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Cuarto impacto

El gesto comunitario

Durante la cuarentena, las instituciones escolares han establecido con mucho esfuerzo diferentes dispositivos tecnológicos para intentar sostener todos los contenidos y objetivos propuestos para cada nivel y etapa cognoscitiva. Han adecuado el conocimiento para que esté disponible en las redes y las clases puedan sostenerse virtualmente. Las experiencias educativas y los aprendizajes quedan centralizados a través de las pantallas.

Frente a este desafío, planteamos otro, tan complejo y significativo como el anterior: el de sustentar, sostener lo grupal en tanto núcleo relacional y afectivo. La función de la comunidad educativa en épocas de pandemia es esencial para mantener los lazos sociales y comunitarios con los otros, amigos y compañeros de estudio y aprendizaje.

¿Cómo transmitir por vía virtual el deseo afectivo de enseñar y aprender con otros? ¿Es posible que estos chicos utilicen su cuerpo en el aprendizaje a través de la virtualidad? ¿Qué implicancias tiene la experiencia educativa en la relación con los demás compañeros que comparten la misma aula y, en este momento, no pueden hacerlo? ¿De qué modo construir un pensamiento sensible, lúdico, frente a la fragilidad, la vulnerabilidad y el encierro?

Ante esta situación, proponemos partir del deseo del docente que cada uno lleva dentro de sí, recuperar el placer de aprender y enseñar a través de una experiencia sostenida en la pasión por el desconocimiento que impulsa y promueve el ferviente deseo de saber, conocer, aprender.

Esta pasión no se da, no es un bien de cambio: se dona, se deja para otros que potencian el propio deseo de aprender juntos. No se trata de un mero estímulo o de una adecuada ejercitación: es la búsqueda apasionante, la aventura del encuentro con lo impensado y la sorpresa por la natalidad de lo nuevo lo que imprime la relación afectiva con el otro, a partir del acto de aprender lo que ni el docente, ni el niño, ni el grupo saben todavía.

Justamente, esta posibilidad es la que hace necesario encontrar en el más allá y más acá de cualquier contenido curricular a desarrollar. En este sentido, frente a la acuciante demanda del campo docente, planteamos diferentes opciones con la idea de crear y reinventar los lazos simbólico-afectivos del acontecimiento educativo.

Creamos escenas e ideas, pensamientos que implican el deseo cómplice de los más pequeños. Por ejemplo, deliveries del deseo: abrir la casa a través de videítos e invitar a los chicos a compartir los juguetes, la habitación en la que dibujan, crean, juegan, piensan y sueñan. Despertar la imaginación en función de los demás (los otros niños) que, a su vez, también comparten su propio espacio para crear un lugar, un tiempo intermedio que no es la escuela ni la casa, sino una zona, un territorio de subjetividad, de aprendizaje subjetivo que potencia también la posible aparición de otras vivencias e ideas.

Conformar entre todos los chicos del grupo cuentos, collages, narraciones y dibujos de sucesos; crear experiencias nuevas, deliveries de los afectos y el deseo, experimentos, cosas para cocinar, juegos, letras, por el placer íntimo, cómplice, de estar junto con otros que, como cada uno de ellos, no puede ir a la escuela.

Es central recrear el tiempo y la zona de subjetividad de encuentro a través de una experiencia compartida con el otro, en la que suceda y se produzca un territorio, el acontecer comunitario que, en lugar de encerrarse frente el universo del afuera, pueda plegar la vitalidad del deseo de desear y habitar el espacio abierto, subjetivo y potente en donde alojar la hospitalidad esencial del aprendizaje.

El gesto revolucionario frente a la infección generalizada y globalizada del virus no es la pasividad estática ni la posición melancólica de la detención sino, por el contrario, el ferviente redescubrimiento del don del deseo de una nueva significación que articule el lazo social. Allí se entrelaza la herencia como trasmisión e implica metamorfosis, rebelión y praxis del pensamiento.

El coronavirus afecta el cuerpo, contagia e infecta. Constituye una híperpresencia y obstaculiza cualquier otro sentido; ¿seremos capaces de escapar a la reproducción plena del mismo virus? ¿Podremos ser contemporáneos del niño que fuimos? Mantener viva la experiencia infantil es la fuerza afectiva que nos permitirá resistir la amenaza mortal del coronavirus y rescatar la vitalidad compartida de la comunidad del nos-otros.

La niñez infectada

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