Читать книгу Padre rico, hijo flojo, nieto pobre - Fernando Vigorena - Страница 6
I HOMBRES EMPRENDEDORES
ОглавлениеEs bueno que te despidan. Es una forma de desprenderse de la inseguridad.
George Davies
Mario es un ejemplo de emprendedor que se inició de la nada. En 1996 quedó sin empleo después de muchos años de trabajar en la gran empresa, respetar las normas, llegar a tiempo a su trabajo y cumplir con el ritual de un empleado tradicional. Sumado a todo esto, sus calificaciones y competencias no le servían para enfrentar lo que ya estaba sucediendo. Las tecnologías de información no calzaban con una mente que se desempeñó por años en la era industrial, en la línea de montaje y fabricando productos que ahora se traen de China a un precio irrisorio, comparado con los de antes. La nueva era del conocimiento lo había retrotraído por completo a la época de los dinosaurios; es decir lo había dinosaurado.
La indemnización que recibió le sirvió de poco para pensar en sobrevivir con ella y menos para alimentar y educar a sus hijos que ya habían, con suerte, entrado a cursar estudios superiores.
Mario pensó que lo único que podía hacer era reinventarse e iniciar alguna actividad como micro emprendedor. ¿Pero qué podía hacer en un mundo nuevo para él? Nunca había vendido algo, menos sabía lo que era una factura o una orden de compra.
Esta realidad nos lleva a los datos estadísticos del emprendimiento en Chile: El 80 por ciento de las pymes y micropymes están formadas por empresarios sin formación profesional y con estudios básicos, pero sí con un espíritu emprendedor que cualquier egresado de Harvard desearía tener.
Mario, entonces, se vio en la necesidad de pensar por dónde debería volver a comenzar y cómo reinventarse.
Su esposa se desempeñaba como aseadora en un edificio en el barrio alto de la ciudad y el día en que Mario fue despedido decidió ir a buscarla a su trabajo. Para llegar tuvo que caminar por muchas calles y, mientras lo hacía, lo que antes percibía como un problema, ahora lo miraba como una forma de solucionarlo. Ya había estado en otros lugares haciendo la misma observación, detectando deficiencias y buscando oportunidades para solucionarlas y, de paso, resolver su problema.
La Fundación Emprendedores nos ofrece algunos datos al respecto: “La mayoría de las ideas de nuevos negocios surgen de la siguiente visión: encontrar deficiencias, descubrir nuevas tendencias, identificar necesidades, copiar lo que ya existe y analizar profundamente las competencias y talentos personales.”
En el peregrinaje hasta el condominio donde trabajaba su esposa, Mario puso discreta atención a una discusión que sostenían una señora y un jardinero. Ella le reclamaba por el desastre que había dejado en el jardín de su casa. El pasto evidentemente había quedado mal cortado, las ligustrinas que circundaban las rejas habían sido podadas sin cuidado y quedado disparejas y en el suelo, sin barrer, se acumulaban muchas flores, entre ellas rosas muy hermosas y nuevas, que habían sido pasadas a llevar y se habían cortado cuando todavía no correspondía hacerlo.
Se detuvo unos momentos y evaluó más de cerca los estropicios. Para muchos, éste era un incidente habitual en la jardinería que, a lo mejor, no debería haber importado demasiado, pero que, en este caso, había irritado sobremanera a la propietaria del jardín. Pero, para Mario, que buscaba desesperadamente una solución a su cesantía, esta inesperada situación podía constituirse en una oportunidad. ¿Sabía algo de jardinería? Sí, algo, una vez lo castigaron cuando era pequeño y tuvo que hacer el jardín de la tía Sonia en Limache.
Con la convicción de que podía solucionar el problema que se había suscitado, se acercó con prudencia a la indignada señora, después de que el jardinero fue despedido con cajas destempladas, y se ofreció resueltamente a resolver las deficiencias que se presentaban en el jardín. La dama en cuestión, que mascullaba su ira en silencio, lo miró indecisa unos segundos y como necesitaba una solución a su problema, y ésta se presentaba de manera inesperada, lo escuchó y aunque no conocía a su interlocutor, le pareció razonable su proposición, y algo en su interior le dijo que la aceptara. Fue así como Mario se inició ofreciendo un servicio que hasta la fecha le ha dado grandes satisfacciones. Cuando ese día se encontró con su señora, había resuelto su cesantía.
Esta historia nos recuerda un ejemplo de cómo numerosos emprendedores iniciaban sus negocios en la década de 1980, en plena crisis económica internacional.
Mario partió solo, luego incorporó a su pareja a las actividades que había comenzado y veinte años más tarde, la idea que había surgido en su mente mientras caminaba, se convirtió en una empresa de jardinería y paisajismo que ocupa a más de 50 empleados, que generan varias decenas de millones mensualmente, siendo sus principales clientes: condominios, edificios de oficinas, casas del barrio, etc.
¿Cómo se generan las empresas a partir de 1990? ¿Continúa vigente y funcionando el estilo de Mario? Sí, pero limitadamente. Los nuevos emprendimientos los llevan adelante una pléyade de profesionales con formación académica. Claro que hay un detalle que nadie advirtió en las mallas universitarias. Los programas de estudios superiores se concentraron en formar profesionales dependientes y no independientes. A nadie se le ocurrió agregar las variables del emprendimiento, la creatividad y la innovación en la formación de los nuevos profesionales. En consecuencia, los que escogen el camino de la creación de empresas, deben apoyarse únicamente en su ingenio para iniciar un proyecto. No en vano, el célebre músico y director de orquesta norteamericano Leonard Bernstein llegó a decir que “Los enemigos de los descubrimientos son los profesionales.”
Las nuevas empresas están generándolas profesionales jóvenes que han desertado de la educación cartesiana que se enseña en las universidades y prefieren inspirarse en los emprendedores de viejo cuño, en aquellos que iniciaron sus empresas con apenas cuarto año de educación, pero empujados por un entusiasmo, un tesón y un desconocimiento del significado del sustantivo fracaso. Sí, conocían muy bien lo que era la constancia, la tenacidad y el empeño.
Los grandes emprendedores de décadas pasadas comenzaron a desarrollarse durante la época de la Revolución Industrial, que empezó a germinar en Inglaterra en la segunda década del siglo XVIII y que rápidamente se expandió a Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos en el siglo siguiente. En esta modalidad de trabajo primaba la producción de bienes en forma masiva en la línea de montaje.
En aquel entonces, el emprendedor montaba una fábrica con máquinas, obreros, grandes dependencias, bodegas y materias primas. Claramente privilegiaba la fuerza sobre el intelecto, razón por la cual requería de mucho personal y mano de obra, y mientras más antigüedad tuvieran sus obreros o empleados, más valiosos eran para la producción masiva.
Las fábricas de los siglos XVIII y XIX crearon a su imagen y semejanza otras organizaciones complementarias: los servicios públicos, los hospitales, los clubes, las universidades, etc. Tenían un parecido a las fábricas, que habían sido pensadas para producir cualquier cosa: profesionales, zapatos, empleados o lo que fuera factible de realizar.
A los 65 años, tanto el emprendedor como el obrero y el empleado tenían que jubilarse, porque empezaban a perder la fuerza bruta que se requería para lo que hacían. Esta idea del retiro laboral curiosamente aún prevalece en el inconsciente colectivo, a pesar de que la forma de trabajar ha cambiado. Además, hasta la década de 1950, llegar a los 60 años significaba decididamente entrar a la vejez. Entre 1950 y 1955, en Chile, según el Instituto Nacional de Estadísticas, las esperanzas de vida al nacer eran de 55 años. Para esa década –según el INEGI– la esperanza de vida en otros países, como México, era la misma (en 1930 era de 34 años; en 1970 era de 61)
Elbert Hubbard en su libro Un mensaje a García cuenta la siguiente anécdota que revela muy bien el carácter de los emprendedores: “En una ocasión, a un empresario exitoso y próspero, le hicieron el siguiente comentario: ‘Usted es un hombre de suerte, lo envidio por todo lo que ha conseguido’. El empresario, ante el comentario, sonrió tenuemente y acotó: ‘Si se le llama suerte trabajar de lunes a domingo doce horas diarias y tener vacaciones muy esporádicamente, usted tiene razón, yo soy un hombre de suerte’.”
El emprendedor, además de su ilimitada capacidad de trabajo, tiene una característica única, que es la de ver oportunidades donde otros no las advierten. El estadista británico George Meredith sobre este respecto decía lo siguiente: “¡Cuántas cosas que arrojamos al suelo, cuando las recogen otros se transforman en piedras preciosas!”
La lista de virtudes del empresario es muy larga, pero tiene una debilidad que él la confunde con una fortaleza. Desea que sus hijos no conozcan, ni menos vivan, los padecimientos por los que tuvo que pasar para levantar su empresa o convertirse en un profesional exitoso, y hace todo lo posible para evitárselos. Su temor a los sacrificios, a levantarse de madrugada, a comer mal, a cuidar la ropa hasta que es imposible ponérsela y a la pobreza en general es tan grande que, sin darse cuenta, a veces debilita la pujanza, el tesón y los anhelos de quienes van a ser sus herederos. El empresario británico Oliver Jessel, fundador de Jessel Valores, en una entrevista que concedió a The Times en 1972 afirmó que no contrataba “ …hijos ni cónyuges; serán más felices -aseguraba- abriéndose camino por sí mismos. Si son buenos, llegarán. Lo peor sería comprarles un trabajo que les proteja de las inclemencias.”