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Una niñez lejos de la corte
Оглавлениеanto monarcas como nobles medievales encargaban la primera crianza de sus hijos a ayos o ayas. Eran hombres o mujeres de linaje y buena posición económica que a modo de tutores los cuidaban y les brindaban las primeras enseñanzas. En el caso de la realeza hispana, era un oficio o cargo de corte, al igual que el de mayordomo, canciller o camarero.
Alfonso no fue la excepción. La Reina Madre también impuso su criterio para que el heredero recibiera una adecuadísima primera educación. Y cuando cumplió un año, designó como ayos del infante a don García Fernández de Villamayor (1180-1240) y su esposa, la gallega doña Mayor Arias.
Don García había sido mayordomo de doña Leonor de Inglaterra y después, de Berenguela, cuando se convirtió en regente de Castilla. Esta lo eligió como ayo del futuro rey por ser un hombre de su más entera confianza, que le había mostrado total fidelidad al refugiarla durante el levantamiento liderado entre 1214 y 1215 por los hermanos Núñez de Lara. Esa lealtad se vio recompensada cuando, en 1217, Fernando III lo encumbró al escalafón superior de la nobleza y le donó importantes propiedades en diversas villas en las cuales tenía rango de señor.
Cuando Alfonso apenas había cumplido un año, dejó la corte y pasó a vivir en las propiedades que el ayo poseía en Celada del Camino y en Villaldemiro, dos pueblos cercanos a Burgos. Así, la abuela Berenguela evitó alejarlo de la capital del reino para que mantuviera contacto con su padre y en especial con su madre, Beatriz, ya que era ella la que con mayor frecuencia residía en la ciudad burgalesa a causa de su casi constante estado de gravidez.
El infante no partió solo hacia su lugar de crianza. Urraca Pérez y su marido García Álvarez se mudaron con él. La mujer debía seguir amamantándolo y no es raro que cumpliera esa función durante un buen tiempo más: era común que los niños fueran amamantados hasta los dos años de edad. Y al parecer, el ama nutricia fue casi una madre sustituta, pues Beatriz siempre estaba ocupada viajando con su marido… cuando no aprestándose a dar a luz a nuevos vástagos. En reconocimiento a sus servicios, Fernando III concedió a Urraca y a su esposo una heredad y varias casas y tierras, además de ese terreno para el cultivo.
¿Cómo pudo haber sido la niñez de Alfonso en los campos de Celada del Camino y de Villaldemiro? Del matrimonio de don García Fernández de Villamayor y doña Mayor Arias, a partir de 1216 habían nacido tres varones y cuatro mujeres. Cuando el infante quedó bajo responsabilidad de ambos, esos hijos tenían casi la misma edad que él. Y a medida que fueron creciendo pasaron a ser compañeros de juegos, aventuras y aprendizajes del infante. Conformaron entonces un vínculo de hermandad que iba a preservarse en la adultez. Cuando Alfonso accedió a la corona, además de manifestar cariño por todos ellos, nombró mayordomo real al primogénito de los ayos: Juan García de Villamayor (hacia 1216-1266), quien era uno de sus mejores amigos y fue una figura destacada de la corte alfonsí.
Además de jugar y aprender las primeras letras y operaciones matemáticas, gracias a sus ayos el pequeño Alfonso empezó a conocer el reino. Con esa familia “postiza” recorría las propiedades que don García Fernández tenía en Castilla y las que doña Mayor Arias poseía en tierras gallegas. Es posible que esos viajes a Galicia y el que la mujer le enseñara su lengua natal contribuyeran a que desde bien temprano el infante dominara el galaicoportugués o gallegoportugués –como se le decía al gallego en la Edad Media– y que en el futuro iba a utilizar como lengua para componer su obra poética.
Algunas veces, Fernando III acudía al campo para estar con su hijo. No obstante, eran más frecuentes las visitas que el infante hacía a Burgos. En esas oportunidades la reina Beatriz también aportaba a su educación. Debido a su crianza en la esplendorosa corte de Federico II, era una erudita que transmitió a su hijo la pasión por la cultura, el arte y la ciencia, pasión que caracterizaría su personalidad desde la primera hora.
Y cuando Alfonso llegó al trono, demostró su agradecimiento a quienes tanto le habían brindado en la etapa inicial de su existencia. Benefició a doña Mayor –ya viuda– y a su amigo Juan García con inmensos latifundios del realengo.