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EL DIFÍCIL DESAFÍO DE SUPERAR A LOS PADRES

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La filosofía actual de la educación tiende a desacreditar el esfuerzo.

Abraham Flexner

Pedagogo estadounidense

La historia de los padres que han superado a sus hijos es mucho más larga que la de los hijos que han superado a sus padres.

Alejandro Magno durante su reinado extendió el dominio griego hasta los ríos Indo y Oxus en Asia Central y Egipto en África, y en la historia su nombre opacó totalmente el de su padre Filipo II de Macedonia. En Chile1, Bernardo O’Higgins es el padre de la Patria y relegó a un discreto segundo plano el nombre de su padre Ambrosio O’Higgins, que fue gobernador de la Capitanía General de Chile y virrey del Perú.

Siguiendo en Chile, ¿cuántos hijos de presidentes de la República también se convirtieron en jefes de Estado de su país? En dos siglos, sólo cuatro: Pedro Montt, hijo de Manuel Montt; Federico Errázuriz Echaurren, hijo de Federico Errázuriz Zañartú; Jorge Alessandri Rodríguez, hijo de Arturo Alessandri Palma, y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo de Eduardo Frei Montalva.

En el mundo del cine, los hijos de Henry Fonda ya no alcanzaron la celebridad que él consiguió, a pesar de que nadie puede discutir los talentos de Jane y Peter Fonda; Liza Minelli tampoco consiguió superar a su madre Judy Garland. Una excepción podría ser Michael Douglas que, por lo menos, pudo colocarse al nivel de su padre Kirk Douglas.

La historia no ha sido pródiga en ejemplos de grandes hombres y mujeres –políticos, intelectuales, científicos, artistas, profesionales– que fueron superados en su grandeza por sus hijos. Lo que sí ha estado ocurriendo es que los hijos, en los años recientes, gracias al esfuerzo de sus progenitores, estén ascendiendo algunos peldaños en la escala social y laboral, pero sin que esa elevación vaya acompañada de genialidad y trascendencia.

¿A qué se debe que sea tan difícil superar los éxitos de los antepasados?

¿Por qué el ingenio, la originalidad y el espíritu creativo no siempre se transmiten a las generaciones siguientes?

¿No serán los mismos padres los que de manera inconsciente atenúan la llama de la genialidad en sus hijos?

¿Qué motiva a los hijos a seguir los pasos de sus progenitores?

¿Cuáles son los componentes esenciales del éxito?

Son varios, pero quizá en algunos de ellos está la dificultad para alcanzar renombre, notoriedad y fortuna: sacrificio, esfuerzo, privaciones, disciplina férrea y constancia. Y lo más paradojal de todo, es que estos componentes podrían anularlos –sin ánimo de hacerlo, por supuesto– los mismos progenitores, que al brindarles a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron en su infancia y adolescencia, inhabilitan el entusiasmo creador y la necesidad de crecer intelectualmente, porque lo tienen todo gracias a sus padres.

Pero hay un hecho curioso digno de destacarse. La historia íntima de la familia, a través de los siglos, ha demostrado que casi no han existido progenitores que no hayan anhelado que sus hijos fueran superiores a ellos. La máxima aspiración que tienen los padres para sus hijos es que sean mejores que ellos en todo sentido. Incluso, los delincuentes, en la privacidad de sus sueños, desean mantener apartados a sus hijos de la senda del delito. En “El padrino” de Mario Puzo, su protagonista, Vito Corleone, ambiciona que, por lo menos, uno de sus herederos, Michael, no se involucre con la mafia, lo que finalmente no ocurre.

Este libro busca una explicación a la relación padres e hijos, cuando los primeros son demasiado exitosos.

1 Los datos y referencias a la República de Chile se deben a que el autor es de nacionalidad chilena

Padre rico, hijo flojo, nieto pobre

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