mundano, el blog de Adrian Vogel?” Pues no sé, hace mucho que no trabajo como periodista musical, estoy en otras cosas, estoy con traducciones, no tengo tiempo, sólo colaboro con una base de datos en Estados Unidos, etc.

Tampoco conocía en persona a Adrian Vogel, o sí, del ambiente discográfico, de nombre. Pero no nos habían presentado. Afortunadamente, la tecnología actual permite comunicarse rápidamente y enseguida Adrian me confirmó que sí, que le gustaría que yo colaborara con El Mundano.

De modo que escribí sobre mi “canción favorita”, o al menos, una de ellas: In My Life, de los Beatles, claro. Es una canción que nos gusta a todos y no era tarea complicada: se sabe mucho al respecto y yo he sido fan de los Beatles desde niña.

Me ofrecí para −o me ofrecieron− continuar. Sabía algunas cosas sobre algunas canciones míticas y sí, podía contar historias al respecto. Pero a Adrian le interesaba más la visión personal de cada uno y eso me gustó mucho. Mi siguiente colaboración fue Who By Fire, de Leonard Cohen, otra canción que me fascina por su texto y por cómo Cohen interpreta las Sagradas Escrituras.

Y la tercera vez... ya no podía dejar de contar a todos que To Love Somebody, esa preciosa canción de los Bee Gees, había sido escrita para Otis Redding, como siempre había sospechado... pero a él no le dio tiempo a grabarla. Su avión cayó antes de que pudiera hacerlo.

De modo que seguí escribiendo para Un siglo de canciones... hasta el día de hoy. Y cuando José Luis Ibáñez Salas me propuso recopilar esos textos en un libro para su editorial Punto de Vista Editores le dije “¿Por qué no? Me encantaría”. Sería un e-book. No hay problema.

En realidad he sido una privilegiada en esto de “saber” de música. Vengo de una familia de escritores y periodistas. A casa llegaban todos los discos, libros e invitaciones a conciertos y eventos que hubiera. En casa había ambiente farandulero aunque mi familia escuchara música clásica. Yo aprendí a usar un tocadiscos con menos de cinco años y disco que llegaba, disco que pasaba por mis manos. De modo que cuando aterrizó el primer single de los Beatles en mis manos (1962, Please, Please Me y Love Me Do, edición argentina), simplemente descubrí el mundo. Estuve a punto de verles en 1965, en Barcelona, pero no pudo ser. Con diez años descubrí algo aún mejor: los Rolling Stones. Siguió llegando música desconocida para otros niños: Janis Joplin, Jefferson Airplane, The Troggs, Elton John... entraban revistas en casa, Rolling Stone, Creem, Crawdaddy... Afortunadamente vengo de una familia de orígenes diversos y en casa se hablaba ruso, francés y español, de modo que el inglés era muy fácil para mí. Yo las devoraba. Las revistas. Aprendí inglés escuchando rock and roll.

La formación clásica que tenía mi familia en cuestión musical no fue un problema: a la niña no le gustan Beethoven ni el jazz, prefiere bailar el rock con su tía Marta, esa tía joven y guapa que todos hemos tenido. Mi tía era mi cómplice con los Festivales de San Remo y me enseñaba todas las canciones. Incluso los boleros y la música considerada “comercial” o chabacana. Llegué a ganar un concurso de twist con siete años.

Cuando hubo que ser grande, formarse, trabajar y vivir, seguí con mis estudios de idiomas y Bellas Artes, pero para entonces ya me había ido de Francia y me enamoré de Madrid. Hice amigos enseguida, todos tocaban música, o creaban fanzines... yo escribía bien, leía prensa extrajera y tenía información “privilegiada” por mi proximidad a algunos artistas. Todo fue muy rápido, trabajé en discográficas, programas musicales de televisión, revistas, fui manager de los chicos a los que luego se etiquetó como “movida” y seguí viviendo en el ambiente musical español.

Me encantan las canciones, como a todos, adoro cantar en casa, me fascinan las historias de los estudios de grabación. Me encanta escribir. Lo he hecho toda la vida. Gracias por esta oportunidad, José Luis.

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