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capítulo ii

la música

Goles y sus Estudiantes Rítmicos

Juan Pablo González[1]

Conocí a José Goles en 1976, cuando tuve que realizar un trabajo sobre la presencia en Santiago de músicas de otros lugares del mundo como parte de mis estudios de musicología en la Universidad de Chile. Por ese entonces, no eran demasiadas las músicas del mundo que sonaban en Chile y menos como prácticas musicales activas. La migración era mínima y solamente se podía recurrir a alguna embajada para intentar tomar contacto con un extranjero residente que tuviera instrumentos de su país y los tocara. Normalmente, dichos instrumentos resultaban totalmente exóticos para nuestros oídos occidentalizados.

Sin embargo, existía una excepción de la que no recuerdo bien cómo me enteré. Había un músico de ascendencia croata en Santiago que había utilizado instrumentos folclóricos de su nación, mezclándolos con instrumentos de estudiantina y de las orquestas de música bailable de los años 40. Todo esto para hacer una música original que, si bien no era folclor croata propiamente tal, constituía una temprana muestra de la fusión que marcaría tan fuertemente el destino de la música chilena a partir de las mezclas de Violeta Parra y de todo lo que vendría después. Se trataba de José Goles Radnic y de su orquesta Los Estudiantes Rítmicos (1939-1974).

De este modo, si bien mi trabajo sobre las músicas del mundo practicadas en Santiago no fue lo que la profesora María Ester Grebe exactamente nos pidió, al menos me permitió conocer al maestro Goles de cerca y solo a los pocos años de que cesara la actividad de su particular y exitosa agrupación. José Goles me recibió muy cordialmente, como era su costumbre, y me mostró algunos de los instrumentos de cuerda de la familia de la tamburitza, que formaban parte de Los Estudiantes Rítmicos. Si bien la agrupación no se dedicaba a la música de la ex Yugoslavia, la sola presencia de estos instrumentos en Santiago, bien conservados y afinados, bastaba para nutrir mi indagación y afortunadamente la profesora Grebe lo entendió así.

José Goles había sido un testigo y un actor privilegiado del intenso desarrollo experimentado por la música y la industria en Chile durante el siglo XX, con la consecuente necesidad que nacerá en él de avanzar en la protección de la labor de los músicos y de sus derechos autorales. Como hijo de inmigrantes croatas que habían instalado un hotel en Antofagasta, desde pequeño pudo conocer de cerca las estrellas del mundo de la música y del espectáculo que circulaban por el hotel, despertando su pasión por la música y por la escena.

Si bien sus estudios universitarios no fueron en música, sino en ingeniería, fue justamente en el ámbito estudiantil donde pudo volcar de manera más sistemática su pasión artística, organizando con sus compañeros de la Universidad de Chile humoradas musicales, veladas bufas y actividades para las fiestas de la primavera, celebradas masivamente en el país hasta los años 60. Ese impulso fue el que desembocó en la creación de Los Estudiantes Rítmicos en 1939, una pequeña orquesta donde se mezclaban instrumentos de distintas tradiciones. No era extraño que se formara una agrupación musical de estudiantes donde cada uno llevara el instrumento que lograba conseguir o que podía tocar. La heterogeneidad instrumental de Los Estudiantes Rítmicos surge, entonces, de esa espontaneidad estudiantil para hacer música, en la que los recursos propios se ponen al servicio de una causa común.

El paso de José Goles

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