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Capítulo 1 LA AVENTURA FUNDACIONAL DE SOR INÉS DEL ESPÍRITU SANTO
ОглавлениеLa historia del convento de Corpus Christi de Carcaixent está unida a la de su alma mater, sor Inés del Espíritu Santo, en el siglo Sisternes de Oblites, la dominica valenciana más ilustre de todos los tiempos, consagrada a la observancia regular, en plena Contrarreforma, y conocida para la posteridad por su intensa actividad fundacional a ella vinculada, origen de otros importantes establecimientos religiosos. Hasta el punto de no entenderse el claustro que ahora nos ocupa sin atender antes a la vida y obra de la susodicha, sobre las que conviene detenerse con detalle. Lo hicieron ya algunos coetáneos, interesados en preservar su memoria para la posteridad con la vista puesta muy probablemente en los altares.
El primero, un dominico murciano de la casa de los Vélez. Su nombre era fray Francisco Faxardo, fraile profeso en el convento de Predicadores de Valencia, de donde se había trasladado a San Esteban de Salamanca para cursar Artes y Teología, disciplina esta última en la que obtendría el magisterio poco antes de condecorársele con el título de regente de la Minerva romana.1 A su regreso a la capital del Turia tuvo una notable proyección académica a través de las aulas del Estudi General, en las que regentó una cátedra de Teología.2 Se ocupó igualmente de la conciencia de señoras y religiosas, como la madre Sisternes de Oblites, su más distinguida devota y a la que dedicó dieciséis cuadernos en folio que nunca vieron la luz.3
Tampoco llegarían a imprimirse las páginas que sobre sor Inés compuso otro de sus confesores. Nos referimos al padre Juan Bautista Catalá, de la Compañía de Jesús, doctor en Teología y catedrático de las universidades de Gandia y Valencia, que también había permanecido una temporada en la Corte de los papas –al servicio en este caso del duque del Infantado– antes de dedicarse por entero a la predicación y al confesionario, frecuentado durante un largo tiempo por nuestra monja.4
Sor Inés Sisternes del Espíritu Santo. Convento de la Inmaculada Concepción. Torrent.
Idéntica suerte corrió la semblanza que el hermano de la susodicha, don Jerónimo Sisternes de Oblites, encargó al trinitario fray José Rodríguez a partir de algunos retazos autobiográficos atribuidos a la propia religiosa. El mismo autor nos lo cuenta:
[…] llegamos a escribir veinte pliegos, aprobados ya por nuestro arcediano Juan Bautista Ballester. Y aviendo de entrar a lo más arduo de la historia, que era la vida interior de la venerable madre, teniendo en ello poco que hazer, pues toda estava escrita de su mano, murió dicho padre maestro Sisternes, en cuyo poder paravan los originales, y no los hallamos, con que quedó informe, y aún deforme, la relación de la vida. Escriviola tres vezes la religiosa, de orden de sus padres espirituales, y por su humildad, cada una de las tres vezes, la quemó. Mandáronselo quarta vez y resignose, y estos originales fueron los desaparecidos. De todo entregué un resumen, que otros dixeran elogio, a don Pablo Sisternes de Oblites,5 natural de Valencia, primo hermano de la venerable madre, cavallero de la orden de Santiago, paje que avía sido del rey nuestro señor Felipe IV, que día 27 de noviembre 1671 me le pidió para imbiar a un religioso dominico que en Roma estava escriviendo una crónica de los religiosos y religiosas insignes en virtud de toda su orden.6
Parece que de todos estos papeles –más la reseña del obispo fray Domenico Maria Marquese, incluida en el Sacro Diario Domenicano–7 se valió el padre Vicente Beaumont de Navarra, dominico del convento de Predicadores de Valencia, donde había leído un tiempo Artes y Teología, para historiar a sor Inés ya en el siglo XVIII.8 La excusa: su conocido Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena de religiosas del Gran Patriarca santo Domingo de la ciudad de Valencia. De las 320 páginas que consta la obra, dedicó la mitad a loar las maravillas de la religiosa –bajo el epígrafe Vida de la admirable virgen sor Inés Sisternes, fundadora de los tres observantíssimos monasterios de Corpus Christi de Villareal, de Carcaxente y de Nuestra Señora de Belén de Valencia– para tratar de remover su beatificación.9
De esa misma época o quizá algo anteriores en el tiempo son un par de apuntes biográficos localizados en la Biblioteca Universitaria de Valencia, procedentes de la antigua librería del convento de Predicadores. De los primeros, anónimos aunque de autoría dominicana sin lugar a dudas, podemos decir que se centran básicamente en la etapa villarealense de su protagonista.10 Los segundos, de similares características a los anteriores, llevan por título Relación de la vida y virtudes de la venerable madre sor Inés del Espíritu Santo, en el siglo Sisternes, religiosa en el convento de Santa María Madalena de la ciudad de Valencia.11
Además de estos opúsculos, todavía conocería la madre Sisternes una última biografía a comienzos de la pasada centuria. Lástima que fuera demasiado fiel todavía a la hagiografía tradicional, sin mácula alguna en la trayectoria de la religiosa y siempre a la mayor gloria de la Orden de Predicadores. A cargo del dominico fray Luis G. Sempere, fue publicada en 1903, según su prólogo,
[…] para edificación de los fieles, aumento de la devoción que ya desde antiguo se viene teniendo a esta venerable santa, especialmente en Valencia y su reino, y para con lo que se recoja con la venta de este libro ayudar a sufragar los gastos que ocasione la continuación en Roma del proceso de su beatificación, que se terminó en Valencia hace pocos meses.12
Podría decirse, en consecuencia, que la vida de nuestra protagonista resulta bastante conocida. Y así es, al menos en sus rasgos más generales y sobre todo desde la publicación de un moderno estudio biográfico a propósito de ella, del que las líneas que siguen constituyendo una apretada síntesis, si bien actualizada con nuevas informaciones.13
Inés vino al mundo en el seno de un linaje de rancio abolengo, fruto a su vez de dos estirpes nobiliarias cuyos destinos se habían unido en el Medievo: los Sisternes, de origen catalán, y los Oblites, navarros, llegados ambos a Valencia en el siglo XIII con el rey Jaime I y al servicio de la corona desde entonces.14 Especialmente célebres durante la época moderna serían los miembros de la familia vinculados en su mayoría a la Orden militar de Nuestra Montesa.15 Pero sobre todo lo fueron aquellos miembros dedicados a la administración de justicia, donde desempeñaron cargos de primer rango, en la Real Audiencia local o en sus homónimas de Mallorca y Cerdeña.16
CUADRO I
Primera generación de la familia Sisternes
Fuente: L. Gómez Orts: La saga jurídica de los Sisternes…, p. 90.
CUADRO II
Segunda generación de la familia Sisternes
Fuente: L. Gómez Orts: La saga jurídica de los Sisternes…, p. 90.
Algo más modesto sería el caso de don Felipe Sisternes y Gómez de la Torre, casado con doña Jerónima Gisbert, aristocrático apellido catalanoaragonés. Tres vástagos tuvo tal matrimonio. El primogénito y varón, Jerónimo; Ángela, la mediana, nacida en 1610; y de quien ahora se habla, veinticuatro meses menor y bautizada el día 21 de enero –festividad de la Virgen y Mártir que le daría el nombre– en la iglesia parroquial de Santo Tomás Apóstol de Valencia.17
Los pequeños perdieron a su padre en octubre del mismo año 1612, por lo que quedaron a cargo de su madre. Ni una década sobreviviría esta al pater familias. Fueron acogidos entonces por una prima hermana del difunto don Felipe, la pía doña Sabina, personaje decisivo en toda esta historia. Era hija de don Marco Antonio Sisternes de Oblites y doña Esperanza Centoll, y hermana, por tanto, de don Melchor Sisternes de Oblites y Centoll, señor de Benillup y regente del Consejo de Aragón.18 En 1620 había contraído nupcias a los veintidós años de edad.19 Y lo hizo con su primo don Vicente Descals, asesor del portant-veus de general governador de Valencia.20 Hasta diez vástagos llegarían a atribuirse a este matrimonio.21 Aunque solo alcanzaron la edad madura don Ramón, don Marco Antonio y doña Aldonza.22
Con estos tres muchachos y su madre, pues, se criaron nuestros huérfanos, en una plácida existencia sin sobresaltos reservada a los jóvenes de tal clase y condición.23 Hasta que la vocación religiosa irrumpiera en su vida. Muy tempranamente en el caso de Inés, que a decir de sus biógrafos:
Desde su niñez fue su vida más que un ensayo de la perfección, pues apenas llegava a discernir la razón ya la encontravan retirada en los desvanes de casa hincadas las rodillas en oración fervorosa que tenía por muchas horas. Aprendió a leer con gran brevedad y consumía lo restante del tiempo que la permitían las pueriles tareas, en que se imponen las niñas, en leer libros espirituales, con cuya doctrina conservava el calor de la devoción que el Divino Espíritu avía introducido en su alma. Las diversiones de su niñez eran formar altarcicos y encender luzes, combidando a sus hermanos a cantar a Dios alabanças, que eran los rudimentos y oraciones con que instruyen los padres al despuntar la razón a sus hijuelos. Desde niña gustó mucho del retiro y la oración, y como ésta se fervoriza con los rigores de la mortificación, desde entonces se familiarizó Inés con ella.24
También a sus dos hermanos deparaba el destino una vida consagrada. Jerónimo ingresó con el nombre de fray Onofre en el convento de Nuestra Señora del Remedio de Valencia;25 fue catedrático de Filosofía del Estudi General y superior de diferentes cenobios, visitador y vicario provincial de la Orden de la Santísima Trinidad.26 Méritos que acabarían incluyendo su nombre en las ternas episcopales de diócesis como Orihuela.27
Entretanto, doña Sabina Sisternes de Oblites y Centoll había buscado acomodo para sus sobrinas en otra religión, en absoluto ajena a la familia. No lo era la Orden de Predicadores, desde que un antepasado había apadrinado a san Vicente Ferrer.28 Inés y Ángela se incorporarían así a las filas dominicanas. Pero no en un convento cualquiera, sino en el de Santa María Magdalena, el más antiguo entre los femeninos levantado en Valencia después de la Reconquista y bajo patrocinio de la Casa Real de Aragón.29
Detalle del convento de Santa María Magdalena de Valencia. Plano de T. V. Tosca.
Emplazados en la partida de Na Rovella, aquellos muros mantenían intacto el linajudo marchamo estandarte de sus casi cuatro siglos de historia.30 Nobleza local y oligarquía ciudadana seguían confiando a las monjas magdalenas la educación de sus hijas. Entre los siete y los trece años de edad solían estas, en calidad de educandas, traspasar por vez primera el dintel conventual –con la preceptiva autorización de las autoridades provinciales dominicanas– para su cristiana formación, que podía derivar en una vocación consagrada definitiva.31 Las hermanas Sisternes de Oblites lo harían el 4 de mayo de 1623 durante el priorato de la madre Jerónima de Borja, como se deduce de los registros de Santa María Magdalena.32
En los mismos papeles se recoge que, decididas ambas muchachas a vestir el hábito blanquinegro, mutarían su condición por la de novicias a comienzos de 1628, incorporándose desde entonces al ritmo de vida comunitario cuyas jornadas andaban fraccionadas –según el modelo regular ideal– por el ritmo que marcaban los tiempos de oración, repartidos a lo largo de las veinticuatro horas. En concreto, las dominicas debían levantarse a medianoche para el canto de maitines. En voz alta, recitaba alguna un punto de meditación para el ejercicio de la oración mental durante treinta minutos. A las dos de la madrugada regresaban a sus celdas. Nuevamente en pie a las cinco, rezaban prima con un esquema similar al ya apuntado, más la misa y la comunión cuando así estuviese dispuesto. El resto del día se distribuían las otras horas canónicas intercaladas por tiempo de lectura en voz alta; comida en el refectorio sobre las once y media; después acción de gracias en el coro, algo de recreo, Rosario en torno a las cinco, vísperas, silencio, a las ocho cena y recogida después del rezo de completas. Todo ello regido por el capítulo regular, presidido por la priora de turno y celebrado periódicamente para garantizar el correcto funcionamiento interno de la comunidad.33
Un año de probación les quedaba todavía por delante a Inés y Ángela para «estudiar las constituciones [de la Orden] e imponerse en todas las obligaciones que tal estado lleva consigo», antes de ser admitidas plenamente entre las hijas del patriarca de Caleruega.34 Ello ocurriría doce meses después, con la aprobación del consejo y capítulo del convento. El 23 de enero renunciaban al mundo y hacían solemne profesión ante la superiora sor marquesa Vives de Cañamás.35 Nuestra protagonista lo hizo con diecisiete años de edad, el nombre de Inés del Espíritu Santo y las siguientes palabras:
Yo, sor Inés del Espíritu Santo, Sisternes de Oblites y Gisbert, hago profesión y prometo obediencia a Dios y a la bienaventurada Virgen María y al bienaventurado padre santo Domingo y a vos, reverenda madre sor Marquesa Vives de Cañamás, priora de este convento de Santa María Magdalena de Valencia, en lugar del reverendísimo padre fray Serafín Sicco, Maestro General de la Orden de los hermanos Predicadores, y sus sucesores, según la regla de San Agustín y las constituciones de las religiosas, cuya dirección y cuyo gobierno están encomendados a dicha orden, que seré obediente a vuestras reverencias y a las demás prioras, vuestras sucesoras, hasta la muerte.36
Monja profesa ya, quedó la madre Inés bajo la dirección espiritual de fray Antonio Ferrer, del convento franciscano descalzo de San Juan de la Ribera, en breve fallecido y a quien habrían de suceder el jesuita Juan Bautista Catalá y los dominicos fray Baltasar Roca y fray Francisco Faxardo. Estos pudieron ser los primeros en saber de los desvelos e inquietudes causados en el ánimo de la religiosa por la laxitud en el cumplimiento de la regla entre sus hermanas de hábito de Santa María Magdalena, reticentes aún a la reforma auspiciada por la Iglesia y la corona desde los albores de la modernidad.37
Debe recordarse en tal sentido que este convento no había constituido una excepción al relajamiento que la crisis bajomedieval supuso para las religiones en general y la de Santo Domingo en particular.38 Es más, durante la denominada claustra –un modo de entender la regla dominicana alejado de los postulados que la habían caracterizado desde sus orígenes y evidenciado en la supresión de la pobreza común, la proliferación de situaciones privilegiadas, la posibilidad de vivir fuera de los claustros o la larga permanencia de los superiores en sus cargos–, las magdalenas llegarían a sustraerse de la jurisdicción del maestro general de Predicadores para someterse a la mitra valentina por espacio de más de una centuria. Desde mediados del Quinientos el cenobio había recuperado su estatus anterior de la mano de una pléyade de jóvenes monjas vinculadas a san Luis Bertrán y comprometidas con la observancia.39 Por supuesto, bajo el amparo de las autoridades blanquinegras y la reforma auspiciada por Trento, en cuyo punto de mira estuvieron las monjas en general.40
Hasta tres nuevos cenobios fieles a la regla –en Calatayud,41 Orihuela42 y Perpignan–43 deberían sus orígenes a tales mujeres, que como las madres Bernardina Palafox44 y Magdalena Pons45 participaron de la febril expansión conventual que colmaría de claustros la monarquía hispánica.46
A comienzos del siglo XVII, sin embargo, la vida observante seguía sin imponerse por completo entre las dominicas de Na Rovella. Su tendencia hacia el diocesano y la desvinculación del gobierno de la Orden encontró un motivo más en las reservas de la comunidad a las directrices y ordenaciones del papa Clemente VIII en materia de reforma religiosa, recogidas por los sucesivos capítulos generales dominicanos en lo referente a la obligatoriedad en el aprendizaje de la escritura y la lectura por parte de las monjas, la edad mínima de las niñas acogidas en los conventos, etcétera.47 Y ni siquiera la intervención directa de los provinciales de Aragón había conseguido doblegar a las magdalenas valencianas, inmersas en toda suerte de cuitas poco acordes con su estado.48
Así lo denunció a la corona en 1631 la entonces maestra de novicias sor María Fe Capdevila.49 Según esta, la renovación del cenobio distaba mucho de ser una realidad. No solo por la actitud de algunas religiosas, sino debido también a la complicidad de sus influyentes parientes. Hasta tal extremo había llegado esta situación que el virrey marqués de los Vélez acababa de tomar cartas en el asunto:
[…] aviendo sido el conbento muy religioso y de grande obserbancia, de haños a esta parte es un escándalo por descuydo de los prelados y por culpa de algunas religiosas no tan recatadas en tratar con demasía con personas seglares de mal exemplo, de que por ser algunos dellos casados y llebando mal sus mugeres ha havido muchos ruidos, tanto que, en la Real Audiencia, se han dado memoriales en agravio de dichas religiosas, y el gobernador, en la bacante, se bio obligado a procurar remedio, y el virrey, con celo de lo mismo, desde que entró en Valencia, lo procura por todos caminos, cometiendo al oidor don Pedro Sans bisitasse el dicho conbento haciendo mandatos, con penas de quinientos ducados a algunos seglares.50
Las medidas del lugarteniente general no habían dado resultado, aseguraba la madre Capdevila, «porque las monxas, unas por interés, otras por amistad, y las preladas, por lo mismo y otros fines particulares, las favorecen». De ahí que por orden del noble hubiera vuelto a personarse en el cenobio un oidor de la Audiencia, que
[…] alló a Bautista León parlando y le llebó a la cárcel, donde está por inobediente al mandato, con que y otras cosas se ha hecho patente lo que se mormuraba públicamente de que los seglares entran y escalan el conbento y otras cosas indignas, aún de mugeres ruynes, por estarse los seglares todo el día, todos los días, con sus monxas, cosa de tanto incombeniente.51
De tales trances fue testigo directo la madre Inés del Espíritu Santo, que sumida en la desazón por su contemplación tendría allá por 1637 la primera de las revelaciones a ella atribuida por quienes le trataron:
Estaba en maytines una noche con el resto de la comunidad y diola un profundo rapto, que ella por su humildad llama sueño, aunque breve. Representósele un coro de religiosas mucho más elevado del que ella estaba. Reparó quedaba inundado aquel sitio con singular claridad y resplandor, como si fuese un Cielo, y los hábitos de ellas cándidos y lucidos. Llenose de inefable gozo su corazón al ver aquellas religiosas cuyos hábitos no eran cortados al modo del que ella vestía, sino con más austeridad, pero con notable resplandor y hermosura. Volvió en sí admirada de lo que había visto, pero entonces no le dio a entender Dios lo que aquello significaba.52
Más pronto que tarde comprendería la religiosa el significado de aquella visión, convenciéndose de la necesidad de levantar un nuevo convento que, sin dispensas ni concesiones, recuperase los rigores de la regla primitiva, cuya observancia dejaba bastante que desear en Santa María Magdalena, conforme se ha dicho. En palabras de fray Vicente Beaumont de Navarra:
Como vivía tan sedienta de penas y en el exemplar de su santíssimo patriarca leía tan remontada santidad que se pautó sobre una rigidíssima observancia de sus santas leyes y constituciones, realzada con los exercicios heroycos y continuos de admirables virtudes, anduvo premeditando mucho tiempo si sería possible resucitar aquel primer espíritu. Para examinar la divina voluntad en cosa de tan gran peso, como era lo que ideava de eregir un nuevo monasterio, en que sin dispensación alguna se observasse el rigor de las leyes de su santa religión, aplicose más de lleno a la oración y penitencia, encomendando a otras religiosas de singular virtud ofreciessen a Dios sus oraciones.53
Conforme a lo habitual en estos casos, sor Inés presentó primero el proyecto a su confesor fray Francisco Faxardo, pronto «corifeo y principal motor de esta fundación». Seguidamente, embarcaba en él a su hermana y a la joven madre Juliana de la Santísima Trinidad.54 Las tres se procurarían una cuarta monja de mayor edad y reputación, sor Luisa Aguilera.55 Por su parte, el padre Onofre Sisternes de Oblites empleó cuantos contactos poseía en la capital para procurar financiación a la empresa, patrocinada al final por distintos bienhechores. Como doña Ana Bou, que cedió para ello parte de sus posesiones poco antes de abandonar ella misma el siglo para enclaustrarse en el nuevo convento.56 Con la mitad de su fortuna contribuiría también el doctor Juan Trullench, colegial perpetuo del Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia, siempre y cuando las futuras instalaciones quedaran bajo la advocación de Cristo Sacramentado y se levantaran en Vila-real, su localidad natal.57
Contra esta última posibilidad se pronunciaron algunos otros benefactores, partidarios de llevar el establecimiento hasta Xèrica. A tales contradicciones se referirían los cronistas dominicanos de manera lacónica:
No logró el Demonio sus designios, que fue embarazar este nuevo presidio de espirituales amazonas, que avía de ser freno a sus diabólicas tiranías; aunque atravesó mil contradiciones y disturbios, con los que, y otros pretextos, se avía desvanecido que se fundara el convento en la villa de Xèrica, donde avía para ello algunos legados.58
Las autoridades provinciales de la orden zanjaron la polémica decretando el asentamiento en Vila-real.59 Aquí surgirían otros tantos obstáculos. Primero, a la hora de dar con el emplazamiento adecuado. Los enormes dispendios ocasionados por la habilitación de los espacios escogidos vendrían después. Y, por último, la jurisdicción sobre el establecimiento. Más generosas en detalles se muestran esta vez las crónicas de la Orden:
Abraçaronle con mucho gusto la villa, clero y todos, y deseavan hazer elección de una iglesia que llamavan la cofradía de Santiago; y ofreciéndose algunos reparos que embaraçaron la suerte de esta expedición, la resolvieron en la Casa de los Cucalones, llamado vulgarmente en dicha villa El Palacio. Compró todo su sitio el doctor Trullench, [que entre lo que gastó en comprar las cassas y lo que dio de ornamentos y otras halajas para convento, yglesia y altares passaron de 6 mil ducados, y de que, aún no bien satisfecha su gran piedad, hizo donación de toda su hazienda a dicho convento]; si bien, por aver estado inhabitable mucho tiempo padecían ruyna todos sus compartimentos, y para reedificarlo y disponerlo en forma de iglesia y convento gastó gran cantidad de dinero el padre maestro Faxardo. En esta reedificación y disposición huvo más dificultades que en los ajustes de la fundación entre la villa y el clero. Y los de éste no fueron pocos y mesclados con muchas pesadumbres nacidas de pretender con vivas ansias que aquel nuevo convento estuviere sugeto al ordinario, pues no avía allí convento de religiosos de la orden. Y para convencer que esse cuidado no era molestia para la religión, ni perjuizio para las religiosas, se ofrecieron quiebras de calidad, y para soldarlas se vio en riesgo la execución.60
Desde el 6 de febrero de 1639 y bajo patronato municipal finalmente, permanecería en esta localidad sor Inés del Espíritu Santo para dar forma a su convento en colaboración con su hermana Ángela y las madres Juliana Ximeno y Luisa Aguilera, esta última como priora de la nueva fundación. Renunció así nuestra biografiada al gobierno conventual para ocuparse de las novicias que empezaban a llegar. Un oficio a su medida a tenor de las constituciones de la Orden, para las cuales debía recaer tal cometido en monja «muy religiosa, prudente y sabia, zeladora de la observancia regular y que su vida sea un vivo espejo de virtud de la qual aprendan las novicias a ser otras tales».61
Fachada del antiguo convento de Corpus Christi de Vila-real.
Como maestra de novicias, pues, instruiría sor Inés personalmente a las jóvenes aspirantes en la vida religiosa, la oración, la lectura o la escritura, garantizando de este modo una escrupulo sa selección de la incipiente comunidad de Corpus Christi de Vilareal, en la que pronto se integrarían dos beatas de la Tercera Orden dominicana y una sobrina del doctor Juan Trullench.62
Entretanto, la rehabilitación de los edificios experimentó importantes avances.63 Fundamentalmente gracias a las limosnas recaudadas por el primer vicario o procurador del cenobio, a quien conforme a la tradición establecida por santo Domingo correspondía tanto su jusrisdicción espiritual como temporal. Este era fray Francisco Faxardo, que llamado a Roma por el nuevo embajador español en aquella corte –su sobrino, el marqués de los Vélez– continuaría favoreciendo desde allí la fábrica y ornato conventual,
[…] con ricos dones de ornamentos de telas preziosas matizadas de labores primorosas, cálizes, láminas, turíbulo, palia, custodia, viril y muchas y grandes reliquias, y sin esto más de dos mil ducados en dinero entre diferentes limosnas que uno y otro avía recogido del señor embaxador […] y otros príncipes de Roma.64
Todo ello posibilitó en poco tiempo que la madre Inés del Espíritu Santo y sus monjas hicieran de este establecimiento un baluarte observante. Véanse las estrictas prácticas en el vestido, el ayuno, la oración, el silencio o el aislamiento del exterior, recopiladas por fray Luis G. Sempere a partir de una antigua relación manuscrita:
[…] las religiosas visten ropa de lana al interior y al exterior; el hábito es de estameña muy blanca, pero de más baja calidad, más basta y de menos valor que la generalmente usada en la mayoría de los conventos de la orden. Se ayuna desde el 14 de septiembre hasta el día de Resurrección, fuera de los domingos. También se ayuna todos los viernes del año, los días de Témporas y Rogaciones y las vigilias de san Juan Bautista, san Pedro, Santiago, nuestro padre santo Domingo, san Lorenzo Mártir, Asunción de Nuestra Señora, san Bartolomé y Natividad de la Santísima Virgen. La comida es siempre de vigilia, sin comer nunca carne ni viandas guisadas con ella, fuera de las religiosas enfermas y en la enfermería. Los maytines se rezan a medianoche. Todos los días se tienen dos horas de oración mental en común. El silencio es rigurosísimo, la abstracción del mundo extremada, hasta el punto de no haber en todo el convento sino un solo torno para todo el servicio de la casa, inclusive el de la sacristía, y un solo locutorio pobrísimo y pequeño. Las religiosas únicamente reciben visitas tres o cuatro veses al año, sin admitirse más, aunque sean de su familia, fuera del caso de grave necesidad, urgencia o servicio del Señor.65
Claustro del antiguo convento de Corpus Christi de Vila-real.
El perfeccionamiento de tales costumbres guiaría los pasos de este convento como poco durante los tres lustros en que su fundadora formó parte de él. Porque, cumplidos ya los cuarenta años, se la llevaría de allí otra revelación. Cuentan sus hermanas de hábito que
Estando […] un día en oración en el convento de Villareal la reveló [Dios] ser de su gusto fundara otro convento en que plantasse la misma observancia, de la que avía de ser exemplar y norma, cuyos buelos siguirían muchos espíritus de su agrado. Manifestole avía de ser en la villa de Carcaxente, noble población de este reyno, y que su poder abriría camino a tan alta empressa.66
Comenzaba así la segunda estación en el periplo fundacional de sor Inés del Espíritu Santo, con las vistas puestas en la población de Carcaixent, a unas leguas tan solo de Alzira, cuyo monasterio de San Bernardo Mártir regía por entonces su hermano fray Onofre, cuyo parecer debió de pesar mucho en este episodio. La implicación verdaderamente decisiva, sin embargo, sería de su tía doña Sabina Sisternes de Oblites y Centoll, sin la concurrencia económica de la cual quizá jamás se habría materializado el proyecto.
1. BUV, Ms. 149, J. Agramunt: [El Palacio Real de la sabiduría. Idea del convento de Predicadores de Valencia] Tomo tercero en que se trata de los obispos, prelados, inquisidores, confessores de reyes, cathedráticos y escritores hijos de este real convento, pp. 155 y 318. De su fallecimiento en 1672 se hicieron eco las Acta capituli provincialis celebrati Caesaraugustae, in regali Praedicatorum conventu, die 14 aprilis, anni 1674, Zaragoza, 1674, p. 24. También las crónicas conventuales, en alguna de las cuales se incluiría su biografía. BUV, Ms. 158, D. Alegre: Historia de las cosas más notables del convento de Predicadores de Valencia, 1672.
2. A. Felipo Orts: La Universidad de Valencia durante el siglo XVII (1611-1707), Valencia, 1991, p. 324.
3. Nada dicen de tal escrito ni de su autor los más conocidos repertorios bibliográficos valencianos. Solo algunos de sus biógrafos, como V. Beaumont de Navarra en su tantas veces citada obra.
4. V. Ximeno, op. cit., pp. 80-81. Véase en cualquier caso M. A. Pasqual: Vida del venerable padre Juan Bautista Catalá, religioso de la Compañía de Jesús, Valencia, 1679. También nota 40 del siguiente capítulo. Otros detalles en la nota 2 del capítulo 5.
5. Debe de referirse a don Pablo Sisternes de Oblites Pellicer, hijo de don Melchor Sisternes de Oblites y Centoll y doña Casilda Pellicer, casado con doña Isidora Pertusa y fallecido en 1683. Véase nota 16 de este mismo capítulo.
6. J. Rodríguez: Biblioteca valentina, Valencia, 1747, p. 118.
7. «[…] tomando las noticias, como él afirma, de una relación auténtica que embiaron del convento de Belén al [Maestro] General Rocabertí». V. Ximeno, op. cit., tomo II, p. 52. La posterior edición española, aparecida en 1747 con el título Sacro Diario dominicano en el qual se contiene una breve insinuación de las vidas de los santos, beatos y venerables de la orden de Predicadores para cada día del año, con alguna reflexión y oración, estuvo a cargo del valenciano fray Francisco Vidal.
8. El religioso de Xàtiva, graduado en Filosofía por el Estudi General valentino y examinador sinodal de la diócesis de Teruel, «predicava con aplauso y era tenido por sugeto benemérito de los empleos de la Provincia». Ninguno de tales oficios obtuvo, sin embargo, debido a su muerte prematura en 1728. BUV, Ms. 933, J. Teixidor: Necrologio de este real convento de Predicadores de Valencia. Devidas memorias a sus hijos nativos con extensión en los más ilustres recogidas de monumentos antiguos y fidedignos. Tomo 4. Contiene los difuntos desde el año 1478 hasta 1775, p. 333. De su pasión por el arte y la historia dan buena cuenta –además de su crónica magdaleniense– una Breve y devota descripción de la gloriosa celda del padre san Luis Bertrán, acreditada con singulares prodigios y favores celestiales, venerada en el real convento de Predicadores de Valencia, Valencia, 1722, o la Carta dirigida a mossén Miguel Pujalte, recomendándole el cuidado y asistencia de sor Beatriz Ana Ruiz, de la tercera Orden de san Agustín, fechada en Orihuela el año 1711 y aparecida inserta en la vida que, sobre esta venerable religiosa, debemos al maestro fray Thomás Pérez. V. Ximeno, op. cit., tomo II, pp. 50 y 214-215. También V. Pascual y Beltrán: Játiva biográfica, Valencia, 1931, vol. II, pp. 85-86.
9. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, pp. 215-320. Más breve es la anónima Vida de la venerable madre sor Inés del Espíritu Santo, antes Sisternes de Oblites, fundadora de este convento de Nuestra Señora de Belén y de Villareal y Carcaxente, basada en la anterior y conservada en ACICT, Fondo Belén. Libro de fundación del monasterio de Nuestra Señora de Belén…, ff. 61-96.
10. Así se constata en el propio índice: «1. De su nacimiento y niñez. 2. Toma nuestro santo hábito en el monasterio de Madalenas. 3. Virtudes en que ya professa se exercitó. 4. Aparatos para la primer[a] fundación, que fue el monasterio de Villareal. 5. Sale de Valencia la venerable madre sor Ynés con sus compañeras y habita en su nuevo monasterio de Villareal. 6. De lo que obró en Villareal y algunas mercedes que Dios le hizo». BUV, Ms. 852 (19) Vida de sor Inés del Espíritu Santo…, s. p.
11. BUV, Ms. 852 (20) Relación de la vida y virtudes de la venerable madre sor Inés del Espíritu Santo…, s. f.
12. L. G. Sempere: Vida de la venerable madre sor Inés de Sisternes, dominica, Almería, 1903, p. II. Un resumen de esta biografía se encuentra en «Venerable madre Inés de Sisternes y Oblites», en Historias de fidelidad, Valencia, 1983, vol. I, pp. 455-492.
13. E. Callado Estela: «Sor Inés Sisternes de Oblites o la observancia dominicana en el siglo XVII», en E. Callado Estela (coord.): Valencianos en la Historia de la Iglesia IV, Valencia, 2014, pp. 123-182.
14. P. M. Orts: «Sisternes», en Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, tomo XI, Valencia, 1972, p. 38, y J. Hinojosa Montalvo: Diccionario de Historia Medieval del reino de Valencia, Valencia, 2002, tomo IV, p. 189. Referencias a los Sisternes y Oblites en F. Diago: Anales del reyno de Valencia, Valencia, 1613, lib. 7, cap. 65, y J. Zurita: Anales de la Corona de Aragón, Zaragoza, 1669, lib. 3, caps. 51 y 84, y lib. 4, caps. 2 y 84.
15. J. Cerdá Ballester: Los caballeros y religiosos de la Orden de Montesa en tiempos de los Austrias (1592-1700), Madrid, 2019, pp. 155 y ss.
16. T. Canet Aparisi: La Magistratura valenciana (ss. XVI-XVII), Valencia, 1990, p. 264; V. Graullera Sanz: Juristas valencianos del siglo XVII, Valencia, 2003, pp. 332-335; y L. Gómez Orts: «Aproximación socio-biográfica a una familia de juristas valencianos: los Sisternes», Estudis. Revista de Historia Moderna, 37, 2011, pp. 511-527. De esta última autora véase también La saga jurídica de los Sisternes. Historia y patrimonio (siglos XVI-XVII), Valencia, 2016.
17. Quien así lo afirma sostuvo para hacerlo no el correspondiente libro de bautismos –perdido probablemente en un incendio– sino «una nota oficiosa en que don Juan Bautista Llopiz, presbítero, archivero de la expresada parroquia, trasladó con fecha 18 de noviembre de 1886 del índice [de aquel registro], que dice así: Nom de pares Felip». L. G. Sempere, op. cit., p. 4.
18. Con anterioridad, había sido asesor de la gobernación de Valencia para las causas criminales, abogado fiscal de la Audiencia, juez de corte, oidor de las causas civiles y regente. Ejerció también como examinador de Leyes y Cánones del Estudi General. L. Gómez Orts: «Administrar y juzgar desde la Cancillería de un reino. La gestión del regente valenciano Melchor Sisternes de Oblites (1629-1632)», en M. J. Pérez Álvarez y A. Martín García (eds.): Culturas políticas en el Mundo Hispánico, León, 2012, pp. 1567-1579. Sabemos que su hija doña Teresa acabaría vistiendo el hábito blanquinegro en 1698, en el convento de Nuestra Señora de Belén, fundado –como se dirá– por su prima sor Inés Sisternes de Oblites. Entre sus muros viviría con existencia ejemplar hasta su muerte, acaecida el 25 de junio de 1698. ACICT, Fondo Belén. Libro de fundación del monasterio de Nuestra Señora de Belén…, ff. 81-201.
19. El 14 de junio y según las cartas matrimoniales suscritas ante el notario Juan Domingo Reyner. ARV, Real Audiencia, Procesos, III Parte, 3092, f. 1.
20. Al tiempo procurador del influyente veneciano Andrés Ynles, «secretari de la embaxada de sa magestat en la señoria de Venècia». Cit. L. Gómez Orts: La saga jurídica de los Sisternes…, p. 19.
21. ACICT, Fondo Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt: El Parayso de Dios. Idea del religiosíssimo monasterio de señoras dominicas de la real villa de Carcaxente… [X] Sor Sabina del Santíssimo Sacramento, que dotó a la fundación de este santo monasterio. Clavel, f. 21. Igualmente véase V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, p. 245.
22. L. Gómez Orts: La saga jurídica de los Sisternes…, p. 20.
23. Los propios interesados así lo depondrían años después, asegurando el varón «conèxer molt bé als dits dona Savina y Visent Sisternes de Oblites […], en la casa dels quals s’és criat ell testimoni». ARV, Real Audiencia, Procesos, III Parte, 3092, f. 104.
24. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, p. 220.
25. Consta así en las ápocas firmadas por él mismo durante los años 1662 y 1663 en relación con la celebración de algunas misas por varios difuntos en el convento de Nuestra Señora del Remedio. AHPC, Varia, Leg. 32.4.40 Ápoca celebración de misas por el alma de Patricio Pablo, y 32.4.44, Ápoca celebración de misas por el alma de Esperanza Rubio.
26. A. Felipo Orts: La Universidad de Valencia durante el siglo XVII…, p. 381.
27. No obstante, fallecería el 16 de mayo de 1671 sin haber ceñido jamás mitra alguna y «sin dexar impresso, de mucho que avía leído y predicado y escrito de Matemáticas, a cuyo estudio fue inclinadíssimo, si no un Sermón panegyrico de nuestros gloriosos patriarcas san Juan de Mata y san Félix de Valois, en Valencia, por Silvestre Esparsa, 1600». J. Rodríguez, op. cit., p. 128, y A. Felipo Orts: La Universidad de Valencia durante el siglo XVII…, p. 381.
28. Don Romeu de Oblites, jurado en cap de la ciudad. J. Teixidor: Vida de San Vicente Ferrer, apóstol de Europa, Valencia, 1999, vol. I, p. 41.
29. M. de Cruilles: Guía urbana de Valencia antigua y moderna, Valencia, 1875, vol. I, p. 362; M.ª D. Cabanes Pecourt, op. cit., vol. I, p. 115; V. Pons y J. Cortés, op. cit., p. 81.
30. E. Callado Estela: Mujeres en clausura…, pp. 31 y ss.
31. En Valencia, en los conventos dominicanos y en todas partes. M. Barrio Gozalo: El clero en la España Moderna, Córdoba, 2010, pp. 425-426.
32. ACSCS, Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…, f. 48bis.
33. La aplicación de este modelo teórico de vida a las dominicas se encuentra en A. Esponera Cerdán: Las dominicas de Albarracín. 337 años de fidelidad y presencia en la ciudad, Albarracín, 1998, pp. 40-44.
34. El texto completo latino de las Constitutiones sororum fratrum Praedicatorum de 1259 puede consultarse en formato CD en Constitutiones et acta capitulorum generalium ordinis fratrum Praedicatorum 1232-2001, Berlín, 2002. Una edición de estas –traducidas al castellano y manejadas en este trabajo– se encuentra en Regla de nuestro padre san Agustín, águila de los doctores, manual y espejo espiritual de sus hijas por la línea recta de nuestro gran padre santo Domingo y herederas legítimas del espíritu de ambos santíssimos patriarchas y las constituciones de nuestro padre santo Domingo. Propónelo de nuevo a las hijas de tales padres el maestro fray Thomás de Espinosa, del orden de Predicadores, el año de 1677 y se reimprime a esmero de la madre soror Manuela Santa Ana, actual priora de este monasterio de Nuestra Madre Santa Rosa de Lima, Lima, 1757. Remitimos en cualquier caso a P. Raffin: «Brève histoire des constitutions des moniales de l’Ordre des Prêcheurs», Mémoire Dominicaine, 13, 1998, pp. 118-119.
35. Que lo era desde el 24 de abril de 1646. Había hecho profesión religiosa en este mismo convento en diciembre del año 1592. El 25 de julio de 1665 falleció. ACSCS, Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena… Religioses y dots de aquelles, f. 40bis.
36. Cit. L. G. Sempere, op. cit., pp. 14-15, a partir de la copia de un antiguo manuscrito hoy desaparecido.
37. E. Callado Estela: «Mujeres, reforma y resistencia. Las dominicas valencianas de Santa María Magdalena en los siglos XVI y XVII », en R. M.ª Alabrús Iglesias (ed.): La vida cotidiana y la sociabilidad…, pp. 117-132.
38. Véase sobre el tema V. Beltrán de Heredia: Historia de la reforma de la provincia de España (1450-1550), Roma, 1939, pp. 185-217, y Las corrientes de espiritualidad entre los dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, Salamanca, 1941; J. M.ª Garganta: «Los dominicos de la provincia de Aragón en la historia de la espiritualidad (siglos XIV-XVII)», Teología espiritual, 1, 1957, pp. 98-121; y A. Robles Sierra: «La reforma entre los dominicos de Valencia en el siglo XVI», en Corrientes espirituales en la Valencia del siglo XVI (1550-1600), Valencia, 1983, pp. 183-210.
39. Sor Mónica Antist, sor Catalina de Castro, sor Esperanza y Bernardina Palafox o sor Magdalena Pons, por citar algunos ejemplos. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, pp. 106 y ss.
40. J. M.ª Garganta: «Apuntes sobre el momento tridentino de la provincia de Aragón», en Atti del Il Concilio di Trento e la reforma tridentina, Roma, 1965, vol. II, pp. 643-646; A. Esponera Cerdán: «El Concilio de Trento y las monjas dominicas del real monasterio de Santa Catalina de Siena de Valencia», en IV Jornada de Historia de la orden dominicana en Argentina. Historia, escritura, arte y espiritualidad, s. l., s. p., 2009; y A. Atienza López: «Movilización y activismo desde los claustros postridentinos. La participación de las monjas en la proyección de la Contrarreforma», Historia Social, 91, 2018, pp. 105-130.
41. Aprobado por el capítulo general de Lisboa, celebrado en 1618, con las siguientes palabras: «Acceptamus conventum monialium Calataiubii, fundatum a perillustri don Iosepho de Palafox, catholici regis capellaneo et ecclesiae Caesaraugustanae canonico, cum pactis et conditionibus inter ipsum et Provinciam Aragoniae initis, admittentes eundem dominum fundatorem, tamquam ordinis nostri singularem benefactorem, in vita pariter et in morte ad participationem omnium bonorum spiritualium totius Ordinis nostri», «Acta capituli generalis Ulyssipone in conventu Sancti Dominici Ordinis Praedicatorum celebrati in festo Sanctissimae Pentecostes III iunii anno Domini MDCXVIII», en M. B. Reichert: Monumenta Ordinis Praedicatorum historica. Acta capitulorum generalium VI, Roma, 1902, p. 305. De ello se haría eco el provincial valentino de 1621. Acta capituli provincialis celebrati Valentiae in regio conventu Praedicatorum prima mensis maii anno MDCXXI, Valencia, 1621, p. 19.
42. En las actas del capítulo provincial dominicano reunido en 1606 puede leerse la aceptación de esta nueva fundación religiosa femenina: «Acceptamus prioratum etiam conventus monialium Sanctae Luciae civitatis Oriolae», Acta capituli provincialis Valentiae in conventu Praedicatorum celebrati die quintadecima mensis aprilis anni 1606, Valencia, 1606, p. 16. Nada de ella se dice, sin embargo, en los posteriores capítulos generales de la Orden de 1609 y 1611.
43. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, pp. 182, 194-195 y 200-201.
44. Cuarta hija del virrey de Cerdeña de este apellido, en 1575 había vestido el hábito religioso, profesando al año siguiente. ACSCS, Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…, ff. 37vbis-38bis. A su muerte, acaecida a finales de 1621, se organizaron unos sonados funerales. J. Vallejo: Sermón fúnebre predicado en las honras de la madre sor Bernardina de Palafox, Zaragoza, 1622. De ella se hizo eco el capítulo general de Milán reunido un año después: «In eodem monasterio obiit soror Bernardina de Palafox, ipsius monasterii fundatrix, quae nunquam lecto nisi aegra cubavit; quod semel induit, nunquam mutavit indumentum, suis manibus saepius pro necessitate refectum; sacram eucharistiam singulis diebus sanctae Catharinae Senensis exemplo sumebat, tandem gloriosissime obiit», «Acta capituli generalis mediolani in conventu Sancti Eustorgii Ordinis Praedicatorum celebrati in festo sanctissimae Pentecostes XV maii anno Domini MDCXXII», en M. B. Reichert: Monumenta Ordinis Praedicatorum. Acta capitulorum generalium VI, Roma, 1903, p. 352.
45. Hija del regente del Consejo de Aragón don Martín Pons de Castellví, había llegado con catorce años de edad al convento de las magdalenas, donde profesó en 1567 y vistió el hábito doce meses después. ACSCS, Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…, f. 37bis.
46. A. Atienza López: Tiempos de conventos. Una historia social de las fundaciones en la España moderna, Madrid, 2008, pp. 32-42.
47. A. Esponera Cerdán: «El Concilio de Trento y las monjas dominicas del real monasterio de Santa Catalina de Siena de Valencia», en IV Jornada de Historia de la orden dominicana en Argentina. Historia, escritura, arte y espiritualidad, s. l., 2009, pp. 6-7.
48. E. Callado Estela: Mujeres en clausura…, pp. 77 y ss. La situación descrita no supondría una excepción dentro del panorama conventual femenino hispánico, donde la resistencia a la reforma tridentina siguió al día todavía a lo largo del siglo XVII e incluso del Setecientos. A. Atienza López: «Las grietas de la clausura tridentina. Polémicas y limitaciones de las políticas de encerramiento de las monjas… todavía con Felipe V», Hispania, 248, 2014, pp. 807-834; «Autoridad moral y resistencia ejemplar. La defensa del orden y la soberanía en los claustros femeninos», en A. Atienza López (ed.): Mujeres entre el claustro y el siglo…, pp. 103-123; «Los límites de la obediencia en el mundo conventual femenino de la Edad Moderna: polémicas de clausura en la Corona de Aragón, siglo XVII», Studia Historica. Historia Moderna, 40, 2018, pp. 125-157; y «Mujeres y hombres de Iglesia. Orden y desorden en torno a la imposición de la clausura tridentina», en E. Serrano Martín y J. Pérez Gascón (coords.): Poder, sociedad, religión y tolerancia en el Mundo Hispánico, de Fernando el Católico al siglo XVIII, Zaragoza, 2018, vol. I, pp. 241-270.
49. «Tomó el ábito a 10 de decienbre 160[4], ciendo priora la madre sor Margarita Gamir. Traxo de dote seyscientas libras y más ciento libras para pita[n]sa y zera. Yzo profeción a 6 de junio 1605 […], siendo priora la madre sor Ysabel Estanya». ACSCS, Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…, f. 42vbis. Confirmada como priora el 20 de marzo de 1640, volvería a ejercer como superiora durante un segundo mandato, iniciado el 26 de abril de 1649 y prolongado tres años más por dispensa apostólica, ibíd., ff. 44v-46. Ya fallecida, en el capítulo provincial de 1665 podría leerse el siguiente elogio fúnebre: «In conventu Sanctae Mariae Magdalenae Valentiae, obiit soror Mariae Capdevila, quae 63 annis quibus habitum induit, laneis semper usa est, super nudo tabulato cubabat. Magistrae novitiarum, et priorissae officia, ambos novennio exercens, zelo religionis excelluit, ieuniis, et orationi assiduat vestibus usa vilibus nova laceris commutabat, suarum rerum largitrix liberalissima, que tandem jeiuniis penitentiis, et infirmitatibus fracta, sancto fine quievit», Acta capituli provincialis celebrati Barchinonae in conventu Praedicatorum Sanctae Catharinae Martyris die 25 aprilis 1665, Barcelona, s. a., p. 20.
50. ACA, Consejo de Aragón, Leg. 875, doc. 116.
51. Ibíd.
52. L. G. Sempere, op. cit., p. 13. En los últimos tiempos se ha inaugurado una interesante línea de investigación histórica en torno a estas y otras manifestaciones proféticas y visionarias. A modo de ejemplo, véase A. Atienza: «Monjas examinadas. Visiones y política de sor Magdalena de la Trinidad, s. XVII», en M. Caffiero, M. P. Donato y G. Fiume (eds.): Donne, Pottere, Religione. Studi per Sara Cabibbo, Milán, 2017, pp. 123-136, y L. M. Pérez Pérez: «Cien mordazas en la boca. Profetismo femenino en el siglo XVIII a través de los jesuitas expulsos», en I. Fernández Arrillaga (coord.): Al margen y calladas: mujeres en la Modernidad, Alicante, 2016, pp. 101-123; y R. M.ª Alabrús Iglesias: «El discurs eclesiàstic davant el món visionari femení en els segles XVI i XVII», Scripta. Revista Internacional de Literatura i Cultura Medieval i Moderna, 8, 2016, pp. 287-300.
53. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, pp. 235-236.
54. En el siglo Ximeno Dolz y nacida en Morella, «a 10 de ma[i]g entrà relixosa sor sor [sic] Juliana Gimeno, de edat de digüit anys […] a[n]y 1623». ACSCS, Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios del convento de Santa María Magdalena…, f. 48bis. Una breve reseña biográfica en ACICT, Fondo Corpus Christi de Carcaixent. J. Agramunt: El Parayso de Dios. Idea del religiosíssimo monasterio de señoras dominicas de la real villa de Carcaxente… [I] Sor Juliana de la Santíssima Trinidad. Fundadora. Violeta, ff. 8-10.
55. Ninguna religiosa de este nombre y apellido figura en los registros conventuales consultados. A ella se refieren, sin embargo, V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, p. 236, y L. G. Sempere, op. cit., p. 171, para quienes habría vestido el hábito blanquinegro el año 1612 en Santa María Magdalena, donde fallecería en agosto de 1642 tras haber ejercido como priora en el convento de Corpus Christi de Vila-real.
56. Diferentes donaciones efectuaría también al convento de Predicadores. BUV, Ms. 158, D. Alegre: Historia de las cosas más notables del convento de Predicadores de Valencia, año 1666.
57. Se había doctorado en Teología en la Universidad de Valencia en el año 1608. Dos décadas más tarde opositaba sin suerte a una cátedra pavordía. A. Felipo Orts: La Universidad de Valencia durante el siglo XVII…, p. 388. Protagonizó una intensa carrera literaria, de la que dan testimonio títulos como Bullae Sanctae Cruciatae expositio, Confessariis omnibus, etiam in locis ubi ipsa non contenditur, valde utilis et necessaria, Valencia, 1626; De obligatione asistendi, et tamendi in choro, ut quisque sua obligationi satisfacere possit, et distributiones mereatur accipere, Valencia, 1633; Opus morale in decem decalogi, et quinque Ecclesiae praecepta, Valencia, 1640; Praxis sacramentorum, Valencia, 1646; y Tractatus de iure parochi, sive parochiali, et de vicario perpetuo, ac temporali, Valencia, 1647. V. Ximeno, op. cit., tomo I, p. 354.
58. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, pp. 237-238.
59. Con autorización firmada por el vicario provincial fray Acacio March de Velasco, hijo de ilustre linaje valenciano, catedrático de Filosofía del Estudi General y prior del convento de Predicadores. En 1660 se convirtió en obispo de Orihuela, donde falleció un lustro después. C. Fuentes: Escritores dominicos del reino de Valencia, Valencia, 1930, pp. 188-190, y G. Vidal Tur: Un obispado español. El de Orihuela-Alicante, Alicante, 1961, vol. I, pp. 274 y ss.
60. BUV, Ms. 852 (19), Vida de sor Inés del Espíritu Santo…, p. 704.
61. Regla de nuestro padre san Agustín…, capítulo III. Del oficio de la maestra de novicias, pp. 52-62. La profesora Atienza ha llamado la atención sobre la amplitud del texto dedicado por la referida constitución a un empleo conventual de vital importancia, porque a través del noviciado no solo se enseñaban y aprendían las pautas de comportamiento debidas para la inserción en la comunidad, sino que constituía un proceso de socialización e inmersión en los valores de cualquier orden religiosa, además de un proceso de aprendizaje e interiorización de las pautas y valores asociados de forma más genérica al estado religioso femenino. A. Atienza López: «Autoridad y poder en los claustros femeninos de la Edad Moderna. Las prioras dominicas vistas desde los textos normativos y ceremoniales», en R. M.ª Alabrús Iglesias (ed.): La vida cotidiana y la sociabilidad de los dominicos…, p. 59.
62. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, pp. 237-238.
63. Según los relatos decimonónicos, «ocupando todas las casas que existían en la manzana entera y aislada que hay entre los lindes por norte calle Mayor, sur la de los Desamparados, levante callejón de la casa capitular y por poniente la calle [de] salida a Burriana, cuya afirmación atestiguan los arcos señalados sobre las paredes exteriores de dicho convento tapiadas que formaban entrada a otras tantas casas, entre los que se divisan sacando frente a la calle Mayor tres o cuatro en la salida a Burriana. Es el edificio grande y despejado, mide de superficie 3.138 metros cuadrados, la obra válida y de buena construcción. Es fama de que posee un jardín y otros patios en el centro. La iglesia es hermosa, de orden corintio, de una nave, con buenos altares dorados y la sacristía despejada, pero todo con escasa luz; tiene un buen órgano y en sus retablos se ven algunos cuadros regulares, a pesar que por su oscuridad no puede clasificarse a qué escuela pertenecen». Apuntes históricos de Villareal, 1879, pp. 493-494; L. Nebot Climent: Apuntes históricos de Villareal, 1880, pp. 166-167; y P. Martí Cercós: Apuntes históricos de Villareal, 1893, vol. I, s. p. Los tres conservados manuscritos se encuentran en el Archivo Municipal de Vila-real.
64. BUV, Ms. 852 (19), Vida de sor Inés del Espíritu Santo…, p. 704.
65. Cit. L. G. Sempere, op. cit., pp. 46-47.
66. V. Beaumont de Navarra: Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena…, p. 246.