Читать книгу Historias del calcio - Enric González - Страница 5
ОглавлениеLA ESTUPIDEZ HUMANA
LUNES, 22-09-2003
Sobre la estupidez humana se ha escrito bastante. El tema, por desgracia, resulta inagotable. Un grupo de seguidores del Nápoles (no aficionados al fútbol, sino seguidores en el sentido de ir tras el equipo) devastó el sábado el estadio Partenio de Avelino, protagonizó varias batallas campales, una de ellas en pleno césped, y dejó en el asfalto a un muchacho medio muerto que anoche seguía en estado crítico. El subjefe de la policía local fue agredido y sufrió un infarto. La pequeña ciudad de Avelino, en los Apeninos, padeció horas de terror. Las imágenes avergüenzan.
Pero no vayamos a creer que toda esa violencia fue gratuita: es que era un derbi regional. Ah, claro, Y además, explican los tifosi napolitanos, hubo un problema con las entradas, eran más caras de lo que esperaban. Con toda lógica, los muchachos resolvieron el asunto cargando contra la policía, entrando en tromba en el estadio y encaramándose a lo alto de la tribuna para arrojar bengalas y sillas. Lo que habría hecho cualquiera. Uno de ellos, un chico de 20 años, Sergio Escolano, de 20 años, quizás inocente, se desplomó desde un voladizo hasta la calle en una caída de una veintena de metros. Según algunos testimonios, la ambulancia tardó hasta media hora en recoger su cuerpo roto: era imposible acceder a él porque las peleas seguían a su alrededor. Luego, unos cien imbéciles saltaron al campo e hicieron huir a la policía, que dejó tras de sí una nube lacrimógena. El partido se suspendió sine die.
Nápoles y Avelino padecen una tasa de paro altísima, son ciudades inmersas en la tradición sureña de violencia, la gente del Nápoles soporta mal la vida en segunda y el casi descenso a tercera del pasado año... Todos estos argumentos inundan la prensa italiana. Sobre la estupidez humana, en efecto, se escribe bastante. Pero no pasa nada: el domingo próximo, los imbéciles que asolaron Avelino volverán al estadio. Quizás algún directivo les salude como fieles entre los fieles. En el azul celeste de la camiseta napolitana queda la mancha negra.
En cuanto al fútbol, una nota de normalidad: después de la exhibición de Highbury (0-3 contra el Arsenal en la Champions), el Inter, auténtica unidad de medida del calcio, empató tristemente a cero en el San Siro con la Sampdoria. La estoica hinchada del club azul y negro vivió sus 90 minutos de tedio y volvió a su habitual sufrimiento.
La Juventus es el poderío de la burguesía industrial. El Milan es la genialidad de una extraña combinación de aristocracia y proletariado. El Inter, el tercer grande, es la paciente clase media, aderezada con un punto de masoquismo. Es la sociedad que dejó escapar a Roberto Carlos y fue burlada por Ronaldo, el equipo que cayó en semifinales de la pasada Champions sin perder ningún partido y quedó segundo de la Liga (tercero el año anterior); es, en fin, el club que contrató como entrenador a Héctor Cúper, un especialista en derrotas heroicamente arrancadas de las fauces de la victoria.
El juego del Inter suele ser el mejor termómetro del calcio y, a juzgar por lo visto ayer, el fútbol italiano sigue asfixiado entre marcajes, presiones, astucias y faltas lejos del área. Todo el partido fue jugado como un larguísimo último minuto en campo contrario. No estaba el gran Christian Vieri, pero da igual: fue una lástima.