Читать книгу Jesus 33 nombres nuevos - Dolores Aleixandre Parra, Fernando Rivas Rebaque - Страница 3
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EL CANTOR
Cantaron el himno y salieron hacia el
monte de los Olivos (Mt 26,30; Mc 14,26).
Terminada esta oración,
exclamó Jesús con voz potente:
«Lázaro, ¡sal fuera!» (Jn 11,43).
Estaba cumpliendo con el ritual de la cena pascual, que concluía cantando o leyendo los Salmos 113 a 118 y, al final, el 136. Habría rezado muchas veces esos himnos, pero ahora que estaba inminente su detención debieron de resonarle de otra manera: «Me cercaban y me acorralaban, me cercaban como avispas, empujaban para derribarme...»; «me envolvían redes de muerte, me alcanzaban los lazos del abismo...».
Los escenarios que recreaban aquellas imágenes eran estremecedores y quizá intuyó oscuramente que también él iba a sentirse cercado, atacado por un enjambre peor que de avispas, atrapado entre redes, empujado y derribado por una muchedumbre hostil.
No es de extrañar la confesión del salmista: «Caí en tristeza y angustia», pero las palabras que siguen debieron de afianzar la certidumbre de fe del cantor que las pronunciaba aquella noche: «Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo, arrancó mi vida de la muerte; mis ojos, de las lágrimas; mis pies, de la caída», «el Señor fue mi auxilio...».
También él se sentía habitado por una confianza que ni en los peores momentos iba a quebrarse, y aquella noche recitó con plena seguridad las palabras que hablaban de él: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular».
Pertenecía a un pueblo de cantores que, a lo largo de los siglos, fue aprendiendo que Dios quería hacer de ellos un pueblo de alabanza, y que cantar a su Señor era el sentido definitivo de su elección.
Más allá de sus fracasos, derrotas, destierros y sufrimientos, Israel dejó que su corazón y su boca se inundaran de las actitudes más gratuitas que pueden surgir de la existencia humana: alabar, bendecir, ensalzar, glorificar, cantar, proclamar, batir palmas, exaltar, engrandecer, confesar, danzar, aplaudir..., y expresó el deseo de que su misma respiración se convirtiera en un himno ininterrumpido y jubiloso: «Todo lo que respira alabe al Señor» (Sal 150,6).
Cuando exclamó un día lleno de alegría: «Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra...» (Lc 10,21), estaba siendo el respirar definitivo de la alabanza de su pueblo.
MARCAS DE PRESENCIA
En los Salmos
Yo esperaba con ansia al Señor:
él se inclina hacia mí, él escucha mi grito.
Él pone en mi boca un canto nuevo,
una alabanza a nuestro Dios (Sal 40,1-2).
¡Aleluya! Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
glorificad su nombre danzando,
tañendo para él al ritmo de tambores (Sal 149,1-2).
Los que nos deportaron nos invitaban a cantar,
nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sion».
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! (Sal 137,3).
Canciones eran para mí tus mandamientos
en la tierra de mi peregrinación (Sal 119,54).
En los Padres de la Iglesia
[Jesús] dice al Padre: «Te confieso, Padre, Señor del cielo y de la tierra» (Mt 11,25). Es para mí, Padre, el Señor de cielo y tierra, Padre de aquel por quien todo fue creado. Porque toda la creación se encierra en estos dos vocablos: cuando se dice cielo y tierra. Por eso el primer libro de la Escritura de Dios dice: «En el principio hizo Dios el cielo y la tierra» (Gn 1,1); y también: «El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 120,2). Con el nombre «cielo» se entiende todo lo que hay en el cielo, y con el nombre «tierra» se entiende todo lo que hay en ella; así, al nombrar estas dos partes de la creación, nada de ella se omite (San Agustín, Sermones 68,2).
En la poesía
En la vida de David hay un momento que nos enseña en qué consiste la relación con Dios. Se trata del día en que baila delante del arca (2 Sam 6). Desnudo, siendo todo danza, el rey poeta y guerrero pone ante su Dios su realidad entera, su tejido interno de contradicciones, su fuerza y su debilidad. En este instante en que todas sus células reconocen la presencia de su Señor, David se entrega por entero y, en virtud de esta entrega, se convierte en el perfecto receptor: Dios mismo, cada célula de ese misterioso Dios se entrega a David de igual manera. Esa danza en que un Dios y un hombre, desnudos ambos, escuchan la misma música y convierten el peso en gracia, ese acto íntimo de amor esconde la verdad más secreta de la vida.
INVITACIONES
• Además de la escena del Evangelio en que Jesús cantó los himnos, creo que en estos otros momentos de la vida de Jesús puedo imaginarle cantando ................ Y, si fuera compositor, creo que esta frase del Evangelio ................... me inspiraría a la hora de componer.
• Si estamos en grupo, recordamos alguna canción que en algún momento de nuestra vida nos ha ayudado a sentirnos en contacto con él.
• En estas páginas podemos escuchar a cantores de salmos:
– https://www.youtube.com/watch?v=chG6xRsX7ns, Messianic Jewish Alliance of Israel (MJAI).