Читать книгу El Mundo Incinerado - Emilce Strucchi - Страница 7

1. OSADÍAS

Оглавление

Pese a la fuerte resistencia que opuse, de cualquier modo, sucedió.

Aunque les aseguro que me negué a este desgarro de la mente que no se detiene, no se detiene y persiste incansable.

Tal vez hubiese sido mejor inventar un asesinato con tesoro escondido. Y bien, sin entrar en disquisiciones filosóficas, las cosas existen y ocurren más allá de nuestras diminutas osadías.

****

De un tirón.

Cómo es que no puedo dejar de perseguir alguna manera de elaborar un auténtico argumento que dure un lapso de libro y escribirlo de un tirón si después de todo hay tanta gente que escribe como por propulsión desde las tripas e incluso siendo poseída por el mismísimo demonio o por algún dios hasta terminar la tarea, pensaba, pero no obstante nada estaba más lejos de mi realidad y al fin lo único que se me venía al cerebro era una serie de preguntas algo extravagantes o quizás un poco absurdas también.

Puedo afirmar que ni un solo riesgo fui capaz de correr después de miles de reflexiones concienzudas e inútiles como por ejemplo si dentro de cien o doscientos años el mundo florecerá o por el contrario habrá quedado fulminado por el sol aunque es muy corto ese período para semejante catástrofe, me decía, y además quién sabe si la gente escribirá o leerá algunas palabras, me decía también.

¿Y si la gente ya no escribe porque la tecnología verdaderamente reemplazó a esos bellos cráneos de la mujer y del hombre tan magníficos y empalagosos o tal vez intoxicados? En ese caso estas frases y todas sus interrogaciones entonces podrán convertirse en un documento histórico reflexionaba casi con fascinación porque era un gran estímulo suponer que las palabras pudieran quedar por allí y ser descubiertas en mayor o menor medida como por casualidad mucho tiempo después. ¿Y si resultasen tenidas en cuenta y aún consideradas como huellas de una historia o de una civilización, por qué no?

¡Qué ínfulas eh!

Si con eso mis neuronas no encontraban un motivo, entonces con qué.

En definitiva me repetía sin éxito que ahora mismo me gustaría escribir una obra nacida de original chispazo o de un saber inspirador o también surgida como del dictado de esos endiosados sueños que no me dejan descansar y me obligan a levantarme y tomar algo de alcohol (o a veces bastante) para volver a intentarlo infructuosamente a pesar de que este sea un adverbio antiquísimo y derivado de infructuoso que se sabe no produce frutos.

Unos editores me habían dicho pero no seas terca si nosotros queremos que escribas ciertas cosas para que puedas dejar tu mente en calma y a nosotros tranquilos y queremos como mínimo una mujer desnuda o un hombre o mejor ambos y varios tal vez mezclados en un ambiente turbio o también traicionero y podés agregar estampidos en la noche en medio de alguna búsqueda inquietante de esas que lo dejan a uno sin aire en los pulmones casi y… nada de documentos históricos ni papiros inspirados entonces más distracción que se debe pensar en la gente y entregarle los cofres de la riqueza porque la gente ¡sí! ya está bastante magullada en la actualidad y si fuera posible tenés que sumarle un secreto a viva voz o alguna sentencia milenaria que garantice la buenaventura y por qué no hacer una linda promesa.

¿Sería mejor hacer varias promesas?, tal vez, más alguna muerte, por supuesto. Eso fue lo que aquellos editores españoles me pidieron porque según la versión que ellos sostenían era lo que muchas personas compraban. También exigieron otros requisitos que debo haber olvidado.

¿Es tan difícil de entender?, me preguntaban. Poné manos a la obra de una buena vez, no des tantas vueltas, tomate unas vacaciones y hacé lo que te decimos. Y yo, que no, que no me interesaba y además ellos no sabían lo que es la página en blanco si bien hay millones de escritos sobre este asunto que puede ser, y la mayor parte de las veces es, muy insoportable o doloroso. “Aullar sin ruido” como decía nuestra querida Marguerite Duras.

¿Y si ellos tenían razón?

A joderse nomás, me argumentaba, que yo también importo y de lo que más me ocupo en esta benditamaldita vida es precisamente de la indagación pavorosa y de angustia sin fin del ser que como se sabe también es una búsqueda y es muy “inquietante” y al menos a mí no me cabe duda.

¿O acaso debo concluir que es una insignificancia eso de estar todo el tiempo preguntándose hasta la saturación neuronal por temas trascendentales?

Sí, la trascendencia.

Sucede que soy humana y estoy bastante magullada esperando algún gesto de consuelo o aliento y por qué no una aventura de esas cinematográficas.

¿Algún asesinato? También.

No me digan que la chance de que el mundo se extinga bajo los rayos de un sol implacable de criminal logrado a imagen o semejanza de nuestra cruel humanidad no es un tema grave como pocos y bastante amenazador o casi tan cautivante como uno o dos disparos a ras de la oreja en medio de una persecución interminable en el interior de algún aeropuerto.

Así seguía torturándome con mis especulaciones.

Creo que esta podría ser una buena temática murmuré o murmuro que para el caso está dando lo mismo porque esa editorial a mí me desapareció por completo del mapa.

Ni oreja ni disparos ambulantes. Alguien que busca la manera de evitar que el mundo-con todo su contenido-perezca incinerado. Qué idea tan original, me dije burlándome de mí por lo bajo. El fin del mundo. ¡Juaaa! Y continué grotescamente asombrada y risueña. Tendré que crear un personaje que tenga una profesión afín con este asunto. ¿Una licenciada en climatología? ¿Una antropóloga? ¿No puede ser una licenciada en geología, especialista en fenómenos climáticos, que así se llamaría entonces su larga carrera que con tanto esfuerzo y mayoría masculina puede haber completado?

Ya que estoy hablando de mayorías y minorías no habrá que dejar en el tintero, continuaba, que allá por los comienzos del siglo veinte o varias décadas antes también en algunos lugares del globo se empezaron a desatar muchos nudos en pos de una equidad de género difícil y posible (tanto que ciertos ámbitos se ocuparon de reapretar esos nudos o inventar algunos diferentes y hasta muchos nuevos para prevenir el avance femenino en las aulas). Claro que no se pudo detener la marcha de los acontecimientos ni siquiera bajo la mirada hostil de ciertas religiones de manera que el cambio fue sucediendo sí o sí no obstante muy o demasiado paulatinamente. En muchos latifundios universitarios, es verdad, se concretó más tarde que en otros.

Parece que esto está fuera de tema; no hay que desesperarse, más adelante veremos que para Teresa Alicia Dolosor, y para muchas, tuvo, tiene y tendrá mucho sentido.

Y bien. Puede suceder que dentro de cien o doscientos años este escrito se convierta en algo tan vago como simbólico porque el mundo aún esté girando en su gravedad o latiendo extenuado, ay, corazoncito leve, y no se encuentre en cambio por completo fulminado al sol; y que también unos pocos humanos subsistan aún y con la escritura un tanto olvidada a costa del calor deshidratante y la falta o exceso de algunos alimentos y también de agua.

Los cerebros andarán, pues-a esas alturas-, achicharrados, enloquecidos, con chips, sin chispazos, con apenas la memoria de un dictado más algunas lecturas y el olvido de la palabra escrita. Los cerebros; qué se podrá esperar de ellos. Qué se podrá esperar de nosotros, mínimas partículas de semejante enormidad de cosmos.

Somos pura indefensión.

****

Si navegas el agua hacia la luz

es como regresar desde el origen

y sentir el dolor y sentir lo impreciso.

La inmensidad entonces es aire entre los dedos diminutos para cerrar los ojos otra vez

o delirar un vientre que no existe y llegar hasta el presente

sin haberlo elegido o sin imaginar lo que vendrá,

qué misterios menores nos esperan en una noche

o mañana cualquiera cuando empezamos a rememorar y somos un pasado indeclinable

o empezamos a intuir el engaño:

ser una millonésima molécula de universo absoluto

ser un futuro predecible con cabello distinto

tener cuello, cabeza y aquellos brazos laboriosos

dispuestos para apretarse los puños en las manos minúsculas

o arañarse de sangre las mejillas cada vez que no distinguimos

¿de dónde esa punzada?

¿desde dónde el crujido de la bestia?

o toda vez que vislumbramos que somos carne interrumpida y tiempo.

Burdamente este tiempo

agitación, puro placer, risa y obscena congoja,

bramar reminiscencias

ruegos

signos

gemir, desconocer pulmones,

lengua o piel advertidas.

SER

suspensos

mirarnos las piernitas ajenas,

proclamadas, ungidas

peligrosas:

la indefensión, la célula perfecta.

****

En semejante circunstancia, entonces, con el mundo aun girando en su gravedad o latiendo extenuado, estas palabras pueden tener el potencial para transformarse en documento histórico, imaginaba, como si se tratara de pergaminos ocultos en quién sabe qué profundidades claro que si casi no hay escritura en ese imaginario o ridículo futuro habrá poca lectura y por lo tanto procederán a desentrañar significados como quien descubre y analiza, lenta-penosamente, jeroglíficos.

Eso pensaba. ¿Qué tal?

¡Otros seres tal vez humanos y desentrañando mis significados como si esto sirviera para algo o le importara a alguien!

(Transmutando hacia un personaje tal vez pueda estar para contarlo me dije.)

Y la tal Teresa Alicia Dolosor, esa mujer, en esta ciudad de Buenos Aires, será vital en casi todo lo que sigue.

El Mundo Incinerado

Подняться наверх