Читать книгу Historias del calcio - Enric González - Страница 3

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INTRODUCCIÓN

En septiembre de 2003, recién llegado a Roma como corresponsal de El País, recibí una llamada de Santi Segurola, entonces redactor-jefe de Deportes. Me propuso escribir algo para las páginas deportivas y yo, que bastante tenía con buscar piso, aprender algo de italiano y pergeñar las primeras crónicas sobre un país que me parecía incomprensible, le dije que sí, que ningún problema. Unos días más tarde, el domingo por la mañana, me reclamaron el articulito. Escribí unas líneas y las dicté por teléfono, porque en el hotel no había forma de conectarse a internet. Luego me fui a un bar del centro para ver el partido nocturno.

Estaba en el autobús cuando me llamaron de nuevo para preguntarme cómo se llamaba mi columna. No se me había pasado por la cabeza que mi colaboración con Deportes fuera a tener continuidad, y no se me ocurría nada. La voz al otro lado del hilo dijo: «¿Te parece bien “Historias del calcio”?». No me pareció especialmente estupendo, pero respondí que valía. Así comenzó un asunto que duró cuatro años, los cuatro que pasé en Italia.

Todos los textos fueron redactados el domingo, después de los partidos de las tres. Elegía el tema sobre la marcha, porque confiaba en que la espontaneidad compensara otras deficiencias. Algunas piezas nacieron en condiciones precarias, garabateadas de mala manera sobre un trozo de papel: una fue escrita en un vaporetto veneciano, otra en una sala de embarque del aeropuerto de Roma, una que hablaba de los inmigrantes del sur y los equipos del norte fue parida en el coche de mi amigo Andrea, de vuelta de una excursión a los Castelli Romani. Sigo sin explicarme la paciencia del periódico y del ocasional lector.

El calcio es muy especial. Ningún país vive el fútbol como Italia (quizá Argentina, que no conozco) y nadie es tan imaginativo, tan farsante y tan estupendo como los italianos. El calcio ofrece mucho que contar: las tragedias del Torino, la arrogancia de la Juventus, la locura de la Roma, los disparates del Inter, las aventuras de Silvio Berlusconi y el Milan... El periodismo deportivo italiano ha dado grandes narradores, desde el patriarca Gianni Brera al contemporáneo Gianni Mura. Leerles es un placer muy instructivo. Ningún cronista, sin embargo, alcanza la brillantez de los anónimos inventores de pancartas

En los estadios italianos, como se sabe, las dos aficiones suelen mantener un diálogo burlón a través de las pancartas. También se pegan y exhiben inscripciones miserables, pero dejemos eso al margen. Escribir una gran pancarta de curva (la grada más barata, donde se concentran los tifosi sfegatati) es un arte que se practica en secreto, para evitar el espionaje rival. Cuando la afición contraria averigua el mensaje, la réplica puede ser demoledora.

En 2001, los giallorossi de la Roma prepararon un cartel colosal para el derbi contra los biancazzurri de la Lazio. La Roma era campeona y la ocasión merecía la poesía más excelsa. Cuando saltó al césped el equipo romanista, sobre la curva se alzó un texto gigantesco en su honor: «Mira a lo alto, sólo el cielo es más grande que tú». Segundos después apareció enfrente, en la curva de los laziali, otra pancarta de igual tamaño: «Tenéis razón, es blanquiazul».

Esas son las «historias del calcio» que más me gustan.

E. G.

Historias del calcio

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