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Haciéndonos el bocho

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Antes de introducirnos en el presente tema, considero imprescindible que podamos romper previamente con el facilismo de pensar que todo depende de la mente. Suelen escucharse expresiones al respecto, tales como “todo está en el bocho” (entre varias otras), o a diferentes autores que escriben y detallan porcentajes tales como “el 80% es mental, el 10% es físico, el 5% es técnico, y el resto es táctico-estratégico” (entre muchos otros porcentajes designados).

Más allá de que cada interlocutor posee claramente el derecho de asignar porcentajes según lo que considera de mayor o menor importancia, debemos aclarar la obviedad de que el ser humano es una totalidad y, en consecuencia, todos los aspectos son de fundamental importancia para la práctica deportiva. No tiene mayor sentido esta asignación de porcentajes, ya que todas estas variables interactúan y se necesitan mutuamente, en forma permanente, para alcanzar el óptimo rendimiento deportivo.

Por lo tanto, y en última instancia, si quisiésemos traducir estas variables en porcentajes, inevitablemente tendríamos que asignarles a todas proporciones equivalentes. A propósito, intentaré transcribir una breve conversación con el miembro del staff (M) de un seleccionado nacional que acudió a consultarme (P):

M: ¿Para vos lo que pasó en el partido fue un tema mental?

P: ¿Qué les preguntaron al respecto a los jugadores?

M: Nada, sólo les fuimos preguntando a algunos referentes lo mismo que te pregunto a vos…

P: ¿Y?

M: Es que para algunos fue una cosa y para otros fue otra.

P: Tal vez la pregunta no esté del todo bien formulada y tendrían que reunir a todos los jugadores del equipo y al staff, y pedirles que describan por escrito, a modo de análisis, los aspectos favorables y desfavorables del partido (en forma individual, pero en grupo), desde todos los aspectos (físicos, técnicos, táctico-estratégicos y mentales), para poder analizar así los denominadores comunes y a posteriori poner el foco del trabajo en ellos en forma conjunta.

Como vemos, tendemos a pensar en términos de “fue una cosa o fue la otra” y, más allá de que el disparador fuese o no mental, debemos trabajar, además de ello, en todos los aspectos implicados. No estamos conformados por compartimentos estancos, ya que somos una totalidad, y todas las variables están en permanente interrelación. Por otro lado, no solo los referentes juegan los partidos y, si no buscamos las explicaciones y las soluciones en forma conjunta, será muy difícil llegar a las conclusiones adecuadas que nos permitirán modificar el rumbo en tiempo y forma.

Retomando algo dicho en el apartado anterior, los factores mentales son aquellos que habitualmente más menciona el mundo deportivo en general antes, durante y después de una competencia, aunque paradójicamente los que menos se entrenan hasta el momento.

Es común observar con cierta frecuencia que la mente dé vuelta situaciones físicas adversas, aunque es muy improbable que ocurra lo contrario. Muchas veces, recurrimos a las frases “nos ganaron con la cabeza” o “la diferencia estuvo en lo mental”.

Un ejemplo al extremo esclarecedor al respecto, al que suelo habitualmente recurrir en las clínicas, fue el combate que se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1994 en Monterrey, México, donde se enfrentaron golpe a golpe, en una contienda salvaje, Jorge Locomotora Castro y John David Jackson.

La hazaña inigualable que logró nuestro boxeador en el noveno round es un ejemplo claro de la fortaleza mental en el deporte, ya que combatió frente a un atleta que lo superaba física y técnicamente en todos los aspectos y el cual le propinó una paliza terrible a lo largo de toda la pelea. Probablemente cualquier otro hubiera abandonado la contienda mucho tiempo antes frente esta situación. Sin embargo, Castro era el único convencido de que iba a salir victorioso, cuestión que no se cansó de repetir durante los día previos a la contienda.

Es menester comprender que esta fortaleza mental puede trabajarse y desarrollarse, y que, así como cada músculo puede ser llevado al límite de sus capacidades, también podemos lograr lo mismo con cada aspecto mental. La clave inicial pasará por insistir en adquirir el hábito de trabajar la mente.

Así como podemos lograr el desarrollo muscular apropiado para cada deportista, según lo requiere cada deporte en particular, por medio de un programa de entrenamiento físico adecuado, podemos también lograr el desarrollo mental apropiado para cada deportista y/o grupo con el programa de entrenamiento psicológico correspondiente.

Podemos definir sencillamente la psicología deportiva como la psicología del hombre que interviene en la práctica deportiva. Por lo tanto, se ocupa de los procesos mentales y emocionales individuales y grupales de todos los participantes de esa práctica, incluyendo también a entrenadores y miembros del staff, directivos, árbitros, referees, etcétera.

El objetivo primario de la psicología deportiva es optimizar el rendimiento del resto de las variables (físicas, técnicas y táctico-estratégicas) para llevarlas al máximo de sus posibilidades, actuando como un “facilitador” o “fluidificador” de éstas (a modo del aceite lubricante del motor que hace al perfecto trabajo de todas sus piezas). Por lo tanto, es una herramienta más de la que disponen entrenadores y deportistas para optimizar el rendimiento del equipo, pero de la que no podemos darnos el lujo de prescindir.

En rigor de verdad, no existen deportes individuales o grupales (salvo en el instante mismo de la ejecución de la práctica competitiva correspondiente a cada uno), ya que detrás de cada atleta hay un grupo de personas que lo respalda y trabaja en función de él. Esto significa que, de alguna manera, todos los deportes son grupales (hay un grupo de trabajo por detrás, y hasta una familia que contiene a cada uno, o no); cuestiones ambas que son de importancia fundamental para tener en cuenta a la hora de trabajar con los deportistas.

Algunos autores ejemplifican al rendimiento deportivo utilizando metafóricamente un automóvil con sus cuatro ruedas. Si bien el automóvil puede circular de alguna manera sólo con tres ruedas en perfecto estado, y la última pinchada o desinflada, nunca lo hará de la mejor forma como en el caso de que lo hiciese con sus cuatro ruedas en perfecto estado.

La psicología deportiva se ocupa de esta última cuarta rueda (la variable mental), que es fundamentalmente importante para lograr una óptima performance deportiva.

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