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Dedicatoria y agradecimientos

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Dedico primero este libro a los que ya no están aunque siempre estén: mi vieja, Mireya; el Dr. Enrique Paunero, mi maestro, y al Dr. Eduardo Negro Poggi; y a mis abuelos todos.

A mi querido viejo, Jorge Yoyo Saccone, maestro de la vida, y a mi querida hermana, Georgina, y a su marido, Joshua; a mi sobrina, Juana.

A mis hijos, Lucila y Julián, mis tesoros, y a mi mujer, Sue, mi otro tesoro y compañera incondicional.

A la madre de mis hijos, Laura, por haberme dado esas preciosuras que tengo.

Y a todos ellos, por haber respetado los tiempos que necesité para este libro.

A mis maestros y amigos del deporte y de la vida, los profesores Enrique Kike Abad, Osvaldo Riós, Rubén Sansón Storani.

A Francisco Pancho Rubio, por haber confiado en mí para trabajar junto a él en mi etapa en la UAR.

A Luis Martín y Herrera, a Jorge Panelo padre, y a todos mis entrenadores de infancia y juventud del Club Champagnat; y al Club Champagnat entero. Sin ellos, no hubiera conocido este apasionante deporte, dentro del cual ocupé varios roles y que ahora puedo seguir disfrutando desde un lugar diferente y, a la vez, apasionante.

A los entrenadores del plantel superior de Champa, Jorge Panelo (h), a Federico Aschero y a todos sus entrenadores y staff, en especial a Matías Perez Bazán; y a todos los jugadores del plantel superior, y a todos los entrenadores y jugadores de las divisiones juveniles del Club, y a sus directivos, en especial a Marcelo Yuyo Brescia, Diego de Corral, Esteban Lo Valvo y a todos aquellos con los que tuve la oportunidad de trabajar en mi etapa anterior en el Club.

Al entrenador del plantel superior de Olivos, Giorgio Gauwelose; a Pablo Candia y a todos sus entrenadores y staff, y a todos los jugadores del plantel superior, y los entrenadores y los jugadores de las divisiones juveniles. A Miguel Servera y Hernán El mono Grosse; y a todos los directivos del Club. A Osvaldo Venchu Venturini, ex combatiente de Malvinas y ex jugador de Olivos (un verdadero honor es haberte conocido y que nos hayas enriquecido con tu persona y tu experiencia).

A los entrenadores del plantel superior de Albatros, Eduardo Mole Ramos Alvelo y Daniel Dano Maglio (con los que tuve el gusto de trabajar también con anterioridad en Universitario de La Plata), y a todo su staff, y a todos los jugadores del plantel superior.

A la gente del plantel superior del Club Universitario de La Plata y a todos sus jugadores, y muy en especial a Leandro “Pipo” Andrada… fuerza Pipo!!

A la gente de Lomas Athletic, Los Tilos, y a todos los clubes de Rosario, Córdoba, Tucumán, y de todo el país, que abrieron la puerta de su casa a mi persona y a mi trabajo; en especial, a Nicolás Wargon, de Puerto Madryn Rugby Club, y a todos los entrenadores, staff y los jugadores del plantel superior y las divisiones juveniles; y a su presidente, Alberto Barleta, y demás directivos.

A los mánagers Tomás “El Ojo” Fornieles, de Champa; Eduardo Galdi, de Olivos; Rodrigo Balatti, de Albatros, por la pasión y el cariño que ponen en su trabajo para con los jugadores y los clubes.

A todos los amigos que me brindó el colegio Champagnat, y en especial a Sebastián Viñals, Alejandro Galarce, Cristián “Demonio” Le Monnier, a Hugo Imbrosciano, a Alfredo Marín, a Alberto Bunge, y a mi amigo y hermano incondicional Juan Martín Rulo Crespo, que me incentivaron a escribir el presente libro; y en especial a todos los muchachos y los compañeros del “C”; y al hermano José María, ya que gracias a él seguimos siendo como hermanos.

A todos los ex entrenadores de Champa y a los actuales de San Patricio de mi hijo Julián: todos lo han cuidado como a un hijo propio, y lo continúan haciendo. A todos sus ex compañeros de Champa y compañeros actuales de “San Pa”; todos lo han recibido con los brazos abiertos.

A mis colegas Nicolás Delfino, Agustín Harlouchet, Pablo Pérez Toranzos, y a mi amigo Martín Batata Capurro, colega y compañero de trabajo, de colegio y de juego en Champa.

A Juan Gastaldi, jugador del CASI, junto con quien estuve en el Pladar de Buenos Aires: quiero que sepa que siempre me acuerdo y pido por él, deseándole una pronta recuperación.

A todos mis pacientes.

Agradezco a todos y a cada uno de los que recordé en cada línea de este libro y que no nombré por razones lógicas, ya que son innumerables, por lo que me han enriquecido y me han ayudado, tal vez sin saberlo, en esta tarea pacificadora para el alma que es el escribir.

Y muy en especial a Bernardo Urdaneta y a todos los que me hicieron el honor de escribir y participar en el presente libro, lo que agradeceré en las partes respectivas y en el Anexo.

Rugby mental

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