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El Síndrome de Popeye

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Si no conocemos en profundidad con quiénes trabajamos…, ¿cómo pretendemos trabajar de la mejor manera? Para toda disciplina, es fundamental conocer las generalidades del contexto, las circunstancias, la idiosincrasia y la cultura del campo (en este caso, de los jugadores) al que va a ser aplicada. Es decir, los factores situacionales y circunstanciales que determinan las mejores formas de aplicación.

Es por esta razón por la que creí indispensable, hace ya tiempo, poder contar con un perfil psicodeportológico generacional de nuestros jugadores en general, que hará a conclusiones diagnósticas que nos permitirán utilizar las herramientas adecuadas para alcanzar nuestros objetivos. Vale aclarar que decimos “en general” porque no son condiciones absolutas de toda la población de nuestros jugadores y clubes, aunque son generalidades fácilmente observables con las que podemos encontrarnos con cierta habitualidad.

Es común que los jugadores de nuestros clubes cuenten con cinco factores determinantes que hacen a su motivación para la práctica del rugby, relacionados con el perfil mencionado:

1 Una importante presencia de factores motivacionales centrados en beneficios externos o extrínsecos (jugar por fines socializadores, por estatus, por reconocimiento, etc.), tal como podemos observar lógicamente en las primeras etapas de iniciación deportiva, aunque también en menor proporción, a veces, en etapas posteriores. Sin embargo, observamos a su vez, como contrapartida, una…

2 Ausencia o carencia de factores motivacionales centrados en beneficios internos o intrínsecos, que serían los valores deficitarios o en déficit (relacionados con dar lo mejor de uno mismo, el desafío personal, las ansias de superación y los sentimientos de pertenencia e identidad, entre otros). Se suman a estos dos factores las…

3 Características generacionales generales (que están en relación con la cultura del “si lo querés, lo tenés”, el “llame ya”, “lo más rápido”, “lo de más fácil acceso”, “las compras por delivery, vía internet o celular”, la “comida rápida”, etc.) que hacen a la rápida satisfacción, lo velozmente conseguible, lo reemplazable, descartable y pasajero, que muchas veces está en relación y vemos reflejado, a su vez, en la falta de compromiso con lo afectivo (las relaciones de noviazgo o de pareja poco duraderas o pasajeras de hoy en día, que nos hablan de la falta de compromiso necesario y suficiente para mantener una relación afectiva permanente, cuestiones que podemos traducir en forma equivalente en la falta de amor y compromiso necesario para con la propia camiseta). Nos encontramos, con cierta frecuencia, también con…

4 Un nivel socioeconómico medio-alto (no es hoy condición general, aunque aún es frecuente) que puede favorecer a una predisposición o tendencia a distorsionar el equilibrio del esfuerzo. El intentar conseguir objetivos con ansiedad, buscando saltear los pasos necesarios para su obtención es una constante de esta generación; cuestión que, sin duda, puede verse facilitada muchas veces por la holgadez económica de muchos de nuestros jugadores.Un ejemplo claro de esto es fácilmente observable en la insistente búsqueda, por parte de algunos de nuestros rugbiers, de la ingesta de suplementación sin respetar a priori los momentos recetados para ello o una adecuada alimentación previa, con la finalidad de obtener rápidamente los objetivos deportivos deseados (y, lo que es aun peor, en algunos casos, recurriendo a sustancias prohibidas).Denominamos a este último concepto “Síndrome de Popeye” (ver Eduardo Kalina, Adolescencia y drogadicción), el cual implica el pensamiento mágico de suponer que, al ingerir la suplementación, como la espinaca de este superhéroe, se logrará en el acto la fuerza necesaria para afrontar la batalla (actuando bajo el formato indiscutible de la sugestión, ya que esta acción no cuenta con sostén científico alguno); sin comprender demasiado el hecho de que la obtención de logros es el resultado de un trabajo previo serio y responsable, y que la suplementación, tal como su nombre lo indica, sirve para completar este proceso previo e indispensable.Marca este hecho, sin duda, el debilitamiento de valores fundamentales para con nuestro deporte (relacionados con el esfuerzo, la dedicación, el trabajo, la paciencia, etc.).

5 El último factor determinante con el que nos encontramos con la misma habitualidad es la presencia de prejuicios inconscientes que se presentan a modo de “palabras frase” en las que, muchas veces, nuestros jugadores, u otros miembros de la familia rugbística, nos amparamos para justificar el bajo rendimiento o performance deportiva. Prejuicios que hacen a generalizaciones que podemos escuchar a menudo en frases tales como “es tan sólo un juego y no hay por qué tomarlo tan en serio”, “es amateur y no me pagan por esto”, “al final el entrenador va poner siempre a los mismos, y no vale la pena el esfuerzo”, “históricamente nos pasó lo mismo”, etc.

Estas generalizaciones denotan una construcción mental de la realidad que se les impone y que no toleran; por eso, utilizan estos mecanismos como defensa para justificar y deslindar responsabilidades personales relacionadas con el esfuerzo y el empeño requeridos para conseguir las tan ansiadas performances deportivas.

Como psicólogo deportivo, acostumbro a dar vueltas alrededor de la cancha y del club, en la previa y durante el partido mismo, para recolectar esta enriquecedora información que nos permite aproximarnos con mayor exactitud a la famosa mentalidad de cada club en particular en donde nuestros jugadores interactúan. Hablamos de mentalidad ya que son frases que se repiten a modo de denominador común en directivos, entrenadores y jugadores de todas las divisiones, como así también en los socios y el público en general.

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