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2 de marzo Tu identidad como mujer

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“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas” (Prov. 31:10, RVR 95).

Hoy, muchas mujeres buscan su identidad en los modelos que el mundo ofrece; pero muchos de esos modelos desvirtúan por com­pleto el ideal que Dios tiene para la mujer, manifestado en Proverbios 31. Como protagonistas que somos en el quehacer social, familiar, económi­co y cultural de nuestros entornos, encontramos cada día oportunidades y retos que debemos aprender a poner en armonía.

Dios, que es el dador de todo bien, nos ha hecho poseedoras de habilida­des y aptitudes para hacer frente a las exigencias del momento. La mujer que busca su identidad en Cristo debe hacer las obras que él hizo. El ministerio terrenal de Jesús estuvo lleno de obras de bondad y misericordia; su corazón se enternecía frente al sufriente, amaba a los niños, respetaba a las mujeres y era recto y santo delante de los varones. Nosotras, sus hijas, hemos de ser por­tadoras de esas mismas virtudes.

Dios nos ha llamado a consolar a los que sufren, a mitigar el dolor de los en­fermos y a saciar al hambriento. Para esto, las mujeres cristianas debemos ir al rescate de lo “femenino”. Las mujeres “rudas” abundan; hacen gala de su desprecio hacia la femineidad y hacia todo lo que esta implica. Por creación es­tamos hechas con la capacidad de nutrir, de dar intimidad y de ofrecer ternura, comprensión y sensibilidad.

Estoy convencida de que la femineidad no es un concepto cultural, como muchos aseguran; otros más osados afirman que la mujer sufre una terrible presión social por el patrón cultural que se le ha asignado, que la obliga a ser delicada, frágil y tierna. En realidad, creo firmemente que las cualidades fe­meninas fueron otorgadas por nuestro Creador, y que no genera sufrimiento el hecho de ser mujer. Las características propias de mujer nos han sido otorgadas por Dios, con vista a que se cumplan sus planes en nosotras.

Siéntete agradecida de ser mujer; la vida moderna exige cambios y debes hacerlos, pero sin renunciar a tu naturaleza. Desde tu esencia y de acuerdo a la voluntad de Dios, toma de la modernidad lo que te sirve para ser mejor en todos los ámbitos de tu desarrollo; esto es, espiritual, física y emocionalmente. Pero vive de modo que las mujeres que te observan se sientan inspiradas a ser personas de bien, y los varones tengan un concepto positivo de las mujeres gracias, en parte, a ti.

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