Читать книгу El paso de José Goles - Eugenio Rengifo - Страница 9
Оглавлениеun hombre brillante
Con nostalgia y entusiasmo, su hija Daniça recuerda a José Nicolás Goles Radnic (1917-1993) como un hombre brillante. Brillante cuando tocaba el piano o jugaba ajedrez; cuando pintaba o dirigía un coro; cuando componía y relacionaba las matemáticas con sus creaciones musicales y arreglos vocales. Todo lo quería hacer bien. Como buen yugoslavo, también era irascible, seguidor a rajatabla del líder Josip Broz Tito, de cuyas manos recibió un especial reconocimiento y diploma por demostrar en obras su amor a la patria de sus padres. Luchador incansable por los derechos de propiedad intelectual de los autores y compositores chilenos. Con oído musical absoluto desde los cinco años, según reconoce la familia, cuando ya participaba de las veladas artísticas en su hogar junto a sus padres, su hermano Ivo y las amistades antofagastinas.
Su paso por el Colegio San Luis de Antofagasta y su formación bajo la tutela de los jesuitas lo marcaron en los valores humanistas, en la rigurosidad intelectual y en el profundo sentido de solidaridad que practicó a lo largo de toda su vida, además de haber adquirido un temprano interés por aspectos sociales y políticos, junto a compañeros de banco que, con los años, se transformarían en grandes líderes de la política nacional: entre ellos, sus amigos Radomiro Tomic y Edmundo Pérez Zujovic.
Para Goles, como siempre lo llamaron sus seres queridos, la música era una broma. Y lo refleja fielmente su creación más popular y difundida, “El paso del pollo”. Cuánta alegría brindó en el ambiente juvenil universitario y en cuanto evento festivo que se hubiera realizado en el Santiago de los años 40 y 50, con sus famosos Estudiantes Rítmicos. Con ellos grabó más de 400 temas para el sello RCA Victor y llegaron a participar de forma estable en Sábados Gigantes junto a Don Francisco, aportando entusiasmo, baile y música a los miles de espectadores que semanalmente se entretenían con este programa de TV entre 1967 y 1973.
Su pasión por la música lo llevó a abandonar el estudio de las matemáticas y la carrera de ingeniería que ya casi finalizaba en la Universidad de Chile. Prefirió dedicarse a componer, escribir orquestaciones o, como lo hizo en su última etapa de creador, preparar arreglos vocales y dirigir coros.
Enamorado, muy enamorado, Goles se casó en tres oportunidades. Según su hijo Eric, su padre amaba a las mujeres de una forma apasionada.
Primero, contrajo matrimonio con la actriz, cantante y compositora Mercedes Chacc, madre de Eric, quien llegó a obtener el Premio Nacional de Ciencias Exactas en 1993, el mismo año que murió su padre, que alcanzó a saber del galardón antes de dejar este mundo. Aunque Eric había nacido en 1951 vino a conocer bien a su padre a comienzos de los años 70, cuando se vino de Antofagasta a la capital para estudiar ingeniería y matemáticas en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile.
Luego, José Goles se casó con Lily Fabres, conocida cantante popular que en los años 50 se presentaba periódicamente en Radio Minería. De ese enlace nació Pamela, que siendo muy joven se fue a vivir y a hacer familia en Estados Unidos.
Años más tarde, el músico se casó con quien sería su compañera de vida por más de tres décadas: Thelma English, madre de Daniça.
Su amor y pasión por las mujeres se manifestó más allá de sus matrimonios. La historia de un romance oculto por años junto a la famosa cantante Ester Soré, la Negra Linda, quedó grabada a fuego en su famoso bolero “Mi pecado”, canción que no solo entonaría la artista, sino que llegaría a alcanzar un éxito latinoamericano a mediados de los años 50 en la cálida voz del popular Ruiseñor de América, el conocido intérprete ecuatoriano Julio Jaramillo: de un pecado me acusan, pero nadie comprende que el amor verdadero, nunca, nunca se vende...
Sin embargo, Daniça afirma que la amante que Goles nunca dejó a lo largo de su vida, fue la lucha por obtener el reconocimiento hacia el trabajo de los creadores musicales, lo que se llegó a cristalizar en la fundación de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor SCD en 1987, luego de más de 50 años defendiendo la dignidad y legitimidad de su gremio junto a figuras como Pablo Garrido, Nicanor Molinare, Luis Aguirre Pinto, Vicente Bianchi, Donato Román Heitman, Fernando Lecaros, Alfonso Letelier, Margot Loyola, Violeta Parra y tantos otros.
Para la hija menor de este hombre brillante resultaban familiares siglas como Sochayco, Codayco, o nombres como El Pequeño Derecho de Autor o el número de la ley 19.166. En su casa del barrio Ñuñoa eran habituales las reuniones con músicos y autores hasta altas horas de la noche, en las que ella se quedaba dormida debajo del piano escuchando los anhelos y sueños de todos ellos para obtener justicia respecto por la retribución de los derechos de propiedad intelectual que generaban sus obras. Hasta que un día escuchó a su padre decir que, por fin, los creadores iban a administrar sus derechos y que así la SCD se transformaba en la primera entidad de gestión colectiva de derechos intelectuales en el país.
En este libro, tal como lo ha planteado la familia, se busca manifestar la gratitud y el reconocimiento hacia esta figura, a la que, según Daniça, Chile le sigue debiendo el Premio Nacional de Música: Quiero que se devele a las generaciones actuales de creadores la verdad sobre mi padre y el tremendo aporte que brindó a los músicos chilenos a lo largo de toda su vida.
Para ello, dan testimonio en estas páginas personas muy cercanas a este hombre brillante: autores y compositores, musicólogos, directores de coros, luchadores gremiales, expertos en propiedad intelectual, a lo cual se agregan citas del propio José Goles Radnic, nacido en Antofagasta el 10 de marzo de 1917 y que nos dejó el 8 de junio de 1993, cuando ejercía como presidente de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor SCD.