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Envío I

Corre actualmente el año 4040 de la Era del Señor según el prohibido y Antiguo Calendario otrora llamado Gregoriano. Lo evoco debido a la predilección que los Eruditos –si alguno queda acaso todavía con vida– tenían por aquella datación proto-histórica. Apenas me dispongo a transcribir, según una misión encomendada por los Maestros nómades, estas páginas la capital exogaláctica del Imperio cósmico de los Póstumos ha caído: reina aún la anomia generalizada en los reinos de la Triple Alianza que ha gobernado el Cosmos conocido durante casi un milenio y medio. Poco se sabe de lo que ocurrirá con el futuro de aquellos que han vencido pero no hay quien no tenga ya la certeza de que otro Eón ha dado comienzo.

Si persisto, en este preciso momento, en el gesto de esta Crónica es porque, ante la intensidad de los acontecimientos, es muy probable que se borre de la memoria de los seres vivientes la proto-historia de cómo se levantó, alguna vez, el ahora jaqueado imperium de los Póstumos. Asimismo, con toda probabilidad, nuestra doctrina, por otra parte nunca del todo orgánica ni cerrada, habrá de sufrir, para bien o para mal, las más diversas deformaciones. Finalmente, cumplo mi único papel en esta contienda épica: el de Escriba cuyo destino es lograr que los pensamientos casi muertos sobrevivan y que los siglos no sean el sepulcro de las doctrinas mejor custodiadas.

Es aún hoy una creencia, del todo nebulosa y casi completamente olvidada en sus detalles, que la Gran Pandemia del año 2020 contribuyó, de manera decisiva, al Ascenso de los Póstumos. De allí en más, ya nadie puede dar cuenta, a ciencia cierta, de la aceleración de los hechos: de cómo Gaia se tornó inhabitable, de cómo los Póstumos abandonaron para siempre su planeta en la pionera colonización de Marte para entonces comenzar la toma del territorio exo-geodésico como guerra civil cósmica hasta la consolidación del Imperio hoy caído.

No resulta tan inverosímil, en cambio, que la mayoría de los testigos acuerde a las creencias esotéricas de los Novísimos un peso no desdeñable, incluso decisivo, en la derrota de los Póstumos. Como pertenezco a los iniciados en dicha materia que, todo hay que decirlo, no era más que otra forma de la filosofía, me propongo aquí transcribir los postulados de la Herejía de la Disyunción. Lo primero que nos enseñaron es que, cuando nuestro triunfo se produjera, las fuentes intelectuales de nuestra filosofía serían arrastradas por las arenas de edades incalculables. Mi obstinación de Escriba me obliga a cumplir con mi deber de asentar lo poco que todavía sobrevive intacto de nuestra doctrina con toda honestidad intelectual. Quizá no sea un testimonio menor si es que alguien puede llegar a estas páginas en algún vórtice evanescente del tiempo. Uno de nuestros máximos poetas lo había profetizado en su libro de vientos: “habrá habido un último día, un día final e infinito, un último galope” (Minieri, 2012: 129).

Ese día llegó y hemos triunfado: antes de que un diverso mundo comience a levantarse es necesario dejar rastro de cómo los Póstumos se hicieron en primer lugar con el Poder y, luego, en qué sentido la Herejía de la Disyunción fue siempre la filosofía menos soportada por los Póstumos y, al mismo tiempo, por ello mismo se transformó en la más encarnizada forma de la anti-postumidad. No queremos que estos sucesos o nuestra doctrina se evaporen en ciudades sin nombre o bajo el manto de opacas leyendas que únicamente el Mito termine encubriendo. Somos los Novísimos y lo que sigue es nuestra Crónica.

Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica

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