Читать книгу La galería Vélez Sarsfield y otros relatos - Federico Julio Aragón - Страница 11
5 “TOQUE DE QUEDA Y EXILIO”
ОглавлениеLos relatos que fui detallando anteriormente, como les comenté, consisten en las dos hipótesis que manejo sobre las causas o el móvil de mi persecución. Sin embargo, existe una posibilidad de que antes de esa última persecución con la que abrí el relato, haya yo sido víctima de otra búsqueda incesante por parte de la justicia o de algún organismo similar. Para ese entonces, me hallaba en un trabajo nocturno en la universidad en donde me gradué. Ante la sorpresa del lector, no trabajaba en nada relacionado con mi profesión sino que me desempeñaba como portero del edificio de la universidad. La pequeña habitación de la portería que solo contaba con una cama individual y un calentador, me servía perfectamente de escondite mientras mis perseguidores seguían estando en la inopia con respecto a mi paradero. Durante ese curioso tiempo, cada noche a las veinte horas tenía lugar la primera advertencia de toque de queda, cuya señal era dada por el intenso ulular de una sirena. Luego, a las veintiún horas sonaba el segundo y último toque de sirena cuyo significado era “todos adentro”. Evidentemente, alguien me había identificado en los últimos tiempos y, esta vez, me vi obligado a cerrar con llave las puertas del edificio universitario pero conmigo afuera. Tres preocupaciones me empezaron a aquejar a partir de ese momento: La primera. Al yo cerrar con llave la puerta de la universidad y a su vez estar del lado de la calle: ¿cómo harían al día siguiente para abrir la puerta? ¿Habría de dejar la llave en la puerta del lado de afuera o mejor sería llevármela conmigo? La segunda: Si mi huida iba a tener lugar luego del segundo toque de queda: ¿cómo me las iba a arreglar para pasar desapercibido por dos motivos: por violación al toque de queda y por el motivo inicial de mi búsqueda? La tercera y última: Si bien al parecer, ya sabía que tarde o temprano iba a ser descubierto en mi camuflada actividad de portero, había hecho una reserva en un hotel porteño poco conocido: ¿cómo iba a hacer para acercarme al hotel si además de haber tenido lugar el segundo toque de queda ni siquiera tenía agendada la dirección del hotel ni tenía datos móviles en mi teléfono para buscar en la web alguna información alusiva a esto? Luego del segundo ulular de la sirena, la gente que aun transitaba por las calles empezó a correr alborotada de un lado a otro por la calle Medrano tanto en dirección a Córdoba como a Sarmiento. A los pocos minutos, la solitaria noche de Almagro me tenía a mí como único espectador, de pie, inmóvil, sobre la vereda portando dos valijas, pronto a emprender un largo viaje ya sea hacia el exilio o bien a la merced de mis perseguidores.