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El club de los niños

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El martes 27 de enero, a las 4 de la tarde, debutó El club de los niños de Juan Sedó, respetabílisimo locutor radial que había destacado por igual en el periodismo actual e inactual, en la política y sobre todo en el deporte. Habiendo inscrito a esa fecha a más de tres mil socios menudos, Sedó lanzó un programa basado en su carisma paternal, más bonachón que juguetón aunque, por supuesto, estimulando a los niños a perpetrar números divertidos. González sabía que pese a sus esfuerzos Sedó no iba a ser jamás el perfecto tío cómplice y contrató al adolescente Ángel Parra para mediar entre los clubistas y Sedó. El locuaz y agrandado, pero muy simpático Parra coanimaba, daba consejos de colegio y alternaba con el tío Juan para presentar la interminable lista de socios. Buena parte del programa transcurría en estos rituales de presentación en sociedad que colmaba el auditorio de padres y mocosos nerviosos. Parra siente que, a falta de suficientes juegos y distracciones, ahí también estaba el alma del espacio.22

Por supuesto, hechas las venias, el show se imponía a través de los escasos medios a su disposición. Los payasos estaban a la orden y cumplían las rutinas que los niños no osaban hacer, por ejemplo, que uno de ellos actuase de bebé y el otro de niñera, ocurrencia que valió al programa las primeras quejas del público adusto. Más adelante vendrían otras cejas arqueadas por estimular a los nenes a bailar rock. Pero Sedó y su asistente Parra, futuro crítico taurino, no eran inmunes a esos jalones de orejas, así que incluyeron clases académicas y concursos de conocimientos, dando un ropaje escolar al programa, similar al que tuvo poco después Quien estudia triunfa. Más adelante Parra dirigió un “tribunal infantil” que exigía a los niños poner a prueba su aprendizaje vital.

El juego sí pero la fantasía, piedra de toque y clave mágica de todo programa infantil del futuro, no fue precisamente la que presidió este primer Club de los niños de nuestra televisión. Hubo sí ojo avizor a los talentos promisorios que salían de las obedientes filas de los niños clubistas y tenían su show aparte, como Mario Poggi, precoz fonomímico.

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