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Introducción HACIA EL PAÍS EN EL QUE NO “HABÍA UNA VEZ”…

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Antes de nacer, en lo anterior al origen, somos una ficción aún sin nombre, luego hacemos del nombre la ficción del origen. Somos la metamorfosis en acto de la experiencia infantil.



La rebeldía de la infancia no es un libro teórico ni uno práctico; no es una guía ilustrada ni un juguete para jugar o contemplar. Ni siquiera sé qué es, pues, a la vez, es todo eso al mismo tiempo. Tiene movimiento; deviene palabras, imágenes, trazos, velocidades, fuerzas, volúmenes, texturas. Se niega a adoptar un formato único y elige otro que –travieso, caótico– juega con nosotros. En lugar de sostenerse en pilares fijos y estáticos, los recrea; fiel e infiel a la rebeldía, transgrede. A medida que se lee, trama el sinsentido de una sensibilidad que no llego a comprender.


Rebelde, plebeyo en su esencia, no se adapta, no llega a un lugar preestablecido con anterioridad y ni siquiera tiene un objetivo a alcanzar. Configura la hospitalaria sensibilidad de una ficción que puede ser o no la potencia de un gesto que, al recrearse en estas páginas, nos convoca a la intensa travesía de un viaje. Tal vez seamos la tentativa efímera de ser otros… Partamos, entonces, hacia donde aún no “había” nunca “una vez”.

La rebeldía de los niños es deseo; gracias a ella los pequeños producen la plasticidad, cuya potencia provoca la metamorfosis de la infancia.



El gesto es corpóreo y efímero; existe al ser lo que no es. Si alguien pretende apresar la ficción, ella, epifánica, se escapa; increíble, carece de imágenes porque las genera. Solo soporta lo intocable del toque; háptica, convoca a la errancia. Movimiento en sí mismo nómade e indeterminado.




Lo incierto del sinsentido ficcional hace de la repetición el detalle inverosímil de un gesto dado a ver a un otro. Gestualidad significante, inimaginable antes de ser realizada, que sorprende para olvidarse inmediatamente como tal y advenir tiempo en devenir en una memoria aún no concluida.


El gesto puede ser la rebelión de una ficción en movimiento. Toma al cuerpo, entrelaza la postura y articula la motricidad en el lenguaje. Es un juego móvil, corpóreo, erógeno, que significa más de lo que dice y dice más allá de la significación. Juega, entre el lenguaje y la palabra; se subsume en ella, la precede y sucede en una secuencia heterogénea dada a leer a un otro.

La rebeldía de la infancia

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