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Inventar algo nuevo

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Frente al anterior panorama podríamos interrogarnos de la siguiente manera: ¿son necesarias las casas de formación hoy?, ¿todavía siguen siendo válidas de cara a la esencia y al quehacer del hecho formativo?, ¿no habrá que suprimirlas e inventarse otra manera novedosa para la formación de los aspirantes a la vida consagrada? Preguntas duras y candentes a las cuales no debemos rehuir. Tal vez la primera pista, para solucionar el dilema, consistiría en ahondar en la memoria del caminar de la vida consagrada que nos revelara, por una parte, lo fundamental, a lo cual no se puede renunciar, y por otra, las tendencias estimulantes del futuro.

Una segunda pista comprendería un abordaje del itinerario formativo, que se ha recorrido en los lustros posteriores al kairós del Concilio Vaticano II, examinar cómo se cristalizaron sus mejores intuiciones de renovación evangélica, evaluar y valorar lo que ocurrió en las casas de formación, sus procesos, sus políticas formativas, sus éxitos y fracasos, para con objetividad dilucidar ¿qué se debe mantener?, ¿qué se debe renovar?, y ¿qué se debe crear?

Finalmente, una tercera pista conllevaría el ponernos en estado de discernimiento y volvernos a preguntar: ¿qué nos pide Dios en este aquí y ahora? Pero no tanto con una actitud nostálgica por el pasado, sino, ante todo, con una mirada esperanzada de futuro, pensando y construyendo un modelo alternativo para las casas de formación que requiere el siglo XXI. Entonces, hacer de la ocasión una oportunidad de reflexión hermenéutica, de abordaje proyectivo, germinal y generador. Mirar hacia delante, hacia lo que se ha de construir para el mañana. Hacer de nuestra coyuntura histórica un tiempo simbólico de renovación de proyectos, apuestas, metas, deseos y sueños colectivos. Se trata, en últimas, de un llamado a los formadores para poner a volar la imaginación y la creatividad, para que a partir de la sabiduría y la experiencia acumuladas durante los últimos cincuenta años se atrevan a pensar la casa de formación imaginada.

Esperamos que las páginas que siguen contribuyan de alguna manera a estos propósitos y permitan encontrar inspiración para transitar la ruta del porvenir, siendo siempre fieles más a la vida que a las estructuras. Así como nos lo enseñara, en los años noventa del siglo anterior, el Hermano australiano, exconsejero general, Gerard Rummery, cuando recordaba a la Madre Teresa de Calcuta. Él contaba cómo, en Roma, en cierta ocasión, le correspondió compartir un taxi con la Madre Teresa y mientras llegaban a su destino estuvieron conversando. Él tomó la iniciativa y le contó de los múltiples preparativos que estaba realizando el Instituto para su próximo capítulo general, de la metodología de frontera que se iba a emplear, de las encuestas y estadísticas en curso, del informe de gestión del último periodo de gobierno, de las evaluaciones y prospectivas, de la comisión preparatoria, de las elecciones de los capitulares procedentes de todo el mundo, de las preocupaciones, de los ires y venires. Entre tanto, la Madre Teresa lo escuchaba con profunda atención y respeto. Finalmente, terminó su narración, y se le ocurrió preguntarle a la Madre Teresa ¿qué le podría sugerir…? Ella respiró hondo, se acomodó en el asiento y le dijo que también en su Instituto se encontraban preparando el próximo capítulo general, y que lo único que habían decidido era pedirles a todas las Hermanas que se preguntaran, oraran y discernieran si estaban viviendo a plenitud el pasaje del evangelio: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5, 3).

Vida religiosa y casas de formación

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