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POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL QUE LOS HIJOS, A VECES, NO SEPAN CUIDAR LO QUE SUS PADRES CREARON

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Pilar Sordo

Yo considero dichoso a aquel que, cuando se habla de éxitos, se limita a buscar la respuesta en su trabajo.

Ralph Waldo Emerson

“La conducta de vida”

Cuando leo el título y el contenido de este libro –Padre rico, hijo flojo, nieto pobre– es imposible que no se me vengan a la cabeza numerosas personas en quienes esa regla se ha dado en toda su magnitud. Entonces, es importante –bajo ese alero– preguntarse por qué es tan difícil que un hijo cuide y haga crecer lo que su padre o su madre exitoso/a lograron generar con su esfuerzo.

A partir de esta reflexión, creo que es central preguntarse qué es el éxito, porque a partir de este concepto se desprenden las consecuencias que la fama y notoriedad podrían darse en la educación de las generaciones venideras.

Si éxito fue para ese padre o madre haber conseguido bienes materiales que probablemente le faltaron en su infancia y adolescencia, es muy posible que en la educación de sus hijos tienda a complacerlos en extremo, para que ellos tengan una infancia distinta, que se reflejan en las frases clásicas de nuestra educación: Quiero que mis hijos tengan lo que yo no tuve o, Yo no quiero que mis hijos pasen lo que yo pasé. Si ésta es la pauta, entonces ese éxito del progenitor será poco agradecido por los hijos y poco valorado en el esfuerzo que costó conseguirlo. Esta situación trae como consecuencia que los hijos únicamente vivan la parte hermosa de los logros y no sepan cuánto esfuerzo costó generar lo que ese padre o madre crearon con empeño, sacrificios y creatividad.

Sin embargo, cuando el éxito es visto como el placer de poner en práctica lo que se sabe hacer, donde lo que importa a ese papá o a esa mamá es dejar un testimonio y no cosas, ese éxito es visto por los hijos como un ejemplo a seguir, donde se muestran sin temor ni ambigüedades las dificultades y los problemas que se presentan en el camino. Parece fundamental, entonces, mostrar no sólo los resultados como objetivos al final del camino, sino que es clave compartir el proceso, para que se vea cómo se llega a conseguir lo que se quiere.

Otro punto que me parece importante trasmitir es que en el proceso educativo no es necesario imitar el mismo camino que ese papá o mamá siguieron, sino que es fundamental que ese niño tome lo mejor que recibió de ellos y construya desde ahí su propio camino de crecimiento, que le permitan obtener en su trayectoria personal los logros que su vocación o llamado interior le dictan y guían.

El éxito en sí mismo no debería ocasionar problemas, lo que sí podría suceder es que se dañe el enfoque que se da a la formación integral del niño y el adolescente y, sobre todo, tener siempre presente cómo se trasmite y cómo se define, en el día a día, la educación de los hijos.

Este libro es una maravillosa oportunidad para mostrar esa forma de enfrentar los desafíos, para dejar un buen legado que trascienda a lo meramente material; estas páginas también brindan una hermosa oportunidad para trascender en el testimonio, que es lo único que dejamos cuando nos vamos.

Padre rico, hijo flojo, nieto pobre

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