Читать книгу Fortuna y expolio de una banca medieval - Enrique Cruselles Gómez - Страница 8
ОглавлениеPRÓLOGO
En buena medida podemos considerar este libro como una simbiosis entre la historia de una familia, la de su empresa y la de su ciudad a lo largo de un siglo. El cuatrocientos valenciano es especialmente conocido por sus esplendorosos brillos literarios, económicos y demográficos, pero sin minorar sus méritos estas facetas deben conjugarse con algunas de sus más tenebrosas tinieblas que, en concreto, encuentran el mayor de sus exponentes en la actuación de la Inquisición. El tribunal, profundamente renovado en el reinado de Fernando el Católico, desarrolló un cometido de represión de masas en las ciudades de sus reinos, incluida Valencia, con el pretexto de perseguir y expurgar la presunta extensión de la herejía criptojudaica entre unos descendientes de conversos al cristianismo, cuyos ancestros se habían bautizado tres generaciones atrás.
Ninguno de los tres ejes, que articulan el discurso de la obra, resulta nuevo para su autor. Después de dedicar varias décadas al estudio continuado del mundo mercantil valenciano, sus rutas, mercados, operadores y capacidad financiera en el siglo XV –contando con los múltiples recursos que proporcionan los archivos de protocolos notariales– ha logrado conciliar sus resultados con los obtenidos por sucesivos proyectos de investigación, dedicados estos al estudio de los orígenes de la Inquisición y de sus efectos sobre la sociedad valenciana, financiados por el Ministerio de Educación y Cultura. La riqueza de las informaciones notariales sobre los hombres de negocios y sus actividades se han combinado con los registros del tribunal inquisitorial, sus censos, sus procesos y sus relaciones con la estructura política e institucional, conservados en el Archivo Histórico Nacional, en el Archivo del Reino de Valencia o en el Archivo de la Universidad de Valencia. Destaca entre esos fondos el registro del Mestre Racional del reino, Joan Ram Escrivà, convertido en receptor de los bienes confiscados a los conversos acusados de herejía, con un volumen dedicado en exclusiva a la familia, empresa y banca Roís, dado el calibre de su fortuna, de sus negocios y del interés monárquico por hacerse con sus haberes.
La familia Roís puede ser considerada como paradigma del heterogéneo conjunto de historias de vida que protagonizaron el efervescente movimiento económico de la ciudad de Valencia en los primeros decenios del siglo XV. Aquella sociedad se demostró extraordinariamente abierta y capaz de acoger a numerosos inmigrantes sin interesarse por sus orígenes o por su procedencia, al tiempo que brindaba múltiples posibilidades de negocio para todos aquellos que pudiesen insertarse en sus estructuras de producción y redistribución de mercancías. La primera generación de los Roís procedía de Teruel y se dedicó a negociar con lana aragonesa en un proceso de acumulación de capital que permitió diversificar sus actividades, inicialmente comerciales, en sectores productivos, inversores y especulativos dentro de una ciudad que experimentaba su transformación en un centro cosmopolita del Mediterráneo. Los niveles de éxito económico fueron paralelos a la integración entre las élites sociales y entre las esferas económicas y financieras de la ciudad. Su solvente posición contaba con el aval del estatuto de doncel, con el que la monarquía había premiado los servicios prestados en su ciudad de origen a Martí Roís, circunstancia que acabaría siendo reconocida y aceptada entre los círculos sociales y políticos de las más prestigiosas familias de ciudadanos y caballeros valencianos.
La muerte de este paterfamilias a mediados de la centuria convirtió a sus hijos varones en responsables de una empresa bien consolidada, la cual pronto reorientaría sus negocios hacia horizontes europeos mucho más amplios y diversificados. La original actividad comercial, sostenida en el tráfico de materias primas, derivó hacia la banca y la actividad financiera en general con el relevo generacional, a través de una taula de canvis propia, que pasó a operar en las principales plazas y mercados europeos, a través de su dedicación especializada en los giros bancarios y lletres de canvi con Palermo, Sevilla, Mallorca, Barcelona, Nápoles, París, Aviñón o Brujas y, al mismo tiempo, intensificando sus relaciones con las más importantes bancas internacionales del momento, tales como la de los Strozzi, Médici, Pazzi o Spanocchi. Prácticamente ni una plaza ni una banca de importancia quedaba fuera de la red de negocios urdida desde Valencia por la banca Roís, a través de sus factores y, de hecho, el propio autor señala que pocas empresas valencianas lograron proyectar actividades financieras de tal magnitud en la ciudad cuatrocentista.
Este salto cualitativo en los negocios tuvo su parangón con unas relaciones sociales acordes al nivel económico y al prestigio adquirido. Las sustanciosas dotes reservadas para las doncellas de la parentela constituyeron un atractivo para linajes de caballeros y de ciudadanos honrados, de la misma manera que las inversiones en deuda pública municipal y de la Generalitat acentuaron el reconocimiento de la familia y de la empresa hasta construir una formidable red de negocios y de relaciones sociales locales y regionales. Se entiende así que la continuidad de las actividades comerciales tradicionales (lana, abastecimiento frumentario, pañería, etcétera) se mantuviera y se complementara con el arrendamiento de impuestos y la compra de censales del municipio y de la Generalitat, servicio al bien común que en ningún caso constituyó el grueso de los activos de la banca Roís. Mientras tanto, el resto de la parentela asentada en Valencia, siempre de origen converso, se dedicaba al comercio, a la abogacía, a la medicina, e incluso desempeñó magistraturas locales, sin que faltasen entre ellos algunos familiares insertados entre la clerecía y la caballería. Se constatan pues vínculos matrimoniales con familias de la nobleza y de la ciudadanía valenciana, de raigambre cristianovieja, una circunstancia que coincide con el detallado conocimiento de sus prácticas religiosas. Testamentos, sepulcros en conventos, vínculos con las más elitistas cofradías de la ciudad, así como el regular cumplimiento sacramental y litúrgico, se detallan en los testimonios recopilados en los procesos de la nueva Inquisición de Fernando el Católico.
La voracidad manifiesta de este tribunal quedó reflejada de forma nítida con las penas, condonaciones y multas pecuniarias impuestas a los conversos procesados, las cuales no tuvieron relación con la gravedad de los pecados cometidos sino con la solvencia económica de la que cada uno de aquellos gozaba en la sociedad valenciana. A mayor patrimonio mayor punición monetaria ante la comisión de un mismo pecado. Esta circunstancia ha venido a ratificar la existencia de un procedimiento instituticionalizado y sistemático de expolio de los patrimonios familiares de los conversos, bajo el pretexto de la defensa de la fe, que al mismo tiempo garantizaba ingresos ingentes para la monarquía.
Entre 1485 y 1487, justo cuando la banca y la familia estaban en la cima de su éxito social y empresarial, en el momento en que los Roís formaban parte de la flor y nata de la sociedad valenciana, pero también cuando comenzaban a acumularse los devastadores efectos de las actuaciones inquisitoriales, primero en Teruel y desde 1482 en Valencia, dos de los tres herederos, Martí y Gil Roís, huyeron a Milán, con lo que descapitalizaron buena parte de la empresa con la derivación de sus fondos mediante giros bancarios a otras plazas. Un total de medio millón de sueldos en aquel momento fue la cantidad calculada por Joan Ram Escrivà, mestre racional y receptor general de los bienes confiscados por la Inquisición, con la que cuantificaba la inversión de activos en Europa, justo en el momento de la huida.
La fuga fue considerada como un signo inequívoco de la culpabilidad de sus crímenes y de inmediato se inició el procedimiento de confiscación, así como el principio de su procesamiento sobre la base de la recopilación de testimonios, generalmente frágiles e indirectos, que cumplen los estereotipos habituales de la mayor parte de los procesos inquisitoriales. Maledicencias de comadres y chismorreos vecinales o del servicio doméstico, permitían a los inquisidores identificar ciertas costumbres cotidianas, alimenticias y familiares como fehaciente expresión del judaísmo perseguido.
Mientras Martí y Gil escaparon de las garras de la Inquisición, el hermano mayor, Gonçal, permaneció en Valencia al quedar postrado en el lecho por padecer una grave enfermedad. Mediante procesos de ausencia y de presencia los dos primeros fueron condenados a la hoguera y ejecutados en estatua, pero Gonçal acabaría exculpado de sus crímenes tras un largo proceso, ya en 1491, años después de su fallecimiento. En cualquier caso, la banca Roís fue deshecha, todo el patrimonio de la empresa y la fortuna familiar que el mestre racional pudo incautar pasó a engrosar la Hacienda real.
RAFAEL NARBONA VIZCAÍNO
Valencia, 2 de marzo de 2019