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22 de marzo Tu día ya comienza: alaba a Dios por ello

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“Este es el día que hizo Jehová; ¡nos gozaremos y alegraremos en él!” (Sal. 118:24, RVR 95).

Comenzar el día es una tarea difícil para muchas personas, por dif­erentes razones. La premura de las cosas por hacer parece ser el primer pensamiento que muchos tienen al despertar. Los deberes, implaca­bles, nos levantan, y pocas veces tomamos el tiempo para disfrutar el signi­ficado de un nuevo día. De ese modo, nos sentimos mentalmente cansadas antes incluso de comenzar las actividades de la jornada.

El reloj rige nuestro andar y nos empuja a apurarnos. La lista de cosas por hacer no espera y es el cruel verdugo que se interpone entre el placer de un hermoso amanecer y nosotras. De pronto, casi imperceptiblemente, los rui­dos de la calle sustituyen a ese silencio en el que podíamos escuchar a la naturaleza alabar al Creador. El correr de los quehaceres hace que nos olvide­mos de que el mejor compañero en las faenas diarias es Jesús. Las constantes demandas de los demás nos impiden pedir a Dios su cuidado, protección y dirección para lo que vamos a hacer. En consecuencia, somos presas de la ansiedad que nos provoca una rígida rutina sin el acompañamiento de Dios.

Al abrir los ojos por la mañana, observa tu entorno y agradece a Dios por tu hogar, tu familia, tu cama y por el descanso que te ha permitido tener du­rante la noche. “Escucha” el silencio del amanecer y conéctate con el Creador, que habla en el silencio. Agradece al Señor por el aire que entra a tus pulmo­nes; por los olores y los colores de la naturaleza que llegan a tu cerebro a través de los sentidos; por la suavidad de tus cobijas; por las oportunidades y las experiencias que te ofrecerá el día y que serán, sin duda, para tu crecimiento personal. Cuando amanezca, canta, ora, ríe, ama, comparte, goza, disfruta y valora el día que te regala Dios.

Los amaneceres terrenales deben hacernos recordar y anhelar el eterno ama­necer que disfrutaremos cuando veamos venir en gloria y majestad a nuestro Dios, Creador, Redentor y Sustentador de la vida. Entona con la voz y el alma el canto del cristiano: “Amanece ya la mañana de oro, pronto el rey vendrá; y su pueblo a la mansión del cielo Cristo llevará. Amanece ya la mañana de oro tras la noche terrenal, cuando surgirá del sepulcro abierto vida inmortal” (Himnario adventista, nº 158).

Tu día ya comienza: alaba a Dios por ello.

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